martes, 24 de abril de 2007

Libertad de expresión

Es una suerte vivir en un país donde el Estado de derecho te permite ejercitar las libertades más elementales, como la libertad de expresión sin censuras, cortapisas ni limitaciones de ningún tipo, salvo la del respeto a la libertad de los demás, que es la frontera donde se agota y termina la de cada uno.
Como tantas cosas en la vida, llegas a valorarlas cuando las pierdes, o bien cuando las recuperas después de haberlas perdido. Existe, no obstante, un punto intermedio y este supuesto se plantea, cuando las disfrutas, digamos sólo a medias, de manera formal, es decir, cogidas con alfileres, andando de puntillas, con la sensación de que sobre ti pesa una discreta vigilancia que te recuerda que no deberías pasarte, que es tema tabú.
Es por ello, que me gustaría desligarme de esas medias tintas, y poderme expresar con absoluta tranquilidad sin sentirme cohibido a la hora de poder pasar al papel lo que mis pensamientos y mi corazón me dictan, dando un atrevido y temerario paso más allá, intentando comunicarlo a los demás.
Me he manifestado libremente sin cortapisa alguna, faltaría más, sobre el gobierno y su presidente, para bien ó para mal. He escrito sobre la religión, los curas, sus contradicciones y su desfachatez a la hora de poner la mano, para cobrar, claro está, en un Estado que se declara aconfesional. He escrito sobre la llamada Fiesta Nacional elevada vergonzosamente a la categoría de arte y sobre otros muchos temas, siempre sin limitación alguna.
Pero existe una excepción: La Monarquía.
Con la Iglesia hemos topado, Sancho, decía don quijote. Traslademos esta sabia y gráfica expresión a esta institución elegida por nadie y que no representa sino a los intereses propios de quienes ostentan tan alta posición. Institución sagrada donde las haya, tabú, intocable, reverenciada y permanentemente halagada hasta el absurdo por los medios cortesanos que son la mayoría en este país.
No puedo sentirme libre por completo en el ejercicio de mi libertad de expresión, con esta censura que constantemente me limita y me impide expresar lo que pienso sobre una institución que considero obsoleta y que estando sostenida y financiada por los presupuestos estatales, es decir por nosotros los ciudadanos de a pié, suponen una pesada carga para las arcas del Estado.
He intentado en diversas ocasiones y en diferentes medios, publicar lo que pienso y pensamos al respecto un importante sector de la población y siempre ha sido en vano. Es ridículo, pero parece ser que nadie se atreve a publicar aquello que ponga en entredicho o en tela de juicio a la Monarquía.
Mientras no contemple en un medio escrito esta opinión, no sentiré que mi libertad de expresión es respetada.
Si ustedes tienen la oportunidad de leer este articulo, hoy me sentiré un poco más libre en este País y habremos dado con un medio absolutamente respetuoso con la Libertad de Expresión .

miércoles, 18 de abril de 2007

Viva Cuéllar libre

Es Cuéllar un precioso y próspero pueblo segoviano, situado en la ruta hacia Valladolid, famoso por sus encierros, su castillo y en tiempos, que eran los míos de juventud, por una sana actitud anárquica de sus jóvenes, que les llevaba a pedir, y así lo proclamaban en sus pancartas el grito de guerra que da título a este comentario y que completo, rezaba como sigue:
Viva Cuéllar libre, queremos puerto de mar.
Era una actitud simpática, alegre y llena del ímpetu que rebosaban los jóvenes de entonces y que en tiempos llevó a contagiar a la capital, Segovia, hasta el extremo de que llegó a haber un movimiento que preconizaba la independencia de esta bellísima ciudad que me honro en conocer y disfrutar siempre que puedo.
Recuérdese los movimientos comuneros de Castilla en el siglo XVI, Padilla, Maldonado y Juan Bravo, éste último de Segovia, que se alzaron contra las pretensiones absolutistas de la Monarquía y en defensa de las libertades municipales y que fueron aplastados en la batalla de villalar el 23 de abril de 1521, dando lugar esta fecha a la fiesta de la comunidad de Castilla y León.
Viene esto a cuento, al recordar como hace unos días escuché en la radio a un político catalán que intervenía en una tertulia sobre los nacionalismos y al que debieron de sacarle los colores en diversas ocasiones cuando en un perfecto castellano se dirigía a ellos con "ustedes los españoles", y éstos, sonriendo, ironizaban con preguntas como qué opinaba sobre las intenciones independentistas del Valle de Arán, o del Valle del Bierzo. La respuesta fue como sigue: si sus habitantes así lo determinan, así debería de ser, es decir Cataluña y León se constituirían, cada una de ellas en una nación de naciones. Sin comentarios.
Y es que resulta sangrante, tediosa e insoportable, la pertinaz obsesión de ciertos políticos que con sus ansias nacionalistas consiguen tensionar la vida de unos ciudadanos que en su inmensa mayoría viven al margen de semejantes avatares. Son ellos y no los ciudadanos los que incitan a la población a aventuras que suponen una insolidaridad manifiesta hacia el resto y a una solución anacrónica a todas vistas y que no responde a una sociedad que vive y se desarrolla en el siglo XXI.
Sobra decir que ni Cuéllar ni Segovia consiguieron la independencia, ni la necesitamos, somos demasiado listos, pero en cuanto a Cuéllar y su puerto de mar, seguimos en ello. El buen humor no nos falta y la esperanza es lo último que se pierde.
Además, estas ambiciones ni tensionan ni molestan ni irritan a nadie, por lo que invitamos a esos políticos trasnochados que preconizan lo que no son sino intereses individualistas alejados de la realidad de las gentes a las que dicen representar, que se preocupen y ocupen de los verdaderos problemas a los que los ciudadanos se enfrentan cada día.
Menos samba y más traballar.