miércoles, 11 de junio de 2008

HACIA LA JORNADA TOTAL

Allá por los años setenta, unas preclaras e iluminadas mentes tuvieron la genial idea de formular una teoría, muy extendida por aquellos tiempos, según la cual las generaciones que vivieran en el por aquel entonces mítico año dos mil, disfrutarían de lo que ellos denominaban “la civilización del ocio”.
Semejantes aprendices de adivinos, presagiaron con indudable agudeza de mente y clara visión de futuro, que dichas generaciones gozarían de tanto tiempo libre que no sabrían como disponer de él sin aburrirse. No sería su gran preocupación como pagar la hipoteca, llegar a fin de mes o tener un buen trabajo, sino encontrar la manera de no caer en el tedio con tanto ocio del que iban a disponer.
Y es que daban por hecho, que para entonces, por ahora, las máquinas llevarían a cabo la mayor parte del trabajo sustituyendo con ello a los humanos y liberándolos por tanto de tan pesada carga, todo ello en medio del mayor bienestar social, cultural y económico como jamás se había conocido hasta entonces.
Nunca como ahora el ser humano ha estado más agobiado por la falta de tiempo, los problemas económicos y la precariedad laboral. Si a esto unimos una crisis galopante que vivimos a todos los niveles en estos momentos, las predicciones de aquellos tiempos dejan en mal lugar a sus autores.
Para acabar de resolver la delicada situación, la Comisión Europea ha alcanzado un acuerdo para ampliar la jornada laboral hasta las 65 horas. Los ministros de trabajo de la UE, ufanos ellos, se felicitan a sí mismos, considerando que supone una paso adelante para los trabajadores, reforzando al mismo tiempo, afirman con un peculiar cinismo “el papel del diálogo social”.
¿Pero de qué diálogo social hablan?. ¿Acaso esta descabellada idea ha partido de los trabajadores y de sus representantes en los sindicatos?. Esto no supone sino un retroceso social más que afecta a la clase trabajadora y que de una forma sutil, enmascarada por una capacidad cada vez mayor de adquirir bienes de consumo – asfixiante por otra parte para el consumidor – vienen sufriendo desde hace lustros las clases más desfavorecidas
Pero qué avance social supone semejante medida que parece ir más en dirección a los comienzos de la Revolución Industrial cuando la jornada laboral era a tiempo total que hacia la tan anhelada civilización del ocio.
Si a todo esto añadimos el aumento del paro, como justificar una medida que pondrá en manos de cada vez menos trabajadores el trabajo existente consiguiendo con ello más desempleo.
No encuentro respuestas lógicas a preguntas elementales que cualquiera nos hacemos en estos días. No sé que puede esconderse detrás de esta sinrazón aparente que desafía toda elemental sensatez. Busco respuestas a una situación absurda que convertiría cada vez más al ser humano en un ente eminentemente productor, esclavo de su trabajo, en lugar de un ser libre y racional dueño de su tiempo que pueda conducirle a la felicidad a través del disfrute del ocio al que todo ser humano aspira a disfrutar.