viernes, 17 de abril de 2009

PROHIBIDO JUBILARSE

Éramos pocos y parió la abuela, con perdón, porque en este caso no ha sido la venerable figura de la madre de nuestros progenitores la culpable, sino el inefable director del banco de España quién se ha propuesto amargarnos la perspectiva de jubilación prolongándola hasta los sesenta y siete años y dándonos la sensación de que se ha quedado corto y que sus verdaderas intenciones eran las de ir bastante más allá: un mundo sin jubilados.
Es sin duda, una genial idea más para tratar de resolver una crisis que han creado ellos – políticos, banqueros y altos ejecutivos de empresas con supercontratos blindados - y que intentan que la solucionemos nosotros, como no, aportando dos años más de cotización a la caja de la Seguridad Social que, de vez en cuando, el funcionario de turno se encarga de decirnos bien alto y claro, que está a punto de reventar, por defecto claro, lo cual supone una amenaza continua que causa inquietud y desasosiego en los trabajadores que la han ido llenando a lo largo de su vida laboral.
No sabemos si será un intento más de comprobar la respuesta popular ante el correspondiente exabrupto lanzado por el oportuno vocero gubernamental lanzando un globo sonda, o si simplemente forma parte de la estrategia de siempre, pero en ccualquier caso, en poco nos valoran, en mucho nos confunden y en todo se equivocan si piensan obtener una respuesta positiva a sus perversas intenciones, como ya la tuvieron cuando intentaron incrementar la jornada laboral.
Quizás pretendan hacernos sentir culpables de una situación, que insisto, en absoluto han provocado los trabajadores. Ya quisieran poder estar en esa posición, lo que supondría que sus fabulosos contratos blindados irían asociados a unos sueldos súper millonarios como los de aquellos que de una u otra manera, son los responsables del desaguisado actual.
Así que puestos a pedir, que eliminen la jubilación. Uno se jubila cuando se muere y ahí se acaba su vida laboral. En todo caso, que la Seguridad Social se encargue de los gastos del entierro como gratificación a los servicios prestados a lo largo de toda su productiva vida. Sería un bonito detalle que el viudo/viuda agradecería, claro está, si es que vive, ante tan bonito y desprendido gesto.
Hasta ahora, pensaba que si volvía a nacer, cosa que razonablemente dudo, tenía claro que me gustaría ser notario, dentista o similar. He cambiado de opinión: me encantaría ser banquero.