martes, 28 de diciembre de 2010

NO ESTAMOS SOLOS

A la eterna y nunca respondida cuestión múltiple de quienes somos, de dónde venimos y adónde vamos, a estas alturas del conocimiento humano, deberíamos añadir un nuevo elemento para completar dicha pregunta: con quién estamos. Y es que si abrimos un poco el plano de nuestra mente, aunque sólo sea mínimamente, deberíamos concluir que habitamos un planeta que no está aislado, que forma parte de un todo, de un universo inmenso, infinito quizás, pero al que necesariamente pertenecemos.
Nuestras limitaciones humanas son tan grandes que rechazamos cualquier idea o pensamiento tendente a identificarnos como habitantes del universo. Nuestra tecnología, que tanta soberbia despierta en nosotros, no está ni remotamente preparada para intentar navegar por el cosmos en busca de vida inteligente, que sin lugar a dudas existe ahí afuera y que se desarrolla paralela a la nuestra con grados de civilización sin duda dispares en el sentido de estar más o menos adelantadas con respecto a nosotros.
Pobres humanos, que en cinco milenios de existencia, no hemos logrado desterrar la violencia siempre presente a lo largo de una historia plagada de desigualdades y atropellos de toda índole que han ocasionado que media humanidad sufra lo indecible a causa de la otra mitad que vive en la opulencia si la comparamos con el resto, pero donde igualmente el hombre sigue siendo depredador de sí mismo en la lucha por sobrevivir.
Resulta extremadamente inquietante, para quién de vez en cuando deje volar su imaginación basada siempre en el conocimiento científico que hoy poseemos y vagar por esos mundos desconocidos de cuya existencia cada vez más segura está la ciencia y los científicos, cuya mayoría, en progresión constante, afirma que un veinticinco por ciento de las estrellas del universo poseen planetas con condiciones similares a las de nuestro planeta Tierra, que por lo tanto podrían albergar vida.
Si consideramos que nuestra galaxia, la Vía Láctea, a la que pertenece nuestro pequeño sistema solar, está integrada por cien mil millones estrellas y que dicha galaxia es una de las miles de miles de millones que el universo posee, la conclusión es que la posibilidad de que exista vida es adquiere una consistencia absoluta y que dicha vida sea inteligente, supone una posibilidad enorme habida cuenta de la infinita cantidad de planetas que podrían alojarla.
Ingenuos nosotros los humanos, hemos enviado alguna pequeña nave a deambular por el universo en busca de alguien que pueda recogerla y entender los mensajes que contiene sobre la vida en nuestro planeta, tratando de darles a conocer nuestra civilización a todos los niveles. Esperemos que sólo hablen de lo positivo, de la capacidad del hombre para crear, para amar, para mostrar su cara amable y no la terrible y espantosa capacidad que posee para destruir, y sembrar el horror y la violencia como viene haciendo a lo largo de los milenios de su existencia en un planeta que hace tiempo que empezó a dar signos de cansancio ante tanta agresión y desamparo a la que la sometemos cada día.
Estamos condenados a vivir en un planeta que maltratamos sin compasión, sin posibilidad alguna de abandonarlo emigrando a otros planetas, como ingenuamente aventuran quienes ignoran y desprecian la maravillosa e inmensa majestuosidad del universo y nuestra absoluta incapacidad técnica para semejante desafío. En cien años de desarrollo industrial lo hemos dejado irreconocible. La contaminación, destrucción y acoso permanente al medio físico y la barbarie e injusticia social, nos auguran un futuro incierto.
Posiblemente nunca entremos en contacto con nuestros desconocidos compañeros de viaje espacial que, en todo caso, estaría a cargo de ellos, dada nuestra ridícula capacidad tecnológica para semejante intento. Quizás para entonces ya nos hayamos extinguido. Pero de lo que no me cabe duda alguna es que si efectivamente llegaran a visitarnos, antes de encontrar en contacto, tratarían de conocernos, de saber quiénes somos.
Seguramente no tardarían en descubrirnos y en cambiar el rumbo en busca de otros mundos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL SUEÑO DE LA LIBERTAD

En pocos días hemos podido comprobar cómo la libertad de diversos intelectuales de lugares tan dispares del mundo como China, Cuba e Irán, ha sido ultrajada, vilipendiada y maltratada ante los atónitos ojos de los ciudadanos libres del resto del mundo que contemplan estos hechos con estupor e incredulidad no exenta de ingenuidad, al pensar que estos hechos ya no formaban parte del siglo veintiuno, sino más bien de un pasado que creíamos olvidado por obsoleto, anacrónico y simple y llanamente injusto.
Y digo bien cuando hablo de ingenuidad pensando en los que se llevan las manos a la cabeza asombrándose ante la contemplación de estos hechos – más bien de estas fechorías – llevadas a cabo por los regímenes dictatoriales de esos tres países que cito y que no son los únicos, ya que podrían incluirse algunos más. Nos centraremos en los citados, y en los tres personajes afectados, cada uno de un país diferente y que son conocidos y reconocidos a nivel mundial: Liu Xiaobo de China, Yoani Sánchez de Cuba y Jafar Panahi de Irán.
El más conocido quizás, Liu Xiaobo, recientemente designado premio Nobel de la Paz, disidente Chino, condenado a once años de cárcel y firmante de un manifiesto en el que se piden reformas democráticas, ha visto cómo se le prohibía salir de su país – tampoco se lo han permitido a su esposa - con el objeto de recoger dicho premio en un gesto más de férrea dictadura comunista China, de la mano de hierro con la que gobiernan una nación, cuyos ciudadanos nunca han tenido la oportunidad de elegir a quienes han de ostentar las tareas de gobierno. Como en todas las dictaduras, se erigen en salvadores de la patria.
El caso de Yoani Sánchez, es aún más sangrante si cabe. La escritora y disidente cubana, ha visto en estos últimos años, en los que le han concedido múltiples premios internacionales, como el corralito cubano de los Castro y compañía le ha prohibido una y otra vez la salida del país para recoger dichos premios. El último, en Holanda, el premio Príncipe Claus para la cultura y el desarrollo.
Exactamente en dieciséis ocasiones le han impedido abandonar el país, su país, conculcando uno de los derechos más elementales como es el de la libertad de viajar, de residir y de trasladarse a cualquier parte del mundo. Este derecho como todos los demás derechos humanos, están pisoteados en una Cuba sumida en la miseria, hasta el punto de tener que reconoce públicamente que van al desastre si no hay cambios, según palabras textuales del dictador de turno Raúl Castro, aunque eso sí, sin abandonar los principios comunistas que los han llevado a esta situación y sin permitir que los ciudadanos elijan a sus gobernantes. Hasta ahí podríamos llegar.
Y por último, el caso del director de cine Iraní, Jafar Panahi, premio León de Oro en el festival de Internacional de cine de Venecia y premio Oso de Oro en el festival Internacional de cine de Berlín, entre otros, que ha sido condenado a seis años de prisión, y a una inhabilitación de veinte años, durante los cuales no podrá llevar a cabo ninguna realización creativa. Sencillamente pavoroso, esperpéntico y denigrante. Este país sufre las consecuencias de un gobierno teocrático y de un fanatismo religioso tal, que causa indignación e incredulidad al considerar que estos hechos tienen lugar en el siglo veintiuno.
Son sólo tres ejemplos de los incontables atentados contra la libertad que miles de seres humanos sufren en este planeta cada día. Inconfesables intereses de todo tipo llevan a los gobernantes de las democracias occidentales a no actuar. Sólo nos queda la denuncia permanente, constante e irrenunciable. Los modernos medios tecnológicos ponen a nuestro alcance los medios necesarios para ello, los cuales intentan torpedear, bloquear y anular los países causantes de tantos destrozos contra los derechos humanos. La libertad nunca puede reducirse a un sueño. Es un derecho irrenunciable.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL PERVERSO HÁBITO DE LA LECTURA

Afirma el escritor Peruano Vargas Llosa en su discurso de aceptación del Premio Nobel de literatura, que el hecho de aprender a leer, ha sido sin lugar a dudas, lo más importante que le ha sucedido en la vida. Con cinco años de edad aprendió a traducir las palabras de los libros en imágenes, en Cochabamba, Bolivia, donde el hermano Justiniano fue el encargado de descubrirle un mundo nuevo del que ya no se desprendería jamás y en el que se ha desenvuelto desde entonces con la soltura, la ilusión y la alegría de quién vive permanentemente instalado en un mundo mágico, mezcla de realidad, ficción y fantasía.
Y ahí sigue, con el mismo entusiasmo de sus primeros años, legándonos desde entonces su obra, como la de tantos escribidores que diría él, desde los primeros textos Sumerios, que se remontan a dos mil años antes de Cristo, pasando por los poemas épicos de la literatura India hasta llegar a la Ilíada y la Odisea de Homero, que marcan los comienzos de la Antigüedad Clásica, para llegar a la primera mitad del siglo XV, cuando la invención de la imprenta supuso un formidable paso de gigante al pasar a papel impreso los textos manuscritos y de tradición oral que hasta entonces y casi en exclusiva, los monjes en sus monasterios habían conseguido copiar.
Y hasta ahora, cuando la tecnología del siglo XXI, ha puesto a nuestra disposición los libros digitales electrónicos, que suponen un paso de gigante en la difusión de la lectura y que sin embargo tantos detractores encuentra a su paso. No entienden, dicen quienes así piensan, que pueda disfrutarse la lectura cuando se lleve a cabo en un artefacto frío, estático, donde no pueda apreciarse ni su olor, ni su calor ni su tacto singular cuando de pasar las hojas se trata, de abrirlo, cerrarlo, tocarlo con las manos, sentir que tiene vida propia, que los personajes, las situaciones y los hechos van a desbordar el papel y van a salir a la luz tomando vida propia.
No podemos descartar en absoluto esta moderna tecnología, que nos brinda un mundo de comodidades que debieran facilitan el placer de la lectura. Posiblemente estas personas lo descartan a priori, sin haberse tomado la molestia de tomar uno entre sus manos, de pasar las páginas con un simple gesto de la mano, de volver atrás, adelante, de cambiar el tamaño del texto, el tipo de los caracteres, de ajustarlo, en fin a su capricho y, sobre todo, de disponer en un espacio equivalente al de un libro clásico, miles de títulos, de cientos de autores; en suma, una pequeña gran biblioteca en un solo tomo.
Pero por encima de todas estas consideraciones, están todas aquellas que predisponen al lector a disfrutar de la magia de traducir las palabras en imágenes, de introducirnos en mundos irreales, fantásticos, imaginarios o de potenciar nuestros conocimientos, nuestro afán de saber, de conocer, de perfeccionar lo que ya sabemos y de introducirnos en mundos nuevos, apasionantes, que la lectura nos descubre para deleite, disfrute y satisfacción del saber y conocer de quienes se acercan a ellos, los abren, los leen y los cierran cada día, marcando la página donde quedaron, con la ilusión puesta en su continuación que ya se demora demasiado.
No es éste un País donde se lea mucho, es más, se lee poco. Un botón de muestra, nos lo da el hecho de que el periódico más leído, por encima de los grandes diarios de información general, es un conocido periódico deportivo. Un poco triste este panorama, que se agrava cuando comprobamos que las jóvenes generaciones apenas leen, que se encierran en su mundo tecnológico, permanentemente comunicados mediante los móviles y las numerosas Redes Sociales, que por cierto, son un vehículo fantástico para compartir, comentar y divulgar la lectura.
Pero no lo utilizan para estos fines, sino, en general, para otros temas intrascendentes, que en nada fomentan el hábito de la lectura, perdiendo con ello no sólo el disfrute que conlleva, sino la divulgación del conocimiento que supone leer un libro, así como la adquisición de una cultura de la que carecen la mayoría y que nos sitúa, según las últimas estadísticas de la Comunidad Europea, a niveles que inducen al sonrojo al conocerlas.
Navegando en esa maravillosa herramienta que es Internet, encuentro con sorpresa y alegría mal disimulada, que siguen editando Selecciones del Reader´s Digest. No recuerdo cómo ni donde los conseguía, pero sí que desde muy pequeño, tendría diez años, leía con fruición esta publicación todos los meses. Quizás algunos la recuerdan. Contenía numerosos relatos de todo tipo que no eran sino extractos de artículos literarios, científicos y divulgativos en general, publicados en revistas y periódicos de todo el mundo.
Para mí, supuso la iniciación a la lectura, hábito perverso como pocos, porque te absorbe, te esclaviza y te ata de tal forma, que de sus garras no puedes escapar. La lectura nos hace libres, cultos e informados y tiene la virtud de cambiar nuestro mundo y de confundir realidad con fantasía, a imagen y semejanza del inefable Alonso Quijano trocado en Don Quijote de la Mancha.