jueves, 29 de noviembre de 2012

VOLVER A LAS ANDADAS


Después de casi un mes de ausencia, vuelvo a mi querido y abandonado blog que se ha mantenido en la más estricta y silenciosa soledad desde que lo abandoné allá por principios del mes en curso, hecho nada frecuente en mí, desde que lo inicié hace más de cinco años durante los cuales he vertido en él, semana sí, semana también, al menos un pequeño vestigio de cuanto me rodea, más o menos próximo, más o menos lejano, más o menos familiar o extraño, de la visión que del mundo tengo, de los hechos y sucesos cotidianos, tanto de aquí como de cualquier parte de este errante Planeta que pese a nuestra inconsciencia cósmica, vaga por un infinito mar de estrellas y cuerpos celestes que nos recuerdan constantemente que no somos nada ante su soberbia magnificencia, encerrados en nuestro pequeño y atribulado mundo, como si la Tierra constituyese de por sí misma el Universo, al que pertenecemos y al que deberíamos volver los ojos con frecuencia para reconocer humildes y sumisos que no somos más que una insignificante y minúscula parte de él, que como dijera mi admirado y respetado Carl Sagan, somos hijos de las estrellas.
Y así, después de un mes pleno de acontecimientos diversos que me han mantenido en una constante y frenética actividad al margen de la habitual cotidianidad que el ritmo diario suele deparar, lejos de la rutina acostumbrada, retorno de nuevo a este mi espacio virtual donde encuentro acomodo a las inquietudes diarias que la observación de los acontecimientos mundanos me procura y que me permiten verter aquí la opinión que me merecen con la intención de crear un estado de debate permanente y una discriminación continua conmigo mismo y con el posible lector que ocasionalmente pueda transitar por estos lares.
Después de estas consideraciones, sin duda un poco vagas, un tanto abstractas y hasta posiblemente fuera de lugar, trataré de centrarme en algo más concreto e inteligible con el objeto de ponerme al día, para lo cual nada mejor que ojear la actualidad nacional y tratar de captar lo más jugoso y sobresaliente que nos pueda deparar, a ser posible al margen de la omnipresente crisis que todo lo domina, teniendo en cuenta, que en cualquier caso, cualquier acontecimiento estará inmerso en ella sin posibilidad alguna de darle de lado, de obviarla, de ignorarla.
Parece que lo último sigue siendo el silencio del inefable Arturo Más, que después de golpearnos en un permanente y machacón discurso independentista y después del bochorno sufrido tras el formidable revolcón sufrido en las urnas – batacazo donde los haya y que será recordado por mucho tiempo en los anales de las elecciones democráticas de este País – ha decidió callar, haciendo mutis por el foro, y se ha echado al monte de donde esperemos no salga hasta que después de reflexionar concienzudamente, retorne a los brazos de la lógica, la razón y el sentido común que tanto le han faltado últimamente.
La banca continúa a la deriva, llevándose con ella – a la par que sus blindados dirigentes – los restos del naufragio – está claro que los náufragos somos nosotros - en forma de comisiones varias, intereses desmedidos e inconfesables desahucios sin cuento, que pese a las tímidas medidas tomadas por un gobierno que dista una eternidad de poseer la sensibilidad necesaria para resolver un angustioso problema que acucia cada vez más a una ciudadanía que contempla con honda preocupación cómo puede llegar a verse en esa tesitura, a la vista del panorama laboral que se le presenta, en un País que sigue sumando más parados al final de cada mes, sin que se vea una salida al negro túnel por el que atraviesa desde hace ya demasiado tiempo.
Leo que la Justicia deja en libertad a los componentes de una red mafiosa por un incomprensible defecto de forma – resulta inconcebible que se les pasaran las setenta y dos horas de detención preventiva – mientras el Yernísimo con multitud de pleitos a sus espaldas visita en el hospital a Su Majestad, que a este paso y con tantas operaciones va a colapsar por sí sólo un Sistema Nacional de Salud que obliga al ciudadano de a pie a esperar al menos cien días para que le echen un rápido vistazo y poder así darle fecha para la posible intervención para dentro de otros tantos.
Por último, los obispos han despegado tenuemente los labios, como siempre tarde y mal, a favor de los desahuciados. Les habrá dado vergüenza, aunque dudo que sean poseedores de semejante cualidad, mientras que el Jefe Benedicto, después de mandar al carajo al infierno, el purgatorio y demás zarandajas, ahora afirma que ni el buey ni la estrella del pesebre existieron jamás. Menuda preocupación. Pienso que no son sino maniobras de distracción para no pagar el IBI, aunque la verdad es que no deberían preocuparse por ello en exceso, por lo menos en este País de gobiernos, tanto unos como otros, de una tendencia cortesana y religiosa tales que aburren hasta las ovejas, que por cierto sí parecen que por ahora pueden seguir en el belén junto con el correspondiente pastorcito y demás componentes.
Lo que no me explico, y me preocupa hondamente, es como llegaron los reyes magos, si según Su Santidad dice ahora que la estrella nunca existió, pues se trató de una Supernova – si se llega a enterar Galileo, le da algo al pobre hombre – y según nos contaron siempre, fue esa estrella la que les guió hasta el portal. Seguro que se inventan algo, porque si no, a este paso y tacita a tacita, la Navidad se va al carajo y no está el País para semejantes aventuras. Faltaría más.

domingo, 4 de noviembre de 2012

EN FLORENCIA


Cruzar el Ponte Vecchio sobre el caudaloso y milenario Arno, entre una multitud multicolor, envuelta en una sonoridad de acentos, tonalidades y giros lingüísticos de una riqueza y variedad infinitas, dotados todos de una misma curiosidad y una admiración difícilmente disimulables y contemplar con emoción difícilmente contenida las increíbles y aparentemente inestables casitas colgantes sobre el río que a ambos lados del puente parecen navegar sobre él o quizá contemplarse en las aguas que tuvieron el honor y el privilegio de verse acompañadas en sus márgenes por Miguel Ángel, Leonardo, Boticcelli y por tantos otros grandes maestros Florentinos del irrepetible y creativo Renacimiento.
 Desde el Palazzo Pitti y a través del viejo puente, llegamos a la gallería degli Ufizzi, donde después de dos horas de espera en una fila donde todas las lenguas imaginables convergen y retrocediendo cinco siglos en el tiempo, a través de un invisible y mágico agujero temporal se inicia un recorrido por los siglos XV y XVI que durará varias horas durante las cuales la belleza, el esplendor y la más grandiosa e insoportable perfección creativa que el ser humano haya creado jamás, se revelará a nuestros ojos con una fuerza y una intensidad que desborda toda la imaginación del amante del arte que ansía contemplar la belleza en estado puro, original y sublime, que le espera en una inmensidad de salas que no parecen acabar nunca, como si quisieran atrapar al viajero del tiempo que en ellas se ha internado procedente de una era que le ha tocado vivir, carente de una creatividad y de una imaginación que en Florencia se derrochó a raudales en aquella portentosa y prodigiosa época.
 Salir de los Ufizzi y entrar en la Piazza della Signoria, produce una indescriptible conmoción que logra detener al viajero en su lugar, impidiéndole avanzar un paso más, mudo, boquiabierto, con los ojos inmensamente abiertos, girando la cabeza a izquierda y derecha una y otra vez por un espacio hermoso, mágico y de una grandeza plástica incomparable, de una sutileza hermosamente sugerente, que embruja, hechiza y atrapa hasta límites que se hacen difícilmente soportables por una angustia vital que ya describió Sthendal en el síndrome que lleva su nombre y que se manifiesta ante la contemplación de una masiva exposición artística como tiene lugar en esta maravillosa Piazza Florentina.
   El palazzio Vecchio con su esbelta y majestuosa torre medieval del siglo XIV, preside la Piazza, con unos impresionantes salones y salas de una belleza incomparable. La Logia dei Lanzi, preciosa galería repleta de estatuas hermosísimas como el rapto de las sabinas de Giambologna o el Perseo de Cellini, que le dan el aspecto de una maravillosa exposición, de una galería de arte al aire libre que el viajero no puede dejar de contemplar una y otra vez por muchas veces que vuelva a visitarla, como lo hará con el David de Miguel Ángel, aunque sea una copia del original que en principio se instaló allí y que después se trasladaría a su definitivo destino donde se encuentra ahora y adonde el viajero dirigirá sus pasos más adelante.
   Desde la Piazza della Signoria dirige sus pasos el viajero por una amplia vía a la Piazza del Duomo, donde de improviso, sin respiro, sin tiempo para poder asimilar las maravillas que le esperan, aparece la radiante y espléndida Santa María dei Fiore, Il Duomo, la impresionante, inmensa y originalísima catedral que despierta la más sorprendente admiración, rematada por una impresionante cúpula diseñada por Brunelleschi y a su lado el esbelto y hermosísimo Campanile, de unas proporcionas increíblemente hermosas, comenzado por Giotto y a unos pasos, frente al Duomo, se erige el Baptisterio, de planta octogonal, con unas puertas de  bronce primorosamente labradas que causan asombro y admiración por su hermoso diseño.
   Callejeando por el casco histórico de esta hermosa ciudad de Firenze, decide el viajero entrar en la Chiesa Ognissanti, iglesia iniciada en el siglo XIII, donde está la tumba de Boticcelli y el Cristo de Giotto, hermosa, increíblemente tapizada toda ella, techos y paredes están repletos de frescos de grandes maestros, como Boticcelli o Ghirlandaio, autor del inmenso y bellísimo fresco de la Sagrada Cena, el Cenácolo de Ognissanti que encontraremos no lejos aquí, en el antiguo convento de los humillados.
  No podía faltar la visita al David de Miguel Ángel en la Galería de la Academia de Florencia. Indescriptible, hermosa y singular como pocas, esta escultura de más de cinco metros de altura, posee unas proporciones perfectas que consiguen que el viajero no pueda apartar su mirada, que la contemple con arrobo y deleite ante una magnífica obra del genio del Renacimiento.   Han sido solamente dos días y medio, irrepetibles, intensos, plenos de una contemplación continua de una belleza que desconcierta, extasía y exalta al sorprendido viajero que no esperaba quizás ver tanto esplendor en tan poco tiempo.
  Yo y mi esposa, los viajeros de este hermoso periplo, hemos de dar las más emocionadas gracias a mi hija Laura, nuestra cicerone, que se encuentra en Florencia con una Beca Leonardo restaurando libros, códices, bulas y otros hermosos documentos de remotos siglos bajo la dirección del Maestro Restaurador Angelo, sabio como pocos en su trabajo, al que mi hija tanto admira: cosi, cosi, Laura, brava, bravísima, le dice Angelo, animándola en su trabajo de aprendiz de restauradora.
   Gracias a mi hija Sara, que organizó el viaje, y a Laura que nos acompañó, gracias a Florencia, gracias al arte, y a los artistas que crearon tanta belleza para deleite y  disfrute de las generaciones futuras.