Asombra cómo últimamente, una y
otra vez, nos adelantan que la economía está mejorando, cómo la balanza
comercial nos es favorable, cómo los objetivos de déficit se van consiguiendo,
el consumo, la fiscalidad, los ingresos por diversos conceptos, todo va viento
en popa, y continúan con las previsiones asegurando que el año que viene será
mucho mejor, que alcanzaremos múltiples objetivos económicos hoy sumamente
deteriorados, la actividad económica mejorará notablemente y así llegan incluso
a hacer previsiones para dentro de dos años, asegurándonos para entonces un
futuro tan prometedor, que resulta envidiable para un País hoy en la ruina, ya que habremos salido con creces de la
recesión y creceremos hasta nadar en la abundancia.
Ni una palabra sobre el
desempleo, ni una cita sobre los seis millones de parados que sabemos que seguirán
creciendo los próximos años, ni una mención a los sin trabajo, ni una sola
alusión a quienes no tienen ni encontrarán empleo en mucho tiempo, quizás en
precario o posiblemente jamás. Nada, sencillamente no existen, se han hecho
invisibles, etéreos, se han esfumado, los ignoran, no desean citarlos, han
desaparecido de la escena y no cuentan en absoluto en los cálculos a futuro – a
presente ya se les da suficientemente de lado - para relanzar una economía para
la que no cuentan con su concurso, como si no pensaran ya en ellos, como si los
descartaran definitivamente de la población activa del País.
Entonces, me pregunto cómo piensan
relanzar una economía que necesita que se active el consumo, que se aumente la
productividad a la par que se crean nuevas empresas, si para ello es
fundamental que los ciudadanos sean contratados, salgan del desempleo
encontrando un trabajo, con el consiguiente aumento de la productividad, disfrutando
en consecuencia de unos ingresos que reactivarán el consumo y dinamizarán la
economía logrando al mismo tiempo que la lacra del paro disminuya
progresivamente.
Pero no, a ellos no los citan,
no entran a formar parte de un juego que sin ellos no puede acabar sino
perdiendo la partida, pues continuar no ya con la cifra actual de desempleo,
sino con un número que irá creciendo en los próximos años, constituye un
auténtico despropósito que nadie puede entender. Sencillamente parece que ignorándolos
se lograría partir de cero, evitar un engorroso problema que liberaría la
economía y facilitaría la salida de la crisis. Pero no es así, el problema está
ahí y sin su resolución no hay salida posible ni crecimiento ni se puede alcanzar
objetivo alguno, ni económico ni social.
Cualquiera que esté al tanto de
la situación de los parados en este País no debería sorprenderse de la
consideración que les merece a los presentes gobernantes y que como
consecuencia hagan sus planes, cálculos y previsiones sin tenerlos en cuenta. Pongo
por ejemplo – hablo de la Comunidad de Madrid, pero sé positivamente que lo
mismo ocurre en otras – cómo han reducido prácticamente a cero la formación que
mantenía en el aula durante varios meses al año a un elevado número de
desempleados formándose en diversas especialidades con vistas a poder
incorporarse al mundo laboral con una mejor preparación que facilitase dicha
incorporación con mayores garantías, a la par que suponía una auténtica cura
psicológica al estar ocupados durante varias horas al día en lugar de ver pasar
las horas y los días en blanco, con la mente dándole vueltas a la remota posibilidad
de encontrar un trabajo.
Si a esto unimos que muchos de
ellos no se han estrenado aún en el mundo laboral, como los jóvenes, que otros
no cobran prestación alguna, otros que la han agotado y todos sumidos en la
desesperación más absoluta, su futuro es tan poco halagador y su destino tan sumamente
incierto, que parece preferible no contar con ellos, como si se hubiesen
extinguido, para de esta forma hacer previsiones que no consideren la
formidable carga que suponen. Está claro, sin ellos, dejándolos a un lado,
haciéndolos invisibles, las cuentas cuadran mucho mejor.
Pero están ahí, y si así los
tratan, se debe en gran parte a que es un colectivo que no les crea problemas,
que no se organizan, que no salen a la calle como tantos otros, que no protestan.
Pero a este paso, necesaria y forzosamente se harán oír y crearán los problemas
sociales que muchos se preguntan cómo aún no han tenido lugar. A lo mejor
entonces los tienen en cuenta y vuelven a contar con ellos, cuando quizás ya
sea demasiado tarde y la solución se complique hasta extremos en los que
preferimos no pensar.