Entre las muchas, variadas e incontables
maldades que puedan atribuirse al ser humano, se encuentra la capacidad que
siempre ha tenido para alterar las mentes de las gentes, maleándolas a su
antojo, condicionando su pensamiento, la visión que tiene del mundo, de las
cosas que le rodean y de la sociedad en la que vive, adoctrinándolas, siempre
con claros fines partidistas, con el objeto de conseguir adaptar sus voluntades
a su ideario, bien sea político, religioso o de cualquier otra índole,
empleando para ello los medios a su alcance, controlando su educación desde
temprana edad, con objeto de aleccionar unas mentes que se encuentran en pleno
proceso de formación, robándoles de esta forma una libertad fundamental,
esencial y única, que más adelante, cuando alcancen la adolescencia, quizás
echen de menos, o quizás no lamenten su ausencia, porque su capacidad
cognitiva, de lógica y razonamiento, de discriminación y contraste con la
realidad, ha sido maniatada por quienes manipularon sus conciencias y sus
mentes en aras de convertirlos en meros servidores al servicio de sus
instructores, en esclavos de sus mentores, sin capacidad alguna de respuesta,
sin posibilidad de debatir y discriminar, sin libertad de pensamiento, en suma.
En todas las civilizaciones, en
todas las épocas por las que ha ido atravesando la humanidad, se ha dado esta
utilización de las mentes de los ciudadanos por parte de los poderes establecidos.
La política y la religión, fundamentalmente, poseen esta capacidad de manejo e
instrucción dirigida, ya que por razón de su influencia en la sociedad y de su
capacidad de llegar a grandes núcleos de la población, han sido siempre los
principales artífices de esta macabra obra, que casi siempre comienza en los
primeros años, en la educación más elemental, pero que puede desempeñarse y
surtir su efecto en núcleos de una población de mayor edad, mediante la utilización
de unas ideas que pueden calar en esos sectores y que pueden conducir a un
fanatismo que puede degenerar en violencia.
El fascismo, en la Alemania de
la segunda guerra mundial, llegó a calar en la población de tal manera que
condujo a este País a un enfrentamiento militar con el resto del mundo, merced
a la locura de un dirigente como Hitler, presa del odio que experimentaba hacia
todos los seres humanos que no fueran de la pura y superior raza aria, lo que
le condujo a la exterminación de millones de judíos, gitanos, homosexuales y
representantes de otras razas que no perteneciesen a la pureza aria que consideraban
superior a todas las demás, locura que aunque no caló en muchos sectores de la
población, sí fue refrendada por grandes núcleos de la misma, no sólo forzada
por la violencia ejercida por los nazis, sino por una joven población
adiestrada, alienada, aleccionada y adoctrinada en el ideario nacional
socialista.
El comunismo, ideal en el que
tantos ciudadanos del mundo creyeron y confiaron, se reveló como una
manipulación de las mentes y los cuerpos de los ciudadanos, convertidos en
propiedad del Estado, a su servicio, sin posibilidad alguna de crítica y debate
hacia un Partido omnipresente y omnipotente, donde no existían las libertades
más elementales, donde todos las posesiones de las gentes y los medios de producción
pertenecían al Estado, sin posibilidad alguna de superación personal, sin
libertad de prensa, ni de expresión, ni de residencia, ni de elegir a los
gobernantes, convertidos en dictadores que se erigían en salvadores de su
pueblo, al que se reeducaba en campos de adoctrinamiento y trabajo si se salían
del guión y cometían la osadía de desobedecer
los sagrados mandatos del Partido.
En estos tiempos, en pleno
siglo XXI, algunos gobiernos de ciertos países, continúan ejerciendo ese
destructivo adoctrinamiento en sus más jóvenes ciudadanos y en el resto de la
población, y así tenemos el ejemplo de Corea del Norte, entre otros, donde la
feroz represión hacia sus infelices ciudadanos, comienza en la escuela
infantil, donde a los niños más pequeños se les enseña a amar, respetar y adorar
al amado líder, que no es otro que el detestable tirano que dirige la alienante
dictadura.
Pero me encuentro, que aquí, en
nuestro País, en Cataluña, niños de doce años manifiestan su odio a España, se
declaran independistas desde siempre y añaden que España se rendirá ante la
Nación Catalana. Desconozco la formación que recibirán en la escuela y no
quiero creer que se les adoctrine en este sentido, porque sería imperdonable y
absolutamente rechazable. Más bien pienso que este aleccionamiento debe de proceder
del ambiente familiar, lo cual consideraría no sólo plenamente equivocado, sino
firme y tristemente rechazable por parte de quienes no respetan el libre
pensamiento de sus hijos, muchos de los cuales, más pronto o más temprano,
seguramente acabarán recriminándoles un adoctrinamiento impuesto, que les niega
la libre capacidad de elección, decisión y discriminación, a las que todo ser
humano tiene pleno derecho para ejercer disfrutar del libre albedrío, inherente
a todo ser humano.