miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA MANIPULACIÓN DE LAS MENTES

Entre las muchas, variadas e incontables maldades que puedan atribuirse al ser humano, se encuentra la capacidad que siempre ha tenido para alterar las mentes de las gentes, maleándolas a su antojo, condicionando su pensamiento, la visión que tiene del mundo, de las cosas que le rodean y de la sociedad en la que vive, adoctrinándolas, siempre con claros fines partidistas, con el objeto de conseguir adaptar sus voluntades a su ideario, bien sea político, religioso o de cualquier otra índole, empleando para ello los medios a su alcance, controlando su educación desde temprana edad, con objeto de aleccionar unas mentes que se encuentran en pleno proceso de formación, robándoles de esta forma una libertad fundamental, esencial y única, que más adelante, cuando alcancen la adolescencia, quizás echen de menos, o quizás no lamenten su ausencia, porque su capacidad cognitiva, de lógica y razonamiento, de discriminación y contraste con la realidad, ha sido maniatada por quienes manipularon sus conciencias y sus mentes en aras de convertirlos en meros servidores al servicio de sus instructores, en esclavos de sus mentores, sin capacidad alguna de respuesta, sin posibilidad de debatir y discriminar, sin libertad de pensamiento, en suma.
En todas las civilizaciones, en todas las épocas por las que ha ido atravesando la humanidad, se ha dado esta utilización de las mentes de los ciudadanos por parte de los poderes establecidos. La política y la religión, fundamentalmente, poseen esta capacidad de manejo e instrucción dirigida, ya que por razón de su influencia en la sociedad y de su capacidad de llegar a grandes núcleos de la población, han sido siempre los principales artífices de esta macabra obra, que casi siempre comienza en los primeros años, en la educación más elemental, pero que puede desempeñarse y surtir su efecto en núcleos de una población de mayor edad, mediante la utilización de unas ideas que pueden calar en esos sectores y que pueden conducir a un fanatismo que puede degenerar en violencia.
El fascismo, en la Alemania de la segunda guerra mundial, llegó a calar en la población de tal manera que condujo a este País a un enfrentamiento militar con el resto del mundo, merced a la locura de un dirigente como Hitler, presa del odio que experimentaba hacia todos los seres humanos que no fueran de la pura y superior raza aria, lo que le condujo a la exterminación de millones de judíos, gitanos, homosexuales y representantes de otras razas que no perteneciesen a la pureza aria que consideraban superior a todas las demás, locura que aunque no caló en muchos sectores de la población, sí fue refrendada por grandes núcleos de la misma, no sólo forzada por la violencia ejercida por los nazis, sino por una joven población adiestrada, alienada, aleccionada y adoctrinada en el ideario nacional socialista.
El comunismo, ideal en el que tantos ciudadanos del mundo creyeron y confiaron, se reveló como una manipulación de las mentes y los cuerpos de los ciudadanos, convertidos en propiedad del Estado, a su servicio, sin posibilidad alguna de crítica y debate hacia un Partido omnipresente y omnipotente, donde no existían las libertades más elementales, donde todos las posesiones de las gentes y los medios de producción pertenecían al Estado, sin posibilidad alguna de superación personal, sin libertad de prensa, ni de expresión, ni de residencia, ni de elegir a los gobernantes, convertidos en dictadores que se erigían en salvadores de su pueblo, al que se reeducaba en campos de adoctrinamiento y trabajo si se salían del guión y  cometían la osadía de desobedecer los sagrados mandatos del Partido.
  Aquí, en nuestro País, muchos de nosotros, cuando apenas contábamos nueve o diez años, fuimos adoctrinados y manipuladas nuestras mentes no sólo en las escuelas, donde se impartía la llamada formación del espíritu nacional y el catecismo, sino en los campamentos del llamado frente de juventudes, donde se nos enseñaba una auténtica disciplina militar, premilitar la denominaban inculcándonos principios y valores fascistas que contrastaban con la inocencia de nuestras mentes, mientras entonábamos con auténtico fervor y entusiasmo, canciones e himnos de índole nazi, que nuestras tiernas mentes eran incapaces de comprender, mientras elevábamos el brazo en un gesto fascista, que afortunadamente más adelante muchos de nosotros fuimos capaces de rechazar con repulsa y hastío, sacudiéndonos el adoctrinamiento recibido, pero que seguramente otros no supieron o no tuvieron la suficiente capacidad discriminatoria para dejar atrás esa formación perniciosa que nos inculcaron a tan tierna edad y que influyó sin duda en su vida futura.
En estos tiempos, en pleno siglo XXI, algunos gobiernos de ciertos países, continúan ejerciendo ese destructivo adoctrinamiento en sus más jóvenes ciudadanos y en el resto de la población, y así tenemos el ejemplo de Corea del Norte, entre otros, donde la feroz represión hacia sus infelices ciudadanos, comienza en la escuela infantil, donde a los niños más pequeños se les enseña a amar, respetar y adorar al amado líder, que no es otro que el detestable tirano que dirige la alienante dictadura.
Pero me encuentro, que aquí, en nuestro País, en Cataluña, niños de doce años manifiestan su odio a España, se declaran independistas desde siempre y añaden que España se rendirá ante la Nación Catalana. Desconozco la formación que recibirán en la escuela y no quiero creer que se les adoctrine en este sentido, porque sería imperdonable y absolutamente rechazable. Más bien pienso que este aleccionamiento debe de proceder del ambiente familiar, lo cual consideraría no sólo plenamente equivocado, sino firme y tristemente rechazable por parte de quienes no respetan el libre pensamiento de sus hijos, muchos de los cuales, más pronto o más temprano, seguramente acabarán recriminándoles un adoctrinamiento impuesto, que les niega la libre capacidad de elección, decisión y discriminación, a las que todo ser humano tiene pleno derecho para ejercer disfrutar del libre albedrío, inherente a todo ser humano.

sábado, 21 de septiembre de 2013

PASIÓN POR LA VIDA

Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano, comenzaría a andar descalzo al principio de la primavera, contemplaría más amaneceres y jugaría más con los niños. Estos versos de Jorge Luis Borges, dulce y melancólicamente vertidos en su hermoso y atribulado poema Instantes, resumen de una delicada y bella forma, la pasión que sintió por la vida, y que a sus ochenta y cinco años, de una manera no exenta de una sutil pesadumbre, mezcla de nostalgia y amargo desconsuelo, lamenta no haberla vivido más intensa y alegremente, más espontánea y fugazmente, derrochando aquellos pequeños, pero a la vez grandes placeres de los que se privó en aras de llevar a cabo una vida más práctica y diligente, más seria y aprovechada, más perfecta y sin errores, pero ya es demasiado tarde para volver atrás, para rectificar, para desandar el camino, porque sé que me estoy muriendo, dice el poeta con una infinita y resignada tristeza.
Resulta profundamente admirable la maravillosa capacidad de Borges para reconocer sus yerros y desaciertos a la hora de vivir su vida, un poco tarde ya, según reconoce, pero quiere dejar constancia de ello, de todo lo que pudo disfrutar intensamente con todas esas pequeñas vivencias, tan mínimas como emocionantes cuando habla de amaneceres y atardeceres, de tomar más helados, de hacer más viajes, de cometer más fallos, de subir más montañas y nadar en más ríos, porque como asegura en otro de sus versos, la vida está hecha de momentos, no te pierdas el ahora.
Es un sereno, amable y precioso poema, donde todos nos vemos reflejados de alguna manera. Resulta muy difícil sustraerse a su atractivo influjo, porque todos ansiamos volver a disfrutar los buenos momentos pasados, sobre todo, cuando pudimos vivirlos más intensamente, cuando pudimos haberlos multiplicado, pero no lo hicimos y ahora lo lamentamos, con una mezcla de amarga dulzura y desencanto, que nos retrotrae a aquellos momentos con renovadas ansias de volver y rectificar.
Pero como dice Borges en Instantes, no hay posible marcha atrás, pero quizás sí tengamos aún tiempo para aprender del pasado, y aunque el presente nos cierre la visión de un futuro cierto, es posible que podamos tomar nota de los errores cometidos y tratar de asumir menos problemas reales y más imaginarios, para intentar dulcificar una existencia en estos tiempos harto complicada y difícil de llevar a cabo, cuando tantos problemas ciertos, que no imaginados, nos acucian por todas partes, en unos difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, que no desearíamos, pero que están ahí, a nuestro pesar.
Pienso en esa gente, y en tanta pobre, paupérrima gente que vive la más vil de las miserias en ese tercer mundo olvidado, donde apenas sobreviven en medio de la más absoluta pobreza, en barrios marginados llenos de una insoportable inmundicia que nos hace volver la cara cuando la contemplamos a través de los medios de comunicación, y pienso en los marginados de todo orden que habitan este insolidario mundo, en los refugiados que se ven obligados a abandonar su País, masacrados por su propio gobierno, bien por las guerras, bien por el hambre que soportan mientras los observamos cómodamente sentados.
¿Quién entonces puede afirmar que siente pasión por la vida, por vivir, por existir, por disfrutar de los placeres que ella nos ofrece, pese a todos los problemas y privaciones menores que soportamos en occidente en comparación con lo que sufre ese mundo relegado, olvidado y condenado de por vida al dolor y al sufrimiento?.
Nadie debería proclamarlo así, nadie de nosotros tiene autoridad ni fuerza moral para ello. Y pese a todo, debemos seguir viviendo y sintiendo esa pasión que nos permite contemplar cada nuevo día, cada mañana, con sus pequeñas y grandes cosas, con sus alegrías y tristezas, con esperanzas y frustraciones, con ilusión renovada cada día de nuestra existencia, agradeciendo a la naturaleza el privilegio que nos ha concedido de admirar su belleza y extasiarnos con la contemplación de un universo que nos recuerda lo inmensamente pequeños que somos.
Si volviera a nacer, si pudiera volver a vivir, trataría de no olvidarlos, de no marginarlos de mi existencia, intentaría no acallar mi mala conciencia contribuyendo con unas migajas en forma de donaciones,  como hacemos tantos, la inmensa mayoría, sino que trataría de hacer algo más que sentir pasión por mi vida, por nuestra vida.

martes, 17 de septiembre de 2013

DUENDES DE LA INFORMÁTICA

Esos seres minúsculos, de apenas unos decenas de centímetros, tan presentes en las leyendas populares, también conocidos como gremlins, gnomos o trasgos, cuyo término procede de la expresión del castellano antiguo, duen de casa, es decir, dueño de casa, por su tendencia a incordiar, revolver, y llevar a cabo todo tipo de travesuras en los hogares de tanta gente que incluso afirma haberlos visto merodeando por su casa, escondiendo todo tipo de objetos, tirándolos por el suelo, haciendo piruetas y por último llegando a hacerse invisibles para así poder llevar a cabo sus juegos con más tranquilidad y regocijo para ellos y mayor alarma y sobresalto para los habitantes de la casa, que lo relatan con tal realismo, que sus historias de duendes, parecen tener tintes de verosimilitud.
Para quienes llevamos muchos años relacionados con la informática, como es mi caso, en el que incluso gran parte de mi vida laboral la he desarrollado en el terreno de la enseñanza de la misma casi desde sus orígenes, los duendes han cobrado existencia desde siempre, sobre todo en los principios de esta tecnología, hoy tan avanzada, y que en aquellos principios, desde el Spectrum, el Amstrad o el Dragón, por citar algunos ordenadores de entonces, todo se desarrollaba con una extraordinaria lentitud, sin discos duros para cargar el sistema operativo y almacenar los datos y los programas, estos extremadamente rudimentarios, escasos y de lenta y desesperante ejecución, sin ratón, a base de extraños comandos y combinaciones de teclas, todo ello con una escasa potencia, pero eficaces ya, como los procesadores de texto y las hojas de cálculo, así como el omnipresente Basic de entonces, que junto con el MS-DOS, constituían toda la informática de ese momento, que pronto, con la llegada de los sistemas operativos gráficos como Windows y después con Internet, produjo un estallido de tal magnitud, que continúa imparable hoy, más de treinta años después.
Los famosos cuelgues del sistema operativo de Bill Gates, la complicadísima instalación del mismo a base de un montón de disquetes que en cualquier momento podía irse abajo por una mala lectura de la disquetera, un defecto del diskette o un mal funcionamiento del disco duro, la memoria, la placa, etc., constituían entonces el pan de cada día de los que nos enfrascábamos con fervor y entusiasmo en una tarea que no acababa ahí, ya que luego había que configurar multitud de funciones, de controladores, de elementos diversos que no siempre funcionaban bien y que había que repetir una y otra vez, iniciar y reiniciar todo, hasta que por fin conseguíamos una delicada estabilidad, que no daba fin a la configuración definitiva, ya que después había que instalar las correspondientes aplicaciones, que afortunadamente no eran muchas.
Y a funcionar. Arrancamos y cruzamos los dedos, y puede que arrancase, puede que se colgase,  puede que nos diese un mensaje de error de los múltiples existentes, que si la vga, que si la tarjeta de sonido, que si la memoria ram, la memoria rom, las irq, el disco duro, el famoso pantallazo azul, que nos obligaba a reiniciar y a tratar de localizar el problema, tarea que a veces nos obligaba a formatear y a instalar todo de nuevo, con una infinita paciencia, no exenta de ilusión y de un fervoroso empeño renovado. O puede que arrancase, oh inmensa satisfacción por el laborioso trabajo bien hecho y todo fuese como la seda, colmando todas nuestras esperanzas, y llenándonos de una inmensa satisfacción.
 Hoy en día, esos problemas han desaparecido casi totalmente y todo es más sencillo y a la vez más complicado, dado el hecho de que las aplicaciones son mucho más numerosas, con infinidad de opciones, que complican y dificultan su aprendizaje, aunque sea más intuitivo y ameno que en aquella época. Ya por entonces, y aún ahora, los duendes jugueteaban, traviesos como siempre, en el interior de los ordenadores de los que hablábamos de vez en cuando, como causantes de esos inexplicables fallos, errores y problemas que aún hoy continúan existiendo, y que se los atribuimos a esos simpáticos y diminutos seres que continúan trasteando con los circuitos, las tarjetas y los módulos, causando desaguisados sin cuento.
Eso es lo que debió de pasar en los ordenadores de Bárcenas, que el Partido Popular tenía custodiados según afirman. Sin duda fueron los duendes los causantes del estropicio, borrando los datos de los discos duros, actuando con sus afiladas uñas sobre las pistas de los discos, entre pícaras sonrisas, mientras pensaban en los sobres que habrían de recoger una vez terminado el trabajo, que esta vez, distracción incluida, iba a verse generosamente recompensado.

martes, 10 de septiembre de 2013

COMO PUTA POR RASTROJO

No es fácil componer un texto cuyo título sea el que figura en la cabecera del mismo, ofensivo para muchos, seguramente debido a una educación como la que tantos recibimos, con una fuerte componente religiosa que rechazaba por demoníaca y sacrílega una palabra maldita, que hacía referencia a la mujer pecadora, que vendía su cuerpo lasciva e impúdicamente, cuyo nombre no debía ser ni siquiera citado,  bajo pena de pecar gravemente, y mucho menos llegar a utilizar los servicios de quien representaba la lujuria y la voluptuosidad más denigrantes, ante cuyo fugaz pensamiento, debíamos rendir con urgencia la obligada visita al confesionario, para allí descargar nuestra conciencia pecadora y evitar de esta manera la condenación eterna que nos supondría permanecer en esta condición transgresora si hubiéramos de abandonar este mundo sin la correspondiente confesión, el oportuno arrepentimiento y la pertinente penitencia.
Y hete aquí, que teniendo esta expresión un origen puramente castellano, nos encontramos con que muchos eran los pecadores que poblaban los fértiles campos de cereales de Castilla, cuando al término de la recolección de la cosecha, los segadores hacían uso de las profesionales del sexo para celebrar el final de su trabajo, y lo hacían precisamente en los rastrojos a los que se habían visto reducidas las fincas de trigo, cebada o avena, por el efecto de la siega, y donde de una forma incómoda, con apenas una manta por medio, se desahogaban los cuerpos, entre los surcos plagados de cañas y espigas, como únicos testigos de la lujuriosa y libertina refriega habida en aquel voluptuoso lugar.
Viene a cuento esta expresión y por ende estas líneas, no porque haya cometido pecado al permitir que durante una fracción de segundo mi mente se haya permitido el lujo de entretenerse con ello – y quiero dejar constancia de mi respeto hacia unas profesionales del sexo que me merecen más respeto que muchos energúmenos de la política y de la corrupción en general por ser más honestas, serias y decentes – sino porque ha poco tiempo, coincidí con una persona a la que siempre veo ocupada, siempre trajinando, siempre con alguien de la familia en casa, ya sean los nietos, que son multitud y de todas las edades, ya sea su madre de avanzada edad, ya sean los hijos que varios son también.
Es esta una persona, ruda de carácter, con una peculiar personalidad que le hace dar la imagen desagradable e impetuosa, que en realidad no le corresponde, que es capaz de soltar los tacos más malsonantes, de poner a parir al más pintado, de mostrarse altiva e incluso grosera, o de cantar las cuarenta a quién haga falta, tiene sin duda un corazón muy grande, capaz de acoger a todo el mundo, no sólo a su familia, sino a cualquiera que la necesite. Se me ocurrió comentarle entonces, cuando iba tan atareada, con su madre, los niños y la compra, cómo no se tomaba un descanso, cómo no se cogía unos días y se olvidaba de todo y de todos y se alejaba del ruidoso y fatigoso mundo en el que se desenvolvía.
Me sonrió ligeramente y con un leve y mal disimulado hastío, me dice mientras mira a su madre que pesadamente sube por las escaleras delante de ella: ya lo ves, aquí ando como siempre, como puta por rastrojo. Le devolví la sonrisa, y en ese momento pensé que algo habría de escribir sobre la frase en cuestión y acerca de estas increíbles personas que dedican su vida a atender a su gente a tiempo completo, cuando tantos padres contemplan con asombro cómo sus hijos vuelven a casa, pero esta vez con su familia detrás, buscando el cobijo que han perdido o que no pueden mantener. Como puta por rastrojo, con perdón.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE

Curioso País el nuestro, que tiende a paralizarse en determinadas fechas, ya sea en verano con las vacaciones estivales, a final de año con la excusa de la descafeinada y pseudoreligiosa Navidad, que se permite incluso el lujo de hacerlo en plena primavera, para desengrasar entre aquellos dos períodos, sacando las imágenes religiosas a la calle y celebrando sin pudor alguno, aunque con la excusa de una religiosidad más aparente que real, más comercial que devota, más profana que sagradamente piadosa, pero que proporciona una semana más de vacaciones, a sumar a los interminables puentes, fiestas nacionales, locales, provinciales y regionales, que asolan el panorama festivo nacional.
Y así llevamos mil años, inmutables, inasequibles al desaliento, que cambien ellos, nosotros a lo nuestro, España es diferente, amable y sumamente respetuosa con sus tradiciones, a las que por supuesto no renunciará jamás, así caigan chuzos de punta, no importa que llueva o escampe, o en el peor de los casos, vayamos camino del abismo, que es adonde parece que nos dirigimos en estos duros momentos, aunque el oficialismo pretenda aparentar lo contrario, con unas cifras de paro, de bajada del consumo, de recortes sociales y, sobre todo, algo que apenas suele salir a la luz y que estremece hasta los cimientos sólo citarlo, con una deuda que se aproxima al cien por cien del producto interior bruto, que hay que pagar cada día y que asusta pensar que no hay manera de obviarla, de marginarla, de no pagarla, ya que ello traería unas fatales consecuencias para una ciudadanía harta ya de tantas desgracias.
El título que ilustra estas líneas, es harto utilizado a la hora de expresar un devenir que se antoja, como mínimo problemático en unos casos, esperanzador en otros, y en el resto, una vuelta a la simple y vulgar rutina de siempre, de cada año, de la existencia pertinaz, machacona y tozuda que nos marca unas pautas a las que no podemos relegar ni aparcar como si de vulgares objetos inanes se trataran, ya que marcan nuestro destino año tras año y han de afrontarse, a ser posible, con el mejor de los ánimos, dispuestos a salir adelante pese a quien pese y a los inconvenientes que puedan surgir en el camino, muchos de los cuales, generalmente, ya se tienen presentes, sobre todo cuando no son sino la continuación de una crisis que ya dura demasiados años y a la que no vemos final por el momento.
El título de una conocida película, asociada a una canción con el mismo nombre, me ha sugerido el texto que figura en el encabezamiento y cuyo argumento habla de un millonario americano que durante el mes de septiembre tiene por costumbre dirigirse a una casa que posee en una ciudad italiana a reunirse con su amada. En esta ocasión, cambia su habitual rutina y lo hace en el mes de julio. Para su sorpresa, se encuentra con que su novia ha convertido la casa en un hotel, dándose todo tipo de situaciones entre los personajes, lo que da motivo para que una comedia de enredo tenga lugar en un escenario que se presta para ello como anillo al dedo al tiempo que la almibarada letra de la música, repite una y otra vez el mismo estribillo: cuando llegue septiembre, todo será maravilloso.
Sería genial que pudiéramos aplicarnos aquí ese soniquete tan optimista, en un desconcertante País, que nadie se explica cómo es capaz de soportar tanta desdicha, tanta fatalidad. Cuando despertemos del sopor veraniego, se desmonten los mini contratos temporales habidos en estas fechas y nos sometan a nuevos golpes de infortunio, regresaremos a la realidad y septiembre, me temo, no será tan maravilloso.

lunes, 2 de septiembre de 2013

EL ÚLTIMO QUE APAGUE LA LUZ

Una de la expresiones más populares relacionadas con el mundo del teatro, es sin duda la que se refiere al hecho de abandonar la escena en silencio, discretamente, procurando que nadie se aperciba de ello, saliendo por la parte opuesta a la embocadura, por el fondo del escenario, por la parte acondicionada para retirarse del lugar donde se desarrolla la farsa, es decir, haciendo mutis por el foro.
 Esta frase, tan conocida y socorrida tiene multitud de situaciones que recurren a la misma para expresar situaciones comprometidas, en las que alguien precisa ausentarse sin hacerse notar, procurando no dejar rastro alguno de su existencia, de la posible responsabilidad a que hubiere lugar y que no tiene deseo alguno de  afrontar, evitando así consecuencias desagradables, no deseadas, para lo que nada mejor que hacer mutis o como mínimo, lo que también se denomina medio mutis, que es lo mismo pero retornando a escena al poco, más adelante, quizás cuando la situación se ha resuelto, cuando ya no resulta ni embarazosa ni peligrosa para el susodicho sujeto.
El Gran Teatro del Mundo es el título de un Acto Sacramental de Pedro Calderón de la Barca, en el que describe la vida como una gran obra de teatro, en el que cada una de las personas representa un papel, escenifica una representación, de tal forma que cuando termina su vida, recibirá un premio o un castigo, según haya obrado en la misma, ya que sólo a través de la muerte se llega a la verdadera vida, y así, Autor, que es Dios, para festejar su grandeza, decide hacer una gran obra de teatro y reparte los papeles entre distintos personajes, Rey, rico, pobre, labrador, hermosura, religión y niño, a los que promete premio o castigo según su interpretación en el Teatro del Mundo, y así, unos irán al cielo, otros al infierno y el resto al purgatorio.
Desafortunadamente, esta justicia dista mucho de una realidad, en la que los hechos humanos, buenos o malos,  del tipo que fueren, se sustancian aquí, en la vida terrena y temporal, que es donde tienen lugar y donde causan sus beneficiosos efectos o sus devastadores estragos, que no siempre quedan satisfactoria y justamente juzgados, ya que ni los buenos son siempre reconocidos como tales, ni sobre todo, los malos son castigados como se merecen, ya que con demasiada frecuencia escapan a las  frágiles garras de la justicia, y puesto que no tenemos ni tendremos jamás constancia de que al menos vayan al infierno, la insatisfacción e intranquilidad que nos queda, nos dura de por vida, lo cual es una auténtica condenación para los buenos, para los que tampoco tenemos certeza alguna de que su destino sea el cielo.
En el llamado caso Bárcenas, y siempre según él, se hayan implicados, que no imputados, multitud de cargos del Partido que ahora están en el Gobierno, incluido su Presidente, a los que acusa, según los inefables papeles que el antiguo tesorero ha aportado a la justicia, de haber recibido sobresueldos durante varios años, mediante la entrega a los mismos de los archiconocidos sobres, conteniendo importantes cifras de dinero que algunos han reconocido que efectivamente cobraron, mientras que los más lo niegan.
El juez encargado del caso, ha comenzado a citar a diversos miembros del Partido y ha descubierto hasta la fecha, que al menos cincuenta y cinco de los citados en los papeles como perceptores de dichos sobresueldos, efectivamente los llegaron a cobrar, con lo que queda al descubierto una trama que tiene todos los visos de ser auténtica y que poco a poco se irá clarificando.
 Los últimos días han pasado por el juzgado varios importantes cargos del Partido, algunos de los cuales siguen en activo. Por sus declaraciones se deduce que tratan de evadir toda responsabilidad, dejando en evidencia a otros compañeros sobre los que la están depositando, incluido el Presidente. Si efectivamente es así, la situación del Presidente del Gobierno es absolutamente insostenible. En cualquier otro País de nuestra área, ya debería haber dimitido, al igual que su gobierno, pero estamos en un País en el que dimitir es palabra tabú, y ya estamos acostumbrados a que esta sea la norma, siempre inadmisible y antidemocrática en extremo.
Es la huída hacia adelante, la jugada que están tratando de llevar a cabo alguno de los implicados, tratando de cargar las culpas sobre otros, haciendo honor a aquellas expresiones que tan bien reflejan esta manera de escurrir el bulto, entre las que figuran las siguientes: a la desbandada, sálvese quien pueda, pies para que os quiero, corre que te pillo, las ratas abandonan el barco y el último que apague la luz y si es posible, que cierre la puerta, que aquí, como siempre, no ha pasado nada.