martes, 22 de julio de 2014

LA DUDA PERMANENTE

Según Albert Camus, la verdad tiene dos caras, y una de ellas ha de permanecer oculta, lo que supone, y no nos permitimos dudar en este aspecto, que durante nuestras cortas vidas, los poderes tanto fácticos como de hecho, nos van a mentir al cincuenta por ciento en asuntos que califican, en unos casos de relevada importancia, que pueden afectar a la tan recurrida seguridad nacional, y en otros, aquellos que pueden llegar a tocar a grupos tanto políticos como económicos, interesados en ambos casos en que la verdad no llegue a conocerse quedando como materia reservada, que ni siquiera así llega a calificarse, en las mentes de quienes protagonizan dichos sucesos, que nos pertenecen a todos, porque a todos nos afectan, pero que seguramente jamás llegaremos a conocer. Se nos ocultarán en una maniobra enigmática, siniestra y sumamente oscura, cuyo conocimiento se nos niega a los ciudadanos de a pie, que en definitiva somos los verdaderos protagonistas de tantas historias, en las que al final quedamos como simples y vulgares espectadores, mudos, ciegos y sordos, sin derecho ni a voz ni a voto y a los que única y exclusivamente nos quedará el recurso a la duda razonable.
Invitados de piedra somos, en definitiva, por mucho que recurran a la privacidad y a la clasificación como materia reservada, según nos machacan con tanta frecuencia en unos casos y en otros en los que ni siquiera se molestan en ello, y que jamás llegaremos ni a sospechar. Sin duda que existe justificación para ello en determinados casos, y más aún, en un País sin gran relevancia en el mundo como es el nuestro, que muy poco figura en la esfera internacional, tanto a nivel político como económico, menos aún en el primero, donde se nos ignora y donde ninguna fuerza poseemos que pueda considerarse relevante entre las grandes naciones con peso específico considerable, no sólo a nivel planetario, sino simplemente a nivel Europeo, donde ocupamos un lugar secundario, que dada la población, la extensión y la historia de nuestro País, no tiene una fácil comprensión ni una razonable justificación.
Tenemos en España importantes acontecimientos vividos en el pasado, de cuya auténtica veracidad, tal como nos lo han mostrado los poderes públicos, existen motivos más que razonables para dudar de los mismos, existiendo diversas corrientes de opinión, que tanto los medios de comunicación como a nivel de la gente de la calle, vienen sucediéndose desde que tuvieron lugar los hechos hasta nuestros días, y que demuestran que no se ha arrojado luz sobre ellos y que la duda sigue planeando sobre unos acontecimientos tanto más oscuros cuanto más tiempo y más empeño se emplee en ocultar la verdad.
Uno de esos hechos mencionados, es sin duda el de cuanto acaeció durante el intento de golpe de estado del 23 de febrero de mil novecientos ochenta y uno, tanto antes de dicho intento, como durante el mismo y su posterior desarrollo. Es un hecho que nos marcó a todos los habitantes de este País, que todos recordamos y que algunos seguimos en su momento con total y absoluta dedicación, por lo que lo tendremos siempre in mente, con lo duda presente y permanente de que no conocemos, ni mucho menos, toda la verdad sobre un tema que nos afectó a todos los ciudadanos de un País que quedó atónito y confundido en su momento por tan traumático hecho, y que sigue tratando de conocer los verdaderos hechos que tuvieron lugar, sobre los que se sigue hablando y escribiendo en la actualidad.
Recientemente ha salido a la luz una de las numerosas publicaciones sobre aquellos acontecimientos, en este caso un libro de Pilar Urbano, cuyo título, La gran desmemoria, relata aquellos sucesos, después de dos años de investigación, que según la propia autora declara estuvo documentándose y que ha vertido en este libro que plantea interrogantes tales como la posición del Rey ante hechos como el de ausentarse en París cuando Suárez legalizó el partido comunista – la familia de Suárez ha pedido la retirada del libro – o hasta dónde estuvo informado sobre la Operación Armada – y recuerdo los insistentes rumores que hubo durante el golpe en cuanto a que el Rey estuvo en principio de acuerdo y que rectificó por presiones de D. Juan, su padre – o el simulacro del juicio militar a los autores, que fue una auténtico desatino en todos los sentidos y una farsa inadmisible y tantos otros interrogantes de cuya auténtica y clarificadora verdad parecemos estar muy lejos.
Estoy de acuerdo con la autora del libro cuando afirma que se niega a admitir las medias verdades. Son temas sumamente importantes que nos afectan a los verdaderos protagonistas, en definitiva, a los ciudadanos, al pueblo español, que tiene el derecho y el deber de exigir la verdad, que es la única opción admisible a la hora de relatar su historia.

jueves, 17 de julio de 2014

LOS CUERNOS POR LOS TOROS

        Hay expresiones coloquiales, dichos populares, coletillas, latiguillos, refranes y locuciones varias, que posee nuestro idioma a raudales y que se suelen utilizar con el objeto de tratar de sintetizar el mensaje, de abreviarlo, de esquematizarlo al máximo, de economizar en definitiva en la expresión, recurso que suele ser utilizado por quienes adolecen de una flexibilidad y riqueza lingüística que les permita utilizar un lenguaje más elaborado, logrando de esta forma sustituirlo por estas expresiones que suelen ser sumamente gráficas e inteligibles por todos y para todos, y que muy posiblemente nuestro idioma posee en un número superior a la mayoría de los idiomas hablados en este Planeta, dada la peculiar idiosincrasia de nuestras gentes y de una tendencia al gracejo y a la charlatanería, que de todas formas no logran esconder un origen deficitario formativo en estos menesteres lingüísticos, que tienen como consecuencia la falta o ausencia de una adecuada preparación lingüística, en un País donde se lee poco, muy poco, donde se ve demasiado una televisión muy poco edificante en este aspecto y donde tendemos a levantar la voz por encima de los demás, en un alarde de dejar bien claro que la razón está de nuestra parte, para lo cual, está claro que no se necesitan sólidos argumentos en los que apoyar los supuestos razonamientos, sino simplemente, una portentosa y estentórea voz.
            Coser y cantar, a diestro y siniestro, a troche y moche, arrimar el hombro, a ojo de buen cubero, a bombo y platillo, ahogarse en un vaso de agua, a la virulé, apuntarse a un bombardeo, arrimar el hombro, como quien oye llover, dar la nota, echar balones fuera, hacer de tripas corazón, estar a verlas venir, morderse la lengua, no andarse con chiquitas, coger el toro por los cuernos, y tantas que podríamos citar, de las que el lenguaje popular está lleno y cuya utilización parece ir en aumento, cada día más, en todos los sectores, incluidos los más cultos, en todos los medios de comunicación, en debates, tertulias y reuniones donde deberían quizás utilizarse en menor cuantía, tratando de expresarse con una mayor fluidez y liquidez verbal, con el objeto de no llegar a una expresión cifrada, a base de unas locuciones en clave, con unas frases hechas que nos conducirían a un lenguaje simbólico y críptico que nos retrotraería al principio de los tiempos de la comunicación verbal.
            Sorprende ver como los políticos utilizan con excesiva frecuencia estos recursos para ilustrar su mensaje, tratando de llegar a sus posibles votantes con unas imágenes verbales con las que tratar de hacerse entender de la forma más gráfica e ilustrativa posible, que esconde muchas veces una pobreza lingüística preocupante, que disfrazan y disimulan – al menos lo intentan – de esta manera, utilizando las locuciones que hemos descrito, ya sean dichos y expresiones populares, ya sean metáforas y comparaciones varias, con las que consideran que van a llegar más rápido y mejor a un auditorio que no siempre entiende estas circunstancias, y que incluso pueden sentirse molestos con ello, o al menos sorprendido por estas actitudes que llevan a utilizar el lenguaje de una manera absurda y cicatera.
            Escucho al presidente del gobierno, cómo tratando de justificar su política de duros ajustes en todos los órdenes y de auto alabarse por los excelentes resultados obtenidos en todos los sectores, entre otros los económicos, laborales, culturales, sanitarios y de investigación y desarrollo, utiliza la expresión “coger el toro por los cuernos”, es decir, lo conseguido ha sido gracias a que “él ha enfrentado los problemas con valentía y decisión”. Increíble, pues lo que ha hecho ha sido exprimir a una ciudadanía – la masa laboral compuesta por las clases más humildes, claro está -  que ha pagado los vidrios rotos con una agresiva legislación laboral, a la par que ha reducido los logros sociales conseguidos en los últimos tiempos, recortando en sectores claves para la población y para el desarrollo de un País que tardará muchos años en recuperarse.
            Poco valor se le supone, poco mérito tiene quién consigue sus objetivos a costa de los más débiles, humildes, necesitados, y sobre todo, indefensos ante el poder. Es por ello, que más que coger el toro por los cuernos, que implicaría un cierto valor, lo que realmente ha hecho, ha sido coger los cuernos por el toro, para lo cual poca entereza, poca audacia y poco valor son necesarios.

martes, 15 de julio de 2014

ASOMBRANDO AL MUNDO

No hay nada más ofensivo, despectivo y vejatorio, que las ironías cínicas y humillantes, a las que nos someten en ocasiones los políticos cuando dicen hablar en nuestro nombre, en el de los ciudadanos, en el del pueblo con voto, pero sin apenas voz, pretextando actuar en representación nuestra, en la de los habitantes de un País sometido a unas duras y lacerantes medidas económicas, sociales y laborales, que van a dejar huellas durante decenios en un País, donde los recortes en todos los ámbitos, han conseguido deprimir una sociedad que ve cómo se han rebajado los sueldos de los trabajadores, para no volver a recuperarse jamás, donde en el mejor de los casos se han congelado, con una durísima reforma laboral que ha permitido despidos masivos, con unos altísimos índices de paro, sobre todo juvenil, que está consiguiendo que toda una generación de jóvenes se vean inmersos en una generación perdida, sin esperanza de encontrar un trabajo, con unas oscuras perspectivas de futuro y con una jubilación que quizás nunca lleguen a conseguir, a base de no cotizar más que unos pocos años a lo largo de toda su vida laboral.
Si a todo esto unimos los tremendos recortes en sanidad, educación, vivienda, infraestructuras, investigación y formación, el panorama que queda es francamente desolador, a lo que hemos de añadir, la corrupción, los despilfarros y la ineptitud de una clase política, que pese a todas las críticas y los mea culpa, continúa a lo suyo, protegiéndose por si las moscas, y escudándose para ello en el aforamiento, que les garantiza que la justicia no pueda actuar contra ellos como haría con cualquier ciudadano de a pie, y son diez mil los susodichos beneficiados por esta medida que no tiene parangón alguno en una Europa que sigue abriendo estupefacta los ojos, en un acto de sorpresa continuada, ante las actitudes de los políticos de un País que constituyen un gremio que goza de todos los privilegios habidos y por haber, en medio de un denigrante desprestigio que no parece que les haga mella alguna.
Y en medio de todo este desolador panorama, surge el Sr. Montoro, a la sazón ministro de Hacienda, con unas intrigantes y cínicas declaraciones, en las que afirma que “el pueblo español, cuando se levanta empieza a asombrar al mundo”. De incalificables siempre, pero sobre todo de mordaces, ridículas y sobre todo burlonas, cabe calificar dichas palabras que ofenden, por hirientes y ridículas, porque quieren dar a entender, que el pueblo español, solicitó expresamente las agresivas y duras medidas tomadas contra ellos, en un acto de suma y valiente heroicidad, sacando pecho, pidiendo le rebajasen su nivel de vida unos cuantos escalones, solicitando a gritos que le echasen de su trabajo, que le bajasen el suelo y que le dejasen bajo mínimos los servicios sociales de los que disponía, todo en aras de levantar un País al que ellos no han contribuido a devastar.
No Sr. Montoro, no nos hemos levantado bravamente para auto sacrificarnos, para hacernos el harakiri, ni hemos salido a la calle para celebrar, como usted parece dar a entender, que nos hayan impuesto tan duras medidas para recomponer lo que no hemos descompuesto, no somos tan ingenuos y heroicamente absurdos como para pedir que paguemos los platos que otros han roto, no hable en nuestro nombre, no nos ponga ni de ejemplo ni de escudo humano, nosotros no tratamos de asombrar al mundo por nada, no hemos sido nosotros sino otros, los más poderosos, los más corruptos, los más derrochadores los que han provocado este desastre, por lo que nunca seremos los ciudadanos los que voluntariamente nos ofrezcamos a resolver el problema, porque dicha resolución, nos la han impuesto ustedes, los políticos, con el respaldo de todos los poderes fácticos de todo orden, que han decidido cargar sobre nuestras espaldas los daños que ellos causaron. 

viernes, 11 de julio de 2014

GRANDES ESPERANZAS

         En un panorama político y social tan agitado, con un descrédito galopante de unos políticos en los que ya nadie confía, que adolecen además de una falta cada vez más evidente de una necesaria aptitud e integridad para el desempeño del cargo, con unos índices de corrupción y despilfarro que han alcanzado niveles harto preocupantes que nos han hecho enrojecer en Europa, con una con una falta de apoyo cada vez mayor hacia los dos grandes partidos que se ha visto reflejado en las últimas elecciones europeas, y, en definitiva, con un distanciamiento cada vez más claro y expreso entre los partidos y los electores, se hace necesario un cambio, que ya no cabe esperar de dos partidos que se reparten el poder alternándose en el ejercicio del mismo, y que parece haberse manifestado tímidamente en las últimas Europeas, donde han surgido varios partidos, en principio de pequeño tamaño, pero que lo han hecho de una forma sorprendente, entre los cuales se encuentra Podemos, cuyo líder, después del éxito conseguido se ha prodigado escasamente, y de una forma extremadamente radical, que ha sorprendido a propios y extraños.
Ignoro lo que está pasando por la mente de su portavoz o representante más visible, Pablo Iglesias, cuáles son las intenciones reales de un personaje – y por ende de la iniciativa política que representa -  que se ha erigido en una nueva esperanza para sus electores y para muchos otros que tienen su punto de mira en este nuevo grupo político que ha ilusionado a tantos, y que parece haberse desinflado últimamente, según mi modesta opinión, pues al margen de otras consideraciones que expongo más adelante, parece haberse recluido en sus cuarteles – asamblearios según parece, pero ni incluso por ahí aparece – y haberse olvidado de unos votantes a los que no debería abandonar ni un minuto, pues considero ésta relación lo suficientemente frágil como para que una mínima desconexión entre ambas partes dé al traste con la confianza depositada en unas perspectivas que se han creado y que el hecho de no existir una continuidad y un seguimiento permanente, pueda ocasionar una ruptura y una pérdida de confianza por parte de su electorado actual y del abandono por parte de quienes se planteaban votarles en el futuro, léase elecciones generales, donde debería plantearse dar un golpe de efecto, en un panorama muy distinto al de las Europeas, con mayor poder y capacidad de influir en el escenario político nacional.
 Después del éxito conseguido en Europa, me da la impresión de que no están sabiendo gestionar el éxito conseguido. Están cometiendo demasiados errores con declaraciones radicales que les van a alejar de la mayoría de su electorado – hablo siempre de Pablo Iglesias, que parece ser el único que se pronuncia hasta ahora – al tiempo que como he manifestado, están dejando pasar el tiempo sin tratar de acercarse a sus posibles electores, sin mimarlos, sin cuidar delicada y dedicadamente de ellos, sin dar una imagen, quizás un poco más moderada que les aproxime a una mayoría de ellos, que no les van a admitir que se radicalicen de una forma absurda que no tiene cabida en la sociedad actual y entre sus votantes.
Sería deseable que se mantuvieran en lo esencial de su programa, alejándose de fundamentalismos y radicalismos ridículos que no les van a favorecer, ni a sus líderes, ni a la mayoría de sus seguidores, ya que si es así, no merecen estar donde sus votantes les han situado, porque representan una opción esperanzada, que espera cambios en muchos aspectos y sectores de la vida nacional, pero que de ninguna forma la inmensa mayoría de ellos desea una radicalización que no lleva a ninguna parte, y que esperan que tengan una deseada sensatez, de la que pienso que adolecen, ya que en caso contrario, me temo que van a ser flor de un día, algo pasajero, una esperanza más defraudada. Confiemos en que se moderen un mínimo, porque fuera de ahí, la mayoría de sus votantes les van a dar de lado. Pienso que deberían dar la cara con más frecuencia y que se definan definitivamente, porque pese a todo, suponen una alternativa, una novedad, una esperanza que confiamos en que no sea una vez más defraudada.

jueves, 3 de julio de 2014

LA PENURIA QUE NOS ES AJENA

Vivimos en una sociedad tan absorbente, tan tendente al individualismo, a la cerrazón personal, inmersos en nuestro propio y exclusivo círculo cada vez más reducido a nosotros mismos, a nuestros problemas y a los que nos rodean, que no vemos más allá de nuestras interesadas y egocéntricas circunstancias, encerrados como estamos en nuestro rico mundo interior, absortos en nuestra propia y exclusiva contemplación, rodeados de una tecnología que no obstante nos mantiene en una comunicación permanente y obsesiva con quienes integran nuestra agenda personal, generalmente reducida, pero intensa en cuanto a su capacidad de movimiento incesante que no obstante, es como el árbol que no nos deja ver el bosque, incapaces como nos mostramos de reconocer a quienes conviven cerca de nosotros, con los que apenas nos cruzamos un hola y un adiós, si es que nos damos la oportunidad de mostrarnos así de afables por el hecho de encontrarnos con ellos en el portal de nuestro edificio o en las escaleras, lugares no muy apropiados para el contacto y la charla amable, dificultando así aún más la remota posibilidad de estrechar unas relaciones vecinales que se antojan harto complicadas.
Y así nos encontramos con frecuencia con noticias que nos sorprenden por uno u otro motivo, pero que en todo caso nos conmocionan y llenan de desconcierto, cuando sabemos de algún conocido del que seguramente hace mucho tiempo no teníamos noticias, y cuyas nuevas nos llenan de asombro y de una extrañeza que nos parece irreal, cuando en realidad dicho pasmo que tanto estupor nos causa no debería extrañarnos debido al tiempo que hace que no mantenemos contacto alguno y al hecho de que nos habíamos despreocupado completamente de todo cuanto rodea sus vidas y haciendas, por lo que solamente cuando reflexionando llegamos a la conclusión de que ni nos hemos citado con ellos desde hace años, ni preocupado ni mucho menos interesado en ellos, por lo que cualquier noticia constituirá una novedad.
En una reunión de la comunidad de vecinos a la que asistí, en la que se trataron temas diversos, y que como en la mayoría de de dichas reuniones la posibilidad de entendimiento, de serio, y clarificador debate, así como de una clara y razonable expresión de ideas, suele adolecer de estas deseadas y lógicas características que no suelen darse casi nunca, se llevó a cabo la votación para pasar una derrama con el objeto sufragar un determinado gasto que la comunidad necesitaba afrontar. Una vez conocido el montante de dicho gasto y repercutido proporcionalmente a cada vecino, una señora que lleva como yo más de treinta años en el mismo edificio, ella en el bajo y  yo en el segundo piso, manifestó que ella podría aportar en este momento los veinte euros de la derrama, pero que no podría hacer ningún esfuerzo económico extra más, pues su marido que está jubilado, cobra setecientos euros, con los que se mantiene la familia.
Una vez terminada la reunión, nos quedamos algunos vecinos y hablando, esta señora nos dijo que este invierno pasado, ella y su familia habían pasado frío en la casa al no poder poner apenas la calefacción, pues no podían pagar el coste que ello suponía. Penoso el caso de esta familia, que convive con el resto de los vecinos desde hace muchos años y que es el perfecto ejemplo de lo que está sucediendo en este País, donde tanta gente, que a veces vive en la puerta de al lado o en el piso de arribo o de abajo, sufre de unas penurias que desconocemos o que no queremos ver y que sufren en un silencio que no nos disculpa de ninguna manera, y que solo la ominosa incomunicación, es capaz de justificar.

miércoles, 2 de julio de 2014

REPITIENDO LA HISTORIA

Tenemos los seres humanos la arraigada costumbre de recordar y celebrar los hechos notables que caracterizan y marcan nuestras vidas, en unos casos como una forma de anotar un año más en nuestro casillero - también hay quien no lo conmemora para tratar de evitar así el paso de un tiempo – en otros, la efemérides ensalza o reverencia un hecho digno de destacar por sus bondades humanas, ya sea el nacimiento o la desaparición de un célebre personaje de las artes o las ciencias o la de un determinado descubrimiento científico que repercutió en beneficio de la humanidad, la de un hito histórico, ya sea el descubrimiento de un nuevo continente, la primera llegada del hombre a un cuerpo celeste ajeno al nuestro o la independencia de un País sometido durante cientos de años a la potencia extranjera que lo retuvo contra la voluntad de su población doblegada a la fuerza.
Según la afirmación tan conocida y no siempre suficientemente valorada en su justa medida, que afirma que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, existen numerosos casos a lo largo de la historia de la humanidad que le conceden auténtica veracidad, ya que las civilizaciones han caído una y otra vez en los mismos errores, dando carta de naturaleza a esta expresión, tan elementalmente predicada y tan sutilmente descartada por quienes han llevado a la humanidad a trágicos desastres, y por quienes han vuelto la cara ante sus autores y ante unos hechos que se avecinaban, que podían prever y cuyos efectos podían conocer con la suficiente antelación como para tratar de evitarlos y que no lo hicieron por oscuros e inconfesables  intereses, por cobardía, o por simple e inexplicable dejación.
Se cumplen este año, dos importantes hechos bélicos, terribles y atrozmente dolorosos para quienes tuvieron la desdicha de vivirlos y que sufrieron sus devastadores efectos, cuya repercusión continúa aún latente en la memoria de las gentes, hasta el punto de que en uno de los casos, en el nuestro, en el del setenta y cinco aniversario del final de la feroz, sangrienta y cruel guerra civil que devastó nuestro País, aún las heridas siguen abiertas, como sucede con los descendientes de quienes sufrieron la injusta y brutal represión desatada por parte de los vencedores, cuando la guerra ya había terminado.
El otro acontecimiento ahora rememorado es el de los cien años del comienzo de la espantosa primera guerra mundial, la llamada gran guerra, que durante cuatro terribles años asoló los campos y las ciudades de medio mundo en un acto bárbaro y de una extrema dureza debido a los métodos empleados que supusieron un espantoso sufrimiento para los soldados atrapados en la inmundicia de las trincheras de donde salían para enfrentarse en unos inhumanos combates cuerpo a cuerpo, en medio de unos campos donde el aire estaba contaminado por el empleo masivo de gases letales y de armas químicas salvajemente utilizadas, que dejaron el campo de batalla sembrado de millones de muertos.
Los setenta y cinco años del final de la guerra civil y los cien años del comienzo de la primera guerra mundial, son hechos que ahora se recuerdan, y que aportan luz y firmeza a la teoría de la debilidad humana en cuanto a su capacidad para olvidar los hechos pasados con el consiguiente peligro de volver, sino a repetirlos, sí a caer en un estado de dejación que puede llegar a favorecer esa desmemoria que tan fatídicos resultados puede llegar a acarrear con el paso del tiempo.
La segunda guerra mundial, poco más de veinte años después de finalizada la primera, es un ejemplo de cómo los seres humanos están dotados de una incalificable capacidad para repetir los mismos hechos al no haber aprendido de los errores cometidos con anterioridad. La negación a acometer y enfrentar las responsabilidades habidas después de nuestra guerra civil, constituye otro lamentable error. Debió llevarse a cabo en la transición, pero se pasó por alto, se obvió entonces y ahora sigue latente, con importantes e injustificables obstáculos que se deberían eliminar, porque la memoria histórica sigue presente en los descendientes de quienes sufrieron la violencia por parte de los vencedores, que no contentos con ello, se empeñaron en una cruel venganza contra los vencidos, demostrando con ello una bajeza moral sin límites.
Ambos casos demuestran que el ser humano no parece querer aprender de sus errores, pese a que una y otra vez haga propósito de enmienda, demostrando con ello una debilidad inherente a nuestra especie, que sigue cayendo una y otra vez en sus persistentes errores.

martes, 1 de julio de 2014

LOS MONAGUILLOS PRIMERO

No puedo evitar, ni intento disimular, pese a mi galopante agnosticismo, una cierta simpatía, acompañada de una indudable atracción, hacia ese cura argentino que reina y gobierna en el País más pequeño del mundo, apenas unos pocos kilómetros cuadrados, pero cuya población se extiende por medio Planeta y que ostenta ni más ni menos que la silla de Pedro, el primero de la estirpe de cuantos Papas han pasado por el Vaticano desde hace ya dos milenios, que ha escogido el nombre de Francisco, nombre común y vulgar donde los haya, a imagen y semejanza de quien lo ostenta, un Sumo Pontífice al que parecen quedarle excesivamente grandes tantos títulos, tantos honores, tanta majestad y tanto boato, como al que nos tiene acostumbrados la corte papal, envuelta en unos ceremoniales plenos de una ostentación, fastuosidad y lujosa pompa, de la que ahora parece renegar este Papa, tan peculiar, tan distinto, tan de andar por casa.
Con ese aspecto tan diferente a la mayestática gravedad a la que nos tenían acostumbrados los anteriores inquilinos de la Santa Sede, me recuerda a los curas de pueblo de antaño, con incipiente barriga, andares desenvueltos, prestos a la ágil y desenfadada zancada, con la eterna sonrisa que le caracteriza y con una expresión siempre afable en su rostro, siempre dispuesto a una frase amable y cordial, despertando simpatías por doquier, incluso entre gente como yo, pese a las reticencias y a las disensiones de fondo que mantengo, absolutamente firmes y que mantendré de por vida con todo lo que Francisco representa, no puedo dejar de admirar la capacidad que por ahora manifiesta este hombre por intentar un cambio, por leve que sea, aunque se limite, como estoy convencido, a aspectos meramente formales, ya que más allá, dudo mucho que le dejen, ya que una institución que lleva inamoviblemente pétrea desde hace dos mil años, no la va a cambiar ahora un Papa por muy campechano, bonachón y próximo a la gente que se manifieste como lo está haciendo Francisco, y que dudo tenga continuidad en quienes en un futuro le sucedan.
En una de las audiencias que concedió, recibió al Rey, con el que bromeó, sonriente y simpático como acostumbra, y al que a la entrada de una estancia, en la puerta, le cedió el paso su invitado, ante lo cual, Francisco, acompañándose de un gesto con la mano, le dijo: no, no, primero los monaguillos, en una de esas expresiones y esos gestos que le caracterizan y que hacen que se gane a la gente, ante la contemplación de un Papa, que no lo parece, que no se muestra como solían, que es sudamericano, nacido Argentino, que habla español y derrocha una sencillez, una espontaneidad y una afable y natural cordialidad, que está sorprendiendo a propios y extraños, ante lo cual, no puedo sino aplaudir, pese a los recelos y las reservas que mantengo, pero que son de otro orden, donde nada cambiará, aunque lo intente, pero que no son obstáculo para aplaudir esa amable sencillez que no parece fingimiento, sino una convicción que le honra y le dignifica, y así, pese a todo cuanto nos separa, dispuesto estoy a reconocérselo.
Y ya que de monaguillos hablamos, confieso que fui del oficio en mis infantiles años, en el pueblecito segoviano donde nací, en Duruelo, al lado, de Cerezo de Abajo, de Duratón, de Tanarro, de Perorrubio, no lejos de Sepúlveda, ejerciendo como tal y ganándome mis dos buenas pesetas si estaba sólo yo ayudando a misa o una peseta si éramos dos los que asistíamos al cura. Cuando me fui a Muñoveros, también de Segovia, siendo aún un chiquillo, el cura, el inefable don Basilio – genio y figura, con un carácter y un temperamento de mil demonios que le llevaba a interrumpir la misa y a gritar a los feligreses para que se callasen -  me quiso fichar para la profesión, y aconteció que durante las negociaciones, le pregunté cuanto pagaba por ayudar a misa, a lo cual respondióme que era oficio de ángeles, por lo que deduje que no tendría paga, así que dando por terminadas las susodichas conversaciones contractuales e invitando a los ángeles a que continuaran con su gratuita labor, di por finiquitada mi corta profesión de monaguillo que ya nunca volví a ejercer en un futuro en el que tampoco me prodigué mucho en cuanto a asistir a misa se refiere.
Quién sabe, si alguna vez paso por Roma, quizás me gustaría comentarle a Francisco la anécdota que acabo de relatar. Seguro que me miraría con esa amplia sonrisa que él exhibe con tanta frecuencia y con un marcado acento argentino, me diría: che viejo, yo te contrato de nuevo, y aunque no puedo pagarte, pues estamos en crisis, te aseguro que tendrás a perpetuidad la preferencia absoluta a la hora de franquear la entrada a cualquiera de las numerosa dependencias de mi palacio. Los monaguillos, primero.