domingo, 28 de septiembre de 2014

NADA NOS IGUALA

Qué ilusos. Pretender, aunque sólo sea por instante que todos seamos iguales, como mínimo causa, no ya estupor y sorpresa, sino que mueve a la risa más estridente y desatada, siempre, claro está, que uno se encuentre en sus cabales y con un sentido común capaz de llevar a cabo un elemental raciocinio inductivo deductivo que nos permita elaborar juicios y razonamientos tales que nos habiliten para entender, asimilar e interpretar el mundo en el que vivimos.
Nada nos iguala. Ni a la hora de nacer, hay altas y bajas cunas, ni a la hora de morir, hay muertes y decesos, ni mucho menos a la hora de vivir, ya que hay quién disfruta a tope de la vida, quién apenas logra sobrevivir y quién lamenta continuamente su existencia. Y así, el que más, el que menos, pasa sus días tratando de ser y de tener un poco más. Quizás no sea éste su caso, ya que posiblemente usted no ansía ni ser ni poseer más de lo que celosamente atesora, por lo que le doy mi enhorabuena. Es usted, sin duda una persona feliz y, por supuesto afortunada, a la que envidiamos cuantos desearíamos algo más, en realidad bastante más, y esto nos convierte en seres deficitarios en cuanto al nivel de felicidad se refiere.
Qué le vamos a hacer. No somos perfectos. Yo por lo menos, ni lo intento. Lo que pretendo es llegar a conseguir la máxima felicidad a la que puede aspirar todo ser humano. Es lógico, razonable y deseable intentar conseguirlo, y sin duda, vivir mejor, en todos los sentidos, ayuda, colabora y contribuye a su consecución en la que todos estamos empeñados, aunque ni siquiera en este aspecto, es decir, en la posibilidad de intentarlo, nos iguala a todos la vida, pues desgraciadamente a muchos seres humanos, a demasiados, se les niega ese elemental derecho de intentarlo.
Ni siquiera en aspectos tan elementales, tan necesarios e irrenunciables como son los derechos sociales conquistados por los ciudadanos de las sociedades modernas, tales como la sanidad, la vivienda o la educación, entre otros, nos igualan a todos los seres vivos, ya que los enormes agravios comparativos, las numerosas afrentas y las inmensas  desigualdades habidas y por haber en estos aspectos, son de tal calibre, que ofenden a la dignidad humana y descalifican totalmente a quienes se empeñan y se obstinan en equipararnos a todos en ese derecho, mas de hecho que meramente semántico, denominado igualdad.
Contemplo en un programa de televisión, cómo una pareja se lamenta amargamente porque el marido, que tiene la hepatitis C, no puede beneficiarse de un nuevo medicamento que consigue curarla, debido a que la Seguridad Social no cubre sus gastos, ya que, dicen, el tratamiento es excesivamente caro. Pero ojo, no lo cubre en la Comunidad donde viven, que creo era Valencia, mientras que en Cataluña sí se beneficiaría de esa posibilidad, por lo que en todo caso, si quiere conseguir que le subvencionen dicho medicamento, deberían ver trastocada la vida de ambos y de toda la familia y trasladarse a vivir a Cataluña, lo cual supone una desigualdad entre regiones que repercute en este caso a nivel global sobre todos los ciudadanos que padecen esa enfermedad y que se ven discriminados por el simple hecho de pertenecer a Comunidades diferentes, en un agravio comparativo absolutamente injustificado.
Cuando la crisis llevaba un tiempo instalada en nuestro País, llegó a Madrid un importante bufete de abogados de Estados Unidos con la intención de abrir un despacho. Se les hizo entonces una pregunta clara y directa: ¿La justicia es igual para todos? Por supuesto que no respondieron. Y sabían de lo que hablaban.

martes, 23 de septiembre de 2014

EL DISCRETO ENCANTO DEL COTILLEO

No se puede negar que el sano y por qué no, bien entendido cotilleo, constituye un excelente ejercicio para mejorar la capacidad crítica personal, así como la buena relación de cuantos integran el grupo que dedican parte de su preciado tiempo a tan lúdico y desahogado menester, pues tan sagaz y mordaz actividad, acostumbra a dejar en el participante una placentera y relajante sensación que le acompañará, cuando con fruición mal disimulada, recuerde esos deliciosos, malignos y pérfidos momentos, dedicados por entero a desbrozar primero, a desmembrar después, para finalmente destrozar los restos de lo que hubiera podido quedar del ignorante e infortunado sujeto de los chismorreos y murmuraciones habidas, ajeno por completo a los ácidos y malintencionados juicios que sobre él se emiten, en lo que constituye una entretenida y gratificante actividad practicada por una ingente cantidad de contertulios, que generalmente tenderán a negar tan vulgares debates, como si de si de una mala praxis se tratase, cuando en realidad suelen obtener un alto grado de una satisfacción inconfesable.
Tradicionalmente se ha asignado a las féminas el dudoso honor de liderar las sabias artes del cotilleo, atribuyéndoles estos menesteres cada vez que se reúnen dos o más de ellas, como si indefectiblemente ello supusiera que el destino final y único fuera el de practicar la rumorología maledicente, como si no tuviesen otros intereses que los de estar pendientes del resto, de los demás, como si no tuviesen vida propia y se dedicaran a interferir en la de los demás, haciendo honor a la rumorología, arte singular donde los haya, que no necesita de preparación alguna, ni de sofisticadas técnicas en cuanto a la formación, recopilación de datos y oratoria alguna, pues basta con impregnarlo todo de una cierta maldad, remozada con una pizca de depravada vileza, y aderezado todo ello con un punto de fina crueldad, que cause el efecto deseado, que no es otro que el de auto satisfacer el ego personal, a costa de la vida de los demás, sin que no obstante ello suponga necesariamente desear un mal, una adversidad o un infortunio ajeno, sino el placer, el agrado y la complacencia propias que experimenta el autor del chisme, la patraña o el bulo más o menos vil.
Pero no es cierto que el cotilleo sea un arte cuya práctica sea atribuible en exclusiva a las mujeres, ya que a los hombres nos encanta igualmente el chismorreo, que sin duda practicamos con más frecuencia de lo que parece, lo que sucede es que somos quizás menos previsibles, le ponemos menos entusiasmo y lo llevamos a cabo de una manera más fría y menos impulsiva, pero no por ello dejamos de practicar la misma afición de despotricar sobre los demás, en un acto de descarga emocional descontrolada que tiende a cargar sobre la víctima propiciatoria, todas las culpas, todos los defectos y todos los exabruptos que se nos puedan ocurrir, sin reparar demasiado en su veracidad, pues el cotilleo no se detiene a pensar en lo justo de su discurso, sino que más bien tiende a tergiversar y a trastocar los hechos, sacrificando la verdad a nuestros más primitivos y desaforados impulsos, que sin duda se practica desde los orígenes de la humanidad.
Hasta los políticos, y son mayoría los del sexo masculino, disfrutan con ello cuando se encuentran ejerciendo su labor en el escaño, donde no es nada infrecuente pillarles en pleno cotilleo, con una sonrisa de oreja a oreja, aplicándose la mano en la boca para que un micrófono que creían apagado no les traicione como ocurre con frecuencia, o cuando les sorprenden tableta en mano ojeando algún desnudo, algún chisme o el último cotilleo en las revistas que viven de estos bajos, vulgares y siempre lúdicos menesteres.

viernes, 19 de septiembre de 2014

LA ESPAÑA DESAFIANTE

Son ya, y no lo parecen, setenta y cinco años los que median entre la muerte de nuestra más grande y sublime poeta, Antonio Machado, autor del verso que encabeza estas líneas, perteneciente a su vibrante poema la España de charanga y pandereta, cuyos versos, millones de veces replicados y cantados desde entonces por los amantes del Poeta, por cantantes de canciones y cantares que siguen poblando los campos de su amada Andalucía dónde nació, de su Castilla dónde residió y  vivió sus dos grandes amores, Leonor y Pilar, Guiomar, y dónde ejerció de profesor en Soria y Segovia, así como en Baeza, lugar en el que se conserva intacta la encantadora aula dónde enseñó a sus alumnos, que parece conservar su sutil y delicada presencia, como si por ella no hubiese transcurrido el tiempo y se hubiera detenido para siempre, convirtiendo en efímero, el ya pasado.
Y después de tanto tiempo, esta España a la que tanto cantó y a la que tantos versos dedicó, las más de las veces impregnados de una serena y crítica añoranza, aderezados con una melancolía, que era más bien el reflejo de una pesadumbre, de una soledad existencial que experimentaba al contemplar a una España desgarrada, dividida y estancada en sus más férreas y ancestrales tradiciones y costumbres, a veces bárbaras, a veces desgarradoramente humanas, impregnadas de una fanática y absorbente religiosidad, que la alejaban del progreso y de la cultura, empeñada una y otra vez en desgarrarse a sí misma, en negarse a la apertura de las mentes de las gentes, a una convivencia en paz y libertad y a integrarse en la civilización occidental a la que sin duda pertenecía.
La España de charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de María, la España inferior que ora y embiste cuando se digna usar la cabeza. Así la describía Machado, y pese al tiempo ya pasado, casi cien años desde que escribió estos atribulados versos, apenas nada parece haber cambiado, como si el tiempo se hubiera detenido, como si no hubiera tenido tiempo de experimentar una transformación necesaria en un País donde el carácter de las gentes y las ancestrales costumbres se mantienen incólumes, como si hubiese sufrido un proceso de paralización social y humano, que impidiera que cualquier cambio, cualquier manifestación dirigida hacia la modernidad en todos los órdenes,  hubiera sido desechado para siempre en aras de mantener una España distinta, distante y desafiante ante una Europa que ve cómo somos el único País que mantiene costumbres, maneras y tradiciones impropias del siglo en que vivimos.
Cómo entender que en un País, donde hay tres millones de niños que pasan hambre, donde la cifra de parados llega a los cinco millones y existen millón y medio de familias en la que todos sus integrantes están desempleados, se sigan celebrando abundantes y largas fiestas a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, con unos enormes gastos, sin que su presupuesto apenas se haya reducido, ni se hayan acortado los muy acostumbrados siete días de jolgorio y desenfreno, fiestas basadas casi siempre en la violenta y mal llamada fiesta nacional, con el agravante de que donde lo han intentado, se han producido en ocasiones auténticos levantamientos populares en contra de dicha decisión.
Cómo comprender, que los jóvenes, pese al tremendo paro juvenil existente, o quizás, por este motivo, en lugar de llenar las bibliotecas y los museos, se dediquen los fines de semana a la cultura del botellón, en un acto injustificable, donde la búsqueda de la cultura brilla por su ausencia, en un País que sigue manteniendo un aire de un insoportable folclorismo,  vulgar e inculto, que continúa campando por sus respetos y que se manifiesta en grupos y artistas cutres y barriobajeros, cuyas letras denotan una falta de cultura y buen gusto alarmantes, donde continuamos almorzando a las tres, cenando a las once y desayunando frugal y conventualmente, para al final hacer más horas que cualquier trabajador europeo, pero con la contrapartida de una menor producción según citan las encuestas de la Comunidad Europea.
Un País que continúa siendo fiel a aquella denostada y malévola sentencia de que inventen ellos, donde la investigación siempre está en pañales y donde España, que es uno de los mayores productores de automóviles del mundo, no posee ni una sola marca propia, y donde sólo parece que se vele y confíe en el turismo de playa y los pasos de una semana santa que durante siete días al año y en todo el País, parece gozar de una patente de corso para ocupar las calles, en una aparente demostración de fervor religioso, muy lejos de una realidad social que se mantiene al margen de una iglesia católica, injustificadamente sostenida por el Estado, y que continúa omnipresente en un claro desafío a una sociedad que cada vez más la rechaza.
Desafíos todos estos que mantienen a nuestros compañeros de viaje europeos con un continuo gesto de sorpresa y extrañeza, que los divierte y asombra al mismo tiempo, que resultan inverosímiles a estas alturas, y que a Antonio Machado, si ahora retornara a los Campos de Castilla y a su Andalucía natal, le daría la impresión de que en poco o nada hemos cambiado pese al tiempo transcurrido.
Más otra España nace / la España del cincel y de la maza  / con esa eterna juventud que  se hace / del pasado macizo de la raza – Antonio Machado -

lunes, 15 de septiembre de 2014

HONORABLES CIUDADANOS

Es inútil e imposible tratar de huir en un vano intento por dejar atrás el continuo y pertinaz sobresalto que tanto tiempo lleva acosándonos, en un País donde a fuerza de despertarnos con nuevas y frustrantes noticias, desalentadoras casi siempre, los ciudadanos asimilan con estoica actitud cuanto se les viene encima, en una alarde de infinita y resignada paciencia que resulta difícil de explicar, sobre todo si tenemos en cuenta las denigrantes circunstancias socio económicas que nos envuelven y atrapan, nada halagüeñas, pese a los consabidos datos macroeconómicos que tan lejanos quedan de los ciudadanos, a los que no tienen en cuenta en absoluto, ya que no existe paralelismo alguno entre esas cifras y las que configuran y determinan sus atribuladas vidas.
Con todo ello presente, y sin apenas tiempo para lamentos, nos desayunamos con un nuevo escándalo, con un nuevo suceso que ya no sabemos cómo calificar, porque se nos agotan los adjetivos a fuerza de su continua y desalentadora utilización, proveniente esta vez, o más bien, una vez más, de esa Cataluña que tanto se empeña en acusarnos y recriminarnos del robo del que son objeto por nuestra parte, y que ahora, después de la auto inculpación de Pujol, quizás, aunque lo dudo, giren su mirada ciento ochenta grados hacia ellos mismos, hacia su gente, hacia lo honorables Padres de una Patria que han deshonrado, hacia unos ciudadanos que han engañado una vez más, empapados esta vez de indignidad hasta la médula, y envueltos en un halo de falsa respetabilidad y deshonesta honorabilidad, revelándose como unos falsos e indignos próceres, consiguiendo con ello sobrepasar todos los límites conocidos hasta ahora.
Se ha llegado a tales extremos, que pese a que los ciudadanos de este País parecían estar curados y a salvo de todo espanto, por tanto y tan supremo desvarío, y tanta iniquidad fraudulenta, que en este caso han adoptado una actitud de enorme incredulidad, que no obstante no ha durado mucho tiempo, una vez analizados los hechos después de leer y escuchar con esmerada y sobrecogida atención los diversos medios de comunicación, que apenas han comenzado a desmenuzar los entresijos de un turbio asunto, donde una vez se ha tirado del hilo, y siendo éste largo y consistente, seguro que dará mucho juego durante un largo período de tiempo, y que seguro tocará de lleno a multitud de personajes e instituciones, de tal forma que no nos van a dar tregua, y que esperamos se sustancie con una decidida y sólida investigación, que culmine con una eficaz determinación de una Justicia que esperamos no defraude, como en tantas ocasiones, a unos ciudadanos que están lo suficientemente hartos de tanto fraude, como para salir a la calle a gritar a los cuatro vientos, que se desenmascare y se castigue a tantos autores de guante blanco, protagonistas de fechorías sin cuento que aún quedan libres campando por sus respetos.
Todo el mundo lo sabía. Tanto políticos como instituciones estaban al tanto, y desde hace demasiado tiempo – ahí está el famoso tres por ciento -  pero que nadie ha sido capaz de airear. Muchos lo sabían y otros lo intuían poderosamente, incluida una parte de la ciudadanía catalana, que algo creía saber, porque para ellos era de dominio público, acerca de una familia de la élite, que se supone representaba las esencias más nobles, dignas y honorables de una región empeñada en una falsa enemistad con el resto de una España que nada tiene contra sus ciudadanos, sino contra quienes les han embarcado en una loca aventura independentista y que se han revelando como impostores en aras de sus privilegiados intereses.

lunes, 8 de septiembre de 2014

CHOQUE DE TRENES

Cuando el inefable Lendakari Ibarretxe, se empeñó en dar la tabarra con su famoso y ya olvidado plan del mismo nombre, que tuvo pendiente a este País durante demasiado tiempo para al final no llegar a nada, diluirse, desaparecer como por arte de magia, se escucharon muchas, airadas e indignadas voces que pedían a voz en grito, sumamente alarmadas por las consecuencias que su alocada y machacona decisión de convocar una consulta en el País Vasco podía conllevar, que pedían por activa y por pasiva que no se le hiciese concesión alguna, que se le negase radicalmente cualquier intento de llevar a cabo un referéndum que podría poner en grave peligro la unidad nacional que muchos temían, pero que sin embargo otros no llegaron a tomar nunca en serio, o al menos así parecían mostrarlo, cuando aseguraban en tertulias y debates, que eran bravuconadas, que no iba en serio, que era un cantamañanas – así llegaron a calificarle algunos tertulianos – asegurando que nunca llevaría a término su plan, que es lo que ciertamente sucedió, pues cuando en el Congreso se le denegó el derecho a decidir, dejó su plan de lado, lo archivó en el cajón de los proyectos imposibles y nada más se volvió a saber del tema.
Por entonces los catalanes estaban muy callados, no sabemos si esperando su turno, si mascullándolo, rumiándolo, o estaban simplemente dormitando, pero a la expectativa siempre, con un ojo abierto y otro cerrado, en alerta permanente, pero en cualquier caso sin levantar la voz ni sospecha alguna de la que iban a montar años más adelante, después de haber aprendido la lección del intento Vasco, que sin duda siguieron con franca y mal disimulada simpatía, en definitiva con suma atención, aunque nunca parecieran dar muestras de ello para que nadie les pudiera tildar de indecisos y pusilánimes, aunque debieron tomar amplias, profusas y detenidas notas para más adelante, para cuando tuvieran las cosas más claras, más maduras, más listas en definitiva para salir del horno donde se estaban cociendo.
Y ahí los tenemos, aquí y ahora, después de unos cuantos años de reposada y fecunda maduración, cuando apenas faltan tres meses para la anunciada consulta, en un permanente desafío al margen de todas las leyes, constituciones y denegaciones habidas y por haber, que ya han anunciado en repetidas ocasiones que no piensan respetar, ante lo que el gobierno ya ha dejado bien claro que no se va a permitir que se salten las leyes a la torera, que no habrá consulta, que no se llevará a cabo ningún acto contrario a la Constitución, a lo que la otra parte responden que a ellos les acoge el derecho, que las leyes les amparan, que seguirán adelante con una maniobra que nadie sabe cómo va a comenzar y mucho menos aún cómo acabará.
Los mismos tertulianos que en el caso Vasco afirmaban que no merecía la pena tomarse en serio el desafío de Ibarretxe, ahora, en el caso Catalán, no lo tienen tan claro, no lo ven como una bravuconada, sino como algo más serio que hay que afrontar, que está llegando ya demasiado lejos y que apenas hay margen de tiempo para resolver un problema que en el caso Escocés, hace ya más de un año llegaron a los oportunos acuerdos con los Ingleses para la consulta que se llevará a cabo poco antes de la fecha que los Catalanes han puesto para la suya, y todo ello sin grandes contratiempos que se puedan mencionar.
Hay que evitar un choque de trenes que sería trágico y no deseable para ambas partes y que no sabemos cómo podría terminar. En estos días se han presentado dos manifiestos de inspiración opuesta a cargo de personajes de la intelectualidad española, uno de ellos presidido por el ex ministro Gabilondo, Baltasar Garzón y Nicolás Sartorius entre otros. El otro manifiesto, entre otros, lo firman Vargas Llosa, Albert Boadella y José Luis Garci. Los primeros abogan por un cambio de la Constitución, un modelo federal que pueda contentar a todos, mientras que el segundo manifiesto pide que no se ceda lo más mínimo, manteniendo la férrea postura actual que mantiene el gobierno.
En cualquier caso, lo que es absolutamente ilógico a la par que insoportable, es que a falta de tres meses para la anunciada votación ilegal, los ciudadanos de este País no sepamos a qué atenernos, qué es lo que va a pasar, cómo se va a resolver este previsible choque de trenes que nadie en su sano juicio puede desear.

viernes, 5 de septiembre de 2014

BRIZNAS DE HIERBA FRESCA

Repaso con presteza los titulares de los principales medios de comunicación, y me encuentro con las últimas noticias acerca del omnipresente campeonato mundial de fútbol, así como de la estrepitosa caída de la tan cacareada camarinha – léase selección nacional de Brasil – que ha provocado una hecatombe nacional de proporciones gigantescas, con una depresión ciudadana generalizada y un ambiente enrarecido, sobre todo después de los tremendos gastos habidos en unas infraestructuras que no han mejorado la calidad de vida de sus habitantes - uno de los que se les conoce por países emergentes – donde la miseria más absoluta campa por sus respetos en la periferia de las ciudades, y dónde se esperan gastos aún más ingentes, más desproporcionados, casi insoportables para este País, con motivo de la Olimpíada a celebrar allí en el dos mil dieciséis, que nuevamente supondrá un enorme sacrificio para los de siempre y un gigantesco beneficio para los que suelen beneficiarse de estos magnos acontecimientos, que España solicitó para el año dos mil veinte, aunque más que el País, quienes lo solicitaron fueron unos cuantos que hicieron el ridículo más espantoso y que afortunadamente no se consiguió - precisamente uno de los motivos ocultos por los que se denegó, fue el hecho de que no había negocio ya que tal como ingenuamente machacó la numerosa y costosa delegación, casi todo ya estaba hecho - y que hubiera supuesto unos enormes gastos, que tal como hizo Italia, simple y llanamente debiera haberse desistido de una solicitud que estaba fuera de lugar en un País sumido en una profunda crisis.
Contemplo también, los insoportables y soporíferos vaivenes de una política nacional, sumida en un profundo aburrimiento, fruto de unos políticos completamente desprestigiados por tanta corrupción, tanto engaño y tanta ineptitud como nos muestran día a día, y que continúan con el machacón y ridículo “y tú más”, que no resuelve nada, que los encierra en sus herméticas posiciones y que lo único que consigue es el estancamiento de una política en la que el rodillo de la mayoría absoluta es el que al final descarga todo su poder, destrozando las pocas briznas de hierba fresca que quedaban en un País, que observa cómo el paro apenas da un mínimo respiro, y siempre por motivos estacionales de temporada, con contratos en absoluto precario, y con unas retribuciones a la baja que quizás jamás se lleguen a recuperar.
Mientras tanto, leo cómo el Psoe, intenta levantarse, resurgir de sus cenizas y volver a mostrar su rostro más amable ante unos votantes que le han abandonado en las últimas elecciones y que están a la expectativa por si alguno de los tres aspirantes a la secretaría general es capaz de encauzar un partido político tan relevante como éste, con nuevas y sugerentes ofertas , más a la izquierda, más avanzado, más valiente, que sean creíbles y oportunas y que no se diluyan a la primera de cambio, a la par que unifique y discipline a todos sus sectores, léase el Psc catalán, consiguiendo así el resurgimiento de un partido que anda últimamente tan de capa caída, y que es necesario e imprescindible para esta incipiente democracia.
Junto a estas noticias, observo con incredulidad, con horror, con espanto y honda pena, la fotografía en la que un niño es rescatado por su padre entre los escombros de una casa en Palestina, bombardeada por Israel. Los brazos y la cabeza del niño, ensangrentados, yacen inertes, mientras el padre lo contempla con un indescriptible dolor. Las bombas no han dejado ni rastro de vida, ni apenas unas briznas de hierba, sólo desolación, mientras la comunidad internacional mira hacia otro lado. Es el rostro de la cobardía culpable.

martes, 2 de septiembre de 2014

ARRIBA Y ABAJO

Confieso que no puedo ocultar mi atracción hacia determinadas series televisivas, indefectiblemente Británicas, que narran las vicisitudes de las vidas de los dos grupos de seres humanos que conviven en las grandes y lujosas mansiones Victorianas donde se desarrolla la vida diaria de los dos grupos humanos que las habitan, los señores por un lado y los criados por el otro, unos arriba y otros abajo - una de estas series llevaba por título precisamente esta última expresión - que ocupan espacios diferentes, unos en las cocinas y otros en los salones, unos servidos y otros sirvientes, unos lacayos, cocineros, chóferes, damas de compañía, ayudantes de cámara y jardineros, todos ellos bajo el estricto mando del estirado, ceremonioso e imperturbable mayordomo, y otros, los señores, ya sean milord o milady, configurando todos ellos, una representación perfectamente válida que recrea la sociedad en la que vivimos, en la que los de abajo mueven los remos y los de arriba manejan el timón del barco en el que todos navegamos.
Me impresiona sobre manera, la solemnidad y la afectación profundamente servicial y digna del mayordomo, vigilante de un severo protocolo que ha de seguir en todo momento con sus señores y que ha de procurar que todos los trabajadores a su cargo observen, sin la menor concesión a la improvisación o a la ligereza en el trato y en el servicio, con una rigidez y una elegancia que han de seguir en todo momento, respetando los más rigurosos cánones en cuanto a la estricta relación que mantienen con quienes llevan una vida de ceremonia y rígida etiqueta, que siguen en una vida diaria en cuantos actos y situaciones se llevan a cabo, en una sociedad de clases profundamente diferenciadas, donde se siguen una parafernalia de formalidades y ritos que llegan a extremos que nos sorprenden por su sorprendente exquisitez, no exenta de una elegancia que no se les puede negar, con una clase indiscutible y un saber estar, que al margen de otras consideraciones que no vienen al caso, es de justicia reconocer, y que no dejan indiferente a un espectador que experimenta sentimientos encontrados de admiración y rechazo a partes iguales.
Por encima de todo el lujo, del derroche de las riquezas expuestas, y de la relación entre los amos y los sirvientes, se erige la insigne y grave figura del mayordomo, personaje clave en estas series, que ostenta el cargo de encargado del personal y de persona de confianza del jefe de la mansión, exquisito en su comportamiento, en su relación con los habitantes de la casa y hasta en el trato hacia el resto de los trabajadores, de los cuales es responsable, sumamente respetado por todos ellos y auténtico coprotagonista de unas series realizadas con una sutil delicadeza, donde los detalles se cuidan con una exquisita observancia de todos los aspectos que rodean una recreación de esa época, tan severa, austera y cerrada como la Victoriana, pero que en definitiva, y pese a la confianza que en él deposita el milord de la casa, no deja de ser el mayordomo un componente más del servicio, a otro nivel, con más responsabilidad, con algo más de proximidad respecto de los señores, pero en definitiva, un integrante más de los de abajo, de los que sirven a los de arriba, a los señores de la casa.
Trasladar este planteamiento de estas series televisivas a la sociedad actual, resulta quizás excesivo, pese a que el contraste entre esos dos mundos es una constante en la historia de un mundo que ha pasado por épocas en las que hubo intentos de llevar a cabo una sociedad igualitaria, sin clases, que acabaron en auténticos desastres, donde la libertad individual quedaba relegada al servicio del Estado, al someter al individuo a sus dictados, acabando por convertirse en propiedad del mismo, como si de un objeto más se tratara. Hoy en día, las clases sociales han ido in crescendo, con una clase mísera – que siempre ha existido -  que nada posee y varias bajas, medio bajas y medio altas, que desembocan progresivamente en las más altas, que limitadas en número, poseen una riqueza absolutamente desproporcionada, ya que unos cuantos son los adjudicatarios de una inmensa riqueza que desborda cualquier cálculo y medida proporcional.
Lacayo, mayordomo o milord. Tres opciones que generalmente no admiten posibilidad alguna de elección. Simplemente te ha tocado estar arriba o abajo. Y eso es todo, salvo excepciones, claro está, siempre deseables. Pero esa es otra historia, que aquí no toca relatar.