Pocas veces, si exceptuamos los
años del comienzo de la transición y los inmediatos posteriores, un movimiento
como el de Podemos, había despertado el interés, la esperanza y la ilusión de
un importante sector de la ciudadanía de un País, harta hasta lo inimaginable
de una clase política desprestigiada y vilipendiada por todos los sectores,
desde la izquierda hasta la derecha pasando por el resto del arco político.
Un éxito sin paliativos que ha
llevado a esta corriente política, de la nada hasta el infinito, en poco más de
un año, lo cual constituye, sin lugar a dudas, toda una hazaña difícil de de
comprender, y más aún, de digerir, no sólo para la población votante, sino
incluso para ellos mismos, para los protagonistas de semejante hecho, que no
parecían dar crédito de lo conseguido, hasta que las primeras contradicciones
tuvieron lugar.
Algo nuevo para ellos, los componentes de
Podemos, más bien los dirigentes, que han vivido en un limbo de auto
satisfacción y gloria ininterrumpida, desde sus comienzos, hasta el presente,
en un subida continua y permanente, que parece ahora haberse detenido, justo
cuando comienza su labor política en un parlamento, que trata de configurar un
nuevo gobierno.
Los desacuerdos con el Psoe,
algo que no pasaba por la mente de la mayoría de sus votantes, y que según las
últimas estadísticas no están dispuestos a perdonar, está causando auténticos
estragos en las filas de Podemos, dónde están surgiendo grietas entre sus
dirigentes, hasta el extremo de haber comenzado la que parece ser una guerra
interna, de difícil e incierta resolución, que nadie se atreve a pronosticar
cómo acabará.
La dimisión forzada del hombre
de confianza de Errejón, por parte de Pablo Iglesias, ha supuesto un auténtico
mazazo en una formación que parecía una auténtica piña, unidos hasta la
extenuación como parecían estar, más aún si observamos con detenimiento las
imágenes de este partido cuando aparecen en público.
Lo hacen de tal forma, que uno
de ellos, el primero del grupo, es la voz cantante, el que interviene, el que
emite el correspondiente mensaje o comunicado supuestamente consensuado,
mientras que el resto, los siete u ocho acompañantes, le siguen por los
pasillos hasta llegar a la sala de prensa, dónde se colocan detrás del líder de
turno, en un acto de mostrar y demostrar una unión y una solidez a toda prueba.
Pero no parecen haber durado
mucho las teatrales intenciones de mostrar tanta imagen de cohesión, firmeza y
estabilidad que les ha acompañado siempre. Algo se ha roto, se ha ido abajo, se
ha desmadejado, dejando un rastro de dudas e incertidumbres, que nadie podía
presuponer, al menos entre sus representantes de más alto nivel, que parecían
dejar paso claro y franco a su líder más carismático.
Y ha sido él quién ha deshecho
el encantamiento hasta ahora existente, enfrentándose con su compañero y número dos, por esta destitución. Si a esto
unimos el hecho de que las incendiarias y radicales intervenciones de Pablo
Iglesias en el Congreso, no eran, según parece, excesivamente aplaudidas por
Errejón, la disensión está servida.
El dogmatismo del líder de la
formación, excesivamente enrocado y radicalizado en sí mismo y sin contar como
se creía con la anuencia total y absoluta del resto, puede acarrear funestas consecuencias
para Podemos, hasta ahora impensables, y que puede repercutir de múltiples
formas, todas ellas no deseables para esta formación de tan poco recorrido, y que
nadie podía presagiar.
Si a ello sumamos el hecho de
que el distanciamiento del Psoe y el no llegar a acuerdos para formar gobierno ni
tampoco facilitarlo, no goza de la simpatía de gran parte de su electorado, la
conclusión es simple y llanamente harto pesimista para un grupo que se las
prometía tan felices, y que ahora ve cómo en tan poco tiempo, las peleas
internas comienzan a aflorar.
Pese a todo el potencial
desplegado por Podemos en estos dos años, la imagen que ofrecen, indudablemente
con un cierto tufillo populista, no se corresponde, ni en el fondo, ni en la
forma, con un clásico partido político al uso, y aunque ello les ha dado un
aire nuevo, y hasta agradecido, no cabe duda de que las ilusiones de cambio, dado
su mensaje nuevo, fresco y rompedor, se están difuminando con el paso del
tiempo.
Ojala no se rompan en pedazos,
no se dividan y fragmenten, pues pese a todo continúan manteniendo abierta esa
nueva ventana que aporta un aire nuevo y fresco, tan necesario en una atmósfera
tan viciada como es la que respiramos.
Pero habrán de moderar su
radical discurso, tendrán que suavizar su rígida posición respecto de ciertos
temas que seguro divide a sus electores y que les pueden hacer perder parte de
lo conseguido y ganado hasta ahora, que ha sido mucho, y en muy poco tiempo.
Sólo así, con unos
planteamientos más elásticos y transigentes, dispuestos a negociar sin
condiciones iniciales, podrán ellos y los que quieren llegar a acuerdos con
Podemos, conseguir el necesario consenso para formar un gobierno que no debería
hacerse esperar más.