De ella, poco más se supo, salvo
que fue vejada y maltratada desde el principio de los tiempos, en un país donde
nunca se la tomó muy en serio, pese a los numerosos y honrosos genios que han
destacado en todos los órdenes que las artes han sido, y que lograron situar a
este país, que no a sus paisanos, y en diferentes épocas de nuestra historia, a
una destacada y elevada cima.
No es rentable, ni excesivamente
codiciada por la gente, por lo que para que molestarse en producir un bien que
no se consume, que no se toma en serio, que no es valorada ni estimada en su
justa medida, y que siempre ha ocupado un lugar poco destacado entre las
aficiones y prioridades de una ciudadanía, que no ha tenido nunca la fortuna de
contar con dirigentes preocupados por ella, por difundirla entre un pueblo al
que solían distraerlo de una manera más vulgar, más pueblerina y dicharachera, que
decían estaba más a su alcance.
Es la historia contada a grandes
rasgos de la penosa trayectoria sufrida por la cultura aquí, en España, tierra
de gentes que no suelen prodigarse en torno al cultivo de las artes, de las
ciencias y las letras, donde se editan ingentes cantidades de libros que no
parecen destinarse a su lectura, sino a las estanterías, anaqueles y librerías
que ornamentarán las estancias donde dormirán el culto y solitario sueño del
que sólo despertarán cuando de desempolvarlos se trate o de cambiarlos del
aciago lugar en el que se encuentran..
Ocupa este país un destacado
lugar en el mundo en la industria editorial, que no se corresponde en absoluto
con el porcentaje de lectores declarados, en una ceremonia de la confusión, que
causa asombro y sorpresa al no iniciado en el tema.
Pero ello, afortunadamente no descoloca
a quien observa el tema desde una posición de privilegiado adepto a esa hermosa
afición que consiste en explorar los mundos, viajar a través de ellos,
recrearlos en nuestra mente, dejar volar la imaginación, la fascinación, el
hechizo, la fantasía y rescatar la historia del olvido y las tinieblas, a
través de la memoria almacenada y plasmada en la magia de los libros.
No es el nuestro un País que se
haya caracterizado a través de su historia por la defensa de una cultura
siempre necesaria para el desarrollo de una sociedad y de todas las estructuras
que la componen y estructuran, ávidas a su vez de disfrutar, de formarse y de
informarse, así como de satisfacer su ansia y necesidad de conocimiento del
mundo que le rodea, hasta el punto de que muchos de nuestros más importantes
representantes de la cultura, han tenido que exiliarse forzosamente, en un
gesto que denota una vez más, el desprecio por el cultivo de las mentes
pensantes, peligrosas siempre para quien ostenta el poder.
El Siglo de Oro, que fue nuestro particular
Renacimiento, marcó una esplendorosa y brillante época en la que surgieron y
florecieron con fuerza y brillo propio casi todas las artes conocidas, donde se
dieron a conocer auténticos genios de la pintura, la literatura y la
arquitectura, fundamentalmente, para dar lugar, más adelante con la Generación
del 98, y del 27, a grandes poetas, ensayistas y escritores, a los que
siguieron destacados genios en diversos campos de las artes, ya en los albores
del siglo XX
Con la interminable crisis, los
recortes llevados a cabo en todos los órdenes sociales y económicos, se han cebado
de forma insidiosa con la cultura. Más que un error, es fruto y producto de la ignorancia
y la desidia.