lunes, 29 de agosto de 2016

LA CULTURA PATRIA

De ella, poco más se supo, salvo que fue vejada y maltratada desde el principio de los tiempos, en un país donde nunca se la tomó muy en serio, pese a los numerosos y honrosos genios que han destacado en todos los órdenes que las artes han sido, y que lograron situar a este país, que no a sus paisanos, y en diferentes épocas de nuestra historia, a una destacada y elevada cima.
No es rentable, ni excesivamente codiciada por la gente, por lo que para que molestarse en producir un bien que no se consume, que no se toma en serio, que no es valorada ni estimada en su justa medida, y que siempre ha ocupado un lugar poco destacado entre las aficiones y prioridades de una ciudadanía, que no ha tenido nunca la fortuna de contar con dirigentes preocupados por ella, por difundirla entre un pueblo al que solían distraerlo de una manera más vulgar, más pueblerina y dicharachera, que decían estaba más a su alcance.
Es la historia contada a grandes rasgos de la penosa trayectoria sufrida por la cultura aquí, en España, tierra de gentes que no suelen prodigarse en torno al cultivo de las artes, de las ciencias y las letras, donde se editan ingentes cantidades de libros que no parecen destinarse a su lectura, sino a las estanterías, anaqueles y librerías que ornamentarán las estancias donde dormirán el culto y solitario sueño del que sólo despertarán cuando de desempolvarlos se trate o de cambiarlos del aciago lugar en el que se encuentran..
Ocupa este país un destacado lugar en el mundo en la industria editorial, que no se corresponde en absoluto con el porcentaje de lectores declarados, en una ceremonia de la confusión, que causa asombro y sorpresa al no iniciado en el tema.
Pero ello, afortunadamente no descoloca a quien observa el tema desde una posición de privilegiado adepto a esa hermosa afición que consiste en explorar los mundos, viajar a través de ellos, recrearlos en nuestra mente, dejar volar la imaginación, la fascinación, el hechizo, la fantasía y rescatar la historia del olvido y las tinieblas, a través de la memoria almacenada y plasmada en la magia de los libros.
No es el nuestro un País que se haya caracterizado a través de su historia por la defensa de una cultura siempre necesaria para el desarrollo de una sociedad y de todas las estructuras que la componen y estructuran, ávidas a su vez de disfrutar, de formarse y de informarse, así como de satisfacer su ansia y necesidad de conocimiento del mundo que le rodea, hasta el punto de que muchos de nuestros más importantes representantes de la cultura, han tenido que exiliarse forzosamente, en un gesto que denota una vez más, el desprecio por el cultivo de las mentes pensantes, peligrosas siempre para quien ostenta el poder.
El Siglo de Oro, que fue nuestro particular Renacimiento, marcó una esplendorosa y brillante época en la que surgieron y florecieron con fuerza y brillo propio casi todas las artes conocidas, donde se dieron a conocer auténticos genios de la pintura, la literatura y la arquitectura, fundamentalmente, para dar lugar, más adelante con la Generación del 98, y del 27, a grandes poetas, ensayistas y escritores, a los que siguieron destacados genios en diversos campos de las artes, ya en los albores del siglo XX
Con la interminable crisis, los recortes llevados a cabo en todos los órdenes sociales y económicos, se han cebado de forma insidiosa con la cultura. Más que un error, es fruto y producto de la ignorancia y la desidia.

lunes, 22 de agosto de 2016

CONTRA EL RELOJ

Durante siglos, la construcción de las majestuosas catedrales a cargo de los sabios maestros de obra, de oficiales de gremios, artesanos y albañiles, conllevaba una duración tal, que en la mayoría de los casos superaba varias centurias desde que se colocaban los cimientos y los primeros sillares de la cabecera y las naves, hasta que se culminaba la soberbia obra.
Cuando siglos después comienza la edad llamada contemporánea, con la aparición de las máquinas y la consiguiente revolución industrial, el mundo sufre una catarsis colectiva tal, que le llevaría a una febril actividad que desembocaría en la actual modernidad, que podríamos dar en llamar la era de la velocidad, por la loca y disparatada rapidez con que todo se sucede a todos los niveles en cuantas actividades ocupan en nuestra ajetreada procelosa vida.
Contemplamos con asombro, cómo gigantescos edificios de cientos de plantas, con acumulación y empleo de tantos materiales como aquellas portentosas catedrales, pero carentes de su espléndida, eterna y espectacular belleza, son erigidos en apenas unos meses.
Gigantes en busca de un cielo que parecen querer alcanzar, en un esfuerzo fútil y absurdo, que no lleva sino a una simple y forzada mirada hacia las alturas, para descubrir su total ausencia de gracia, su monótona y uniforme estética, que no logra atraer la atención de nadie, salvo para sentirnos atrapados e inmensamente pequeños bajo sus siniestras fauces de cristal.
Trasladando estas situaciones a otros órdenes de la vida, hallamos ciertos paralelismos en la política, cuando contemplamos, ya si un ápice de rubor, cómo determinados grupos políticos con apenas dos años de historia, pretenden llegar al poder, en una ceremonia de la confusión que nos asombra y nos sorprende por muy escépticos que nos creamos, pugnando por desplazar a un PSOE, con ciento treinta y siete años de historia a sus espaldas.
Lo mismo sucede a nivel personal, cuando personajes políticos que han saltado en el curso de poco más de un año de trabajar en una empresa de trabajo temporal – en el caso que cito - a ostentar la portavocía en el Congreso, tal como ha sucedido con un conocido personaje de sonoro y explícito apellido, propio de una novela picaresca, perteneciente a un partido político catalán.
Y qué decir de tantos representantes del mundo de la farándula y el espectáculo, léase los llamados triunfitos, que de la noche a la mañana, merced a un concurso televisivo y en un par de semanas, pasan de la más desconocida de las incógnitas a la más estruendosa popularidad y fama, que a los equivalentes profesionales de siempre, les llevó años conseguir para saltar a un reconocimiento público de su ardua labor y su incesante y pertinaz trabajo durante tan largo periodo de tiempo.
La acertada y popular expresión de que las prisas son malas consejeras, cobra toda su erudita carga de veracidad en los supuestos aquí expuestos. Recuerdo haber escuchado en una conferencia a un arquitecto, que además ejercía de profesor de arte, cómo lamentaba la contemplación de muchas reconstrucciones de elementos arquitectónicos en edificios históricos de alto valor cultural, debido fundamentalmente a la velocidad con que dichas rehabilitaciones se llevaban a cabo, en lugar de dedicarles tiempo, amor y paciencia, como la que derrocharon los maestros artesanos que las labraron y mimaron en origen.
Sin embargo, si algo apremia en este momento en la vida política nacional, si se necesita con urgencia una solución que desatasque el actual estado político en el que nos encontramos, ese algo se caracteriza por la celeridad, la presteza y una premura necesarias para salir del atolladero en el que nos hallamos, y que en el fondo tampoco contradice la recomendación siempre sabia de hacer las cosas pausada y relajadamente, ya que nuestros representantes llevan ya demasiado tiempo sin haber logrado acuerdo alguno.
Es por ello, que en este caso las prisas son nuestras mejores aliadas. Pura contradicción.

viernes, 19 de agosto de 2016

OCHENTA AÑOS SIN FEDERICO

Hace ochenta años, una cálida y triste madrugada de agosto, los estrellados y límpidos cielos de granada contemplaron con horror, indignación y pena, cómo unos inhumanos y crueles asesinos segaban la vida de Federico García Lorca.
¡Que no quiero verlo! Muertos quedaron sus ojos, diamantes de pura vida, que derrochó a grandes tragos, cual si supiera que un día, una aciaga madrugada, antes de llegar el alba, su vida entregaría, en brazos de las estrellas, y a lomos de cien jinetes, oscuros como él quería. ¡Que no quiero verlo.
No puede describirse con palabras la inmensa y profunda tristeza con que los cielos, únicos testigos de la ignominia y la maldad allí cometidas, acogieron la visión del poeta traspasado por el odio y el rencor del duro metal, que dejó a Federico mortalmente herido, en medio de un atronador silencio de oprobio y denuncia ante la barbarie allí cometida.
La luna, su luna, la luna de los gitanos no ha dejado de llorar desde entonces. Desconsolada, vivió y sufrió su noche más triste, y desde entonces no ha cesado su doloroso llanto, su honda tristeza, su pena, su congoja y su más profundo y desgarrado espanto
Allí quedó para siempre. Allí reposa Federico. El poeta, el más sensible, tierno y delicado ser humano, que ha conocido Granada, de cuyas entrañas nació y adonde volvió resuelto en espuma de mar, en alegría de vivir, en versos y en una vibrante poesía que llenará eternamente el corazón de quienes como él, son capaces de trocarlo en collares y anillos blancos.
Junto a un olivo murió, en el camino de Víznar a Alfacar, al lado de un barranco, a las puertas de Granada. El mismo árbol al que Miguel Hernández cantó, el de los troncos retorcidos de la Andalucía que tanto amaba, la del olivar, los toros , el flamenco y el intenso y fragante olor de las flores de azahar.
Que ochenta años no es nada si volviera Federico, se oye a los gitanos cantar. Desde la Alhambra al Albaicín y de allí al Sacro Monte, que lo recogerá en sus cuevas con alma y cuerdas de guitarra para llevarlo a las cimas más altas de Sierra Nevada, para que todos escuchen, para que todos distraigan en su corazón y en su mente, el lamento de Granada.
Cómo pudieron albergan tanto odio en sus entrañas, aquellos malhadados seres dueños del rencor y la venganza, contra un alma tan pura como la de un poeta capaz de elevar su poesía hasta las alturas donde sólo los dioses habitan.
Devolvedme a Federico, deidades del paraíso, retornadlo a Fuente Vaqueros, dónde nació un mes de junio, para que siga alegrando las noches de plenilunio, iluminándolo todo con su sonora risa y bañando con su voz, la fértil vega de Granada, por donde discurre el Genil, con murmullos de guitarra.
Del romancero gitano a poeta en Nueva York, hay un mundo de versos decididos en lunas, gitanos y flamenco, de toreros como Ignacio, de apellido Sánchez Mejías, de Yerma y de Bernarda, Alba para más señas, y de bodas y de sangre, y de Rosita la soltera, y de la música de Falla, el arte de Margarita Xirgu y la voz de su bien querida Argentinita.
Quiso tanto que sufrió lo indecible, como reflejan algunos de sus más sentidos versos que derrochan dolor a raudales ante tanto amor insatisfecho. Cruzó el ancho océano para conocer ese mundo que le tenía intrigado, para allí descubrir sorprendido un maremágnum de máquinas, frío acero y negros esclavos, que destacó y cantó con ruda y noble dureza, hasta viajar más al sur, donde se habla su lengua, y allí fue testigo involuntario de cuanta adoración por él sentían y de cuanto amaban su delicada grandeza.
No morirá Federico, así pasen mil años, mientras nos acompañe su voz. La misma que nos ha sido negada a la posteridad, pero que quienes la oyeron, afirman que era grave y potente, desprovista de matices metálicos, ancha y líquida, bien timbrada, de sonora, abierta y contagiosa carcajada, la misma que gozaron y disfrutaron los afortunados que decían quedar atrapados cuando reía, cantaba y recitaba poesía, historias y leyendas, cuentos y textos clásicos y de su Andalucía.
Dotado de un poderoso magnetismo y de una memoria prodigiosa, derrochaba encanto y una espontánea y sincera alegría, que quienes bien le conocieron, afirman que era una capacidad natural, sin fingimiento alguno, que salía de lo más profundo de su corazón de músico, que fue su primera querencia, que amaba el piano, la guitarra y el flamenco de verdad, el auténtico, el canto primitivo andaluz, el cante jondo.
Y el duende de Federico que él poseía a raudales, ese don que se tiene o no se tiene, tan difícil de definir con palabras, pero del que él decía: “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar; no hay posible emoción sin la llegada del duende”.
Mataron a Federico / cuando la luz asomaba / el pelotón de verdugos / no osó mirarle la cara / todos cerraron los ojos / rezaron: ni Dios te salva /.  Versos de Antonio Machado, como tantos otros que le dedicaron poetas del mundo entero, como los de su generación, la del veintisiete, que hondamente le lloraron, como lo hicieron los gitanos, su Andalucía, su Granada, y como ochenta años después, le está llorando su España.

martes, 9 de agosto de 2016

NO PASARÁN

Esta expresión, es sin duda alguna una de las más celebradas, legendarias y míticas de la guerra civil española, atribuida a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, aunque existe documentación en el sentido de que su origen se remonta a la primera guerra mundial, donde un comandante del ejército francés, habría sido el primero en pronunciar tan celebrada frase en la batalla de Verdún, donde los combatientes franceses intentaban detener el avance del ejército alemán, algo que al final lograron, pese a las espantosas bajas causadas en ambos bandos.
En nuestra guerra civil, las calles de Madrid se llenaron de pancartas, escritos y pintadas con la frase citada, en un desesperado intento por insuflar ánimos a los combatientes republicanos de una ciudad asediada por el ejército rebelde, que acabaría tomando la capital de España, pese a la heroica resistencia de soldados y ciudadanos leales a la república, dejando el mal lugar tan atribulada cita, que quedó a partir de entonces como símbolo de la resistencia contra la opresión y la imposición por la vía de la fuerza.
Desde entonces, muchas batallas se han perdido y se han ganado en contiendas donde se exhibía este popular lema, con la esperanza, la determinación, y la firme decisión de impedir el avance de quienes intentaban de grado o de fuerza, someter a su voluntad a quienes ofrecían una resistencia que no siempre se ofrecía con la utilización de una violencia que a veces no estaba presente en los conflictos planteados.
Acontecimientos de todo tipo, rencillas de diverso cariz, y disgresiones diversas, han enfrentado con frecuencia a dos bandos, que manteniendo posiciones divergentes, han recurrido a este grito mítico y solidario, en aras de mantener y afirmar su posición frente a quienes pretendían, bien con la fuerza, bien mediante el empleo del argumentario más o menos razonable y razonado, consolidar sus posturas, afirmando que la razón y la lógica estaban de su parte, por lo que no darán su brazo a torcer mientras no se atiendan sus justas posiciones, a las que no han de renunciar por mucho que la otra parte insista en lograr sus propósitos, haciendo honor ambos a tan determinante, firme y decidido intento de no dejar paso al bando contrario.
En una de las abundantes tertulias y variados debates que asolan permanentemente el territorio nacional, uno de los tertulianos introdujo en su discurso, en este caso político, un sonoro “no pasarán”, que a estas alturas podría parecer un tanto anacrónico, pero que visto que lo que sigue, continúa vigente, por ser aplicable a situaciones que hoy en día nos ocupan con harta frecuencia.
¿A qué hacía mención con esta expresión el susodicho tertuliano?
¿Quizás al hecho de impedir el trepidante e imparable ascenso de los “neocomunistas” de Podemos?
¿A la derecha, que pretende volver a gobernar, y que con este gesto expresivo pretendía cortar el paso?
¿A la inversa, es decir, a la izquierda que en buena lógica, también pretende alcanzar el poder?
¿Se refería quizás a lo que los ciudadanos pensaban, hartos de unos ineficaces e ineptos políticos?
No iban por ahí los tiros. Se refería a la endiablada y pertinaz pretensión de los políticos independentistas catalanes, que han decidido desoír y desobedecer todas y cada una de las sentencias del Tribunal Constitucional, que ha fallado en contra de sus hasta ahora imparables pasos hacia adelante, decididos a llevar a cabo la ruptura con España, desconectando todas sus instituciones y creando unas nuevas propias que culminen dicha ruptura con la creación de un nuevo Estado y la declaración unilateral de la independencia catalana, que no solamente supondría una imposible vuelta atrás, sino unas nefastas consecuencias de todo orden, difíciles de predecir y precisar en estos momentos, pero que en todo caso serían traumáticas para todos.
A cada paso que dan los catalanes, y muchos han sido en los últimos años, el Estado responde a través del Constitucional con la oportuna y desestimante sentencia, que es recibida por los rupturistas con un claro mensaje de desobediencia, que es nuevamente contrarrestado por el Tribunal, al que nuevamente harán oídos sordos los independentistas, en un juego ridículo que no se sustancia de una forma taxativa y definitiva por parte de un Estado que parece tener miedo a actuar soberana y eficazmente, aplicando las leyes que la Constitución contempla, y dejar de jugar al ratón y al gato, en un juego que le desacredita y le debilita a partes iguales.
Si un día quizás no muy lejano en el tiempo, el Presidente de la Generalitat convoca a los ciudadanos catalanes, y comparece en el balcón rodeado de sus acólitos, no para lanzar una vez más las tan conocidas proclamas soberanistas, sino para proclamar una solemne declaración unilateral de independencia, que nadie se sorprenda ni se llame a engaño, pues todos lo sabíamos y nadie hizo nada.
Y a partir de entonces, ya no cabrían más recursos ni sentencias. El que avisa, no es traidor.

lunes, 1 de agosto de 2016

LA HUCHA SE AGOTA

Aquellas huchas de barro, guardaban nuestros magros ahorros que Íbamos atesorando celosamente día tras día, a lo largo de todo un año, a base de introducir en ella, y a través de la correspondiente y discreta ranura, las monedas que ocasionalmente lográbamos, bien en el cumpleaños, en alguna agradecida visita, en los festivos y luminosos domingos, navidades y en otras gozosas y felices ocasiones, cuando agitábamos alegre y sugerentemente el sonoro artefacto de basta y rústica cerámica, delante de quienes pensábamos, se dejarían influir por nuestra tierna, sugerente y solícita sonrisa infantil, que no solía verse defraudada.
Monedas de diez céntimos, llamadas perras gordas; de cincuenta céntimos, denominadas también de dos reales; de peseta, e incluso de cinco pesetas, también conocidas por duros, si éramos afortunados, se depositaban a través de la estrecha ranura, golpeando el fondo de la vasija de barro, también denominada alcancía, provocando en nuestros ingenuos y alegres rostros, una abierta y feliz sonrisa, que nos movía a agitarla enérgicamente, en señal de alegre y regocijante agradecimiento, hacia tan espléndido y generoso contribuyente, al que le quedábamos eternamente agradecido.
Predominaban las que poseían una forma cilíndrica, achatada por sus polos, y rematada por un sencillo adorno en su parte superior, a modo de minúsculo pináculo, que rivalizaban con las que tenían forma de cerdito, seguramente porque como ellos, estaban destinadas al sacrificio, que solía hacerse una vez al año, cuando con motivo, quizás de alguna fiesta o acontecimiento similar, se rompía la hucha, soltando su preciado y precioso contenido, para alegría y regocijo de quienes tenían la fortuna de celebrarlo.
Pero la hucha de la que aquí hablamos, no responde a ninguna de las que aquí citamos, ni tiene parangón posible con lo anteriormente relatado, salvo que, al fin y al cabo, se trata también de un fondo de reserva, pero en este caso, de la Seguridad Social, fondo que no debe tocarse salvo circunstancias muy excepcionales.
Y estas parecen haberse dado últimamente con excesiva y precipitada frecuencia, hasta el punto de que el gobierno ha echado mano de dicho fondo con nocturnidad y alevosía, con el objeto de pagar la última paga extra de los pensionistas, correspondiente a junio del presente año, con lo que el remanente que queda en esta singular hucha, cubriría la extra de diciembre, y las dos pagas extras del año 2017, momento en que la citada alcancía virtual, quedaría a cero, sin existencia alguna, lo que vislumbraría un oscuro futuro pleno de incertidumbre para los pensionistas que verían en peligro el cobro de sus pagas extra.
Llegados a este punto, nos vemos obligados a sacar a la luz un Fondo de pensiones ejemplar y sumamente efectivo que disfrutan en Noruega. Es el fondo de inversión más importante del mundo, propiedad del gobierno de Noruega y que cuenta en la actualidad con un patrimonio superior a los 400.000 millones de euros.
El fondo se creó en el año 1990 por el gobierno de Noruega con un objetivo bien claro: invertir todos los beneficios que el país obtenía de la extracción de petróleo (en Noruega la extracción de petróleo es controlada por grandes empresas cuya propiedad es el estado) en empresas de todo el mundo con el fin de poder mantener y pagar las futuras pensiones de sus ciudadanos.
El Fondo de Pensiones de Noruega, que invierte con criterios éticos, sociales y ambientales, participa en cerca de 700 compañías de todo el mundo, de las que unas 70 son españolas. La composición del fondo es ciertamente agresiva, el 60% de las inversiones del fondo son activos de renta variable (acciones de empresas), un 35% en renta fija (deuda soberana) y el 5% restante en bienes raíces (inmuebles). 
Noruega sólo toma cuatro por ciento de las ganancias del Fondo, mientras que enfoca su estrategia de país hacia la diversificación porque tienen algo muy claro en mente, “no tendremos por siempre petróleo”.
Un encomiable ejemplo para todos los países del mundo y para las sociedades más avanzadas, donde los pensionistas pugnan por asegurar su futuro, en ocasiones amenazado, como sucede en nuestro país. La Administración invita y recomienda con harta y pertinaz frecuencia a los ciudadanos, en el sentido de que suscriban planes de pensiones privados, para poder afrontar así con garantías un incierto futuro.
De nuevo, al cabo de tantos años, nos vemos en la necesidad de retomar aquella añorada hucha, a la que esperemos, no haya que recurrir con frecuencia.