Desde que el presidente del
Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, manifestara que la
ley de enjuiciamiento criminal está pensada para juzgar y castigar en su caso a
los roba gallinas y no al gran defraudador, muchas conciencias han sido
removidas, alarmadas, y no sin razón, por un sentimiento cada vez más
generalizado, de que la justicia no es, valga la redundancia justa y
equitativa.
Para dicho presidente, "si
la Justicia no funciona no hay regeneración democrática", por lo que ha
recordado la existencia del Pacto de la Justicia del 2001 y ha reclamado
consenso político para las reformas que
son necesarias para mejorarla.
Si a todo esto añadimos la
inveterada lentitud de la Administración de la Justicia en este País, un mal
endémico al que nadie parece querer dar una solución, la llamada a la ilustre
señora portadora de la balanza representativa de la igualdad ante la ley, no es
sino un romántico e inalcanzable sueño para la inmensa mayoría de los
ciudadanos de este País.
Pese a que la Constitución
reconoce que la justicia es un derecho de todos los ciudadanos en un plano de
igualdad, en la práctica esto no se lleva a cabo, pues no todos los que tienen
que bregar en estos lares, tienen la capacidad económica suficiente.
Algo absolutamente fundamental
y clave para soportar largos y tediosos pleitos, al no poderse permitir ser
asistidos por gabinetes de letrados con alta capacidad para poder llevar a cabo
tácticas y estrategias, dilatorias muchas veces, dirigidas a obtener unos
beneficios legales y jurídicos, que en última instancia pueden ser decisivos a
la hora de beneficiar a su defendido ante la correspondiente sentencia.
Hace bastantes años, se hizo
famosa la célebre frase del entonces alcalde de Jerez "la justicia es un
cachondeo”, que le costó una condena, que después fue anulada, aunque, más
adelante, este locuaz personaje, tuvo que asumir pena de cárcel, aunque por
motivos distintos al citado.
El susodicho alcalde, Pedro
Pacheco, tras conocer la decisión del juzgado de Instrucción número 2 de Jerez
de la Frontera de suspender el derribo del chalé de un conocido cantante,
declaró a los periodistas: "La gente dirá que la justicia es un cachondeo
y yo tengo que darles la razón".
Frase que se ha hecho famosa, y
ante la que la gente reacciona con un firme y decidido apoyo, lo cual es harto
preocupante en un Estado Social y de Derecho, dónde la Justicia es una de las
piedras angulares que deben sostener un edificio democrático que se precie de
serlo.
La alarma social, suele surgir
en la población sensibilizada antes determinadas sentencias, generalmente por
la levedad de las mismas, ante la insoportable e injusta discriminación que se
pone de manifiesto, cuando establecen comparaciones con los roba gallinas, que
en ocasiones son objeto de agravios comparativos, con los delincuentes de
guante blanco, y otros de regio y
aristocrático postín que todos conocemos.
A mí la justicia es un
auténtico y en ocasiones temido y temible grito de guerra, al que ciertamente
es preferible no tener necesidad de recurrir en circunstancias normales, salvo
que mucho nos vaya en ello, que sea de vital importancia, o que lo afrentemos
con una serena, relajada y absoluta seguridad, que nos aleje de las intrincadas
y a veces azarosas redes de ese patrimonio inmaterial de todos que no siempre
parece comportarse como tal, que es la justicia.