lunes, 27 de febrero de 2017

A MÍ LA JUSTICIA

Desde que el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, manifestara que la ley de enjuiciamiento criminal está pensada para juzgar y castigar en su caso a los roba gallinas y no al gran defraudador, muchas conciencias han sido removidas, alarmadas, y no sin razón, por un sentimiento cada vez más generalizado, de que la justicia no es, valga la redundancia justa y equitativa.
Para dicho presidente, "si la Justicia no funciona no hay regeneración democrática", por lo que ha recordado la existencia del Pacto de la Justicia del 2001 y ha reclamado consenso político  para las reformas que son necesarias para mejorarla.
Si a todo esto añadimos la inveterada lentitud de la Administración de la Justicia en este País, un mal endémico al que nadie parece querer dar una solución, la llamada a la ilustre señora portadora de la balanza representativa de la igualdad ante la ley, no es sino un romántico e inalcanzable sueño para la inmensa mayoría de los ciudadanos de este País.
Pese a que la Constitución reconoce que la justicia es un derecho de todos los ciudadanos en un plano de igualdad, en la práctica esto no se lleva a cabo, pues no todos los que tienen que bregar en estos lares, tienen la capacidad económica suficiente.
Algo absolutamente fundamental y clave para soportar largos y tediosos pleitos, al no poderse permitir ser asistidos por gabinetes de letrados con alta capacidad para poder llevar a cabo tácticas y estrategias, dilatorias muchas veces, dirigidas a obtener unos beneficios legales y jurídicos, que en última instancia pueden ser decisivos a la hora de beneficiar a su defendido ante la correspondiente sentencia.
Hace bastantes años, se hizo famosa la célebre frase del entonces alcalde de Jerez "la justicia es un cachondeo”, que le costó una condena, que después fue anulada, aunque, más adelante, este locuaz personaje, tuvo que asumir pena de cárcel, aunque por motivos distintos al citado.
El susodicho alcalde, Pedro Pacheco, tras conocer la decisión del juzgado de Instrucción número 2 de Jerez de la Frontera de suspender el derribo del chalé de un conocido cantante, declaró a los periodistas: "La gente dirá que la justicia es un cachondeo y yo tengo que darles la razón".
Frase que se ha hecho famosa, y ante la que la gente reacciona con un firme y decidido apoyo, lo cual es harto preocupante en un Estado Social y de Derecho, dónde la Justicia es una de las piedras angulares que deben sostener un edificio democrático que se precie de serlo.
La alarma social, suele surgir en la población sensibilizada antes determinadas sentencias, generalmente por la levedad de las mismas, ante la insoportable e injusta discriminación que se pone de manifiesto, cuando establecen comparaciones con los roba gallinas, que en ocasiones son objeto de agravios comparativos, con los delincuentes de guante blanco, y otros de regio  y aristocrático postín que todos conocemos.
A mí la justicia es un auténtico y en ocasiones temido y temible grito de guerra, al que ciertamente es preferible no tener necesidad de recurrir en circunstancias normales, salvo que mucho nos vaya en ello, que sea de vital importancia, o que lo afrentemos con una serena, relajada y absoluta seguridad, que nos aleje de las intrincadas y a veces azarosas redes de ese patrimonio inmaterial de todos que no siempre parece comportarse como tal, que es la justicia.

miércoles, 15 de febrero de 2017

EL ESPÍRITU DEL MAL

Friedrich Nietzsche, filósofo alemán nacido en el siglo XIX, escribió entro otros un libro que tituló el Anticristo, que es una crítica del cristianismo en su conjunto, y de conceptos modernos como el igualitarismo y la democracia, a los cuales ve como consecuencia persistente de los ideales cristianos.
El Anticristo aparece en cuatro escrituras del apóstol Juan, y es la teología cristiana, quien cumplirá con las profecías bíblicas concernientes a un antagonista de Cristo. El uso de la palabra anticristo sólo aparece en las cartas del apóstol Juan, donde por un lado hace referencia a la manifestación, prevista para el fin de los tiempos, de un adversario decisivo de Cristo.
A lo largo de la historia se designó también el uso de esta palabra a las personas que estaban en contra del cristianismo, por lo que el anticristo podría ser cualquier persona que estuviese en contra del Mesías y lo que él representa. Según esto, cabe entender, que a lo largo de la historia ha habido muchos Anticristos, que son aquellos que no conjugan con la doctrina de Cristo.
Nostradamus ya predijo el advenimiento de tres de ellos, describiéndolos como seres inhumanos desprovistos de todo sentimiento noble, que traerían una destrucción sin precedentes, con muchas muertes, mucha sangre, y mucho dolor y sufrimiento.
Uno de ellos es identificado como Napoleón Bonaparte. Otro sería Adolfo Hitler, el mismo a quien los fanáticos ultraconservadores de la Organización Nacional del Yunque en nuestros tiempos aún adoran como su máximo ídolo.
El tercero, es un Anticristo aún por venir, igualmente despiadado e inhumano como los dos que lo precedieron. Lo describe como un hombre de Medio Oriente, presumiblemente un musulmán, con un odio nato a las sociedades cristianas, el cual posee en sus manos la capacidad para desatar una guerra nuclear en contra de los Estados Unidos y Europa, y que llevará a cabo la destrucción de "la gran ciudad", identificada por varios estudiosos de Nostradamus como Nueva York.
Dado el hecho de que Nostradamus no siempre ha dado en el clavo, y que la interpretación de sus predicciones se somete al subjetivo juicio de cada lector de las mismas, cabe suponer que el tercer Anticristo, para cuya designación nos dejó las manos libres, es posible que no sea de Medio Oriente ni musulmán.
Es por ello que podría proceder de occidente, y así, cambiando los términos de esta última predicción, todo se invierta, y nos encontremos con el presidente Donald Trump, que parece reunir todas las características que se le deben exigir a un Anticristo, como dueño y señor del mal llevado a sus últimos extremos, amenazas a las que nos tiene acostumbrados desde antes de tomar posesión de su cargo.
Han sido tantos los improperios en contra de todo avance social, ya fuera en su país, ya fuera en el resto del mundo, tantas sus advertencias en contra de la distensión global, de la política de acogimiento de los cientos de miles de refugiados que en el mundo son, tantos sus desprecios hacia las minorías de todo orden,  que una vez en el poder y comprobado cómo se han visto materializadas todas ellas, no nos cabe la menor duda, de que este energúmeno de toscos modales y agresivo discurso, podría tratarse de ese tercer Anticristo.
El mismo que el inefable Nostradamus predijo que habría de sacudir las conciencias de los seres humanos de este mundo, aunque no proceda de dónde él avanzó, ni coincidan ninguna de las características que él adelantó, lo cual no es obstáculo ni óbice para desterrarlo de nuestras mentes como ese tercer y último espíritu del mal, azote de una Humanidad que no gana para sustos en este apenas iniciado siglo XXI.
La figura del Anticristo no es sino la personalización del mal. Nadie en su sano juicio, libre de oscuros fanatismos, debería creer en la materialización de esta figura, de esta imagen que contemplan las Escrituras y Nostradamus. Pero el mal existe, ya que es inherente a la raza humana. Y Trump es humano.

lunes, 6 de febrero de 2017

ESCLAVITUD LABORAL

Doce de la mañana de un domingo cualquiera del año. Juan, empleado de una empresa de servicios, recibe una llamada en su móvil de empresa. Observa la luminosa pantalla que zumba intermitentemente y comprueba que es su jefe inmediato quien le llama.
No es un día laborable, como tampoco lo fue ayer, sábado, día en que Luisa, funcionaria de una institución pública, es reclamada a altas horas de la tarde por el responsable de su departamento mediante una llamada llevada a cabo a través de uno de los servicios de mensajería instantánea.
Lo mismo le sucede a Andrés con harta frecuencia, que trabaja en una conocida multinacional. A cualquier hora del día o de la noche, sea  laborable o festivo, responde a la solicitud de su jefe. Esta vez lo hace a través de un correo que acaba de recibir en su móvil, y al que ha de responder de inmediato.
Son tres casos de los miles que todos los días del año se dan en el panorama laboral de este País. Los trabajadores afectados han de encontrarse permanentemente localizados y disponibles ante cualquier solicitud que se les pueda antojar a los mandos de la empresa en la que trabajan.
No pueden desatender ni ignorar estos reclamos de sus jefes, ante los que están obligados a estar permanentemente en activo, las veinticuatro horas de día. No pueden negarse, no pueden hacerse los sordos ni intentar alegar dudosas justificaciones que no les acarrearían más que problemas.
Son trabajadores, que según las estadísticas, son multitud y en progresión ascendente. Están atados por unos contratos que no siempre especifican con claridad y precisión las oportunas cláusulas que definen y determinan estos comportamientos, que no las citan expresamente, y que se redactan de tal forma, que se deduce implícitamente que el trabajador ha de mantenerse continuamente al servicio de la empresa.
En ocasiones, ni se dejan entrever estas circunstancias. La empresa sabe que el productor no se negará a responder a las demandas de su jefe. El miedo guarda la viña, y aunque generalmente no percibirá retribución extra alguna por los servicios prestados fuera del horario laboral, responderá a las exigencias y solicitudes presentadas y cumplirá con lo que se le pide, o más bien, con lo que se le exige.
Una importante multinacional alemana de fabricación de automóviles, tomó hace ya tiempo cartas en el asunto, ante la dimensión que estos comportamientos estaba alcanzando entre los jefes y los trabajadores de la misma. Prohibieron enviar correos electrónicos de trabajo fuera del horario laboral. Solamente podrían hacerlo treinta minutos antes y treinta después de la entrada y salida del trabajo.
En Francia, se ha llegado al punto de legislar al respecto, reconociendo el derecho de los trabajadores a desconectarse fuera del horario laboral, medida que entrará en vigor el uno de enero de mil novecientos diecisiete, y que garantiza el derecho de los asalariados al respeto de sus días de descanso y vacaciones, así como del horario laboral establecido.
Consecuencias de una legislación laboral, que en España permite estos comportamientos, y que somete a los deseos y necesidades de las empresas a unos trabajadores, que en cualquier caso, no responden a esta dedicación con la contraprestación económica que debieran recibir por trabajar al margen del horario laboral.

miércoles, 1 de febrero de 2017

EL VALOR DE LA AMISTAD

Nos pasamos la vida entera en pos de una agradecida y variopinta fortuna, confiando en un golpe de suerte de esa diosa que tanta felicidad y gozo terrenal suele aportar a quienes elige como destinatarios de su deseado y venturoso legado, siempre bienvenido, siempre portador de las buenas noticias que la buena estrella se encarga de llenar de contenido, con una esperanza de bienestar y seguridad que acompaña indefectiblemente a quien tiene la dicha y la satisfacción de lograrla.
Al mismo tiempo, perseguimos con auténtica y férrea decisión, que la salud nos respete, que las enfermedades huyan de nosotros y nuestro entorno, para de este modo mantenernos al margen de una de las causas más notables del deterioro humano, que indefectiblemente hemos de arrostrar, y que tienden a acortar nuestra existencia.
Por último, intentamos que el amor nos toque en suerte, de lleno, plena y certeramente, que las flechas de Cupido no nos sean esquivas, que nos alcancen plenamente, para de esta forma completar la terna archisabida de salud, dinero y amor, a la que todos aspiramos, y que se completa con un buen trabajo y  un entorno familiar feliz y estable.
Pero hay algo más en la vida de una persona con la que se completa y cierra el círculo de su existencia, algo tan humanamente necesario y agradecido como es el valor de una amistad profunda y sincera, mantenida y conservada con anhelo y dedicación a lo largo de muchos años, de toda una vida.
Pero sucede a veces, que una amistad vivida intensamente durante apenas unos pocos años, se ve interrumpida durante largo tiempo, demasiado, para retornar después de un involuntario e inexplicable silencio, como consecuencia de una separación física inevitable, puramente geográfica, que sin embargo pone de por medio todo un mundo, toda una insalvable distancia.
Es entonces, cuando el reencuentro se convierte en una auténtica fortuna más de la vida, al comprobar que los sentimientos de amistad no se han perdido, no han desaparecido, sino que continúan presentes, como si en lugar de cuatro décadas, hubieran pasado apenas cuatro días, cinco a lo sumo, los necesarios para deletrear la palabra amigo.
Algún poso debió quedar de aquella entrañable amistad, para retomarla de nuevo con tanta fluidez, con esa naturalidad y sana espontaneidad que regala la verdadera y sincera amistad vivida durante tan corto período de tiempo, apenas tres o cuatro cortos años, en un tiempo difícil, tiempo de hierro y ausencia de libertades, vividos con intensa y desbordante alegría, de cánticos, proclamas y desafíos libertarios.
Es por ello que al retomar de nuevo aquella venturosa amistad, la emoción embarga a quién tiene la alegría y la dicha de renovarla, de continuar con aquella experiencia detenida en el tiempo, mantenida en suspenso, en espera, como si fuera una prueba que el destino nos impone, como un desafío, como una palpable demostración de amistad verdadera.
La sorpresa invade agradablemente a quienes retoman de nuevo una amistad que creían cercenada por el paso de los años, comprobando que no ha sido así, que el tiempo no ha podido batir a los sentimientos de una verdadera amistad, donde los recuerdos querrían aflorar rápida y vertiginosamente, tratando de recuperar los años perdidos. No es necesario. El tiempo ahora nos pertenece, amigo.