Todo en esta vida suele ser relativo, ya que nada puede
valorarse, si no es con un patrón o valor establecido, a partir del cual
establecemos todas las demás estimaciones, valoraciones y cuantías varias, que
nos dan así una idea más aproximada y real del hecho que estamos analizando,
sin tergiversar por ello una realidad, que de otra forma, es decir, tomada de manera
absoluta, pervertiríamos y falsificaríamos unos datos que no responderían a la
verdad, incurriendo en falsedad y negando una realidad, que aunque evidente en
su esencia, se divulgaría una mentira, un fraude, en definitiva, un engaño a
todas luces visto, salvo por quienes sin analizar los hechos, asumen como verdad,
lo que no es sino una pertinaz falacia.
Esta ficción disfrazada de autenticidad engañosa, se utiliza
con demasiada frecuencia cuando de subvertir unos determinados hechos se trata,
llevándose a cabo con una espeluznante y atrevida naturalidad, que pasa desapercibida
para quienes asumen sin analizar ni discriminar cuánta información les llega, dando
por hecho, que cuanto les dicen y afirman, tiene la patente de corso de la
auténtica e indiscutible verdad, causando auténticos estragos en los ingenuos
receptores, que sin entrar en cuestión, ni poner en duda y cuarentena lo
escuchado, lo dan por bueno sin más, en una auténtica ceremonia de la confusión,
tan embaucadora como soez, dado el tamaño y la forma del perverso fraude.
Casos podríamos reflejar aquí, que ilustrasen semejante embuste
y adulteración de la realidad, aunque baste citar para ello, que en el terreno
de la política, la estadística, y la información en general, se dan la mayoría
de los casos que relevancia tienen en el orden social en el que todos estamos
instalados, y que continuamente nos bombardean, en función de los intereses de quienes
pretenden confundirnos con unos datos que toman en términos absolutos, en lugar
de relativizarlos, logrando así unos resultados más exactos, y por lo tanto más
ajustados a la verdad.
Einstein dejó sentado lo que para la ciencia hoy en día ya no
es una teoría, como aún se denomina su Teoría de la Relatividad, sino una aseveración,
una certeza “absoluta”, que la ciencia no pone en cuestión, y que afirma que el
tiempo y el espacio forman una unidad espacio temporal, en la que ni uno ni
otro son absolutos, sino que cada uno de nosotros tenemos una noción, una
medida personal del tiempo, y que puede variar en función de determinados
valores, pudiendo contraerse y dilatarse, tanto uno como otro, por lo que el
concepto “absoluto”, no tiene sentido en el universo.
Un ejemplo claro de la tergiversación de los hechos, al
tomarlos de una forma absoluta, es cuando se publican datos relativos a un
valor en concreto acerca de dos países, sin tener en cuenta su población, lo
que provoca que se tome por veraz, lo que en realidad no es sino una falsa conclusión,
al no tomar en cuenta de forma “relativa” dichos datos, lo que se conseguiría
con un simple cociente entre el valor del dato en cada caso, y la población del
susodicho país, lo que nos daría el porcentaje real y relativizado, obteniendo
así una idea real y exacta, de los hechos analizados.
En los momentos que vivimos, con una nueva normalidad preocupante,
dados los brotes que continuamente surgen a lo largo del País, muy bien
podríamos aplicar la tendencia que suele manifestarse al alterar los valores
reales de los contagios, comparados con los datos a nivel mundial, no ya en
cuanto a valores absolutos de las víctimas totales, que se sabe están
contabilizados a la baja, como se ha demostrado en recientes estudios, sino en
cuanto a los valores relativos comparados con el resto de países, ya que se
contabilizan de forma absoluta, sin tener en cuenta la población de los
diferentes países, lo que supone, que en caso de no tenerlo en cuenta - si los
tomamos de forma absoluta - nos darían unos resultados falseados, que no se
corresponderían con la realidad, ni con las matemáticas más elementales, ni,
sobre todo, con la verdad.