viernes, 24 de agosto de 2012

SEGREGACIÓN EN LAS AULAS

Este año de dos mil doce, se cumplen cien años del paso de Antonio Machado por la ciudad andaluza de Baeza como profesor de francés. Hace poco tiempo tuve la gran satisfacción y la honda alegría de visitar la hermosa y deliciosa aula donde Antonio Machado impartió sus clases y que se conserva tal como él la dejó hace ya un siglo, con todo el encanto que sigue manteniendo hoy día y que no ha perdido un ápice desde entonces, con la mesa del profesor y su brasero bajo ella, los pupitres, los mapas, y numerosos documentos escritos y firmados por el ilustre poeta durante los años que pasó allí, procedente de Soria, antes de ser destinado a Segovia, en cuyo instituto ejerció durante los siguientes años.
No puedo evitar rememorar la escuela del pueblecito Segoviano donde di mis primeros pasos académicos, pequeña, acogedora, luminosa, con la estufa en el centro y a ambos lados los pupitres de madera donde nos sentábamos de dos en dos y al fondo, delante de la pizarra, el maestro, con aspecto bonachón, un tanto cargado de años, con aspecto doliente y una media sonrisa como tratando de disimular el peso que parecía llevar encima, fruto de la soledad que entonces soportaban los maestros rurales, muchos de ellos en aldeas y pequeños pueblos, alejados de su tierra.
Pobres de solemnidad, pobres de pedir, apenas ganaban cuatro duros. Los vecinos del pueblo solían llevarles viandas de la matanza, como alguna morcilla, una vuelta de chorizo, una hogaza de pan. Respetados, queridos y considerados por alumnos y padres del pueblo, apenas era tenida en cuenta su labor por la oficialidad, que durante muchos años los ha tenido en muy baja estima a todos los niveles, para ir recuperando después, poco a poco, el reconocimiento de una labor, que hoy en día la sociedad aún no valora como debiera.
He ejercido durante casi toda mi vida de maestro. Comencé en tres pueblecitos de la provincia de Segovia, para pasar después a una gran ciudad. Mis recuerdos de aquellos primeros años en la escuelita rural son simplemente maravillosos e imborrables. El maestro con los niños, la maestra con las niñas. Querido y estimado por las buenas gentes del pueblo y profundamente respetado por los niños, no tenía ni idea de lo que me esperaba al llegar a la ciudad, donde puede experimentar un profundo cambio en todos los aspectos, que me hizo añorar los tiempos pasados en la escuela rural con niños que parecían de otro mundo y con unos padres respetuosos hasta la saciedad.
Esta introducción viene a cuento después de tener noticias de una información relativa a la formación separada por sexos, por la cual apuestan quienes consideran que el rendimiento académico de los alumnos es superior en estos casos. Efectivamente las estadísticas confirman este punto, con resultados que superan a los de los alumnos que llevan a cabo su formación sin discriminación de sexo.
Justifican estos resultados por el hecho de que los alumnos están más concentrados en su estudio debido a la ausencia de determinados intereses propios de la edad que los distraerían en su aprendizaje, logrando así estar más pendientes del estudio de las materias académicas que del natural interés por el otro sexo y de todas las posible conclusiones que de ello puede deducirse, al evitar todo tipo de distracción, lo cual redunda en unos mejores resultados y en una preparación más completa.
No pongo en duda este estudio que otorga unas calificaciones académicas por encima de las obtenidas en las aulas donde estudian y conviven alumnos de ambos sexos, pero considero que la escuela no sólo es formación y preparación de unas determinadas materias con vistas al futuro profesional, sino que ha de ser también escuela de vida, de convivencia, de conocimiento y respeto hacia el otro sexo con el que coexistirá el resto de su vida.
Recientemente puede ver un documental sobre la vida académica de los alumnos de secundaria en Corea del Sur, un país de los más avanzados del mundo, con una asombrosa tecnología y un alto nivel de vida. Los alumnos salen de su casa a primera hora de la mañana y retornan a ella a las diez de la noche. Apenas ven a sus padres y el ritmo diario es tan frenético que apenas tienen tiempo para comer.
Terminado el colegio continúan complementando su formación con otras actividades en academias y otros centros con el objeto de poder competir con el resto de jóvenes para conseguir una preparación lo más completa y sólida posible que les permita obtener una salida profesional lo más satisfactoria posible. El índice de suicidios entre los jóvenes que no pueden soportar tanta presión es tan alto, que el gobierno ha decidido dar marcha atrás en los planes de formación con el objeto de relajar una vida académica que se les hace insoportable a los jóvenes Coreanos.
Es por ello que si el objeto de la segregación académica es el de conseguir jóvenes con un alto grado de preparación, lo cual es perfectamente deseable, hágase sin que ello suponga un trauma para ellos, ni un sobreesfuerzo tal que no compense de ninguna manera el hecho de alejar un sexo del otro a la hora de su preparación para una vida que, en definitiva, han de llevarla a cabo en común, independientemente del grado de formación alcanzado.

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