lunes, 28 de marzo de 2016

AUGE Y CAÍDA DE PODEMOS

Pocas veces, si exceptuamos los años del comienzo de la transición y los inmediatos posteriores, un movimiento como el de Podemos, había despertado el interés, la esperanza y la ilusión de un importante sector de la ciudadanía de un País, harta hasta lo inimaginable de una clase política desprestigiada y vilipendiada por todos los sectores, desde la izquierda hasta la derecha pasando por el resto del arco político.
Un éxito sin paliativos que ha llevado a esta corriente política, de la nada hasta el infinito, en poco más de un año, lo cual constituye, sin lugar a dudas, toda una hazaña difícil de de comprender, y más aún, de digerir, no sólo para la población votante, sino incluso para ellos mismos, para los protagonistas de semejante hecho, que no parecían dar crédito de lo conseguido, hasta que las primeras contradicciones tuvieron lugar.
 Algo nuevo para ellos, los componentes de Podemos, más bien los dirigentes, que han vivido en un limbo de auto satisfacción y gloria ininterrumpida, desde sus comienzos, hasta el presente, en un subida continua y permanente, que parece ahora haberse detenido, justo cuando comienza su labor política en un parlamento, que trata de configurar un nuevo gobierno.
Los desacuerdos con el Psoe, algo que no pasaba por la mente de la mayoría de sus votantes, y que según las últimas estadísticas no están dispuestos a perdonar, está causando auténticos estragos en las filas de Podemos, dónde están surgiendo grietas entre sus dirigentes, hasta el extremo de haber comenzado la que parece ser una guerra interna, de difícil e incierta resolución, que nadie se atreve a pronosticar cómo acabará.
La dimisión forzada del hombre de confianza de Errejón, por parte de Pablo Iglesias, ha supuesto un auténtico mazazo en una formación que parecía una auténtica piña, unidos hasta la extenuación como parecían estar, más aún si observamos con detenimiento las imágenes de este partido cuando aparecen en público.
Lo hacen de tal forma, que uno de ellos, el primero del grupo, es la voz cantante, el que interviene, el que emite el correspondiente mensaje o comunicado supuestamente consensuado, mientras que el resto, los siete u ocho acompañantes, le siguen por los pasillos hasta llegar a la sala de prensa, dónde se colocan detrás del líder de turno, en un acto de mostrar y demostrar una unión y una solidez a toda prueba.
Pero no parecen haber durado mucho las teatrales intenciones de mostrar tanta imagen de cohesión, firmeza y estabilidad que les ha acompañado siempre. Algo se ha roto, se ha ido abajo, se ha desmadejado, dejando un rastro de dudas e incertidumbres, que nadie podía presuponer, al menos entre sus representantes de más alto nivel, que parecían dejar paso claro y franco a su líder más carismático.
Y ha sido él quién ha deshecho el encantamiento hasta ahora existente, enfrentándose con su compañero y  número dos, por esta destitución. Si a esto unimos el hecho de que las incendiarias y radicales intervenciones de Pablo Iglesias en el Congreso, no eran, según parece, excesivamente aplaudidas por Errejón, la disensión está servida.
El dogmatismo del líder de la formación, excesivamente enrocado y radicalizado en sí mismo y sin contar como se creía con la anuencia total y absoluta del resto, puede acarrear funestas consecuencias para Podemos, hasta ahora impensables, y que puede repercutir de múltiples formas, todas ellas no deseables para esta formación de tan poco recorrido, y que nadie podía presagiar.
Si a ello sumamos el hecho de que el distanciamiento del Psoe y el no llegar a acuerdos para formar gobierno ni tampoco facilitarlo, no goza de la simpatía de gran parte de su electorado, la conclusión es simple y llanamente harto pesimista para un grupo que se las prometía tan felices, y que ahora ve cómo en tan poco tiempo, las peleas internas comienzan a aflorar.
Pese a todo el potencial desplegado por Podemos en estos dos años, la imagen que ofrecen, indudablemente con un cierto tufillo populista, no se corresponde, ni en el fondo, ni en la forma, con un clásico partido político al uso, y aunque ello les ha dado un aire nuevo, y hasta agradecido, no cabe duda de que las ilusiones de cambio, dado su mensaje nuevo, fresco y rompedor, se están difuminando con el paso del tiempo.
Ojala no se rompan en pedazos, no se dividan y fragmenten, pues pese a todo continúan manteniendo abierta esa nueva ventana que aporta un aire nuevo y fresco, tan necesario en una atmósfera tan viciada como es la que respiramos.
Pero habrán de moderar su radical discurso, tendrán que suavizar su rígida posición respecto de ciertos temas que seguro divide a sus electores y que les pueden hacer perder parte de lo conseguido y ganado hasta ahora, que ha sido mucho, y en muy poco tiempo.
Sólo así, con unos planteamientos más elásticos y transigentes, dispuestos a negociar sin condiciones iniciales, podrán ellos y los que quieren llegar a acuerdos con Podemos, conseguir el necesario consenso para formar un gobierno que no debería hacerse esperar más.

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