Hace apenas cuatro años, los
seguidores del Real Madrid, consiguieron al fin ver satisfecha la consecución
de la tan apasionada, ferviente y ardorosamente deseada décima Copa de Europa,
que con tanto ahínco y denuedo se resistió durante demasiados años, a una
afición tan acostumbrada a los brillantes y continuos éxitos de un club que en
esta competición es, sin duda, el número uno de Europa.
Y hete aquí, que ahora, cuando
apenas han pasado esos pocos años, se encuentran celebrando la número doce, de
la ahora llamada Champions, algo impensable cuando tan eufóricos disfrutaban de
la mítica y legendaria Décima, con la que quedaron tan satisfechos después de
tan larga espera, hasta el punto de que podrían haber esperado algo más de lo
que lo han hecho, pues tan contentos estaban con esa cifra de diez campeonatos,
algo inalcanzable, y mucho menos ahora, para el resto de los competidores.
Aún mantiene mi memoria viva,
los mágicos años de aquellas ilusionantes y fantásticas cinco copas de Europa
consecutivas, que el Real Madrid encadenó una tras otra y que fueron la
admiración del mundo deportivo de entonces, que despertaban la envidia y el
asombro en todo un continente europeo.
En aquellas fechas, apenas se hablaba de
España, salvo para denunciar una penosa situación social y política, que con
una tímida apertura pretendía abrirse al resto del mundo, en un País donde una
férrea dictadura no permitía ningún tipo de libertades a unos ciudadanos que
vivían los éxitos del Madrid, como sutil bálsamo para combatir sus numerosas
desdichas.
Todavía me causa una ligera y
agradable sensación, escuchar el himno de Eurovisión que entonces se emitía
simultáneamente con el logotipo de este certamen, y que era la señal que precedía
a la conexión por televisión de una más de las finales de la Eurocopa que el
Madrid disputaba, y que aún hoy sigo asociando a esa sintonía, preludio de
aquel famoso "¿qué, el Real Madrid otra vez campeón de Europa?”
Son muchos los que no logran
entender este torrente de sensaciones que los seguidores de un equipo pueden
llegar a experimentar en estas particulares situaciones. El hecho es que estos
grandiosos eventos, como la última final de la Eurocopa, son vistos en todo el
mundo por centenares de millones de ciudadanos, que se agolpan ante el
televisor para vivir hora y media de una intensa y vibrante emoción, que
despierta pasiones que resultan difícil de comprender para tantos que no
sienten ningún interés por este u otros deportes de masas.
Pero la realidad de cada día,
conduce a pensar que la gente, que vive todo tipo de situaciones y
circunstancias agradables unas y adversas otras en su día a día, tiene todo el
derecho del mundo a disfrutar con sus mitos, que por otra parte casi todos, ya
sean de uno u otro origen o de una u otra esencia, solemos mantener en nuestro
ideario existencial, y que nos satisfacen en unas ocasiones y defraudan en
otras, pero que en cualquier caso pasan a formar de nuestra vida de forma
habitual y permanente.
Es por todo ello que estas
efusiones que tantas críticas procuran por parte de quienes no aceptan ni
entienden estas manifestaciones, carecen de un elemental sentido lógico y
humano, ya que no es necesario ser un enfervorizado seguidor de un determinado
deporte ni de un club concreto para seguir con cierta pasión estos
acontecimientos, que como en este caso, proclaman a un equipo de fútbol, como
el indiscutible Rey de Europa.
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