Admiro profundamente la capacidad de análisis de la gente, que observando la realidad que nos rodea, llegan a conclusiones plenas de una inteligente objetividad que me parece sumamente respetable, describiendo la situación política y social, de una manera brillante y absolutamente ejemplar y razonable, a la par que magníficamente resumida, y siempre con una absoluta convicción, fruto de una seguridad propia que surge de una bienintencionada necesidad de expresar una realidad que considera no debe ni puede callar, sino airearlo a los cuatro vientos.
Y es que una vez leí una descripción de la situación política actual, entre las innumerables que ocupan los medios de comunicación cada día, con la que comulgo plenamente, y que rezaba más o menos como sigue: “Tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos, sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo”.
Verdad absoluta y demencialmente real como la que estamos viviendo, con un gobierno que no destaca por gobernar para todos, sino para mantenerse en el poder a toda costa, no importa lo que haya que ceder ante quienes los mantienen en la poltrona a costa de un chantaje permanente ante el que saben van a conseguir lo que pidan, ya que a ello los tienen acostumbrados, tal es la increíble, deleznable y desmedida ambición de un presidente del ejecutivo, cuya soberbia y ausencia total de escrúpulos lo mantiene aferrado al poder de una manera que jamás habíamos contemplado en la historia democrática de esta país.
Con una absoluta incapacidad para mostrar un talante democrático, se obstina en afianzarse el poder de una manera obsesiva, que le ha llevado a cometer esperpentos como el del retiro monacal de cinco días, en una ceremonia de la confusión de tal magnitud, que en Europa lo calificaron de showman y aquí ni nos inmutamos, ya que sabíamos que era una farsa más de las que suele montar, que lo descalifica para un cargo, que dice, échense a temblar, piensa ocupar por muchos años más, con el apoyo incondicional e interesado de sus palmeros, léase ministros, ministras y ministres, si los hubiere.
Entre las que se encuentra la inolvidable sobreactuación de su viceministra primera, alias la hooligan del grupo, pidiéndole a gritos que no se fuera, que se quedara, que no dimitiera, cuando todos sabíamos que no iba a irse, que no era sino una patética demostración mas de su apego al poder, de su incalificable ambición que nos arrastra a todos, junto con su ineptitud y su arrogancia absoluta para mostrarse como un presidente digno y honorable, algo que no parece formar parte de su ética personal.
Incapaces de reconocer errores, de rectificar abusos como los que han cometido con el poder judicial, con una falta de respeto hacia sus representantes que les ha supuesto serias advertencias de Europa, con una desastrosa actuación en la catástrofe de Valencia, dónde debieron declarar de inmediato el estado de emergencia nacional, ante la magnitud de la tragedia humana y natural, enviando sin esperar, sin demora alguna, todos los recursos de todo tipo con los que cuenta el Estado.
Con todo esto y otros desvaríos e ineptitudes varias que podríamos citar, la humildad, la honestidad, y el reconocimiento de los errores cometidos debería ser la norma y no la excepción, ya que la huída de la responsabilidad y la descarga de la misma sobre los demás, suele ser su forma de afrontar unos hechos que le comprometen, evadiéndolos y cargándolos sobre otros, mientras los palmeros hacen encaje de bolillos para proteger y blindar a su jefe con el fin de que nada le salpique y comprometa cubriéndolo y encerrándolo en una burbuja inexpugnable, que su vez, los proteja a ellos, confirmando con ello la arrogante ineptitud de quiénes gobiernan este sufrido país.
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