Siempre
ha sido Cantalejo una importante villa, con título de ciudad, dignidad que le
otorgó Alfonso XIII en 1926, próspera y pujante como pocas, desde siempre,
desde que la conozco, hace ya muchos años, con una enorme capacidad de
iniciativa a la hora de abrir negocios de todo tipo, con un impulso constante
en el sector industrial y comercial, consiguiendo con ello sobresalir continuamente
entre los municipios de la provincia, colocándolo como uno de los más
importantes en cuanto a nivel económico y de bienestar se refiere.
Actividades
comerciales de todo tipo, de múltiples sectores han tenido su representación en
Cantalejo, desde la restauración, a todos los niveles, hasta el ocio, pasando
por servicios sanitarios y otros como talleres mecánicos y otros servicios
necesarios para el abastecimiento de una población, que al contrario que en otros
lugares, no se veía obligada a desplazarse a la capital para abastecerse de
productos y enseres diversos, que allí podía encontrar.
Estudié
en Cantalejo, dónde ya en los años sesenta había un colegio privado, me divertí
en su discoteca, consumí en sus numerosos bares, comí en sus restaurantes, compré
en su ferretería, en sus estancos, tiendas de deportes, de comestibles,
panaderías, farmacias, hasta un frontón, en el bar del mismo nombre, me vestí en
su sastrería, y, por supuesto, pude ver un montón de películas en su cine, algo
de lo que muy pocos pueblos de Segovia podían presumir, es decir, no faltaba de
nada, y hablo de hace unos decenios, así que me la imagino en la actualidad como
una ciudad envidiable.
Sus
fiestas eran espectaculares, cuando de disfrutar de trataba. Recuerdo que un
año popularizaron un lema que rezaba como sigue “Cantalejo, la ciudad de la
sonrisa y el progreso”, que realmente hacía honor a dicha leyenda, y que a
través de pegatinas y de otros recursos publicitarios similares, consiguieron dar
a conocer, sin duda de una forma alegre y jovial, una inteligente y amena
imagen de Cantalejo, sus fiestas y sus gentes.
Pero
este municipio es conocido sobre todo por una actividad que en tiempos
sobresalió de tal forma, que trascendió sus límites allende su término
municipal de una manera excepcional, extendiéndose al resto del país, la
fabricación de trillos y sus hacedores, los trilleros, que recorrían el país
suministrando y reparando esta herramienta, fundamental entonces, para la
esencial labor de trillar los cereales en la parva de la era, tirados por una
pareja o yunta de animales, con el objeto de extraer el valioso grano del
trigo, cebada, centeno y avena.
Y
así, a medida que iban extendiendo su peculiar y exclusiva actividad trillera,
fueron creando un lenguaje que sólo manejaban ellos, La Gacería, jerga que
utilizaba un léxico que mezclaba palabras de diversas fuentes lingüísticas,
como el francés, vasco, caló e incluso árabe. “Qué siertería garlear sin que aterven
los manes”, traducido “qué suerte hablar sin que te entiendan aquellos con los
que estás haciendo negocio”, lo que da una idea de cómo esta jerga o dialecto
que sólo ellos practicaban, les otorgaba una intimidad exclusiva a la hora de
entenderse entre ellos al margen de los demás.
Una
jerga que yo recuerdo haber oído en alguna ocasión cuando allí estudiaba, y
que, afortunadamente se sigue conservando como si de un auténtico tesoro se
tratara, que lo es, pero qué desafortunadamente apenas se practica, y mucho
menos se conoce en el resto del país, y que merece la pena conservarlo,
protegerlo y divulgarlo, como se merece todo bien cultural.
Yo, desde
aquí, y dadas las circunstancias lingüísticas que estamos viviendo en El
Congreso y en el Senado, propongo lo utilicen los señores diputados y senadores
que representan a Segovia, como homenaje a un valor cultural de nuestra provincia,
y lo hagan aunque solo sea a nivel testimonial, y como reconocimiento a Cantalejo
y sus ciudadanos, cuyos ancestros, los trilleros, fueron capaces de dar origen
y promulgar por el país, una lengua propia que los honra y enaltece, como sólo
se merecen los creadores de conocimiento.
Mis saludos y mi gratitud, hacia Cantalejo y
sus ciudadanos, lugar dónde pasé y disfruté mis mejores años de juventud, y mi
reconocimiento más sincero hacia aquellos trilleros que aportaron no sólo su
trabajo y su ingenio con los trillos, sino su creatividad con la aportación a
la cultura que supuso La Gacería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario