lunes, 2 de octubre de 2023

La Gacería al Congreso.

 

Siempre ha sido Cantalejo una importante villa, con título de ciudad, dignidad que le otorgó Alfonso XIII en 1926, próspera y pujante como pocas, desde siempre, desde que la conozco, hace ya muchos años, con una enorme capacidad de iniciativa a la hora de abrir negocios de todo tipo, con un impulso constante en el sector industrial y comercial, consiguiendo con ello sobresalir continuamente entre los municipios de la provincia, colocándolo como uno de los más importantes en cuanto a nivel económico y de bienestar se refiere.

Actividades comerciales de todo tipo, de múltiples sectores han tenido su representación en Cantalejo, desde la restauración, a todos los niveles, hasta el ocio, pasando por servicios sanitarios y otros como talleres mecánicos y otros servicios necesarios para el abastecimiento de una población, que al contrario que en otros lugares, no se veía obligada a desplazarse a la capital para abastecerse de productos y enseres diversos, que allí podía encontrar.

Estudié en Cantalejo, dónde ya en los años sesenta había un colegio privado, me divertí en su discoteca, consumí en sus numerosos bares, comí en sus restaurantes, compré en su ferretería, en sus estancos, tiendas de deportes, de comestibles, panaderías, farmacias, hasta un frontón, en el bar del mismo nombre, me vestí en su sastrería, y, por supuesto, pude ver un montón de películas en su cine, algo de lo que muy pocos pueblos de Segovia podían presumir, es decir, no faltaba de nada, y hablo de hace unos decenios, así que me la imagino en la actualidad como una ciudad envidiable.

Sus fiestas eran espectaculares, cuando de disfrutar de trataba. Recuerdo que un año popularizaron un lema que rezaba como sigue “Cantalejo, la ciudad de la sonrisa y el progreso”, que realmente hacía honor a dicha leyenda, y que a través de pegatinas y de otros recursos publicitarios similares, consiguieron dar a conocer, sin duda de una forma alegre y jovial, una inteligente y amena imagen de Cantalejo, sus fiestas y sus gentes.

Pero este municipio es conocido sobre todo por una actividad que en tiempos sobresalió de tal forma, que trascendió sus límites allende su término municipal de una manera excepcional, extendiéndose al resto del país, la fabricación de trillos y sus hacedores, los trilleros, que recorrían el país suministrando y reparando esta herramienta, fundamental entonces, para la esencial labor de trillar los cereales en la parva de la era, tirados por una pareja o yunta de animales, con el objeto de extraer el valioso grano del trigo, cebada, centeno y avena.

Y así, a medida que iban extendiendo su peculiar y exclusiva actividad trillera, fueron creando un lenguaje que sólo manejaban ellos, La Gacería, jerga que utilizaba un léxico que mezclaba palabras de diversas fuentes lingüísticas, como el francés, vasco, caló e incluso árabe. “Qué siertería garlear sin que aterven los manes”, traducido “qué suerte hablar sin que te entiendan aquellos con los que estás haciendo negocio”, lo que da una idea de cómo esta jerga o dialecto que sólo ellos practicaban, les otorgaba una intimidad exclusiva a la hora de entenderse entre ellos al margen de los demás.

Una jerga que yo recuerdo haber oído en alguna ocasión cuando allí estudiaba, y que, afortunadamente se sigue conservando como si de un auténtico tesoro se tratara, que lo es, pero qué desafortunadamente apenas se practica, y mucho menos se conoce en el resto del país, y que merece la pena conservarlo, protegerlo y divulgarlo, como se merece todo bien cultural.

Yo, desde aquí, y dadas las circunstancias lingüísticas que estamos viviendo en El Congreso y en el Senado, propongo lo utilicen los señores diputados y senadores que representan a Segovia, como homenaje a un valor cultural de nuestra provincia, y lo hagan aunque solo sea a nivel testimonial, y como reconocimiento a Cantalejo y sus ciudadanos, cuyos ancestros, los trilleros, fueron capaces de dar origen y promulgar por el país, una lengua propia que los honra y enaltece, como sólo se merecen los creadores de conocimiento.

 Mis saludos y mi gratitud, hacia Cantalejo y sus ciudadanos, lugar dónde pasé y disfruté mis mejores años de juventud, y mi reconocimiento más sincero hacia aquellos trilleros que aportaron no sólo su trabajo y su ingenio con los trillos, sino su creatividad con la aportación a la cultura que supuso La Gacería.

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