El cerebro tiene entre otras muchas y esenciales funciones,
la capacidad de almacenar recuerdos de nuestro pasado, de nuestro día a día, con
una capacidad inmensa de memorizar cuanto los sentidos son capaces de recoger
del exterior a través de sus múltiples sensores, así como de recoger y
almacenar emociones, pensamientos y sensaciones vividas o ensoñadas, que
constituyen el acervo vital de una persona, con una gigantesca y portentosa
capacidad de almacenamiento.
Ningún
superordenador actual, por potente que sea, ha sido capaz de igualar semejante volumen
de información, pese al gigantesco avance que la tecnología actual observa en este
aspecto, en un siglo XXI, que sigue contemplando con fascinación un órgano como
el cerebro, del que aún queda casi todo por descubrir y desentrañar, dados los
incontables secretos que sigue albergando, ante la mirada atónita, sorprendida
y profundamente admirada de la ciencia.
El cerebro tiene
una auténtica facultad contrastada para olvidar los recuerdos que no desea evocar, hasta el punto que posee una independencia absoluta para seleccionar
los que desea recordar, y los que quiere mantener ocultos en el olvido, en un
segundo plano, aquellos que no le interesa exponer a la luz, como forma de
mantener una integridad, de la que celosamente cuida y vigila escrupulosamente,
blindando su contenido para gozar así de una salud de superviviente que lo
convierte en una órgano autónomo, poderoso y prodigiosamente capaz de controlar
su portentosa actividad a todos los niveles.
Se ha
demostrado fehacientemente, que nuestro cerebro, a través de los recuerdos, no siempre
muestra fiel reflejo de lo que nos ocurrió en el pasado, ya que nuestras
vivencias y emociones almacenadas, se deforman y moldean continuamente,
habiéndose logrado aislar el mecanismo automático del olvido, que se encarga de
recordar lo que le conviene.
Existe una
indudable relación entre memoria y olvido que es incuestionable, dado que el olvido
y la memoria están íntimamente relacionados, por lo que olvidar, no es
negativo, sino, que de hecho, es necesario y beneficioso, ya que si pudiéramos
recordar cada minuto y cada detalle de nuestra existencia, sería insoportable y
no resultaría efectivo cuando en algún momento quisiéramos recuperar una determinada
información.
Es indudable
que nos preocupa olvidar cosas que consideramos importantes y que nos resultan
útiles para nuestra vida cotidiana, y a medida que envejecemos, el funcionamiento de este
vital órgano va variando y no tenemos exactamente las mismas capacidades que de
jóvenes, pero esto no supone que algo vaya mal, ya que no hay nada extraño en olvidar
ocasionalmente fechas concretas o cometer errores puntuales en actividades
rutinarias, algo que es frecuente que suceda, y que no debe preocupar, pues no
supone un obstáculo para el desarrollo normal de nuestras actividades
cotidianas.
Otra
situación muy diferente, es el del olvido voluntario y colectivo, el de la
desmemoria consciente aplicada a una situación concreta, cuyo recuerdo nos
desagrada y golpea duramente, como el de la dolorosa experiencia vivida durante
la pandemia que hemos sufrido, con un confinamiento que nos ha dejado desagradables
recuerdos, con cientos de muertes diarias durante una largo periodo de tiempo,
que han dejado una insoportable cifra de más de cien mil víctimas, y un espantoso
desastre económico, social y laboral, que nos ha dejado unas profundas huellas
difíciles de borrar, pero que nos empeñamos en olvidar a toda costa, evitando
el tema en conversaciones y en reuniones sociales, dónde nuestro cerebro parece
evitar tan dolorosos recuerdos.
Otro caso
similar en cuanto a la severa dureza de los recuerdos, pero de una naturaleza
muy distinta, es el de la desmemoria histórica llevada a cabo por este País,
acerca de la espantos guerra civil y sus terribles, violentas y sangrientas
secuelas posteriores a dicha contienda, que dejaron decenas de miles de
víctimas desaparecidas, enterradas en fosas comunes y en las cunetas de las
carreteras, fruto de una brutal venganza de los vencedores
Lo hicieron
de tal forma, que no tuvieron piedad alguna con los vencidos, con una crueldad
tal, que no dieron a sus familiares la oportunidad de enterrar a sus seres
queridos, algo que la sociedad reclama, pero que los políticos niegan,
pretendiendo un olvido social que jamás lograrán, porque la memoria, en este
caso, jamás permitirá semejante olvido colectivo, ya que en su memoria
permanecerá la sangrante maldad de estos hechos, así como en la mente de los
seres humanos de buena voluntad, que reniegan
de la inhumana y cruel desmemoria que ello supone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario