A punto de terminar este tórrido y abrasador verano como no
conocíamos desde tiempos inmemoriales, con temperaturas extremas en todo el
país y en gran parte del planeta, después de haber pasado una espantosa pandemia
como no conocíamos desde hacía cien años, después de una guerra en Europa que
aún no ha terminado, y que hace no tanto tiempo sufrimos por última vez en otra
zona de este sufrido y viejo continente lleno de achaques, al que parecen
pesarle en exceso los siglos que arrastra a sus doloridas espaldas.
Después de
otras miserias varias que afectan sobre todo a los países más pobres de este
inefable mundo, y, por supuesto, a sus desdichadas gentes que tienen la
desgracia de vivir y haber nacido en esas oprimidas zonas del planeta, las
perspectivas para la inminente y sucesiva estación anual que nos espera, y a
cuya puerta estamos, se nos presenta más que como una época oscura, llena de
malas noticias y plagada de peores presagios económicos, como una auténtica
amenaza.
La llegada
del otoño, esa estación que suele asociarse con la bajada de nivel anímico, la
tristeza, la melancolía, la añoranza, y otras emociones no precisamente positivas,
se nos presenta por parte de los poderes que nos gobiernan, como una época de
duros tiempos, que habremos de afrontar, aunque sin determinar exactamente ni expresar
taxativamente que va a acontecer, quizás para curarse en salud, para no cometer
más errores que los que ya acumulan, para dejar bien claro, que ya nos lo
habían advertido, en un gesto de hipocresía, que no debiera sorprendernos, pero
que sigue insultando a nuestra inteligencia.
Que consumamos
el mínimo en energía, que subamos la temperatura en verano y la bajemos en invierno, que nos abaniquemos en un
caso y nos arropemos en otro, que pese a la inflación desbocada, consumamos,
que no dejemos los supermercados vacíos, que compremos coches, que salgamos a
divertirnos, en resumen, que la economía no se puede estancar, que la dinamicemos
con los magros ingresos de tanta gente a la que apenas le llega el sueldo a fin
de mes.
En
definitiva, un despropósito que nos llena de incertidumbre ante un panorama
desolador, que no cesa día tras día, con unos medios de comunicación que no
paran de sobresaltar al personal, que bastante tiene con ir tirando de mala
manera, como para tener que soportar tanta inclemencia social, laboral y, sobre
todo, económica, a la que nos someten desde el alba al ocaso, como si de un mal
sueño se tratara, como si nos quisieran mantener permanentemente despiertos, en
aras de mantenerse ellos en su cómoda posición, a base de obligarnos a
prestarles una atención casi a tiempo completo, como si de un inmenso favor nos
hicieran, cuando en realidad se lo están haciendo a si mismos.
Y si el otoño se presenta poco halagüeño, a medida que avancemos hacia el general invierno, cortas se nos ha de quedar estas preocupaciones citadas, por lo que mejor será prepararnos para el inminente otoño, que es lo que nos toca más de cerca, lo que nos afecta de inmediato, con una relación de proximidad tal, que parece que lo estamos tocando con las manos, sin haber salido aún de este abrasador verano, que nos ha deparado un estío con instintos perversos, que nos ha hecho anhelar este otoño que con los brazos abiertos, nos espera con una perspectiva poco alentadora, que esperemos se suavice con el paso del tiempo.
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