Necesitados
estamos de ejemplos de vida que nos ilustren y guíen con sus modelos basados en
la honradez, la honestidad y la capacidad de ser consecuentes con lo que proclaman,
publican o difunden a través de los medios de comunicación, hoy sobre todo,
cuando tan fácil resulta llegar a la gente, sin necesidad de ser un personaje
público, aunque mucho más en este último caso, que es el que nos ocupa, por
razón de su difusión en las llamadas redes sociales, que tanta influencia tienen
en los destinatarios de su mensaje, ya sean políticos, representantes de las
diversas artes, o personajes y personajillos del mundo de la farándula.
Esta abundante fauna, suele copar estos
espacios mediáticos, contaminando las susodichas redes, con su vacuo y
ordinario proceder, que atrapa a quienes no suelen demandar excesivas exigencias
basadas en la cultura, el arte y el buen gusto en general, algo que no suele
abundar por esos lares, que pocos escrúpulos exhiben a la hora de difundir sus contenidos
basados en la más absoluta e inculta de las banalidades más excéntricas, carentes del menor interés ético y estético que
pudiera apreciarse en sus actividades públicas.
Se
caracterizan por una absoluta falta de preparación cultural y profesional, por
lo que su auditorio, que suele ser elevado, no se preocupa en exceso por ser
exigente en ese aspecto, predominando en ellos el lúdico y suficiente deseo de
satisfacer su curiosidad en temas mundanos acerca de personajes de todo tipo,
que suelen dar el juego suficiente con sus singulares y ajetreadas vidas, como para
obtener el necesario y buscado efecto de la morbosa intención transgresora que
reclaman sus adictos a las supercherías más vulgares acerca de las vidas de los
demás.
Desdichadamente,
no todos son personajes que van y vienen, sin un perfil determinado enraizados
en la vida sociopolítica del País, y que en nada lo representan a ningún efecto
científico, cultural o artístico, ya que entre ellos/as, sí pueden encontrarse
figuras relevantes que pueden insertarse en esa colección de personajes públicos,
que sin carecer de una formación sólida, y sin integrarse necesariamente en los
antes citados, no son ejemplo ni modelo de esa honestidad y esa honradez que citábamos
al comienzo.
Son por
ello responsables de las más severas críticas a la hora de juzgarlos, por la
representatividad e influencia que ostentan a nivel social, responsables por lo
tanto de los perniciosos efectos que llegan a tener sus proclamas, comportamientos
y actividades con frecuencia perversas, imbuídas
de soberbia, vanidad, falsedad, mentira, y una egolatría insoportable, que en
el caso de los políticos, llega a alcanzar metas de una altura considerable,
teniendo en cuenta que aspiran a representar a unos ciudadanos que asisten
perplejos a semejante espectáculo, que no refleja sino el ansia de poder a
cargo de quienes debieran dar ejemplo de la honestidad y la honradez más ejemplarizante.
Repasando
el historial de personajes públicos ejemplares, de todo orden y condición,
muchos son las/los que acuden prestos a mí mente, gentes que he admirado desde
siempre, que jamás dieron ocasión a nadie para dudar de ellos, y son muchos/as
que podría citar, tanto de tiempo presente como pasado, aunque mi memoria
selectiva en este aspecto, me conduce, invariablemente, aunque repito que podría citar multitud, a una persona
admirable por su vida, su historial profesional, su actividad siempre consecuente
con sus hechos, íntegro a carta cabal, querido por la gente y admirado por
todos, que nos ha legado un hermoso y valioso repertorio de canciones y vibrantes
himnos, que siempre se mueven en torno a
la libertad, la igualdad y la fraternidad humana.
José
Antonio Labordeta, escribió entre otras innumerables y hermosas canciones que
hablaban de las gentes, de su tierra, y de la naturaleza que tanto amaba, “somos”,
una bellísima muestra de su sencilla, sensible y honesta honradez que siempre
derrochó hasta el final de sus días, que le hacen acreedor a los calificativos
más dignos y humanos que puedan aplicarse a un personaje público que jamás
defraudó a nadie: “somos/como esos viejos árboles/batidos por el viento/que
azota desde el mar”.
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