Si vinieran los gitanos/harían con tu corazón/collares y anillos blancos. Así
canta Federico García Lorca, en su Romance de la Luna Luna, del Romancero
Gitano, en su Granada, a la misma Luna que contemplamos hoy, sin duda no tan
lúbrica y pura, con senos de duro estaño, aunque siga prestándonos hoy su
mágico brillo y su portentosa luz, pese a los agravios, ofensas y atropellos
que le dispensamos los humanos.
Durante
siglos, los poetas, músicos escritores y pintores, han sostenido un apasionado idilio
con la luna, a la que han cantado en sus rimas y partituras, en sus cuadros y escritos,
y en todas las manifestaciones artísticas posibles, con especial mención a los románticos,
que han mantenido siempre a la Luna como una perenne fuente de inspiración para
sus obras.
La
veneración que sienten los lobos por la Luna, ha originado una auténtica
leyenda acerca de éstos singulares animales, tan injustamente denostados por el
ser humano, cuando en las noches de luna llena parecen cantar a este luminoso
astro de los cielos, cuando dirigiéndose hacia él, aúllan y con un armonioso y
agudo canto, como si intentasen comunicarse con el satélite que, impasible,
parece escuchar con suma atención tan dedicada composición musical, como si de
una nana nocturna se tratara.
Durante
miles de millones de años, la Luna se ha mantenido intacta, virginalmente
respetada, hasta que los humanos, hace poco más de medio siglo, irrumpieran en
su límpida superficie para despertarla de tan largo sueño, con seis viajes
tripulados que sin permiso, hollaron su superficie una y otra vez, que desde
entonces, ha visto continuamente invadida por multitud de visitas de unos seres
terrestres que la han convertido, poco a poco, en un auténtico y espacial vertido
de chatarra a través de su, hasta entonces, intacta y limpia superficie lunar.
Y lo
han llevado a cabo con artefactos que han dejado abandonados en su retirada,
que han ido en aumento con la llegada de nuevos países, que han enviado todo
tipo de vehículos espaciales, que, sin retorno, allí han quedado para ensuciar
con su metálica chatarra, allí dónde alunizaban, sin respeto alguno hacia nuestro satélite.
Pero
lo peor está por llegar, en una loca y absurda carrera de las principales
potencias por explorar la Luna en busca de minerales y otros posibles recursos
que puedan suponer una nueva fuente de ingresos, para lo que no tienen
escrúpulo alguno a la hora de proyectar la construcción de bases humanas para
su explotación, con la construcción de carreteras y otras infraestructuras, que
cambiarían la faz de la Luna para siempre.
Uno
de los países interesados, China, ha confesado que piensa utilizar misiles
desde la órbita lunar para abrir túneles y remover terrenos rocosos, para la
construcción de pequeñas ciudades, dónde se alberguen los trabajadores de la
base desde la que operar, lo que constituye una auténtica y devastadora
desfachatez, cuyo alcance ahora ignoramos, pero que supondría el inicio de una
alocada carrera por la explotación de los recursos lunares, con consecuencias imprevisibles
en un futuro próximo para un sufrido planeta Tierra, que ve cómo su satélite, tampoco
se libra de la devastadora ambición humana.
Mentes
desenfrenadas, piensan que la Luna puede ser un destino futuro para una
humanidad que necesitara buscar un nuevo destino para los seres de este planeta,
como lo buscan también en otros astros de nuestro sistema solar, cuando sabemos
que ninguno de ellos ofrece condiciones para la vida, en lugar de mejorarlas en
esta hermosa Tierra, que nos hemos empeñado en hacerla inhabitable, y no
contentos con ello pretendemos invadir la Luna, después Marte y así seguiremos
jugando a convertirnos en dueños y señores del universo, cuando somos incapaces
de gestionar nuestro destino en el mejor de los mundos posibles que el ser
humano puede soñar.
Nuestro
hermoso planeta Tierra puso un día a nuestra disposición cuanto podíamos
necesitar, y consideró después que ya podíamos comenzar a disfrutar de él y a
utilizar sus inmensos recursos, utilizándolos sabia y racionalmente. Pero ahí
se equivocó, pues ignoraba nuestra naturaleza que nos conduce a la
autodestrucción, con una ambición sin freno, un consumo desmedido de los
recursos, y una absoluta incapacidad para vivir en una necesaria armonía que nuestra
estúpida vanidad no puede concebir.
Quizás
la Luna nos observe desde su privilegiada posición con una actitud condescendiente y
bondadosa, e intente recordarnos con su luminosos lenguaje, que nos
equivocamos, que vivamos en paz, y así la dejemos a ella en paz, que nuestro
destino seguro y definitivo está aquí, y no en las estrellas que nos observan
desde el principio de los tiempos, que leamos a Lorca y contemplemos en paz el
universo que tenemos la suerte de disfrutar: La Luna vino a la fragua/con su
polisón de nardos/el niño la mira mira/el niño la está mirando.
Con permiso de Lorca y obligados con Selene, diosa griega de la Luna, nos permitimos rimar: Huye Luna Luna Luna, que ya vienen los humanos.
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