La
ingenuidad de tanta gente con buena voluntad pero sin mucha capacidad para el
análisis racional, les hizo pensar que el irritante asunto que nos ha llevado
casi cuatro meses desde las elecciones del veintitrés de julio, iba a terminar
de otra forma distinta a como ha culminado, con un desenlace elemental, que no
ha deparada sorpresa alguna para quienes jamás contemplaron otro final que el
que ha acontecido, y que supone una cesión sin paliativos de quienes nos
representan hacia quienes no se sienten representados ni integrantes de un País
del que reniegan, sin contrapartida alguna más que para quienes con este
acuerdo logran lo que desde el principio perseguían: mantenerse en el poder.
Jamás
ha cabido en las mentes de quienes nunca han dudado de este previsible final,
que otro fuera posible, que hoy contemplásemos cómo la legalidad, la equidad, la
justicia, el respeto, y sobre todo el sentido común de los bienintencionados
ciudadanos que no contemplaban esta desafortunada situación, que saltando por
encima de las instituciones, y por ende, del Estado de Derecho, llegara a esta
detestable mascarada que rechaza la inmensa mayoría de la población.
Una
ciudadanía sin voz ni voto cuando de estos serios y trascendentes asuntos se
trata, sin posibilidad de mostrar un desacuerdo que se queda necesariamente en
charlas de escalera, barra y ascensor, a los que se recurre cuando de reunirlos
ante las urnas se trata para lograr unos objetivos políticos, ahora de índole
de ambición personal, y a quienes ahora se les niega el derecho a mostrar su opinión.
Algo
que posiblemente no concordara con las intenciones de quienes han conseguido
cuanto se proponían, a espaldas incluso de muchos integrantes de base de un
partido, que como tal, parece haber desaparecido en una transformación de
índole personal que parece haberlo sustituido, atribuyéndose todas sus
competencias sin que nadie se atreva a cuestionarlo para evitar estar ausente
en la foto de familia que tanto valoran quienes figurando en puestos de alta
responsabilidad apenas han mostrado su disconformidad, siempre en voz baja y en
un limitado número, pese a que es de
conocimiento público que no aprobaban lo que estaba pasando.
No obstante,
pese a las importantes cesiones que han tenido lugar, tanto políticas como
judiciales, sociales y económicas, sorprende que no hayan conseguido más
quienes las reclamaban, ya que el estado de desesperada ambición mostrada por el
jefe del ejecutivo y sus socios era de tal magnitud, que sólo se explica tal
contención por la otra parte, pensando en un futuro inmediato que se avecina agitado
y que, sin duda, habrá que seguir con suma atención.
Y es
que el acuerdo se extiende a toda la legislatura, no solamente a la
investidura, por lo que el futuro gobierno va a estar vigilado cada segundo de
cada uno de las sesiones a la hora de aprobar normas, resoluciones, proyectos y
leyes de todo tipo, que puede hacer saltar por los aires un acuerdo que pese a
su importante contenido, puede verse sometido a constantes vaivenes.
Pese
a esto, acuerdos como la amnistía y otros de índole económica, tendrán efectos
inmediatos, algo que nada ni nadie va a impedir, que cuentan con una frontal
oposición, incluso de figuras históricas del partido en el gobierno, y que ya
están acostumbrados, si no separados o expulsados, a mostrarles una absoluta
falta de respeto y un vergonzante desprecio, a todas luces indigno y rechazable.
La duda, en cualquier caso, y pese al título de estas líneas, no ofende, ya que quienes no supieron ver lo que finalmente ha sucedido, no pueden ofender a nadie, ni siquiera a los beneficiarios de ella, que no son otros que los autores de esta ignominia que saltando por encima de las instituciones y amparados en su imparable ambición, han conseguido sus objetivos a espaldas de la ciudadanía de un País, que sin la menor duda, y si fueran consultados, mostrarían su repulsa a la desbocada ambición de unos y a los injustos y rechazables privilegios de los otros.
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