En
apenas dos años, en dos mil veinticinco, un veintiséis de julio y en un
pueblecito Francés próximo a nuestra frontera, tristemente célebre para este
cruel país que le obligó a exilarse por sus ideas, de honroso y noble nombre,
Collioure, un poeta universal, nacido en Andalucía, un gigante de nuestra
literatura, republicano ilustre, sabio y bueno, Antonio Machado, un día azul y
soleado, como en su infancia, su inmortal espíritu sobrevolará Collioure,
anunciando al mundo que el ilustre e inmortal poeta, cumplirá ciento cincuenta años desde que
contempló la luz por primera vez en su Sevilla natal.
Injusto
País, desolada Andalucía, que sufrió la pérdida perversa e inhumana de dos de
sus más ilustres poetas, Machado en el exilio, dónde allí seguirá para siempre,
y Lorca, asesinado y ocultado vilmente a nuestros ojos, para que olvidásemos,
para que nadie pudiera honrar sus restos en una tumba entre los olivos, algo
que no lograrán jamás, porque son inmortales, y como tales, siempre permanecerán
en la memoria de los amantes de la verdad, la belleza y la libertad, que
cantaron en sus estrofas y en los versos que las articulan para construir los
poemas que generosamente nos legaron.
Desde
Soria hasta Segovia, pasando por Baeza, el honorable profesor impartió clases
de francés a sus afortunados alumnos, mientras componía y mostraba su simpatía
por la causa republicana, que defendió con pasión y valentía, haciendo honor a
su pensamiento dónde la libertad y las consecuencias sociales que de ello se
derivaban para los ciudadanos, merecían toda su consideración y su respeto,
algo que vertía en sus poemas siempre cercanos a las gentes, a los paisajes y a
los campos que habitaban, en un inacabable homenaje hacia las sensibilidades
más populares y sencillas.
No
descartaba su censura y crítica firme y a la vez amable de las más recias y
ancestrales costumbres que atenazaban la cultura popular, víctima de unos
estamentos nacionales y estatales, entre los que ocupaba un lugar primordial la
iglesia católica, que llenaba sus mentes de prejuicios y temores que mantenían
a los ciudadanos en un estado de permanente ignorancia y retraso cultural - la España de charanga y
pandereta, cerrado y sacristía, devoto de Frascuelo y de María – que ilustra a
la perfección su conocimiento del alma popular de las gentes a las que respeta
y en las que confía, cuando añade - ha de tener su mármol y su día, su
infalible mañana, y su poeta-.
Su
capacidad para desentrañar el sentir y la inteligencia popular, no conoce
límites, tenía un indudable don para describir la situación de las clases más
humildes, así cómo de las de más recio abolengo, rancias y distantes, a las que
censura su afán de alejarse del pueblo llano, y de enrocarse en sus privilegios
centenarios, lo que llevó a Machado a citar admirablemente certero – Castilla
miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora –
Poeta
y siempre observador de la realidad terrible que asolaba su País, sumido en la
pobreza y la incultura, se ve obligado a reflexionar sobre ello – esa España
que ora y embiste cuando se digna usar la cabeza - con un pensamiento duramente
crítico, que confiaba lograse cambiar costumbres y defectos que acuciaban a los
españoles – si cada español hablase de lo que entiende, habría un gran silencio
que podríamos aprovechar para el estudio-.
Leonor
y Guiomar, sus dos apasionados amores, tan distintos y distantes, tan capaces
de trastocar la apacible vida del poeta, ocuparon un corazón que supo del sufrimiento
en dos momentos y lugares diferentes de la tierra que cantó en Campos de Castilla
– reconoce y admite su llegada cuando escribe -recibí las flechas que me asignó
Cupido – en un gesto humilde y sincero de su condición humana, como cuando
afirmaba – hay en mis venas gotas de sangre jacobina – en alusión a su militancia política republicana que según
afirmaba – le había hecho pasar de ser un espectador, a ser un actor apasionado
-.
Estas convicciones, decía - le habían convertido en un miliciano más, con destino cultural, y el motivo había sido contemplar la invasión de mi patria – lo que honra y eleva aún más si cabe, a las máximas alturas de la calidad humana, a este insigne poeta, hombre bueno y digno a carta cabal, como Lorca, Miguel Hernández y tantos otros, irrepetibles y universalmente admirados por las gentes de los pueblos del mundo que aman la libertad, la paz y la belleza como derechos irrenunciables de todos los seres humanos.
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