La
insigne y emblemática ciudad de Venecia, recibe al año treinta millones de
turistas, alrededor de ochenta mil visitantes al día, una auténtica barbaridad,
que supone una catástrofe, que deterior el patrimonio artístico y cultural,
colapsa servicios, provoca desorbitadas aglomeraciones, colas interminables,
precios astronómicos y huidas de la población local, harta de una masificación
salvaje que no les permite vivir como solían, antes de este desastre humano y social,
que les ha supuesto este desenfrenado y
brutal turismo, que ha convertido la bella ciudad de Venecia, en un
espacio dedicado única y exclusivamente a una invasión descontrolada que llena
calles, plazas y canales, dónde la vida se ha vuelto insoportable, hasta el
punto que sus gobernantes han decidido cobrar un impuesto a todos los turistas
que no pernocten en la ciudad, como medida disuasiva.
Los
artesanos, se quejan con inmenso pesar asegurando que antes los turistas
entraban en sus talleres para admirar sus obras y trabajos artísticos, siempre
en reducido número, y con un gusto especial por el arte, mientras que ahora,
entran en tropel, en grupos, como elefante por cacharrería, con cámaras y
móviles dedicándose oor completo a fotografiar todo, sin mirar, ni admirar nada
de lo expuesto, con el único objeto de registrar cuanto ven, para certificar
que estuvieron en Venecia, ante sí mismos y ante quienes después tendrán que
soportar el inmenso torrente de fotos, cuya visión tendrán que aguantar estoicamente
los que tengan la desafortunada suerte de coincidir con los pedantes turistas
venecianos.
En
España, numerosas ciudades tanto las bañadas por el mar, como con un
considerable patrimonio monumental, están sufriendo en éstos últimos años un
considerable aumento del turismo que desborda todos los cálculos más optimistas
para una buena atención siempre deseable con el objeto de conciliar la vida de
los ciudadanos residentes, con la de los visitantes, algo que cada vez resulta
más complicado de llevar a cabo, de tal forma que lo que es positivo para las
infraestructuras turísticas, lo sea también para las gentes que viven desde
siempre en una ciudad asaltada por los turistas que lo invaden de una forma a veces traumática para la
ciudadanía, sobre todo en las ciudades más pequeñas, más acostumbradas a una
tranquilidad que ahora se les niega.
Entre
los motivos conocidos de esta masificación, cabe señalar el hecho conocido en el sentido de la bajada en los precios,
que determina un turismo más al alcance de una mayoría que antes no podía
viajar, los vuelos de bajo coste, con aviones y cruceros de mayor capacidad,
salarios más bajos en las empresas turísticas, nuevos mercados emisores como
China e India, dónde han surgido nuevas clases sociales que ahora pueden
viajar, nuevos hábitos de consumo, con una población cada día más numerosa que
desea disfrutar de los viajes, así como de la gastronomía, los hoteles y las
compras, son alguno de los motivos que están ocasionando este auge del turismo
masivo.
La
imponente imagen de un gigantesco crucero expulsando por sus rampas a miles de
enfervorizados turistas deseosos de llenar las calles de la ciudad, de
aeropuertos llenos a rebosar, de estaciones de trenes y autobuses con sus
vagones y asientos completos, nos obliga a intentar contrarrestar las
motivaciones antes relacionadas, así como las siempre difíciles decisiones a
tomar para evitar el colapso turístico, en un mundo cada día más globalizado,
donde los ciudadanos del mundo pueden conocerlo y disfrutar de los múltiples
alicientes que presentan las diversas culturas y civilizaciones que se ofrecen
ante sus ojos a través de los medios tecnológicos que los presentan con todos
sus atractivos, al tiempo que ofertan y gestionan la posibilidad de visitarlos,
sin moverse de su casa, facilitando todos los trámites necesarios, así como si
financiación si lo consideran oportuno.
Nada
que objetar al respecto, ya que la libertad de decisión de los ciudadanos del
planeta, determina y dirige estas circunstancias, que nadie puede impedir ni
limitar, salvo las medidas ocasionales que las ciudades que sufren esta
masificación decidan tomar para relajar los inconvenientes, que en cualquier
caso, siempre entrarían en conflicto con
la economía local, debido a los lógicos intereses de los diferentes sectores
que se benefician y se lucran del incremento del turismo, por lo que el
problema es complejo, y sólo el tiempo, y las posibles ideas y soluciones que
se puedan aportar para conciliar ambas circunstancias, contribuirían a aliviar
las tensiones que este turismo masivo está creando desde hace ya tiempo, y que
se recrudece con el paso del mismo, a la espera de una posible solución que se
antoja harto complicada y difícil de resolver.
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