Es
Cuéllar un precioso y próspero pueblo segoviano, situado en la ruta hacia
Valladolid, famoso por sus encierros, su castillo y en tiempos, que eran los
míos de juventud, por una sana actitud anárquica de sus jóvenes, que los
llevaba a pedir, y así lo proclamaban en las pancartas de una de sus peñas, el
grito de guerra que rezaba como sigue:
“Viva Cuéllar libre, queremos puerto de mar”.
Era una actitud simpática, alegre, jovial y llena del ímpetu, el buen humor y
la envidiable vitalidad que rebosaban
los jóvenes de entonces y que en tiempos llevó a contagiar a la capital,
Segovia, hasta el extremo de que llegó a haber un movimiento que preconizaba la
independencia de esta bellísima ciudad, dónde estudié unos años, y me gradué
como maestro de enseñanza primaria en la Normal de Magisterio, de esta
incomparable Segovia, que me honro en disfrutar siempre que puedo y que no dejo
de recomendar a quienes aman el arte más excelso y la gastronomía más, exigente
y suculenta. Quince años después, me permito retomar este tema que ya escribí
entonces, y que publicó nuestro estimado periódico El Adelantado, adaptándolo a
las circunstancias actuales, lamentando, en todo caso, siempre con un amigable
bien humor, que seguimos sin puerto de mar.
En
honor a nuestra Comunidad, y abriendo un breve inciso, me permito recordar los
movimientos comuneros de Castilla en el siglo XVI, Padilla, Maldonado y Juan
Bravo, éste último de Segovia, que se alzaron contra las pretensiones
absolutistas de la Monarquía y en defensa de las libertades municipales y que
fueron aplastados en la batalla de Villalar el 23 de abril de 1521, dando lugar
esta fecha a la fiesta de la comunidad de Castilla y León.
Comentaba hace casi cuatro lustros, cómo escuché en la radio a un político
catalán que intervenía en una tertulia, al que debieron de sacarle los colores
en diversas ocasiones cuando en un perfecto castellano se dirigía a ellos con
"ustedes los españoles", y éstos, sonriendo, ironizaban con preguntas
como qué opinaba sobre las intenciones independentistas del Valle de Arán, o
del Valle del Bierzo, o de cualquier otra Comunidad. La respuesta fue como
sigue: “si sus habitantes así lo determinan, así debería ser”. Es decir, Cuéllar,
Cataluña y Castilla y León, se constituirían, cada una de ellas, en una nación más
de la nación de naciones que era España.
En
este sentido nada ha cambiado, resultando tediosa e insoportable, la pertinaz
obsesión de ciertos políticos que con sus ansias nacionalistas consiguen
tensionar la vida de unos ciudadanos que en su inmensa mayoría viven al margen
de semejantes avatares. Son ellos y no los ciudadanos los que incitan a la
población a aventuras que suponen una insolidaridad manifiesta hacia el resto y
a una solución anacrónica a todas vistas y que no responde a una sociedad que
vive y se desarrolla en el siglo XXI.
Hoy,
muchos años después, y con la perspectiva del tiempo pasado, poco ha cambiado
en este aspecto, y sobra decir que ni Cuéllar ni Segovia, ni Castilla y León se han independizado del
resto del País, ya que ni lo queremos, ni lo necesitamos, no deseamos poner
puertas al campo somos demasiado inteligentes para ello, y estamos
absolutamente satisfechos, ya que en lugar de separar, preferimos unir y
compartir nuestra historia, nuestro pasado, nuestro inigualable patrimonio
histórico-cultural, y cómo no, nuestra
magnífica y envidiable gastronomía.
Por
supuesto, invitamos a disfrutar de nuestro castellano, lengua común que une y comunica
a las gentes en lugar de separarlas en un absurdo babel que incomunica y
distancia a las gentes, y en cuanto a Cuéllar y su puerto de mar, aún no se ha
logrado, pero con aquella pancarta se abrió una reivindicación en la que
persistimos inasequibles al desaliento, ya que los segovianos en general, y los
de Cuéllar en particular, somos muy tozudos, y seguiremos en ello, ya que el
buen sentido del humor no nos falta, y las ganas de vivir, y la siempre bienvenida, amigable e ilusionada
esperanza, nos aconseja que persistamos en dicho empeño.
Es
por ello, que hemos decidido que ahí estaremos, firmes y decididos hasta lograr
un objetivo para el que no se ha fijado fecha alguna, sino una constante y
delirante ilusión, que nos mantenga alegres y vitales, pese a los agoreros que lo
consideran una utopía, un desvarío, una desmedida aventura, una fantasía
irrealizable, porque carecen de algo tan indispensable en esta vida como es la capacidad
para imaginar, para soñar, para disfrutar cada día.
Además,
estas ensoñaciones, ni tensionan ni molestan ni irritan a nadie, por lo que
invitamos a esos políticos trasnochados que preconizan lo que no son sino
intereses individualistas alejados de la realidad de las gentes a las que dicen
representar, que se preocupen y ocupen de los verdaderos problemas a los que
los ciudadanos se enfrentan cada día, que en el caso de Cuéllar, se reduce a
disfrutar de un puerto de mar, que al fin y al cabo, se mire por donde se mire,
tampoco es para tanto, y es que, según aquella célebre frase, castillos más
grandes han caído, por lo que persistiremos en el empeño sin desfallecer en el
intento.
Quién
suscribe estas líneas, pide a los ilustres ciudadanos de Cuéllar, con todo el
respeto del mundo, mil disculpas, si se sienten molestos por lo que aquí se
aventura. Nada más lejos de mi intención. No es una frivolidad, ni una
desconsideración. Parto de una pancarta de una peña, cuyo texto ya entonces me
resultó genial, y que ahora, no sólo no pongo en cuestión, sino que reivindico
nuevamente, en aras de un sentido del humor y de una capacidad de iniciativa, a
los que jamás hemos de renunciar.
Ahora lo recuerdo con una especial simpatía, y
aunque soy segoviano, no nací en Cuéllar, de cuya ciudadanía, con perdón, me he
apropiado. El humor y la imaginación, no deberían tener límites, ya que nos
mantienen alegremente vivos, e ilusionadamente esperanzados, que no es poco en los tiempos
que corren. Con el mayor de mis respetos, gracias a todos.
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