Navegando
en el insondable mar que conocemos por Internet, intenté llegar a los orígenes
de mi abuelo paterno, Mateo - que no llegué a conocer - que allá por el primer
cuarto del siglo pasado fue secretario de administración local – Cuerpo de
secretarios interventores y depositarios – del segoviano pueblo de Duruelo, en
las estribaciones de Somosierra, y cual no sería mi sorpresa, al encontrar la
información que buscaba, así como la fecha de su nombramiento .
Descubrí
que hace la increíble cifra de noventa y
nueve años, en mil novecientos veinticinco, fue nombrado secretario de Duruelo,
su pueblo y el mío, así como otros datos acerca de su hijo, mi padre Marcelino,
que también, años después sería secretario del pueblo, y de otros en la
provincia de Segovia, tal como relataré más adelante, calificando estos
hallazgos de históricos, que me han impresionado hondamente, documentos
originales, escaneados, difícilmente legibles, pero perfectamente
comprensibles, con un indudable valor sentimental, documentos que guardaré como
oro en paño, pues tienen para mí una indudable y memorable componente emocional.
Leo
con inaudito asombro el nombramiento de mi abuelo Mateo Casla Yagüe, en el
número 346, de La Gaceta de Madrid del año 1925,, en la sección de Gobernación,
como secretario del ayuntamiento de Duruelo, Segovia, el 12 de diciembre de
1925, es decir, hace casi cien años, lo que considero representa un auténtico
hito en la búsqueda y hallazgo de un dato, que sin constituir un evento de
relevancia nacional, sino simplemente local, resulta como mínimo sorprendente
en general y de un grato y emocionado recuerdo en particular para mí al
encontrar datos profesionales sobre un abuelo que no conocí.
No
contento con este hallazgo, busqué datos sobre mi padre, su hijo, y los hallé
al encontrarlos en el número 74 del Boletín Oficial de Santander del 21 de
junio de 1943, en el que se cita a Marcelino Casla del Val, entre otros, como “aspirante
a ingreso en el escalafón de secretarios de administración local de tercera
categoría admitidos a la práctica de los cursos que previene la ley de 14 de
octubre de 1942”, curso que superó – recuerdo una orla que teníamos en el salón
de la casa de Duruelo, con la foto de todos los asistentes al curso – y que le
dio derecho a ejercer las funciones de secretario de administración local, algo
que llevó a efecto por primera vez cuando tras la jubilación de su padre, fue
nombrado secretario de Duruelo, y con posterioridad en otros pueblos de la
provincia, en un admirable caso de
dedicación profesional que siempre he admirado
Todo ello en un increíble ejemplo de una
laboriosa y ejemplar labor administrativa, contable y fedataria, que le honran,
así como a todos los secretarios de administración local de entonces y de ahora
de los pequeños pueblos en toda España, a los que desde aquí, rindo un sincero
homenaje, como a mi padre que llegó a ejercer sus funciones de secretario en
varios pueblos simultáneamente, en una condiciones a veces realmente
inconcebibles hoy en día, que siempre me han causado asombro y admiración, y
que a continuación paso a relatar, porque considero que merece la pena, a la
par que suponen un ejemplo de esfuerzo y dedicación admirables.
A la
par que gestionaba el ayuntamiento de Duruelo, simultáneamente llevaba también
el de Sotillo y Santa Marta del Cerro, dos pueblecitos pequeños muy cerca de Duruelo,
a los que se desplazaba a pie en algunos casos y en otros, dependiendo del
tiempo, en una hermosa yegua que teníamos en casa. Así estuvo varios años hasta
que llevó otros pueblos, sin dejar Duruelo, como, La Velilla y Valleruela de
Pedraza. Recuerdo que nos contaba cómo para desplazarse a estos pueblos, ya un
poco más distantes de Duruelo, a los que iba con una determinada frecuencia
para gestionar los ayuntamientos, lo hacía a lomos de la yegua como medio de
transporte.
Las
nevadas en esta parte de la meseta, eran frecuentes y copiosas, hasta el punto de
que en alguna ocasión, nos decía, la nieve llegaba al abdomen del pobre animal,
que apenas podía avanzar debido al enorme espesor de la nieve, que ponía en
peligro tanto a mi padre como al esforzado y noble animal. No faltaban las numerosas
anécdotas que mi padre nos relataba, como cuando en uno de éstos pueblos, al
mostrar las cuentas a la corporación municipal, mi padre desglosando todos los
ingresos y gastos, se vio sorprendido cuando según nos contaba, le dijeron que
el dinero que tenía el pueblo era lo que había en la bolsa, que el secretario
era un jovencito que no sabía de estas cosas. Pasaban por encima de todos los
conceptos contables, tanto de ingresos como de gastos, con los que ellos no ,
hasta que logró convencerlos, que había otros muchos conceptos que
incrementaban y minoraban el contenido de la susodicba bolsa.
Tengo
documentado, pues así lo encontré en Internet que en el año 1963 pidió el
traslado, que le concedieron, a Muñoveros, pueblo bastante más grande que los
anteriores, y en 1972, a Hontalbilla, dónde se jubiló, y acabó su densa e increíble
carrera profesional, comenzó en Duruelo treinta años atrás, dónde, por
increíble que parezca, labraron - junto con mi madre María - las tierras de
labor que poseían, segando, trillando y acarreando con las dos vacas y el
carro, que recuerdo tenían, así como la esforzada yegua que trasladó a mi padre
por los caminos, a veces embarrados, a
veces nevados, con destino a la secretaría de los citados pueblos segovianos de
nuestra singular y querida Castilla.
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