Al
menos desde hace varias décadas no se tenía constancia de una situación tan
tensa como la actual, con una crispación
que se respira y se palpa en la calle como consecuencia de una polarización
política que cala en la gente y causa desasosiego y discusiones entre grupos y
sectores que siempre han convivido amigablemente y que ahora discuten y se
enfrentan separados por una barrera que los separa y discrimina, por hechos
ajenos a su voluntad, que no han originado, pero que les afectan y motivan
hasta el punto de mantener dos posiciones irreconciliables que los llevan a
posicionarse en dos extremos de difícil y convulsa posibilidad de llegar a
acuerdos que dejen atrás unas hostilidades que nunca son deseables.
No se
ha roto nada como los agoreros de siempre pretenden imponer, por aquello de
cuanto peor mejor, no se ha alterado la
convivencia, ni la crispación ha alcanzado niveles preocupantes que hagan
peligrar una paz social, que en cualquier caso ni es tan fácil destruir, ni lo
es deseable por nadie que posea un mínimo de sensatez, y, por supuesto, de una
buena voluntad que anule los perversos intentos de alterar una situación que entre
todos debemos y podemos controlar, con un sano y deseable ejercicio de racionalidad,
lógica y entendimiento que siempre está a nuestro alcance
Pero
es innegable que la tensión está ahí, que se ha creado una situación incómoda e
innecesaria de la que la ciudadanía no es ni culpable ni ajena, pero que la
sufre sin duda, y la soporta a su pesar, porque la vive cada día a través de
unos medios de comunicación que nos asedian cada día a través de tertulias,
debates e informativos varios que centran su contenido, queramos o no, en un continuo
y persistente informe acerca de la situación política actual, tan insistente y
machacona, que logra alterar la paz de unos ciudadanos que no quisieran dar crédito
a lo que ven y escuchan a su pesar.
Un
teatro de operaciones que nos sitúa siempre, y desde hace ya varios meses, en
la dependencia del gobierno de sus apoyos parlamentarios, con los que mantiene
unas obligadas negociaciones permanentes que no parecen tener fin, basadas en
una auténtica e inacabable guerra política, en absoluto transparente, que debiera
conducir a una estabilidad del gobierno que mientras tanto se mantiene en una
continua y delicada fragilidad que le obliga a ceder hasta extremos cada vez más
inauditos, que no sabemos dónde tienen su fin, dada la sinuosa y perversa
trayectoria seguida hasta ahora.
Después
de numerosas y amplias cesiones, los acreedores han depositado su exigencia,
hasta ahora fundamental, en una solución radical como es la amnistía, con la
que saltándose la vía judicial, algo siempre inaudito por excesivo y
excepcionalmente al margen de una justicia que a todos nos debería acoger por
igual, pretenden lavar todas sus culpas y transgresiones habidas, consiguiendo
con ello un olvido total de sus fechorías, incluyendo los posibles delitos de
terrorismo, que el gobierno ahora trata de frenar, intentando desacreditar a
los jueces por un lado y por otro minimizar la calificación de los mismos,
pretendiendo que son terrorismo light, de segunda categoría, de baja
intensidad, que existe un terrorismo bueno y uno malo, en un patético esfuerzo
por desactivar esa vía que les podría complicar su aprobación ante Europa, y,
sobre todo, ante el Tribunal Constitucional de nuestro País.
Pero
con todo, lo más indignante de este bochornoso
y maligno planteamiento, es el hecho de que se trata de una “autoamnistía”, una
amnistía a la carta, ya que los beneficiarios de la misma intervienen en su
redacción y aprobación, con lo que la maldad más absoluta, queda materializada
en esta ley, a la que, y con perdón, no se puede beneficiar un pobre
robagallinas, pero sí estos siniestros personajes a los que tantos desvelos
está dedicando este gobierno, cediendo continuamente ante sus exigencias, como
en el caso de la consideración de acto terrorista: ni la tenencia, ni la
colaboración, entre otros, pueden considerarse delito, y basta con una
declaración de no intencionalidad para que desaparezca dicha figura, que ha
dejado satisfechos a unos y otros en un acuerdo vergonzoso y vergonzante que
está empezando a levantar ampollas en los socialistas.
Leo
en la prensa uno de los pocos intentos de los barones del partido del gobierno
en el poder, a la sazón el presidente de Castilla La Mancha, García Page, por
alzar la voz ante tantos desmanes, y que se ha hecho acreedor a ser casi el único
crítico, afirmando que el partido en el
gobierno se ha situado en el extrarradio de la Constitución. El gobierno y el
Psoe, se han revuelto contra él, en unos términos que causan rubor, indignación
y vergüenza ajena a partes iguales.
Nada nuevo y no por ello menos patético y
desalentador, para quienes aún creen que este País navega por la senda de una
democracia justa, equitativa y alejada de una absurda y delirante deriva
autoritaria que nos ofende, separa y enfrenta, y que van contemplando cómo día
a día, se alejan de tan lógico ilusionante y deseado objetivo.
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