Recupero
esta expresión, mil veces utilizada, añorada incluso, desde siempre, pero un
tanto olvidada en estos últimos tiempos tan denostados para el lenguaje, que
está siendo maltratado de demasiadas formas, desde demasiadas instancias, con
atrevimientos inmisericordes sin capacidad, competencia ni autoridad alguna, con
una ignorancia que llega a la cursilería ñoña y despectiva en ocasiones, y
siempre al esperpento más atrevido.
Sin
relación directa con el sistema
institucional que regula la conducta externa de las personas, aunque vinculada
a ella, se utiliza cuando alguien quiere expresar su contrariedad ante un hecho
o acción determinada, por su injusticia manifiesta o su rechazo frontal, que
equivale en definitiva a mostrar su oposición, su discrepancia, su desacuerdo
en definitiva ante unos determinados hechos, y suele expresarse con
contundencia y un énfasis especial para que conste que la apreciación es una
queja manifiesta, por lo que al pasarlo al papel, se inscribe dentro de unos
signos de exclamación, que no dejan lugar a duda sobre su intencionalidad.
Hoy
más que nunca, esta expresión cobra todo su valor, en un momento en que están
teniendo lugar unos hechos manifiestamente discordantes con la apreciación de
una mayoría silenciosa que tiene razones más que suficientes para exclamar ¡no
hay derecho! a lo que está pasando, con un personaje que enredado en su
megalomanía, y enfangándose cada vez más en un vano intento por justificar su
ególatra comportamiento, trata de hacernos comulgar con ruedas de molino, ante
un hecho constatable, que no tiene más objetivo que el de eternizarse en el
poder.
No
hay derecho a soportar a quien sin escrúpulos de ningún tipo se ha saltado
demasiadas buenas costumbres, utilizando como moneda de cambio lo que sea
menester, siempre para continuar en el poder, poniendo en venta su acceso al
mismo, negociando para tal fin con prófugos de la justicia, perdonando para
ello a quienes en su dia se levantaron contra la legalidad constitucional,
saltándose de paso al poder judicial que a todos nos debería acoger por igual.
Todo ello con una serie de cesiones y
prebendas de todo tipo que rompen la
necesaria igualdad entre instancias institucionales, con un único objetivo, por
todos conocido, salvo por quienes no tienen otra motivación que la conquista de
la ansiada poltrona, y por quienes los apoyan cerrando los ojos para no admitir
lo evidente, en contra incluso de una importante mayoría de la población que
asiste a este denigrante espectáculo, en medio de los problemas que le acucian,
con una mezcla de incredulidad y asombro, que cada día surge con más fuerza en
las conversaciones cotidianas de barra, pasillo y ascensor.
No
hay derecho a soportar continuamente a quienes mienten más que hablan, pretendiendo
que no es así, que se trata de un cambio de opinión de una rectificación, en un
alarde de una total falta de respeto hacia los ciudadanos, a quienes se
pretende tomar el pelo, a los que no se toma en serio, a los que no se considera
como seres pensantes que tienen formada una opinión sobre el tema, que
discriminan, que separan claramente entre lo que afirman y lo que ellos
perciben y conciben en consecuencia, que por otra parte, está meridianamente
claro, por lo que por mucho que lo intenten, no engañan a nadie.
No
hay derecho a que este señor, a la sazón presidente del gobierno, se haya
adueñado de un partido político, el suyo, al que ha transformado hasta dejarlo
irreconocible, convirtiéndolo en una imagen de sí mismo, manejándolo y
adueñándose de él, de tal forma, que lo ha convertido en una ficción de un
partido con mas de cien años de antigüedad, con una trayectoria intachable, que
ahora, integrantes del PSOE, se permiten el lujo de descalificar, ningunear y
despreciar a antiguos militantes que ocuparon importantes cargos en tiempos que
mejores fueron que los presentes.
No
hay derecho a que con harta frecuencia, el presidente del país meta la pata con
declaraciones a nivel internacional con las que consigue enfrentamientos
innecesarios que nos complican la vida, como cuando habla sobre la delicada y
espantosa situación que sufren en Palestina, mientras se olvida del triste y penoso
estado en el que se encuentran los
Saharauis, a los que abandonó en brazos de Marruecos, lo que constituye una
falta total de tacto político, mientras se empeña en tratar de demostrar lo
contrario.
No hay derecho a todo lo expuesto, según mi opinión, y de tantos que no lo pueden expresar públicamente, pero que piensan lo mismo. En su nombre y en el mío, manifestamos alto y claro, con respeto, pero con toda rotundidad, que no hay derecho a tanto desvarío, tanto disparate y tanto despropósito como aquí se expone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario