Por
si a alguien le cabía alguna duda, los recientes acontecimientos que estamos
viviendo, que por ahora nos han llevado a la retirada de la embajadora de
España en Argentina, y que pueden culminar con la rotura de relaciones
diplomáticas con ese país, algo realmente insólito y preocupante, dejan
constancia nítida y palpable de algo que muchos ya presumíamos, y es que este
gobierno se ha erigido en dueño y señor del Estado.
Utilizan
para ello un manejo ya habitual, y asiduamente utilizado, mediante el descarado
manejo de las instituciones, que han menospreciado y vilipendiado con harta
frecuencia, saltándose la separación de poderes, de una forma sutil en
ocasiones, y en otras de una manera brusca y deplorable, que le ha llevado a ser
señalado por la Unión Europea en varias ocasiones, ante las numerosas denuncias
de organismos privados y públicos por una absoluta falta de respeto ante la
judicatura de este país.
Jamás
se había dado en gobierno alguno de la democracia, una posición tan soberbia y
altanera, a la vez que despectiva y petulantemente ególatra y pagada de sí
misma, propia de un narcisismo galopante como el del presidente del ejecutivo,
que una vez más ha demostrado con los hechos que nos ocupan, que sus aires
autoritarios nos pueden conducir a una situación kafkiana, que perjudicará a
este país, sin importarle las consecuencias.
Todo
por esa concepción absolutista del Estado soy yo, que le lleva a confundir situaciones
personales, determinados hechos privados y ofensas familiares - que debiera
dejar al margen - como si se tratasen de problemas de Estado que le dan derecho
a respuestas diplomáticas a nivel estatal, provocando graves conflictos que
pueden causar importantes daños al país y a diversos sectores económicos y
sociales, de los que seguro no se sentirá responsable, en una ceremonia de la confusión
más, a las que ya nos tiene acostumbrados.
No
podemos olvidar que el presente conflicto lo inició el inefable ministro de transportes
con sus insultos al presidente argentino – al que no pretendemos justificar
aquí sus malas formas y falta de diplomacia - al tacharlo de drogadicto,
ministro que lo puso ahí, precisamente para eso, para ejercer de bulldog, de elemento de choque, de provocador,
que ejerciendo su oficio, era fácil presuponer que pronto o tarde llegaría
a causar un conflicto diplomático como
el presente.
Y
así ha sido, y es importante precisar, para hacer honor a la verdad, que nadie
en el gobierno, y fundamentalmente su presidente, hicieron nada por rectificar
al susodicho ministro y pedir excusas, lo que quizás hubiera te lomplado los ánimos
y apaciguado una situación que resulta penosa y siempre indeseable entre dos
países como Argentina y España, que ven enrarecidas así sus relaciones, por
culpa de sus mandatarios, que no de sus ciudadanos.
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