La
imagen de los ministros jaleando a su presidente, con la especial relevancia de
la vicepresidente primera, a la sazón ministra de hacienda, gritando y saltando
enfervorizada cual forofa hooligan de su admirado y reverenciado presidente del
gobierno, gritando ¡Pedro, no te vayas! ¡Pedro, quédate! Es de las que se fijan
en la memoria de una manera indeleble, para siempre, como penoso y triste
ejemplo de la sumisión y el acatamiento más exacerbado de una persona hacia
otra, en este caso materializado en el sometimiento de toda una ministra, hacia
su adorado jefe del ejecutivo, léase presidente del gobierno.
Un
espectáculo inenarrable, circense, con perdón, llevado a cabo por los fans de un
primer ministro incalificable, ególatra en grado sumo, con una desmedida
ambición de poder, dotado de una soberbia tal que le ha llevado a montar un show al mas puro estilo festivalero
y arrogante, con el único y despótico fin de hacerse querer, de darse un baño
de masas ante los suyos, y de paso ante los apoyos que necesita mantener a toda
costa, que e algún caso le han tildado de teatrero y en otros le han acusado de
hacer el ridículo con sus jornadas de reflexión.
Pero
dónde ha quedado como el más extravagante, absurdo y grotesco de los
mandatarios ha sido en Europa, dónde las hemerotecas no han registrado jamás un
exabrupto semejante, no sólo ante el exceso absoluto de la dejación de
funciones temporal, sino por la imagen folclórica e irrisoria de los ministros
convertidos en auténticos fans del presidente.
Una
imagen que afecta a la reputación de este país, y que puede calificarse con
innumerables adjetivos, exceptuando aquel que habla de la seriedad exigida a
sus gobernantes, que en este caso han ofrecido al mundo un ridículo espectáculo,
comenzando por un presidente que se ha convertido por unos días en un fijo
discontinuo, que dijo utilizaría para reflexionar si dimitía de su cargo, cuando
tanto él, como la mayoría los sufridos ciudadanos de este país, a los que ha
tenido en vilo de una infame y extravagante manera durante cinco días, tenían
la absoluta seguridad de que iba a continuar.
Jamás
en la historia de nuestra democracia se había dado un gobierno como el
presente, con un jefe del ejecutivo, altivo y en ocasiones faltón – insultó a
los que criticaban su decisión de cambiar inmunidad por votos (con la amnistía),
calificándolos con el despectivo “fachosfera” – al frente de un consejo de
ministros, donde sus componentes se comportan como unos alocados y entregados fans, que salen a la calle para unirse a los
manifestantes al grito de “Pedro no te vayas”. Incalificable, ridículo y de una
falta de seriedad alarmante.
Si a
todo esto unimos el hecho de que se han saltado a la torera, y en más de una
ocasión, la separación de poderes, que han cometido en innumerables ocasiones unas
imperdonables faltas de respeto hacia el poder judicial, que les ha supuesto
varias llamadas de atención de la Unión Europea ante las numerosas denuncias
presentadas ante ella por instituciones y particulares de nuestro país, con un superministro
con tres carteras, intrigante dónde los haya, dedicado por completo al control
de las principales instituciones, y con un fiscal general, siniestro en
extremo, y siempre obediente a su jefe, la conclusión que se obtiene cuando el presidente
afirma que se enclaustró en su retiro monacal para regenerar la democracia,
como mínimo da risa.
Pero
como hemos hablado de la poca seriedad de este ejecutivo, utilizaremos una
expresión más elegante y educada: la susodicha afirmación del presidente, es
para tomársela a broma, la misma que destila por todos sus poros este gobierno,
que en estas hilarantes fechas está siendo el hazmerreír de Europa.
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