No son
precisamente la humildad y la sensatez los rasgos que fundamentan su carácter,
como viene demostrando desde el comienzo de su mandato como jefe del ejecutivo,
sino que más bien se caracteriza por su soberbia y una ególatra concepción del
poder, que le domina de tal forma, que apegado a su instinto, no ha dudado en
recurrir a todo tipo de manejos y artimañas, que las hemerotecas no desmienten,
que le dejan en mal lugar, y que denotan una desmedida ambición por el poder
que le ha llevado a cometer grandes errores que él no considera como tales,
hasta el punto de dejar en mal lugar a sus incondicionales, que, incrédulos, se
preguntan dónde están los límites de este presidente
Una
huída hacia adelante, le llevó a conceder una amnistía que en uno de sus “cambios de opinión”, había negado repetidamente,
descolocando a propios y extraños, iniciando una imparable sucesión de cesiones
en forma de inmunidad por votos, que ha supuesto una absoluta e injusta
discriminación en cuanto a la igualdad ante la igualdad ante la justicia se
refiere, seguida de concesiones de todo tipo, siempre a los mismos, a quienes le aseguraban a cambio la
consecución de la investidura, primero, y de la gobernabilidad después.
Sin
escrúpulos de ningún tipo, ha ido dando bandazos a diestro y siniestro, poniendo
en jaque a la judicatura, sin respeto alguno por un poder judicial, al que ha
cuestionado en numerosas ocasiones, pasando por encima de uno de los poderes
del Estado, y que le ha supuesto serios avisos de la Unidad Europea, atendiendo
a numerosas denuncias de organismos oficiales y privados de todo tipo.
Algo que no obstante no le ha movido a
rectificar en absoluto, siempre apoyado por sus ministros que le apoyan incondicionalmente,
y que ha elegido cuidadosamente, como lo demuestra con el ministro de
transportes, auténtico buldog dónde los haya, de la excéntrica y excesiva primera
fan encarnada por la ministra de hacienda, y siempre escoltado por el servil
fiscal general, siempre a las órdenes de su amo y señor, para lo que sea menester.
Al
contrario, con su superministro de tres carteras al frente de Justicia, intrigante
y siniestro como pocos, ejerciendo un control absoluto sobre asuntos clave que
reportar a su jefe del ejecutivo, se ha encargado de denunciar continuamente a
los jueces que ponían obstáculos a su empeño en despejar el camino a la hora de
la concesión de prebendas de todo tipo para la consecución de sus fines, que
siempre han sido y siguen siendo los mismos: mantener el poder a toda costa.
Sus sonoras
salidas de tono, incalificables, irresponsables e imperdonables en un
presidente del gobierno cuando tachó de fachosfera al conjunto de ciudadanos
que no está de acuerdo con la amnistía, y que salía a la calle para así
manifestarlo, no tiene precedente en
este país, ni tiene justificación alguna, y denota una falta absoluta de
respeto por sus conciudadanos, ya que supone un insulto moralmente rechazable,
que algunos de sus ministros se han encargado de utilizar a coro, en una
demostración más de sumisión ante su jefe de filas.
La
bochornosa reflexión de cinco días, auténtica y ridícula farsa que demuestra su enorme capacidad para satisfacer
su narcisista egolatría, ha quedado recogida en las hemerotecas como una
auténtica e incalificable burla, que le ha desacreditado como político en
nuestro país y en Europa, dónde asombrados por la falta de seriedad en un
primer ministro, le han calificado de showman, sorprendidos por un encierro
conventual, que más que favorecerle le ha sumido en un espantoso y grotesco ridículo.
Auténtico
y vulgar teatrero, que no buscaba más que un baño de masas, situando el foco en
su vanidoso egocentrismo y en el caluroso y esperpéntico aplauso de los suyos,
que en un ejercicio de auténticos hooligans, salieron a la calle para pedirle
que no se fuera, en una demostración absurda, vulgar y profundamente impregnada
de un ridículo patetismo.
Con el que seguro ha disfrutado, y que nos
hace pensar que este ejecutivo venido a menos, ha perdido algo tan
absolutamente necesario en un alto mandatario, como es la dignidad y el sentido
de Estado, del que, junto con su gabinete, parece haberse apropiado, como si de
algo suyo se tratara, lo que en nombre mío y de tanta gente silenciada y sin
voz, ha conseguido que le traslademos al unísono ¿adónde vas, presidente?
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