Acercarse
a este singular pueblo segoviano, supone sumergirse en un mar de pinares que
bordean ambos lados de una sinuosa carretera que cruza el río Cega, afluente
del Duero por su margen izquierda, para dirigirse ya sin más obstáculos hasta los
accesos de este amable pueblo, que nos recibe con los brazos abiertos a través
de una limpia y amplia entrada, que como una espléndida avenida, lo cruza de norte
a sur, dividiéndolo en dos, a modo de una elegante travesía que pretendiera mostrárnoslo
en una única pasada, sin parada alguna, sin necesidad de que el viajero se
detenga en su camino.
Pero
ha de hacerlo al llegar a la Plaza para contemplar algo que ignora, quizás
infravalorado, pero que supone un auténtico hito para Muñoveros, para cualquier
pueblo, villa o ciudad que se precie de serlo, y que invita a detenerse para
contemplar la placa dónde figura el ilustre nombre de Plaza de la Constitución,
atrevido y desafiante nombre, que durante tantos años fue prohibido y relegado
al ostracismo en este país, durante los
cuales se ha mantenido intacto, inasequible al desaliento después de tantos
avatares sufridos durante los últimos tiempos, que no han supuesto obstáculo
alguno para que pese a tantos altibajos
sociales y políticos, haya logrado mantener su nombre, con un orgullo y
satisfacción tales, que muy pocas plazas, calles y avenidas del país pueden
presumir de ello, si alguna hubiere, y que honra a este afortunado pueblo.
Pasear
por sus calles constituye toda una experiencia saludable, bien urbanizadas, limpias
y acogedoras, con edificios cuidados y agradables espacios para detenerse a
comprobar la serena y relajante sensación de encontrarse en un lugar que, afortunadamente,
no parece pertenecer a la España vaciada, pese a tener una población muy
reducida, comparada con la que tuvo, como la mayoría de los pueblos de Castilla,
pero que aún así puede considerarse privilegiado si lo comparamos con otros próximos
y lejanos de sus mismas características
Abandonarse
por sus alrededores, supone disfrutar de zonas verdes, arboledas y pinares, que
invitan al paseo y al descanso más relajante y sosegado, como acercarse hasta
el río Cega cruzando las verdes praderas que el camino atraviesa, disfrutando
de una amable naturaleza que invita a su contemplación, mientras los sentidos
se llenan de todo tipo de sensaciones, que convierten el paseo en un auténtico
lujo al tiempo que bordea el serpenteante y susurrante río que le acompaña en su camino.
La
historia no es ajena a Muñoveros. Existen indicios que afirman que la esposa de
Juan Bravo nació aquí, que tenía fincas en el pueblo, y que posiblemente el
Comunero Segoviano esté enterrado en el pueblo, algo que de llevarse a cabo un
estudio serio y detenido, que lógicamente exigiría unos imprescindibles medios
técnicos y humanos, quizás pudiera demostrarse algún día, pero que en cualquier
caso forma parte de la memoria colectiva de este singular pueblo dónde residí
durante diez años, y adónde regresé después de demasiado tiempo de injustificada
ausencia, algo que sinceramente lamento, ya que cada vez que por allí me acerco,
me siento aún más gratamente sorprendido, sintiéndome como en mi propia casa.
Pero
dónde reside su verdadero encanto es en sus gentes y en su sorprendente y
admirable capacidad para desarrollar una actividad cultural realmente asombrosa,
con varias asociaciones que desarrollan una intensa actividad, desde los más
jóvenes hasta los más avanzados en edad, que no en capacidad de iniciativa y
creatividad, organizando actos de todo tipo a lo largo del año, como la semana
cultural, que dinamizan la vida ciudadana, huyendo de la triste realidad de
tantos pueblos de la llamada España vaciada, a la que afortunadamente Muñoveros
no pertenece.
Juan
Bravo y La Fragua, son dos de las asociaciones culturales que ahora recuerdo. La
primera edita una magnífica revista del mismo nombre, en cuya redacción
abierta, intervienen no sólo los socios, sino cualquier colaborador que con su
participación quiera aportar un valor cultural, que siempre es bienvenido, y
así, llevan a cabo visitas al valioso patrimonio que Segovia y muchos de sus
pueblos posee, organizan conferencias, talleres, cine, teatro, lecturas
poéticas, actos deportivos, conciertos musicales, excursiones, visitas a
bodegas, catas, piragüismo, y otras muchas actividades culturales, que hacen de
este admirable pueblo segoviano, un pueblo dinámico, ameno y digno de toda
alabanza por su saludable y envidiable capacidad para disfrutar de la cultura y
de la vitalidad física y mental que ello conlleva.
Muñosound, merece un capítulo aparte por su relevancia, ya que trasciende los límites de la provincia, al organizar un festival de grupos musicales, que está constituyendo un rotundo éxito a sumar al resto de las actividades culturales de este amable, pujante y creativo pueblo que me honro en destacar. Con sincero afecto, mi admiración, agradecimiento y respeto hacia Muñoveros y su gente.
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