viernes, 15 de octubre de 2021

LA DESMEMORIA

El cerebro tiene entre otras muchas y esenciales funciones, la capacidad de almacenar recuerdos de nuestro pasado, de nuestro día a día, con una capacidad inmensa de memorizar cuanto los sentidos son capaces de recoger del exterior a través de sus múltiples sensores, así como de recoger y almacenar emociones, pensamientos y sensaciones vividas o ensoñadas, que constituyen el acervo vital de una persona, con una gigantesca y portentosa capacidad de almacenamiento.

Ningún superordenador actual, por potente que sea, ha sido capaz de igualar semejante volumen de información, pese al gigantesco avance que la tecnología actual observa en este aspecto, en un siglo XXI, que sigue contemplando con fascinación un órgano como el cerebro, del que aún queda casi todo por descubrir y desentrañar, dados los incontables secretos que sigue albergando, ante la mirada atónita, sorprendida y profundamente admirada de la ciencia.

El cerebro tiene una auténtica facultad contrastada para olvidar los recuerdos que no desea evocar, hasta el punto que posee una independencia absoluta para seleccionar los que desea recordar, y los que quiere mantener ocultos en el olvido, en un segundo plano, aquellos que no le interesa exponer a la luz, como forma de mantener una integridad, de la que celosamente cuida y vigila escrupulosamente, blindando su contenido para gozar así de una salud de superviviente que lo convierte en una órgano autónomo, poderoso y prodigiosamente capaz de controlar su portentosa actividad a todos los niveles.

Se ha demostrado fehacientemente, que nuestro cerebro, a través de los recuerdos, no siempre muestra fiel reflejo de lo que nos ocurrió en el pasado, ya que nuestras vivencias y emociones almacenadas, se deforman y moldean continuamente, habiéndose logrado aislar el mecanismo automático del olvido, que se encarga de recordar lo que le conviene.

Existe una indudable relación entre memoria y olvido que es incuestionable, dado que el olvido y la memoria están íntimamente relacionados, por lo que olvidar, no es negativo, sino, que de hecho, es necesario y beneficioso, ya que si pudiéramos recordar cada minuto y cada detalle de nuestra existencia, sería insoportable y no resultaría efectivo cuando en algún momento quisiéramos recuperar una determinada información.

Es indudable que nos preocupa olvidar cosas que consideramos importantes y que nos resultan útiles para nuestra vida cotidiana, y a  medida que envejecemos, el funcionamiento de este vital órgano va variando y no tenemos exactamente las mismas capacidades que de jóvenes, pero esto no supone que algo vaya mal, ya que no hay nada extraño en olvidar ocasionalmente fechas concretas o cometer errores puntuales en actividades rutinarias, algo que es frecuente que suceda, y que no debe preocupar, pues no supone un obstáculo para el desarrollo normal de nuestras actividades cotidianas.

Otra situación muy diferente, es el del olvido voluntario y colectivo, el de la desmemoria consciente aplicada a una situación concreta, cuyo recuerdo nos desagrada y golpea duramente, como el de la dolorosa experiencia vivida durante la pandemia que hemos sufrido, con un confinamiento que nos ha dejado desagradables recuerdos, con cientos de muertes diarias durante una largo periodo de tiempo, que han dejado una insoportable cifra de más de cien mil víctimas, y un espantoso desastre económico, social y laboral, que nos ha dejado unas profundas huellas difíciles de borrar, pero que nos empeñamos en olvidar a toda costa, evitando el tema en conversaciones y en reuniones sociales, dónde nuestro cerebro parece evitar tan dolorosos recuerdos.

Otro caso similar en cuanto a la severa dureza de los recuerdos, pero de una naturaleza muy distinta, es el de la desmemoria histórica llevada a cabo por este País, acerca de la espantos guerra civil y sus terribles, violentas y sangrientas secuelas posteriores a dicha contienda, que dejaron decenas de miles de víctimas desaparecidas, enterradas en fosas comunes y en las cunetas de las carreteras, fruto de una brutal venganza de los vencedores

Lo hicieron de tal forma, que no tuvieron piedad alguna con los vencidos, con una crueldad tal, que no dieron a sus familiares la oportunidad de enterrar a sus seres queridos, algo que la sociedad reclama, pero que los políticos niegan, pretendiendo un olvido social que jamás lograrán, porque la memoria, en este caso, jamás permitirá semejante olvido colectivo, ya que en su memoria permanecerá la sangrante maldad de estos hechos, así como en la mente de los seres humanos  de buena voluntad, que reniegan de la inhumana y cruel desmemoria que ello supone.


martes, 5 de octubre de 2021

EL LENGUAJE DEL PLANETA

Nada es inmutable, todo cambia en este mundo, en esta vida que nos ha tocado llevar a cabo, en un planeta que sigue esta norma al pie de la letra, vivo y cambiante sin ambages, algo que demuestra cada día, y que acostumbra a recordarnos de vez en cuando, que suele hacernos ver lo pequeños que somos, lo despreciables que parecemos a su lado, minúsculos e insignificantes hasta el extremo de permitirse el lujo de mostrase impasible, ajeno a cuanto nos acontece, como si nada tuviera que ver con él, dejándonos hacer, hasta que la paciencia se le agota, y nos recuerda cual es nuestro lugar en el universo que nos envuelve.

Y mientras tanto, no cejamos en la estúpida soberbia que nos caracteriza, que suele dominarnos, y que nos conduce a cometer continuos errores que nos colocan en una delicada situación, que somos incapaces de reconocer, lo que nos supone caer de nuevo una y otra vez, como si no fuéramos conscientes de lo grotescamente ridículos que nos mostramos ante un cúmulo de situaciones que deberían hacer sonrojarnos con demasiada y vergonzante frecuencia.

Un planeta con cuatro mil quinientos millones de años, que ha ido evolucionando desde sus orígenes hasta ahora, que ha sobrevivido a todas las pruebas a las que se le ha sometido en un universo a su vez cambiante, que lo alberga en una de sus galaxias, rodeado de otros planetas, de su satélite, y del astro rey, el Sol, autor del surgimiento y desarrollo de la vida en la Tierra, que surgió hace millones de años, y que se ha ido abriendo camino sin interrupción, hasta la aparición del ser humano, momento en el que entró en competencia directa con el resto de los seres vivos.

Y lo hizo limitando su existencia al ocupar progresivamente su espacio, y exterminando especies animales y vegetales sin cesar, contaminando los ecosistemas que habitan, sin cesar, sin contemplaciones, en una espantosa ceremonia de la degradación más brutal, que deja en un triste y penoso lugar a la especie humana, que se ha convertido en un depravado y devastador depredador de la vida en un planeta que contempló su llegada millones de años después de los animales y vegetales que ya estaban aquí cuando surgió el ser humano.

Y todo se fue al traste, la vida se resintió, y ya nada fue igual, mientras, el hermoso lugar destinado quizás sólo para la vida vegetal, los animales y el agua, se resintió en extremo, contemplando impertérrito cómo unos seres supuestamente inteligentes, denigraban y maltrataban su faz, contaminando su aire, sus mares y océanos, destrozando, deformando y desfigurando su pétreo, limpio y verde rostro, con carreteras y autopistas, con cemento y rascacielos, con residuos industriales y con combustibles  que envenenan el aire, haciéndolo irrespirable.

Mientras tanto, se empeña en construir ruidosas y contaminantes máquinas, por tierra, mar y aire, cuyos terribles efectos, el planea sufre en silencio, hasta que dice basta, en su portentoso y elocuente lenguaje, despertando al hombre de su absurdo sueño, que le recuerda su locura, y le insta a rectificar, a cambiar el rumbo de una nave a la deriva, que apenas tiene tiempo de maniobrar para sobrevivir en medio de la tormenta que se ha desatado por la ausencia de una necesaria humildad, que se ha transformado en una estúpida, ridícula y fatal soberbia, que le está conduciendo al desastre, si no cambia su agresiva y voraz labor destructiva, arrasando el planeta a pasos agigantados, y lo hace de una forma inmediata, que no admite retraso alguno, ni duda de ningún tipo, que convierta el proceso en irreversible.

Algo de lo que nuestro hermosa y herida Tierra está avisándonos con gestos cada vez más claros y alarmantes, de formas muy diversas, que no dejan lugar para la duda, para aquel que es capaz de interpretar el lenguaje que utiliza para comunicarse con sus belicosos y destructivos viajeros, a través de catástrofes de diverso origen, que causan miedo y perplejidad, pero que no parecen reconocer como señales inequívocas del sufrimiento de un planeta maltratado, que nos avisa mediante un claro y rotundo lenguaje acerca del dolor que le causamos, y que somos incapaces de reconocer y menos aún de rectificar, para lo que cada vez nos queda menos tiempo.