No lo es, pero este título
podría ser el de una película cuyo contenido, como el de todas las cajas
fuertes que se precien de serlo y que merezcan dicho nombre, es el de cobijar
el vulgar, vil y mísero metal que damos en denominar dinero – palabra derivada
de “denario”, moneda de origen romano - y que queramos o no, siempre nos tiene
tras él, ya que en caso contrario, será él quién nos persiga de una u otra
forma, bien a través de sus servidores más leales y dedicados, léase los
bancos, bien a través de los que se empeñan en cobrar recibos, letras y
facturas varias, bien a través de quién se empecina en cobrarnos los débitos habidos
con sus correspondientes intereses devengados.
Tampoco hace referencia, ni
tácita, ni expresamente, a la caja de caudales o de latón, que la mayoría de
los ciudadanos guardamos en nuestras casas con el objeto de almacenar los
excedentes dinerarios, que no sabemos dónde resguardar, ya que ni los bancos ni
las cajas de ahorro nos merecen confianza alguna, y mucho menos interés alguno,
ya que precisamente éste último, es tan nimio, tan escaso, tan minimizado ha
quedado, que no despierta en nosotros el menor interés por depositarlo en tan
siniestro lugar.
No se refiere tampoco, como de
todos es bien sabido, incluido Hacienda, que todo lo ve y todo lo sabe, a la
segunda o tercera cuenta que solemos tener abierta en diferentes bancos, en
lugar de tener nuestros dineros centralizados en un solitario depósito, cuenta
o cartilla de ahorros, y que tiene por objeto, tratar de escurrir el bulto
despistando al fisco, en una hábil maniobra, que seguramente acabará liándonos
aún más con las abultadas cifras que solemos manejar, todo ello con la oportuna
ironía incluida, que es al menos un recurso al que podemos entregarnos como el
que se hace trampas a sí mismo en el solitario.
Nos estamos refiriendo, claro
está, a la doble contabilidad mantenida por los inefables partidos políticos,
de los que todo el mundo sospecha, pero que debido a las lagunas legales
existentes, y sobre todo, a la lenta, lentísima marcha de la reforma del código
penal relativa a la financiación de los partidos – que al menos está
debatiéndose en el Congreso - con lo que la tentación de los mismos a la hora
de financiarlos ilegalmente, es directamente proporcional a sus ansias de poder.
Todo ello ya dice bastante y es
suficientemente ilustrativo de hasta dónde pueden llegar a la hora de recaudar
las enormes cantidades que manejan para poder mantener unas gigantescas
estructuras humanas y materiales, cuyos costes son tan elevados, que aún
contando con las ayudas legales gubernamentales, necesitan recurrir a otros
métodos, menos éticos, para cubrir tanta nómina, tanto despilfarro y tanto
gasto inútil y sobredimensionado como acostumbran estas entidades que debieran
autofinanciarse sin ayuda alguna del Estado, o lo que es lo mismo, de los
contribuyentes.
La fiscalía anticorrupción
reclama un total de 800 años para 41 imputados de la Red Gürtel, al tiempo que
habla de la caja B, que supuestamente mantuvo el partido popular, y que la
Abogacía del Estado, considera acreditada, de la cual se desviaron fondos,
posiblemente para la mejora y acondicionamiento de alguna sede, al tiempo que
el inefable Bárcenas hacía lo mismo pero para lucrarse a título propio,
ingresando enormes cantidades en sus cuentas en Suiza y en otros paraísos
fiscales. Son hechos que todos niegan, y que aunque parezcan evidentes, habrán
de demostrarse en el correspondiente proceso judicial. En cuestión de Cajas B,
seguro que no están todas las que son. Puede que todo se reduzca a un eficiente
camuflaje.