Debería sorprendernos tanto la
bajada del PSOE, como la subida del PP, y sin embargo, y pese a las corruptelas
varias, tanto en uno como en otro, más agravadas si cabe en éste último al
estar en el gobierno, aunque sea en funciones, resulta francamente
incomprensible, a la par que sorprendente, que un presidente que está tan
tocado de cerca por la corrupción, siga en su puesto, y subiendo, y que un jefe
de la oposición, con una rebelión permanente en sus filas, continúe impasible
en su puesto.
El líder del PSOE, tan
denostado por unos y alabado por otros, ciertamente los más, se ve en estos
momentos en una encrucijada que le ha llevado a la dimisión de diecisiete
componentes de la ejecutiva, que mantienen que su dimisión es de hecho efectiva,
después de haber sido permanente cuestionado por parte de los barones del
partido, que exigen un cambio de rumbo.
Pese a las citadas dimisiones, Sánchez se mantiene en
su puesto, aduciendo que las bases están con él, que le apoyan en su negativa a
llegar a acuerdos con la derecha. Mientras en las últimas elecciones vascas y
gallegas, un nuevo retroceso en los resultados, parecen desmentir este cerrar
filas en torno a su líder.
Muchos son ya los que, no
obstante, comienzan a plantearse la renovación de sus dirigentes, con más
fuerza sin duda en el PSOE, que en el PP, donde cierran filas en torno a Rajoy,
de tal forma que nadie se atreve a levantar mínimamente la voz, pese a que
parece que algunos así lo desearían, ante el temor de que en caso de moverse,
seguramente no saldrían en la foto.
Mientras que su oponente
Sánchez, parece sentirse relativamente seguro pese a las voces, aquí
clamorosamente más altas y más claras en su contra, pero que a él no le parecen
suficientemente mayoritarias para desalentarle a la hora de plantearse una
convocatoria inmediata de nuevas primarias, así como de un congreso del
partido, que despejen un bloqueo hacia su política y su persona, en la que él,
aparentemente no cree, pero que da una idea de la firmeza y seguridad que
mantiene, y que parece materializar en las rígidas posturas que no duda en
sostener a capa y espada con su ya famosa frase de no es no.
Y así, mientras en el PSOE, las
aguas están rrevueltas,con una implacable y constante autocrítica y puesta en
cuestión de Sánchez, que ha manifestado su intención de no dimitir, en el PP, y
después del éxito obtenido en Galicia, y del mantenimiento de sus expectativas
en el País Vasco, Rajoy se encuentra aparentemente más fuerte que nunca, sin
que nadie se.plantee su recambio inmediato, algo que podía parecer previsible y
hasta deseable para algunos hace sólo unas fechas, cercado por la galopante
corrupción, y por numerosos escándalos que de todo tipo, que en cualquier país
plenamente democrático, le habrían hecho dimitir hace tiempo.
En cualquier caso, tanto uno
como otro, han visto como su imagen se ha ido deteriorando con el transcurso
del tiempo, agravado por los problemas suscitados por la imposibilidad de
formar gobierno, por lo que sería deseable que dieran un paso al lado, para dejar
paso a nuevas caras, que con nuevas ideas y otros talantes diferentes, incluso
referidos a una relación personal que mejore notable y claramente la
presente, fueran capaces de llegar a
acuerdos que logren formar un más que deseable y necesario gobierno.
Y para ello, toda parece
indicar que los consiguientes relevos ya existen, por mucho que nieguen y
desmientan, en una maniobra que a nadie debería ya engañar. Uno de ellos se
encuentra en el norte, en Galicia, donde ha obtenido un sonoro y rotundo
triunfo en las últimas elecciones allí celebradas, habiendo sido exclusivamente
suyo un mérito que el presidentede su partido se quiere arrogar.
En el otro partido, donde su
líder ha cosechado pingües resultados, siempre a la baja, como le ha sucedido
en el País Vasco, el posible relevo parece encontrarse en el sur, en Andalucía,
donde destaca desde hace ya mucho tiempo una mujer, que una vez más ha dejado
bien claro que se pone a disposición del partido para lo que haya menester,
mientras en Ferraz, se viven horas tensas, casi dramáticas ante las fuertes
disensiones internas que amenazan a un partido con más de cien años de
historia.
Las espadas están en alto.
Ahora toca esperar. Deseable sería que la tardanza en su resolución, se reduzca
a la mínima expresión, y sobre todo, que el posible cambio haya merecido la
pena. Muchos somos los que así pensamos. Juzguen ustedes, y obren en
consecuencia si así lo consideran oportuno.