miércoles, 30 de diciembre de 2020

UNA RECONOCIBLE ESPAÑA

En medio de una espantosa pandemia, que dejará su terrible rastro en las generaciones futuras con unas huellas indelebles que durarán decenios en forma de marcas de diversa índole, este inefable País, continúa su proceloso caminar, en medio del sufrimiento y del intento de sus gobernantes por alterar unas brutales cifras de víctimas, que no reconocen oficialmente, pero que diversos medios estadísticos, sanitarios, y de comunicación, establecen en veinte mil más de los dados a conocer, por lo que el número total a día de hoy se aproximan a los setenta mil, lo que sitúa a España, como uno de los primeros países del mundo, en términos relativos, en cuanto a número de muertos se refiere, causados por la epidemia, situándonos una vez más, en esos tristes lugares de negativo y aborrecible privilegio, a los que por desgracia, tan acostumbrados estamos.

Lo mismo sucede con la situación laboral, económica y social, a la que nos han arrastrado quienes tomaron las decisiones, tarde y mal, a la hora de enfrentar una epidemia que ya se había manifestado con toda su cruel y brutal fuerza destructiva en China e Italia, cuando incluso aquí ya se habían dado algunos casos, haciendo caso omiso de todos estos claros avisos, y de una organización mundial de la salud, que, con tiempo, avisó para adquirir material sanitario para enfrentar lo que se avecinaba, algo a lo que se hizo oídos sordos, con las consecuencias espantosas que tuvo para los sanitarios, que se vieron obligados a improvisar, y en la que perdieron la vida tal número de ellos, que una vez más, logramos un primer puesto en el mundo, esta vez en mortandad entre el personal médico, con la brutal consecuencia para los enfermos que colapsaron los hospitales.

Pero nadie, ninguna autoridad sanitaria, ha asumido responsabilidad alguna ante este demoledor desastre, que fue particularmente pavorosa en las residencias de ancianos, dónde no se tomaron las medidas oportunas para evitar un inasumible y estremecedor desastre, que ha causado un sobrecogedor dolor ante tanto sufrimiento por la muerte de decenas de miles de ancianos que se vieron desprotegidos y marginados ante la pasividad de unas autoridades sanitarias, que ahora, como en todo lo demás, evaden toda responsabilidad, que cuentan con el beneplácito de una justicia que ha rechazado las innumerables denuncias presentadas contra el ejecutivo por su irresponsable gestión de la pandemia, y que tan sólo las ha admitido en cuanto a la gestión de las residencias se refiere.

Nada nuevo, por desgracia, para los ciudadanos de un País demasiado acostumbrados ya a unos gobernantes irresponsables e indignos, que en medio de una desastrosa situación nacional, no piensan sino en eludir responsabilidades, tirándose los tratos a la cabeza  y culpándose unos a otros, mintiendo y falseando datos, hechos y circunstancias, en un bochornoso espectáculo que está consiguiendo que los ciudadanos odien y aborrezcan a semejantes individuos de todos los bandos, partidos y tendencias, que están consiguiendo el rechazo absoluto hacia unos políticos que están traicionando a todo un País.

Un estado que se constituye en una monarquía hereditaria, que como todas, está a años de luz de la modernidad propia del siglo XXI, anacronía absurda y fuera de lugar, con el agravante en nuestros País, de haber caído tan bajo, como para que el rey emérito haya salido por pies, huyendo de la que se le venía encima, al descubrirse sus vergüenzas, léase corruptelas, por fraude fiscal, al atesorar grandes cantidades de dinero en diversas cuentas en otros países, sin declarar aquí, y sin que el fisco español lo hubiese denunciado y perseguido.

Algo que ha tenido que sacar a la luz un periódico extranjero, para mayor sonrojo de un gobierno, que pese a las apariencias, siempre ha procurado la opacidad y falta de transparencia de una monarquía que juró los principios del fascista movimiento nacional del dictador, que fue quien lo designó para sucederle, algo profundamente vergonzante, pese a que lo refleje una constitución, que nos coló está circunstancia, sin habernos dado la oportunidad de decidir si aceptábamos semejante situación de una manera clara y rotunda sin ambages ni subterfugios de ningún tipo.

Descripción desalentadora de un País, que como dijo hace ya más de un siglo un político alemán, “España es un País indestructible, porque lleva toda su historia intentándolo, y no lo ha conseguido”. Nada nuevo por lo tanto. Ahí seguimos, ocupando los primeros lugares en las listas más negativas y reprobables en cuanto a avances sociales, científicos, económicos, sanitarios (y nos creíamos los reyes del mambo en este aspecto), y culturales se refiere.

Y eso que no hemos entrado a describir la “España de charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de María” tal como dijo Antonio Machado de una España que ahora reconocería, pese a que en este terreno sí ostentamos, y con diferencia, el número uno en las listas de la vulgaridad y la chabacanería, sin que nadie pueda hacernos sombra. Pobre balance para un País que, pese al paso del tiempo, sigue siendo demasiado reconocible.

domingo, 6 de diciembre de 2020

UN AÑO DEPLORABLE

Felices nos las prometíamos, cuando esperanzados, con tiempo, y a futuro, deseábamos la llegada de este peculiar año, más por la singularidad de sus repetitivas cifras, que por otros motivos que alegar pudiéramos de una forma lógica y razonable, que difícilmente podríamos justificar, ya que, en cualquier caso, respondería única y exclusivamente a manías, obsesiones y extravagancias varias, que como tales, están muy lejos de una realidad objetivable y pretendidamente razonable, pero que son perfectamente entendibles, cuando de analizar las reacciones humanas se trata.

Acostumbramos los humanos, a analizar y encasillar períodos y épocas de nuestra vida, y más allá, de nuestra historia, calificándola no sólo por sus acontecimientos reales y sobresalientes, sino por las peculiaridades que de una u otra forma suelen presentar, y que nos dan pie a definirlos con muy pocas palabras que resuman la esencia de dichos tiempos, que reduciéndola a nuestra existencia, siendo ésta limitada, y cíclica, dónde la gran mayoría de nuestras vivencias se repiten una y otra vez, tendemos a definirlos, resumirlos y darles nombre, como si de entes vivos se tratara, algo que seguro llevamos a cabo con lo que hoy nos ocupa, que es la disección y análisis de este último año, tan peculiar e inolvidable para toda una Humanidad, que está sufriendo los espantosos golpes de una devastadora pandemia que afecta a todo el Planeta.

Deplorable año, sin duda, este dos mil veinte del que tanto esperábamos, veinte años después de dejar atrás el siglo veinte, con dos veintes consecutivos en su curiosa y repetitiva cifra, que lamentamos, luctuoso, triste y definitivamente lamentable, que como el diccionario define este último y expresivo término, “es digno de ser lamentado, que está muy desmejorado y maltrecho”, y que aunque queramos, jamás podremos olvidar, que nos ha cambiado la vida presente, y que sin lugar a dudas, nos va dejar tales huellas, que condicionarán nuestros futuro, tales han sido, y son, las traumáticas experiencias vividas, que han dejado un terrible rastro de dolor y sufrimiento.

No es por lo tanto un año para olvidar, sino todo lo contrario, un año para mantener en el recuerdo como uno de los peores vividos en nuestra existencia, con una influencia universal, de la que nadie ha podido escapar, con un enemigo invisible que ha llegado a todos los rincones y ha afectado de una u otra forma a toda la población mundial, cuyos efectos aún perviven, sin que sepamos a estas alturas, después de casi un año de sufrimiento, cuando ni cómo acabará, después de una pavorosa actividad, que deja ya más de un millón y medio de muertos, y un desastre económico y social como el Planeta no conocía desde hace casi cien años.

Particularmente lamentable el caso de nuestros País, dónde al comienzo de la pandemia, y después de seguir la evolución de China e Italia, el gobierno tardó en tomar medidas, permitiendo concentraciones masivas de toda índole, como las manifestaciones del día ocho de marzo, mítines, partidos de fútbol y otros acontecimientos de todo tipo, cuando ya se habían presentado casos en España, en un ejercicio de irresponsabilidad que no tiene explicación alguna, cuando ya se habían confinado cuarenta personas en Haro, precisamente un día antes de la manifestación del 8 M, algo que deja perplejo a cualquiera que conozca estos acontecimientos, y traten de entender cómo se pudo permitir ese y otros eventos, en los que participaron multitudes.

Si a todo esto se suma el sufrimiento de decenas de miles de personas cuyos familiares perdieron la vida por esta pandemia – a estas alturas son ya más de sesenta mil las víctimas en nuestro País – y el de los ciudadanos que han perdido su empleo, su negocio, y su estabilidad emocional, a causa del duro y estricto confinamiento que tuvimos que soportar el País entero, el espantoso balance de este siniestro año, es sencillamente estremecedor, imposible de olvidar, y que sin duda marcará nuestras vidas para siempre.

Un año lamentable y apocalíptico, que pese a todo, y a sus espeluznantes cifras negativas, parece que hemos llegado incluso a soportar estoicamente, algo que en realidad no es así, ya que si en apariencia vivimos el día a día como si no fuésemos conscientes de lo que estaba sucediendo, como si no fuera verdad lo que cada día nos machacan los medios de comunicación, en realidad estábamos tratando de evadirnos de tanto sufrimiento, de tanto espanto, que en cualquier caso, interiorizábamos en nuestro subconsciente, como una forma de aislarnos de unos hechos que nos dejarán una indeleble huella para el resto de nuestros días.


sábado, 28 de noviembre de 2020

EL ENSAYO GENERAL

La ciudad se despertó en medio de un silencio sepulcral, solamente interrumpido por el ulular de las sirenas de la policía y el ruido sordo y uniforme de las botas de los soldados golpeando pesadamente el duro y rugoso asfalto, tomando posiciones a las órdenes secas y vociferantes de los oficiales que repetían a voz en grito una y otra vez, mientras los coches de las fuerzas de orden público patrullaban arriba y abajo avenidas y plazas, y las tanquetas ligeras con su intimidante presencia, cerraban los diversos accesos hacia los edificios oficiales, girando sus torretas amenazantes con hostiles centinelas armados dispuestos a una acción armada inminente, dirigida contra un invisible enemigo que no se podía divisar por ningún lado.

Todo parecía indicar que sólo los sorprendidos y atemorizados ciudadanos podían ser los objetivos de semejante operativo que nadie había previsto, y para el que nadie encontraba explicación, mientras los pocos que se atrevían a salir a la calle, eran obligados a la fuerza a volver a sus casas, sin explicación alguna, con una violencia inusitada, que se resolvía en la detención inmediata de los pocos que se atrevían a desobedecer a la policía y a los militares que encañonándolos, los introducían a empellones en los camiones dispuestos al efecto.

Salvo pequeños disturbios que se resolvían de inmediato, nada ni nadie alteraba el estado de sitio al que parecía sometida la ciudad, cuyos habitantes, asomados tímidamente a sus ventanas, no podían dar crédito a lo que contemplaban sus ojos, mientras conectaban las radios y los televisores para conocer lo que les estaba pasando, como si desconfiasen de su vista, como si pensasen que todo era una pesadilla, que todo era un sueño, que aún no se habían despertado, que todo era fruto de una imaginación desbordante, de la que acabarían saliendo en cuanto volviesen a mirar a través de los cristales de las habitaciones de sus viviendas, algo que instintivamente llevaron a cabo, para contemplar las mismas increíbles escenas que acababan de ver instantes antes, y que los atemorizaba por su inusitada y feroz violencia.

Los medios de comunicación, confirmaron los peores presagios de los atemorizados ciudadanos, a los que se les ordenaba mantenerse en sus casas, bajo amenaza de detención por las fuerzas de orden público, que patrullaban las calles, avenidas y plazas de los pueblos y ciudades de todo el País, que asistía incrédulo a un intimidante espectáculo, para el que nadie encontraba explicación, aunque el temor a un golpe de estado, era lo primero que llegaba a sus inquietas e incrédulas mentes, que no obstante no parecía ser la razón, pues los antecedentes, y los últimos acontecimientos, no lo hacía plausible, aunque la situación actual, con el país ocupado por las fuerzas del orden, hacían pensar en que ello fuera posible.

Confinados en sus domicilios, asustados por una situación que los superaba, sin más explicación que las continuas consignas de no abandonar sus domicilios, con una tensión insoportable, los habitantes del País, se vieron sometidos a un encierro vigilado por una fuerza que actuaba sin contemplaciones, sin explicaciones de ningún tipo, y sin que el gobierno se manifestase en ningún sentido, como si no quisiera que se conociesen unas oscuras y siniestras intenciones, que nadie había previsto, y que resultaban inadmisibles, a la par que inquietantes y amenazantes para una ciudadanía que no daba crédito a tanta inseguridad y tanta dureza mostrada por sus gobernantes, tan alejados en estos momentos de un estado de derecho, de una democracia de la que hasta ahora afortunadamente habían disfrutado.

Amaneció el día siguiente con las calles desiertas, sin resto alguno del despliegue mostrado por las fuerzas de orden, sin explicación alguna por parte de un gobierno, que rehusó hablar con unos medios, que con todas las precauciones debidas, después de la demostración de fuerza exhibida, temerariamente osaron acercarse a la sede del ejecutivo, que se negó a atenderlos, y que tan solo les entregó una nota en la que se les instaba a informar a la población para que estuvieran pendientes de su televisor.

Esa misma tarde, un representante del gobierno, leyó un comunicado, con el que se instruía a los ciudadanos del País sobre cómo iba a ser su vida a partir de entonces, con rígidos confinamientos, restricción de las libertades públicas, de la movilidad, con estado de alarma permanente, y un severo toque de queda, a la par que se prohibían todo tipo de reuniones y manifestaciones, reduciéndose la vida al trabajo y a la estricta convivencia familiar, sin excepciones de ningún tipo, añadiendo que cualquier alteración de este estado de excepción, daría lugar a la puesta en marcha de la representación de la obra, cuyo ensayo general había tenido lugar el día anterior, y que el gobierno estaba dispuesto a poner en marcha por el bien de una ciudadanía que a partir de ese momento quedaba a cargo de aquellos, quienes pensarían y decidirían por ellos y por su bienestar.

Mientras tanto, una espantosa y mortal pandemia azotaba sin compasión una gran ciudad China, de dónde procedían las escasas noticias que de dicho acontecimiento se daban a conocer en los medios, que  al mismo tiempo apenas informaban de los rumores acerca de los contagios que habrían llegado a Europa, en concreto a Italia,  todo ello debido a la censura informativa existente a todos los niveles, que impedía conocer lo que en realidad estaba sucediendo en el Planeta, y sobre todo en el propio País, dónde el gran teatro del mundo se estaba escenificando en un último y definitivo ensayo de la obra, aún sin fecha definitiva , pero lista ya para su inminente estreno.


jueves, 19 de noviembre de 2020

LA SUPERIORIDAD MORAL

Definir algo tan abstracto como el término moral, no es ni fácil, ni asequible para cualquiera, sin consultar un medio de apoyo como puede ser un diccionario, una enciclopedia un texto especializado, un ensayo sobre el tema, o, más rápido y versátil en estos tiempos, el compendio de todo el saber, que lo es, posiblemente, ese prodigio del conocimiento que es Internet, que lo define como“disciplina filosófica que estudia el comportamiento humano en cuanto al bien y el mal”, o aquella que se sustancia como “conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad”.

Definiciones que, como todas, no son sino una declaración de intenciones elaboradas por determinadas personas, que a su vez se basan en otras, que previa la correspondiente consulta, elaboran el texto que consideran definitivo, y que no siempre satisface a todos, sobre todo, como en este caso, se trata de un término tan conceptual, tan inmaterial, tan inconcreto, susceptible de un cierto tratamiento subjetivo, que no favorece en absoluto su clara y absoluta percepción, sin posible lugar a duda alguna.

Leo un ensayo, que considero atrevido en extremo, excesivamente personal y radicalmente concebido, que asegura que “los de izquierdas son moralmente superiores a liberales, conservadores y democratacristianos porque sus ideas son la expresión más pura de la mejor forma de vida en sociedad, aquella donde no hay explotación ni dominación y los hombres y las mujeres son, como diría Rosa Luxemburgo, completamente iguales, humanamente diferentes, totalmente libres”.

Esto no deja indiferente a nadie, pues afirma categóricamente algo que no resiste un análisis profundo, no solamente sobre la acepción conceptual de la izquierda, sino sobre la ausencia de una objetividad desapasionada, que brilla por su ausencia en este texto, que no duda en calificar como “superior” la ideología de izquierdas, cuando semejante afirmación, deja serias dudas sobre la imparcialidad de semejante aserto, así como de su “moralidad”, que denota una soberbia personal, y una ausencia de sensibilidad, que desacredita a quién generaliza de semejante y altiva forma.

Nadie puede arrogarse la facultad de estar en posesión de la verdad, como meridianamente queda claro el intento mostrado en las rotundas afirmaciones que en dicho texto se vierten. Nadie está capacitado para apropiarse de una verdad que considera suya, única y excluyente, pues ello supone una concepción autoritaria y tiránica de una posición que por sí misma se desacredita por motivos obvios, porque no hay verdad suprema alguna, porque todo es relativo, y sobre todo, porque somos humanos, seres falibles y susceptibles de errar una y otra vez.

Por supuesto, el razonamiento exhibido sería el mismo en caso de invertirse los términos, es decir, afirmar la superioridad moral de la derecha - barbaridades sin cuento han cometido unos y otros a lo largo de la historia - ni de ningún otro caso similar, salvo de declarar la bondad humana como cualidad superior, de la que necesariamente dimanan otras íntimamente relacionadas con ella, y que nadie le negaría su alto valor humano, tan alejado de la soberbia y la tiránica arrogancia de quienes se creen infalibles, en posesión de la única y absoluta verdad.

Tanto la izquierda como la derecha han dado amplios y números ejemplos de no estar en posesión de verdad alguna, sino más bien todo lo contrario, como podemos contemplar ahora con un gobierno de coalición integrado por una izquierda moderada y otra radical, que están dando incontables muestras de comportamientos caudillistas, con una deriva autoritaria que está sorprendiendo a propios y extraños.
Tal ha sido su deriva, que mintiendo, falseando e imponiendo actitudes impropias de su supuesta ideología, desmienten absolutamente la susodicha afirmación de la superioridad moral de las izquierdas, cometiendo los mismos errores y desmanes que criticaban y censuraban a las derechas, siempre con el objetivo de mantenerse en el poder a toda costa, integrándose en la casta que antes denunciaban, haciéndolo de una forma vergonzante y ruin, cayendo en las mismas miserias que decían rechazar, y donde ahora parecen haber encontrado su confortable lugar.

Carl Sagan, eminente científico estadounidense, afirmaba que en la ciencia, la única verdad sagrada es que no hay verdad sagrada, en un rotundo y radical aserto, que es válido en el ámbito dónde él se desenvolvió, en el que solamente la demostración y la experimentación de los hechos demostrables tienen valor científico, algo que es en parte trasladable al tema que nos ocupa, en el sentido de que nadie posee la verdad absoluta, que todo es relativo, que tratar de apropiarse de la única verdad, arrogándose su exclusivo patente de corso, es además de una soberana insensatez, propio de majaderos y mentecatos, de cuya soberbia altanería y estúpido alarde, se ríen y burlan quienes tienen dos dedos de frente.

lunes, 9 de noviembre de 2020

LA DERIVA AUTORITARIA

Vivimos tiempos confusos, complicados, hasta el extremo de pasar desapercibidos determinados acontecimientos de diversa y amplia relevancia, ocultos tras la densa niebla que se ha extendido por el País desde hace suficiente tiempo como para no recordar si han tenido lugar hechos destacables, aparte de la omnipresente pandemia, que tan ocupados tiene a los medios de comunicación, y por ende, a toda una sociedad, que se acuesta, convive todo el día y se levanta, con las mismas y machaconas noticias, que a fuerza de repetirse, nos han convertido en asiduos y fieles consumidores de las mismas, como si de una adictiva serie pesadilla se tratara, cuyos contenidos nos impiden vislumbrar lo que está sucediendo en otros niveles, de los que en gran medida dependemos, y, que en definitiva, son los que se encargan de ponernos la venda que no deja pasar lo que no quieren que veamos.

Empeñados en retorcer el estado social y de derecho, este gobierno tan peculiar, tan jaula de grillos, tan parecido al camarote de los hermanos Marx, tan contradictorio, no ceja en meterse en nuevos y controvertidos jardines, ya sea para nombrar casi por decreto a los jueces, para lanzar continuos desafíos a la prensa o para decirnos cuáles son las verdades y dónde están, con la creación de un siniestro organismo que remeda al famoso Ministerio de la Verdad, de la novela 1984 de George Orwell, y que asusta y preocupa a quienes no pueden dejar de pensar que algo así pueda, no ya suceder, sino simplemente imaginar, y que nadie puede descartar, dada la reciente historia de Europa, y los tormentosos tiempos por los que ahora estamos pasando.

Algo que ha provocado la indignación de amplios sectores de un País, que contempla con estupor e incredulidad, una deriva autoritaria, impensable en una Unión Europea del siglo XXI, que creía estar curada de espanto, cuyos organismos han dado un serio toque de advertencia a nuestros gobernantes, por estos y otros motivos, que deberían enrojecer de vergüenza las caras de unos componentes del ejecutivo actual en el poder, que no parecen darse por aludidos, aunque al final suelen retractarse anulando dichos oscuros intentos, sin reconocer nada, como si no fuera con ellos, como si fueran auténticos especialistas en soltar la piedra y esconder la mano.

Tal es la desmesurada soberbia que los caracteriza, con un presidente al frente, que ha sido ya calificado por muchos como una persona sin escrúpulos, capaz de mentir, como ha hecho reiteradamente, con una Incalificable e increíble capacidad para falsear y manipular multitud de aseveraciones, afirmaciones y negaciones, que dichas hoy, trocará mañana en aquello que más le interese en cada momento, sin inmutarse lo más mínimo, que le ha hecho acreedor a un auténtico aprendiz de caudillo bolivariano, que escandaliza y ofende a tantos seguidores socialistas que no pueden dar carta de naturaleza a estos comportamientos, aunque no pueden evitar mostrar su rechazo, ante unos hechos que no ayudan ni a su partido, ni por supuesto, a este País, y a la democracia.

La vergonzante espantada del presidente del gobierno en la sesión dónde se trataba de la ampliación del estado de alarma a seis meses, de una trascendencia innegable, ha quedado como un desplante, un desprecio y una falta de respeto absoluta e imperdonable hacia el Congreso de los diputados, y por extensión a los ciudadanos de todo un País que contempla con estupor cómo este gobierno, junto con sus inefables compañeros de viaje, tanto de la coalición de gobierno, como los que le apoyan y mantienen desde la investidura, cada día se escora más hacia una deriva bolivariana, que nos deja perplejos a una mayoría de ciudadanos, que contemplan incrédulos, cómo los aires autoritarios se implantan en un ejecutivo, dónde prevalece la soberbia y los ramalazos dictatoriales y arbitrarios, que son impropios de un gobierno democrático.


sábado, 31 de octubre de 2020

JUGUETES ROTOS

No hace mucho tiempo, era harto complicado que en España, un científico español hablara abiertamente sobre los animales con los que se investigaba en laboratorio, mientras los abusos en prácticas experimentales en el pasado, la presión de los gru pmpos en defensa de los animales, y los ataques sufridos en algunas instalaciones en Europa obligaron a una política de puertas cerradas que no ha ayudado a su maltrecha reputación, ya que continúan dichas actividades en todo el mundo, pretextando que no hay otra solución para poder avanzar en el desarrollo de la ciencia en cuanto a las enfermedades se refiere, lo que repercute en la salud de los ciudadanos de todo el planeta.

Argumento difícil de rebatir, de oponerse a su incontestable contenido, de una lógica, en principio aplastante, a la que parece que nadie en su sano juicio puede oponerse, dado el hecho poderoso y radicalmente taxativo, que supone la defensa y mejora de la salud de las personas mediante una actividad que, aunque repugne por su metodología, que en definitiva incluye el maltrato de los animales utilizados en laboratorio, su finalidad es la de beneficiarnos mediante los resultados obtenidos a través de esos métodos, de cuya existencia somos plenamente conscientes, pero que tratamos, y en última instancia conseguimos olvidar, debido a nuestra mala conciencia.

 sin embargo, pocos esfuerzos llevamos a cabo para intentar encontrar alternativas a estas actuaciones científicas, cuyos métodos imaginamos, pero que desconocemos en sus más intrincadas y perversas manifestaciones a que dan lugar estos oscuros y siniestros modos de utilización de unos seres vivos sometidos a torturas, absolutamente indefensos ante el egoísmo de quienes van a beneficiarse de su dolor y sufrimiento, en un acto a todas luces reprobable y de dudosa legalidad, que desdichadamente no pueden reclamar, y que nosotros, los ególatras y narcisistas humanos, no se esfuerzan en denunciar.

Ante estos deplorables y malvados hechos, acostumbramos a cerrar los ojos y la insensible y perversa inteligencia, para no ver ni sentir lo que nos molesta, lo que nos incomoda, en un acto culpable de cinismo colectivo, de un siniestro e irresponsable modo de actuar, mediante un silencio interesado, que no obstante no podemos obviar ante la mala conciencia que nuestro subconsciente no nos permite mantener al margen de nuestras desagradecidas e interesadas vidas, que no dudamos hacer prevalecer tiránicamente, sobre las de los vulnerables y desvalidos animales, que denominamos irracionales, sin habernos detenido jamás a analizar tan despótica y brutal aseveración.

Y ahora, somos nosotros, los humanos, los auto denominados seres superiores, los que deciden sobre la vida de los seres inferiores, los animales, a los que nos permitirnos utilizar a nuestra entera conveniencia, los que, ahora, en esta devastadora pandemia, se sienten, nos sentimos, utilizados por nuestros semejantes, instalados en el poder de decidir sobre la vida y la hacienda de los demás, con las muchas y poderosas armas legales de diverso tipo, que se supone les hemos autorizado a utilizar contra nosotros mismos, apoyados por las fuerzas del orden, que no dudan en aplicar las medidas que ejecutan sin miramientos, en un ejercicio de autoridad inapelable e incontestable para los ciudadanos.

Ante esto, nada podemos oponer, salvo la frustración y la indignación más humillante, cuando de semejante demostración de fuerza somos víctimas, a cargo de aquellos que elegimos un día en votación libre y secreta, según nos aseguraron, y de cuyo sentido, hoy, sometidos, vigilados, y tratados como cobayas humanos, comenzamos a dudar, de una forma razonable, absolutamente detestable y rechazable,  mientras que la mayoría no se plantea cuestionar cuanto nos está pasando, ya que no discriminan, ni analizan, ni ponen en cuarentena las decisiones de las instancias oficiales, sino que las asimilan y admiten como buenas, como las mejores para nosotros, obedientes y serviles ciudadanos, que no se plantean las decisiones de los que ostentan el poder.

Sorprendidos e incrédulos, contemplamos cómo los políticos mercadean con nuestras vidas, sobre todo en estos complicados y adversos tiempos, cuando vivimos en un continuo sobresalto, atemorizados por una pandemia, que quienes tanto nos exigen, se sienten incapaces de contener, con errores iniciales, que por supuesto no admiten, y con continuos cambios de rumbo, confinándonos unas veces, limitando la movilidad otras, sectorizando ciudades a su antojo, perimetrando, cambiando horarios, con estados permanentes de alarma y toques de queda incluidos, prohibiendo e imponiendo en definitiva, el recorte y restricción de las libertades, mientras su señorías del gobierno y compañía llegan a acuerdos y desacuerdos, negociando sobre las vidas de nosotros, los ciudadanos, como si fuésemos simple y vulgar mercancía con la que jugar, como si  fuésemos figuras inanimadas, juguetes rotos, movidos en un gigantesco tablero de ajedrez.


domingo, 18 de octubre de 2020

UN NUEVO ORDEN

Han sido tantos los vaivenes que la humanidad ha experimentado a lo largo de su corta historia, que ya de nada nos sorprendemos cuando con frecuencia nos encontramos inmersos en uno de ellos, como en el presente, que de una forma brutal está afectando a todo el planeta, esta vez en forma de pandemia, que está consiguiendo cambios que jamás llegamos a soñar, no sólo en el orden social, económico y laboral, sino incluso en el político, que están dejando un patético rastro de devastación y sufrimiento, con un bagaje terrible en forma de víctimas mortales, así como de dolorosas secuelas en muchos de los que logran sobrevivir al misterioso y secreto enemigo, que en forma de virus, está azotando al mundo entero.

En el orden político, los cambios, apenas imperceptibles, no se aprecian en principio y a simple vista para quien sólo los visualiza cuando los tiene delante de sus ojos, cuando las evidencias son tales, queno se pueden ocultar, que son notorias y claras, hasta tal punto que nadie puede negarlas, por lo que su aceptación es innegable, y nada ni nadie puede oponerse a su material y cristalina materialización, algo que nada tiene que ver con una situación aparentemente normal, que esconde una realidad radicalmente opuesta, de la que no todo el mundo es consciente, y que disfrazada de una aparente normalidad, oculta unas intenciones siniestramente malévolas e ilegales, que se oponen sutilmente a un estado social y de derecho, tan cacareado por los protagonistas que pudieran estar incursos en estas consideraciones.

Hablamos de la democracia, del estado de bienestar al que todos aspiramos y tenemos derecho, dirigida por unos gobernantes que hemos elegido en unas elecciones libres y democráticas, en los que supuestamente confiamos, que pueden pertenecer o no a la opción que hemos elegido, y qrue en cualquier caso tienen la obligación y el alto deber de defender a todos los ciudadanos, algo que confiamos en que lleven a cabo, y de lo que solemos desentendernos una vez hemos depositado el voto en las pertinentes urnas, que decidirán en gran medida nuestro futuro.

Experiencias recientes en el tiempo, en una desconcertante Europa, nos mostraron el rostro terrible de una salvaje guerra en la antigua Yugoslavia, a finales del siglo XX, que tuvo dramáticas consecuencias, con una violencia brutal que conllevó una auténtica y despótica demostración de desprecio por los derechos humanos, mientras el resto del mundo miraba hacia otro lado, como ocurrió con la guerra de Chechenia, o la ocupación de la península de Crimea a cargo de Rusia, hace apenas seis años,todo ello en la Europa de las libertades, en los tiempos actuales, cuando ya nadie pensaba que tales soluciones violentas, dictatoriales, tiránicas y antidemocráticas, pudieran tener lugar en nuestro avanzado, democrático y confiado mundo.

Vivimos unos tiempos de desesperación, humillantes e inciertos, tiempos de hierro e indignación, provocados por un desastre absoluto en todos los órdenes, con la pandemia como origen de todos los males, que han dado la excusa suficiente, según ellos, para confinarnos una y otra vez, para encerrarnos en nuestros hogares, en nuestros barrios, en nuestras ciudades, en nuestro País, en una ceremonia de la confusión y el despotismo, tan sutil, que para las mentes pensantes que no se contentan con la verdad oficial, no les valen tales razonamientos, tan radicales, tiránicos y excesivos, que no satisfacen su deseo de saber, de conocer lo que en realidad está sucediendo.

Y es así, porque discriminan, porque ponen en cuarentena cuanto procede del omnímodo poder, ante lo que suena a sospechosa acción dictatorial y arbitraria, dado el hecho de que quienes ordenan tales limitaciones de los derechos ciudadanos, no aportan alternativa alguna, detentando el poder de una forma sutilmente brutal y sin ambages, pretextando que es lo mejor para unos ciudadanos tan afectados por una situación que está dejando unas huellas indelebles en todos los órdenes, en una población sometida ante las formas que sus gobernantes utilizan para obligarlos a seguir sus imperativos dictados, con la policía controlándolos, aplicando los innumerables medios coercitivos de que disponen, para hacerse respetar ante una ciudadanía que temerosa unas veces, e indignada otras, comienza a preguntarse si todo esto es verdad, si nos estarán mintiendo en cierta medida, o si se trata de una gigantesca y brutal confabulación, que afecta a la humanidad entera.

Nadie levanta la voz, sin embargo, ante este nuevo orden que parece estar fraguándose. Ni siquiera los intelectuales, se preguntan, con su innegable poder de influencia en la sociedad, si todo esto no obedece a oscuras y siniestras maniobras del poder. Tampoco los científicos y los sabios en la materia contradicen a los políticos, bien por miedo, bien por seguridad absoluta de lo que está pasando, de que todo tiene un origen natural, de que no es fruto de una maniobra provocada artificialmente para crear el estado de inquietud extrema en que vivimos con todas las terribles y dolorosas consecuencias que la humanidad está soportando.

Alguien, debe de saber algo, pero sin duda, no se nos va a trasladar a quienes somos objeto de tan siniestras maniobras, a quienes no nos queda más remedio que la obediencia obligada y servil, ante la que tan solo la resignación y la más firme indignación, puede aplacar nuestras profundas dudas, ante lo que nos está sucediendo, y que el alemán Martin Niemoller, plasmó en sus famosas reflexiones: “primero vinieron a por los comunistas, y no dije nada, porque yo no era comunista, luego vinieron a por los socialistas, y yo no dije nada, porque no era socialista, después vinieron a por los sindicalistas, y no dije nada porque yo no era sindicalista, luego vinieron a por los judíos, y no dije nada, porque yo no era judío, luego vinieron a por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada”.


jueves, 1 de octubre de 2020

CENTENARIO DE MIGUEL DELIBES

Entre tanta y tan vulgar mezquindad con la que convivimos en estos difíciles tiempos, con políticos ineptos y ruines, incapaces de hacer frente a las miserias de todo tipo que padecen los ciudadanos de nuestro País, surge el recuerdo centenario de la figura de un gigante de las letras, con la inteligencia, la sabiduría y la sensibilidad que a los antes citados les falta, con una arrolladora fuerza tal, que parece ahora tan vigente, fresco y actual, de un arte que manejó a la perfección, con una portentosa capacidad de atraer a todos los sectores pensantes, léase ávidos lectores, del  genio vallisoletano y universal de las letras españolas y del mundo, Miguel Delibes.

Cien años hará de su nacimiento en Valladolid, este mes de octubre, quién obtuviera los más altos galardones de las letras, entre las que figuran el premio Cervantes, el premio nacional de las letras, el premio Nadal, y el premio nacional de narrativa.  Académico de la Lengua, fue director del Norte de Castilla, dónde realizó una ingente labor, pese a los problemas que le causó la censura. Autor de una obra inmensa, tanto en narrativa como en ensayo, como en libros de viajes, relatos, libros de caza, es un autor por todos alabado, y sobre todo respetado, por su enorme capacidad para llegar a todas las sensibilidades posibles, y hacerlo de una manera culta, noble y digna, que a nadie pudiera ofender, salvo a quienes le reprochaban estar contra el progreso, algo que está fuera de toda realidad.

Fue un hombre que amaba la naturaleza, pese a sus detractores por el hecho de que fuera cazador, y que detestaba el consumismo voraz y absurdo que llevaba a las gentes a no reponer nada, sino a sustituir una y otra vez los bienes de consumo que podían ser reparados, y que de esta forma contribuían a una masificación brutal de residuos, que, como vemos ahora, contaminan una naturaleza, que él consideraba se estaba maltratando de esta forma, así como también mediante el continuo abandono de la misma por las masificadas e inhumanas ciudades, en detrimento del campo, de la vida rural que tanto amaba.

Se le acusaba de “alabar la aldea” y “censurar la corte”, cuando lo que preconizaba era la deshumanización y falsedad de la vida en la gran ciudad, algo por lo que lo tacharon de reaccionario, como cuando un protagonista de Camino, Daniel el mochuelo, renuncia a la gran urbe, para no convertirse en cómplice de un falso progreso, de esplendorosa apariencia, pero de una absoluta y necia insensatez. Decía Delibes, literalmente: “En los grandes centros urbanos, viven en gigantescas torres colmena, en donde viven apiñados perdiendo todo rasgo personalizador, de esta manera, las comunidades degeneran en unas masas amorfas, fácilmente controlables por el poder concentrado en unas pocas manos”.

Sorprendente y genial precursor del cuidado del medio ambiente, contrario al consumismo desaforado, a la par que visionario en sus predicciones sobre la sociedad de un futuro que aventuró y presagió su avanzado pensamiento, y que hoy en día vemos materializado, un sexenio después, y que en muchos casos refleja en su extensa obra, como en el caso del disputado voto del señor Cayo, dónde se lamenta de la destrucción de la cultura rural, creada a través de siglos, sustituida por la cultura industrial, que ha destrozado una cultura campesina sin alternativa alguna para una tradición de siglos, tal como él afirmó en su momento.

Hablar de su ingente obra necesitaría de un tratado aparte para poder hacerle justicia. Desde la sombra del ciprés es alargada, premio Nadal, hasta el Hereje pasando por la Hoja Roja, Las Ratas, cinco horas con Mario, Los Santos Inocentes, diario de un cazador, señora de rojo sobre fondo gris, y tantos otros títulos, que han hecho de Delibes un escritor accesible para el gran público, ameno y sencillo, siempre con un profundo, sensible y humano mensaje que se adivina tras su claro lenguaje, que trasciende los tiempos, y que se mantiene fresco, actual y vigente, como sólo los grandes escritores logran impregnar e incorporar a su obra.

martes, 29 de septiembre de 2020

LAS MALAS COMPAÑÍAS

Malos tiempos para los ciudadanos de este País, que no paran de sobresaltarse con nuevas y cada vez más desconcertantes noticias que tienen por frecuente y pertinaz origen al gobierno de una nación, que cual camarote de los hermanos Marx, como lo calificara el expresidente González, no ceja en sorprendernos día sí y día también, con sus continuos vaivenes, escarceos y resbalones, que casi siempre caen del mismo lado, léase compañeros de coalición, de alianzas varias, y de otros acuerdos puntuales, a los que tan acostumbrados están, y que a nadie dejan indiferente, dado el juego político que dan, así como en los medios de comunicación, tertulias y debates varios, que no obstante, nada suelen aclararnos entre tanta verborrea como derrochan.

En medio de una severa y nueva oleada de la pandemia, que nos ha erigido en los líderes europeos de nuevos casos, el gobierno está empeñado en hacer gestos continuos persistentes y variados hacia los compañeros de viaje que le han asistido hasta ahora en su viaje, y sin los cuales ni podría aprobar los presupuestos, salvo que recurra a Ciudadanos – algo que le niegan sus compañeros de coalición – ni podría seguir adelante en sus tareas de gobierno, cediendo en asuntos como el indulto a los secesionistas catalanes, la reprobación del rey - sin duda por la presión de los mismos –o la política de presos para satisfacer las demandas de los independentistas vascos.

Todo ello configura un panorama, que a nadie se le escapa, supone una dura y constante presión sobre un gobierno atrapado en las propias redes que ha ido tejiendo para poder mantenerse en una delicada, inestable y frágil mayoría, que le obliga continuamente a ceder en todo tipo de terrenos, que le convierten en rehén de unos grupos que le exigen cada día nuevas cesiones, que unidas a las que se ve obligado a conceder a sus inefables compañeros de coalición, cabe la duda de si dicho gobierno, representado por su ínclito presidente, es más víctima que verdugo, que en cualquier caso está dispuesto a continuar adelante, dada la seguridad y la firmeza con que lleva adelante sus firmes declaraciones y su labor de gobierno, a la que no está dispuesto a renunciar.

Mientras tanto, con la ola  pandemia galopante, en un país dónde la administración central y regional andan a la constante e irresponsable greña, la ciudadanía asiste indignada y sorprendida, cómo gobierno y oposición se tiran los trastos a la cabeza sin llegar a acuerdo alguno –léase la tan traída y mal llevada gobernanza - cada uno enrocado en su posición, sin que nadie tome una iniciativa rápida, tajante y efectiva, haciendo dejación de funciones los unos, y lavándose las manos los otros, mientras el país se desangra, social, anímica, económica y laboralmente hablando.

Pero al gobierno parecen preocuparle más sus problemas para mantenerse en el poder, sustentado por unos apoyos débiles y tambaleantes, que continuamente le exigen más concesiones, sabedores de la extrema flaqueza de un ejecutivo que se ve obligado a ceder en todas y cada una de sus pretensiones, mientras trata de contener a su socio de gobierno, que muy poco tiene de leal, tratando por todos los medios de dar la nota, y de presentar una buena imagen ante sus votantes, que ya llevan años abandonándolo, como ha ocurrido con la debacle en Galicia, dónde perdieron todos sus escaños y el país Vasco dónde cedieron la mitad, lo que lleva a pensar, que si saliesen del gobierno, quedarían reducidos casi a la nada, escenario que les conduce a extremar sus acciones dentro del gobierno, con una labor de autobombo, que cada vez queda más de manifiesto, y que sus socios no tienen más remedio que soportar.

Causa estupor, por lo tanto, que el gobierno siga empeñado en satisfacer las demandas de los nacionalistas catalanes con la famosa y denostada mesa de negociación, con los gestos acerca de los indultos, del rey y de otros varios que no hacen sino desviar la atención del principal problema que no es otro que el control de una pandemia y el desastre económico,  que siguen golpeando a una población que asiste incrédula a este espectáculo de abandono por parte de un gobierno, que no parece tener otro objetivo que mantenerse en el poder, así como su obstinada determinación de defender a unos impresentables socios de gobierno y a unos insaciables compañeros de viaje que lo mantienen en una posición tan inestable como desafortunada, que no parece tener otro objetivo que el de mantenerse a toda costa, algo que deja a los sufridos ciudadanos, expectantes, incrédulos e indignados, ante tanta dejadez y tanto abandono.


jueves, 10 de septiembre de 2020

CRÓNICA DEL DESASTRE

Ha pasado ya más de medio año de este desdichado año de grafía tan adictiva para los más adeptos a las combinaciones de letras y/o números, que presumían de haber dado con la cifra ideal – veinte veinte– de un año mágico y prometedor, que nos traería alegrías y bienestar sin cuento, que dejaría su huella para el comienzo de un futuro esperanzador, que dejaría su impronta marcada de una forma indeleble, como punto de partida para el inicio de una recuperación a todos los niveles, de una humanidad necesitada de un impulso vital que parecía haber comenzado con los mejores augurios al intentar sumar esfuerzos el conjunto de la comunidad internacional para reducir los efectos de la peligrosa contaminación ambiental, al paso que se intentaban reducir las abismales diferencias sociales y económicas entre los dos mundos, tan distintos y distantes en tantos aspectos, que conviven en este planeta.
Comenzó el año, con las preocupantes noticias procedentes de China, con los hospitales colapsados, los ciudadanos confinados en sus casas, las espantosas imágenes de personas abandonadas en la calle, la construcción de hospitales levantados en unos días, las puertas de las viviendas tapiadas para evitar la salida de sus ocupantes, y, sobre todo, la espeluznante visión de las inmensas avenidas de Wuhan,  desiertas, sin gentes, sin automóviles, sin vida, en un espectáculo de auténtica ciencia ficción, que en aquellos momentos, ni por asomo, llegamos a pensar que poco más adelante, llegaríamos a vivir en nuestro País una situación similar, en una increíble e inaceptable falta de previsión, por parte de unas ineptas e irresponsables autoridades, que tendrían que haber puesto los medios oportunos, en defensa de la población, para tratar de evitar el desastre que se avecinaba.
Sobre todo después de contemplar como el drama de China, se trasladaba aquí al lado, a Italia, con los mismos efectos devastadores que en el país asiático, sin que nadie moviera un dedo, esperando a ver qué pasaba, sin ninguna medida de ningún tipo, sin preparar una sanidad, con la que siempre se nos ha llenado la boca de ser la mejor del mundo, cuando en realidad, nos habíamos dormido en los laureles, sin siquiera acaparar material sanitario de todo tipo para los hospitales, para su personal, que luego se vería desprotegido y sobrepasado – los sanitarios tuvieron que procurarse protección con el plástico de las bolsas de la basura - cuando ya la OMS nos advirtió de ello en vistas de la que se estaba preparando, sin que los responsables moviesen un dedo para prevenir la tragedia que se acercaba.
Y así, esperando a ver qué pasa, como siempre, que inventen ellos, a ver quien le pone el cascabel al gato,  nadie movió una sola ficha, una veces por una simple y acostumbrada desidia o por una indolencia culpable e injustificable, otras, las más, por oportunidad política, porque tomar medidas de inmediato, como debería haberse hecho, era impopular, lo que se traduciría en pérdida de apoyo, de votos, mientras los primeros casos se daban en nuestro País, con todas las actividades de todo tipo abiertas, las manifestaciones de masas se celebrándose por todo el país hasta llegar al punto culminante del 8 de marzo, con ciento veinte mil manifestantes gritando en la calle, pegados unos a otros, sin ninguna precaución de ningún tipo, cuando el día anterior,se había confinado a cuarenta persona en Haro, lo que resulta inconcebible, y que a día de hoy, continúan sin reconocer su incalificable inmovilidad, y a entonar mea culpa alguno, cuando se calcula que de allí salieron alrededor de doce mil contagiados.
Para hacerse una idea de los continuos errores cometidos entonces, basta saber, que aunque parezca increíble, estaban considerando si las fallas de llevarían a cabo, si la feria de abril se llevaría a efecto, se discutía acerca de la semana santa, así como otras celebraciones y festejos, en una ceremonia de la confusión y el desastre, que afortunadamente no se materializó,  porque la tragedia ya la teníamos encima, y cuando en otros países ya estaban prohibidas las masificaciones y se habían tomado medidas sanitarias como el acopio de material sanitario en los hospitales, nada se hizo en este sufrido país, nada se llevó a cabo para prevenir el desastre, lo que motivó una auténtica catástrofe sanitaria de dimensiones bíblicas, que nos ha convertido en el país del mundo con más sanitarios fallecidos y con un número de víctimas que nos coloca en los primeros lugares del planeta, pese a que las cifras oficiales hablan de veintinueve mil, se sabe, según estudios reputados e informes varios de instituciones reconocidas, que la cifra real se acerca a los cuarenta y cinco mil.
Cuando la hecatombe se echó definitivamente encima, después de esperar hasta el límite de una forma absolutamente negligente y de una imprudencia manifiesta, el gobierno decretó el estado de excepción, que denominaron de alarma, de una manera radical y total, que dejó al país confinado en sus hogares, al tiempo que paralizó toda actividad no esencial, de una forma tajante, de tal manera que dejó exhaustos a los ciudadanos y a una economía que quedó devastada, con una cifras sobrecogedoras en cuanto al PIB, el paro y el déficit, que hoy, arrojan las peores cifras de toda Europa.
Tres meses de férreo encierro, dejó a los ciudadanos españoles, con un sentimiento de frustración que a día de hoy, varios meses después, ha dejado una huella indeleble en toda la población, que resulta difícil de medir, pues las consecuencias anímicas y psicológicas son innegables, y nadie se ha preocupado por considerar, tal ha sido la brutalidad de las medidas tomadas durante el confinamiento, que no tienen parangón en toda Europa.
Medidas que no han servido para minimizar los temidos repuntes, que cómo no, son los mayores de toda Europa, tal vez porque la desescalada se hizo mal y precipitadamente, debido quizás al miedo por no dañar más aún una economía destrozada, que al final se ha visto inoperante e incapaz de corregir el tremendo error cometido al no reaccionar antes al principio de la pandemia, algo que ha traído tan lamentables consecuencias, y que no obstante el gobierno es incapaz de reconocer, hasta el punto de que el presidente del gobierno, en voz alta y clara, para que se oyera bien, según dijo en sede parlamentaria, “viva el 8 m”, con una actitud soberbia e irresponsable, que no necesita comentario alguno, pues todos sobran, ante tamaña barbaridad dialéctica.
Instalados en la mal denominada nueva normalidad, nos encontramos con continuas torpezas y ambigüedades de unos gobernantes, más preocupados por obviar sus fallos, que nunca han reconocido, han dado preferencia a la apertura de bares, terrazas y lugares de ocio, antes que a una cultura marginada hasta extremos difíciles de creer en un gobierno de coalición que pomposa y arteramente se auto denomina de progreso, imponiendo el uso de mascarillas en cualquier circunstancia, después de dar multitud de bandazos a tal efecto, lo que ha dado lugar a un gigantesco mercado de estos enseres y de otros relacionados con la higiene, que ha copado el mercado mundial, y que puede prolongarse en el tiempo mucho más de lo que desearíamos, sin que sepamos cómo ni cuando se encontrará una vacuna que ponga remedio a esta pandemia.
Mientras tanto, la delicada vuelta a las aulas de millones de alumnos, se dejó a la improvisación, de tal manera que apenas unos días antes del comienzo de curso, nadie sabía cómo se iba a llevar a cabo, dado que el gobierno en pleno se fue de vacaciones, dejando bien claro, que un gobierno progresista, para ser consecuente, necesita primero un buen bronceado antes de tomar de nuevo las riendas del despacho oficial y de la correspondiente poltrona, que para arreglar el desastre causado, ya habrá tiempo más adelante, que las prisas no son buenas consejeras, cuando de reparar y responder por el mal causado al País y a sus sufridos e inermes ciudadanos se trata.
Debido a los pésimos datos de España, que nos sitúa en el pelotón de cabeza en Europa y en el mundo, varias instituciones y personalidades del ambiente sanitario, entre otros, han solicitado una auditoría independiente, para que investigue y explique cómo es posible que nos encontremos en ese penoso lugar, que ahora mismo arroja el mayor número de brotes en Europa, y cómo se ha llegado a tan penosa y triste situación, a lo largo de toda la gestión de la pandemia, algo que no gusta en el gobierno, que lo ha recibido sin interés alguno, algo que se explica, porque fueron ellos quienes cometieron los errores que nos han traído hasta el frustrante momento que vivimos, con un país devastado en todos los órdenes, que teme por un inseguro e incierto futuro.

viernes, 4 de septiembre de 2020

UN GRAN PAÍS

Hay lemas que parecen estar dedicados a contradecir, despistar o incluso a desviar la atención sobre el motivo principal al que hace referencia, en un auténtico alarde de desinformación involuntariamente diseñada, ya que su propósito es otro,  que causa, como mínimo, y antes de la perplejidad más acuciante, la hilaridad entre quienes tienen la capacidad, la voluntad, y la inteligencia necesaria y suficiente, para discernir, discriminar y poner en cuarentena y en cuestión, las verdades oficiales que de esos ámbitos proceden, ya que esa suele ser su procedencia, aunque en boca de otros se ponga, en una ceremonia de la confusión tal, que no obstante no consigue tan desalmados propósitos.
De esta manera se da lugar a una interpretación, que en nada se parece a la de quienes se encargan de propagar las que se originan en las alturas mediáticas, que no son otras que las de la clase gobernante, que son quienes mueven los hilos de los guiñoles que responden con sus sometidos y respetuosos gestos, movimientos y mensajes, a los dictados de sus interesados amos, que los dirigen y gobiernan, a menudo con oscuros e inconfesables propósitos, que no suelen quedar al descubierto para quienes no quieren mirar hacia otros lares, y cargan con la oficialidad reinante, haciendo oídos sordos a los pocos que se atreven a denunciar los atropellos habidos.
Con nuestro País convertido en una auténtico y penoso espacio humano devastado ante tanta inquietud por un futuro incierto, sorprende a muchos, que no a todos, que nos vengan con lemas como el que da título a estas líneas, que parece pretender insuflar ánimos a una población que contempla con estupor cómo una España destrozada económica social, sanitaria y laboralmente, ocupa el último lugar de Europa en cuanto a la  pandemia se refiere, y a todas las consecuencias que de ella se derivan, con un aumento galopante de los brotes, una economía destrozada, un paro disparado, y un futuro penosamente inquietante para los más jóvenes, que representan el porvenir de ese denominado “Gran País', que no es sino un auto bombo, una autopromoción poco creíble, para quienes nos atrevemos a cuestionar dichos lemas tan grandilocuentes como falsos de rigor.
¿Pero qué es un “gran País?¿quizás uno de grandes dimensiones? ¿uno muy poblado? ¿de grandes riquezas naturales? ¿con un alto nivel vida? ¿con un alto nivel cultural? ¿con un considerable bienestar social? Pienso que ninguno responde a la pregunta planteada, ya que aunque reuniese alguna de las circunstancias citadas, seguiría siendo, simplemente, un País grande en superficie, y/o, rico, culto, cómodo, acogedor, y cuántos calificativos pudieran acuñarse, pero nada más, y aunque pudiera hacerse acreedor de todas las contingencias detalladas, continuaría siendo un País digno de vivir en él, pero no por ello sería destinatario del título de la grandeza citada, pues un ente tan abstracto y complejo, no puede apropiarse de semejante distinción reservada a las seres animados, a los que dicho honor, con demasiada frecuencia, suele quedarles demasiado grande.
Cuando se habla de grandes países, de civilizaciones grandiosas, de personajes de una distinguida grandeza, suele cometerse el error de no investigar acerca de los orígenes, de su fundación y progresión en el tiempo, en el caso de los dos primeros, y en el caso del tercero, de no dar un completo y exhaustivo repaso a toda su vida y sus circunstancias, que a veces, los empequeñecen de una manera fulgurante, quedando tan notable título de grandeza, para los más pequeños en apariencia, para los más humildes, para los más menesterosos, que nunca se distinguieron más que por sus obras.
Sin alharacas ni demasiado ruido, pues no lo deseaban ni maldita falta que les hace en su sencillo y silencioso paso por este mundo de tantos y tan falsos grandilocuentes venidos a menos, a fuerza de pretender, ambicionar y mentir como bellacos, porque cabe hablar de un país grande, pero no de un gran país, así como de un país pobre, que nada tiene que ver con un pobre país, ya que no nos encontramos en aquella acepción, pero sí en esta última, en la que parece encontrarse el nuestro desde hace ya demasiado tiempo, casi desde el principio de los tiempos, y todo ello, debido en gran parte a unos pésimos gobernantes y a una omnipresente, retrógrada y cavernícola iglesia católica, que soportamos los pacientes y sufridos ciudadanos de este País, a lo largo de nuestra dilatada historia.

viernes, 21 de agosto de 2020

VUELVA USTED MAÑANA

Nunca se ha distinguido este País por llevar la iniciativa en nada que suponga un avance científico, una mejora tecnológica, un progreso que redunde en beneficio de la sociedad, siempre por detrás del resto, a la espera de acontecimientos, esperando a ver qué pasa, cómo funciona en otros lares, en definitiva, que inventen ellos, que nosotros luego ya veremos, ya decidiremos, no nos arriesguemos, que patenten fuera, que ya compraremos después, a precio de oro, eso sí, y mientras tanto, nosotros a lo nuestro, a verlas venir, a ocupar los últimos lugares en casi todo, faltaría más, sin prisas, ya despertaremos de la siesta, y luego, ya veremos.
Pero que nos quiten lo bailado, cómo no, la juerga, la fiesta, las procesiones,  las cañitas en la terraza, los toros, el fútbol, el flamenco, la iglesia, la monarquía hereditaria con el emérito ahora en fuga, las vacaciones del verano, de semana santa, de navidad, los puentes, y tantos otros inventos patrios, que nos deja un País donde la dolce vita parecía ser el único objetivo a conseguir, aunque para ello tengamos que empeñarnos de mil maneras, para así poder dejar bien claro, cómo de bien vivimos, aunque no lleguemos a fin de mes, o lo hagamos a duras penas, algo que ahora, con un País devastado, ha visto cómo todo esto  empeora notablemente, cómo el porvenir se complica, cómo se vienen abajo tantas alegrías, tantas esperanzas y tantas ilusiones frustradas.
Todo do ello sazonado con los encargados de dirigir y gestionar nuestros destinos, léase los políticos, auténticos ineptos que no piensan más que en sus intereses personales y de partido, bien atrincherados tras sus privilegios que les protegen de toda iniquidad a las que tan acostumbrados, muchos corruptos, todos soberbios, y la inmensa mayoría, carentes de una mínima ética y de una moral que desconocen por completo, falsos, perdularios, y mentirosos a rabiar, que hoy te afirman categóricamente algo, y mañana se desdicen sin el mínimo rubor, ya procedan de la derecha, de la izquierda o de los extremos, todos iguales, todos aforados para asegurar su poltrona, todos en definitiva, igual de detestables, salvo honrosas excepciones, que con los dedos de la mano se pueden contar.
Y así llegamos al día de hoy, en plena nueva normalidad, según ellos se inventaron, con un País sumido en la más absoluta ruina social, económica y sanitaria, con multitud de sectores de la población devastados por la pandemia, que continúa azotando a una sociedad que después de tanto sufrimiento por el durísimo confinamiento, ve cómo se prolonga la inseguridad y el miedo ante la continuidad de una enfermedad que no ha desaparecido, y de la que nos advierten, puede durar mucho tiempo aún, mientras el paro y la desesperación se adueñan de la gente, que contempla con miedo cómo un incierto futuro se cierne sobre la ciudadanía.
Mientras tanto, causa estupor, contemplar a los políticos, empezando por el presidente, cómo se lucen en traje de baño en la playa, cómo disfrutan de unas vacaciones que de ninguna manera se han merecido, con un País devastado en todos los sentidos, cuando una gran parte de la población se ha quedado en casa, por culpa, en gran medida de la pésima gestión de un gobierno que actuó tarde y mal cuando ya se venía venir el peligro, y que después, vista la situación que ocupa España, la primera de Europa en nuevos casos de la pandemia, continúan sin resolver una situación crítica en la que se ve inmerso este sufrido País, que a dos semanas del comienzo del curso escolar, padres, alumnos y profesores, no saben aún cuando y cómo comenzará el nuevo curso.
Mientras tanto, instituciones estatales de todo tipo, o permanecen cerrados, caso de ambulatorios de urgencias, algo inexplicable en estos momentos,  o están saturados, de tal forma que es imposible tratar de llevar a cabo determinadas gestiones, lo que parece increíble, ya que pese a estar en verano, cuando este País suele cerrar, estos momentos que vivimos no deberían permitirse semejantes comportamientos – como la cacicada populista del alcalde de  Vigo que se jacta de que ya está preparando las luces de navidad, con un coste de casi un millón de euros – lo que viene a recordarnos a Larra y su famoso y aún vigente en estos tiempos, “vuelva usted mañana”, que hoy este País, no está para nada, que parece que los años no pasan para él, sufrido y doliente como siempre, con unos dirigentes que no nos meremos, pero que queramos admitirlo o no, los ciudadanos hemos elegido.

sábado, 15 de agosto de 2020

JAULA DE GRILLOS

Una musical e insistente melodía, en absoluto insoportable, con una cadencia fija, constante e inacabable, sin apenas altibajos, con unos pequeños, ínfimos, intensos y sorprendentes silencios, que apenas son percibidos por el oyente más experto, más audaz e insomne en ocasiones, que a base de escuchar la misma canción con el mismo compás e idénticos graves y agudos, es capaz de distinguir, si algún nuevo  integrante se ha incorporado a la orquesta.
Banda perfectamente orquestada, que se encarga hoy de interpretar la sinfonía que los profesores del inusitado conjunto musical llevan a cabo hoy con el objeto de arrullar con sus delicados instrumentos, los oídos de quienes, o bien pasan su noche en vela, o caminan por el campo, o por la ribera de un río, dónde una serena, apaciguada y silenciosa quietud, permite escuchar la magistral obra musical compuesta por centenares de grillos, sin más instrumentos musicales que sus alas, su cricri, y su necesidad de comunicarse con sus semejantes.
Por definición, una jaula de grillos es un lugar, dónde mucha gente habla sin parar, con mucho alboroto, sin posibilidad alguna de entenderse, sin orden ni concierto, donde cada uno va a su aire, armando mucho ruido, en medio de una general confusión, que dificulta la comunicación entre los integrantes que conforman la jaula, que necesariamente no ha de ser tal, sino que la misma puede trasladarse a una habitación, a una casa, o una ciudad entera, dónde sus gentes son incapaces de llegar a entenderse por hablar todos al tiempo, en el caso de sala, por hacerlo a gritos en la casa o por hablar cada uno consigo mismo en una ciudad donde el monólogo es la forma común y corriente de entenderse, sin posibilidad alguna de llegar a acuerdos de ninguna especie.
Pero no obstante, los grillos salen malparados sin duda de esta odiosa comparación, ya que está demostrado que ellos sí logran comunicarse de una manera eficaz, consiguiendo entenderse con sus delicados sonidos, que llegan al resto de sus compañeros en forma de mensajes inteligibles, difíciles de interpretar para nosotros, pero de los que tenemos constancia que tienen significado para ellos, que siguen un código determinado con los que elaboran sus crípticos comunicados.
Mensajes, que no obstante son perfectamente entendibles para ellos, lo que es totalmente elogiable para nosotros, los humanos, que tan mal los imitamos, cuando con tanta frecuencia actuamos, como si de una jaula de grillos se tratara cuando somos incapaces de establecer una coordinada, inteligible y eficaz comunicación, que nos lleve a consensuar acuerdos, y, por lo tanto, a socializar como seres humanos que somos, a los que se les supone el don supremo de la inteligencia, que la sabia naturaleza nos ha concedido.
Pero no suele ser norma común este proceder, ya que la historia de la humanidad nos demuestra, que no hemos sabido aprovechar esta capacidad que nos diferencia y distingue de los demás seres vivos, que han sido lo suficientemente sagaces, perspicaces e ingeniosos, para, a imagen de los grillos, organizarse entre ellos, para alcanzar sus objetivos, aunque también salden sus disputas de forma violenta, que no obstante suele ser menos frecuentes, menos duraderas, y dirigidas siempre por un instinto vital y primitivo, que nada tiene que ver con las acciones intencionadas, premeditadas ydirigidas por una astucia malvada y soberbia, que se contradice con la inteligencia que se nos supone.
Competencia que no solemos desarrollar con la suficiencia necesaria para poder gestionar este mundo y sus circunstancias, que nos ha llevado, con apenas unos pocos milenios de historia, a desarrollar una civilización humana, que no ha conocido un momento de respiro en cuanto a la extrema violencia ejercida por el hombre contra el hombre, que nos ha hecho acreedores a una necedad de tal calibre, que somos incapaces de reconocernos cuando nos miramos en el espejo, mientras escuchamos el acompasado y rítmico cricri de los grillos, que con el libre y cantarín movimiento de sus alas, nos recuerdan, que los que de verdad viven en una gigantesca, turbulenta y anárquica jaula, somos nosotros, los seres humanos.

viernes, 7 de agosto de 2020

EL CAMAROTE DE LOS PICAPIEDRA

Inolvidable para los amantes del cine en general, para los cinéfilos en particular, y para todos los que disfrutan con la creatividad, el ingenio y el mejor y sin duda, el más espontáneo, desinhibido, y anarco humor que desarrollaron los hermanos Marx, auténticos gamberros de la comedia más hilarante y divertida, que llevaron a cabo durante sus mejores años, en los que fueron capaces de divertir en grado extremo a toda una generación que llenaba las salas para disfrutar con sus jocosas y joviales películas, que aún hoy son disfrutadas por quienes valoran un cine, que dada la falta de creatividad actual, ha subido enteros para quienes valoran el talento y la imaginación más desbordante.
Entre las muchas películas que grabaron, destaca una de ellas que ha logrado permanecer con más intensa y fiel constancia en la mente de los aficionados a estos portentos del cine de humor, debido a sus absurdamente geniales escenas y diálogos, como la que se desarrolla en un pequeño camarote de un barco, dónde todo el mundo cabe, de todo origen y condición, de profesiones diversas e inesperadas, que a menudo que van llegando, sin que a nadie se le niegue la entrada, mientras se van a acomodando dónde buenamente pueden.
Amontonados unos encima de otros, continúa la inacabable llegada de nuevos visitantes, hasta completar un numeroso y variopinto grupo de hombres y mujeres, que desbordan un aforo minúsculo con una muchedumbre inimaginable para tan pequeño y reducido espacio, en el que nadie parece quejarse de la inevitable incomodidad, sino que más bien parece que aceptan con tranquila y serena resignación una inusitada situación, que acabará cuando se desborde la multitud allí acumulada y abandonen el camarote por la vía del desplome que acabará con todos ellos en el pasillo del barco, a modo de derrumbe de una castillo de naipes.
En otro orden de preferencias del cine de humor, en este caso de los dibujos animados, se encuentran los inefables Picapiedra, Pedro y Pablo, y sus esposas Vilma Y Betty, protagonistas de una serie de éxito arrollador, que se mantuvo en las pantallas durante años, y que recientemente ha vuelto a la televisión, actualizando unas situaciones, que aunque siguen desarrollándose en la edad de piedra, han sabido ponerse al día para contemporizar un mínimo con los tiempos actuales.
Después de tantos años de ausencia, continúan en esencia las mismas situaciones y los elementos más destacables de la serie original, que se sigue programando en algunos países, como el inefable troncomóvil, los gigantescos filetes de brontosaurio, los dinosaurios ejerciendo de grúas en la cantera dónde trabajan, las equipadas casas con todos los electrodomésticos posibles, que son desempeñados por los más diversos animales de aquella época, las partidas en la bolera, el club de los búfalos mojados, las barbacoas y todo tipo de situaciones que hacen la delicia de los cinéfilos.
Nosotros, en este País, tenemos la suerte, o más bien la desdicha, de disfrutar del espectáculo diario que emula a la perfección ambos espectáculos, tanto el camarote de los Hermanos Marx, tal y como el ex presidente González, certeramente sugirió, como el de los Picapiedra, con su dos protagonistas, Pedro y Pablo, a la sazón presidente y vice presidente segundo del gobierno de coalición, que tan hilarantes momentos nos regalan con sus dimes y diretes, sus abundantes contradicciones, peleas y bufonadas varias.
Algo que completan con una magnífica recreación de sus dos primitivos compañeros de viaje, que parecen en ocasiones más inteligentes y perspicaces en su edad de piedra, que estos dos representantes del siglo XXI, empeñados en sobrevivir a toda costa, sumidos en una imposible y anárquica convivencia, basada en la ambición, la mentira, la farsa y la desfachatez, con el objetivo de continuar en una poltrona, que les queda demasiado pequeña para ambos, dónde seguro que tanto los hermanos Marx, como los Picapiedra, cabrían sin ningún problema, pues sabrían administrar debidamente los tiempos, haciéndonos disfrutar al mismo tiempo, algo que estos dos soberbios patanes son incapaces, por aburridos, pedantes e ineptos incompetentes.

martes, 28 de julio de 2020

LA RELATIVIDAD ABSOLUTA

Todo en esta vida suele ser relativo, ya que nada puede valorarse, si no es con un patrón o valor establecido, a partir del cual establecemos todas las demás estimaciones, valoraciones y cuantías varias, que nos dan así una idea más aproximada y real del hecho que estamos analizando, sin tergiversar por ello una realidad, que de otra forma, es decir, tomada de manera absoluta, pervertiríamos y falsificaríamos unos datos que no responderían a la verdad, incurriendo en falsedad y negando una realidad, que aunque evidente en su esencia, se divulgaría una mentira, un fraude, en definitiva, un engaño a todas luces visto, salvo por quienes sin analizar los hechos, asumen como verdad, lo que no es sino una pertinaz falacia.
Esta ficción disfrazada de autenticidad engañosa, se utiliza con demasiada frecuencia cuando de subvertir unos determinados hechos se trata, llevándose a cabo con una espeluznante y atrevida naturalidad, que pasa desapercibida para quienes asumen sin analizar ni discriminar cuánta información les llega, dando por hecho, que cuanto les dicen y afirman, tiene la patente de corso de la auténtica e indiscutible verdad, causando auténticos estragos en los ingenuos receptores, que sin entrar en cuestión, ni poner en duda y cuarentena lo escuchado, lo dan por bueno sin más, en una auténtica ceremonia de la confusión, tan embaucadora como soez, dado el tamaño y la forma del perverso fraude.
Casos podríamos reflejar aquí, que ilustrasen semejante embuste y adulteración de la realidad, aunque baste citar para ello, que en el terreno de la política, la estadística, y la información en general, se dan la mayoría de los casos que relevancia tienen en el orden social en el que todos estamos instalados, y que continuamente nos bombardean, en función de los intereses de quienes pretenden confundirnos con unos datos que toman en términos absolutos, en lugar de relativizarlos, logrando así unos resultados más exactos, y por lo tanto más ajustados a la verdad.
Einstein dejó sentado lo que para la ciencia hoy en día ya no es una teoría, como aún se denomina su Teoría de la Relatividad, sino una aseveración, una certeza “absoluta”, que la ciencia no pone en cuestión, y que afirma que el tiempo y el espacio forman una unidad espacio temporal, en la que ni uno ni otro son absolutos, sino que cada uno de nosotros tenemos una noción, una medida personal del tiempo, y que puede variar en función de determinados valores, pudiendo contraerse y dilatarse, tanto uno como otro, por lo que el concepto “absoluto”, no tiene sentido en el universo.
Un ejemplo claro de la tergiversación de los hechos, al tomarlos de una forma absoluta, es cuando se publican datos relativos a un valor en concreto acerca de dos países, sin tener en cuenta su población, lo que provoca que se tome por veraz, lo que en realidad no es sino una falsa conclusión, al no tomar en cuenta de forma “relativa” dichos datos, lo que se conseguiría con un simple cociente entre el valor del dato en cada caso, y la población del susodicho país, lo que nos daría el porcentaje real y relativizado, obteniendo así una idea real y exacta, de los hechos analizados.
En los momentos que vivimos, con una nueva normalidad preocupante, dados los brotes que continuamente surgen a lo largo del País, muy bien podríamos aplicar la tendencia que suele manifestarse al alterar los valores reales de los contagios, comparados con los datos a nivel mundial, no ya en cuanto a valores absolutos de las víctimas totales, que se sabe están contabilizados a la baja, como se ha demostrado en recientes estudios, sino en cuanto a los valores relativos comparados con el resto de países, ya que se contabilizan de forma absoluta, sin tener en cuenta la población de los diferentes países, lo que supone, que en caso de no tenerlo en cuenta - si los tomamos de forma absoluta - nos darían unos resultados falseados, que no se corresponderían con la realidad, ni con las matemáticas más elementales, ni, sobre todo, con la verdad.

miércoles, 15 de julio de 2020

ANATOMÍA DE LA DESOLACIÓN

Han pasado ya tres semanas del comienzo de la mal llamada nueva normalidad, o del final del peor denominado aún, estado de alerta, que ha dejado al País exhausto, descompuesto y sumido en una especie de melancólica tristeza, que contrasta con la alegre y tradicional vitalidad de una ciudadanía, que no consigue sacudirse una imagen de aflicción y desamparo que se materializa sobre todo en los parques , dónde los niños apenas aparecen, lamentándose su ausencia que nos priva de su alegría contagiosa tan necesaria en estos tiempos de devastación y oprobio, que se manifiesta a todas horas y en todos lugares, con la simple presencia de la gente portando la obligada y lastimosa mascarilla, que nos señala como individuos que estuvieran en  permanente estado de un penoso y lamentable carnaval, disfrazados, imagen que nos persigue allá dónde vamos, sin excepción alguna.
Arrastramos una perversa situación, que sabemos ahora, no va a mejorar, que va para largo, que no tiene fecha de caducidad, que nos va a perseguir cada día, sabiendo que se acabaron los buenos tiempos, la vida despreocupada y más o menos alegre, que muchos se podían permitir, y que empeora notablemente la de quienes ya tenían problemas, que ahora se van a incrementar con la inminente llegada de los ajustes, recortes, y otras negativas nuevas, que habremos de soportar para recomponer una economía destrozada y una sociedad cansada, hastiada y afectada por estos duros y desalentadores tiempos que nos ha tocado vivir.
Asombra, conmueve y desalienta contemplar una España extraña, desolada, minimizada, vacía, dónde el verano movilizaba a amplios sectores de la población en busca de las playas, de las fiestas, del descanso reparador y necesario del estío agotador, que ahora apenas contempla  estas actividades, que se han visto reducidas notablemente, en unos casos y anuladas en otros muchos, ante una angustiosa situación económica y laboral que afecta a un importante sector de la población, que en otros casos se ha decidido por la precaución, ante el miedo que esta pandemia ha desatado, y que les condiciona a la hora de decidirse a viajar o a tratar de salir del lamentable estado en que nos ha postrado este odioso confinamiento que hemos tenido que soportar durante tanto tiempo.
Recorrer pequeños pueblecitos de la meseta, antes tan animosos y concurridos en verano, y ahora tan solitarios, con las pocas gentes nativas y las que acuden de la ciudad, con sus mascarillas ocultándoles la cara, es un espectáculo estremecedor, siniestro y oscuro, que lleva con resignación la gente mayor, que vivió la guerra y la posguerra, y que no salen de su asombro ante semejante desatino en el que vivimos, del que ellos, sobre todo, ninguna culpa tienen, como el resto de los ciudadanos de a pie, que aunque nos preguntemos una y otra vez, quizás nunca sabremos qué está pasando, qué ha motivado este desastre, y, sobre todo, si los hubiere, quién, cómo y por qué se llevó a cabo, si quizás por nuestro estilo de vida todos somos culpables, o si somos víctimas de una brutal confabulación que ha trastocado nuestra existencia.
No hay respuestas, nadie nos dice qué ha pasado, salvo la explicación inicial, que no satisface a casi nadie, o la que implica a las principales potenciales, que se acusan mutuamente, o la de los agoreros de todo tipo que aventuran teorías más o menos fantásticas, que no convencen a nadie, y que no consiguen más que crear una confusión tal, que no hace sino alejarnos aún más de una verdad que posiblemente jamás conoceremos.
No nos queda más que el recurso a la resignación y a la dolorosa sensación de que algo o alguien juega con nuestro destino, y a vivir con el miedo de nuevos desastres que continuamente nos anuncian para un incierto futuro, mientras volviendo la vista atrás, contemplamos un pasado desolador con millares de víctimas, que son muchas más, según todos los indicios, de las reconocidas oficialmente, como son muchos los errores cometidos al comienzo de la pandemia por los gobernantes, que, por supuesto, nadie asumirá, con lo que a los ciudadanos sólo nos queda, el miedo, la resignación, y un punto de profunda rabia e indignación contenidas, ante tanto desamparo y tanta desolación.

lunes, 6 de julio de 2020

LA DIESTRA Y LA SINIESTRA

Los dos términos que dan carta de naturaleza a estas líneas, tienen un origen que procede del medievo, en concreto de la heráldica, cuando se utilizaban para señalar hacia donde se dirigían los elementos del escudo de armas de la casa en cuestión, bien hacia la derecha, bien hacia la izquierda, considerándose que el de la diestra, era el de mayor honor, mientras que el de la izquierda se consideraba de menor calidad, de menor honra, de menor crédito, y así nos encontramos con la posición que ocupa el invitado de mayor categoría, a la derecha del anfitrión, o la de la esposa, a la izquierda del marido, o la del jefe, a la derecha del subordinado, que quedaría a su izquierda, por lo que la diestra, según esta visión, poseería connotaciones de superioridad, de preeminencia, de privilegio, en definitiva, sobre la siniestra.
En otro orden de cosas, desde una visión y perspectiva diferentes, los términos diestro y siniestro, denotan significados muy diferentes a los términos anteriores, que no indican posición relativa sino cualidad de manejar la mano derecha, así como de la capacidad, habilidad y destreza en el caso de diestro, mientras que siniestro, se refiere a una persona o hecho, que posee características perversas o mal intencionadas, así como a un hecho o suceso accidental que puede causar daño a personas o cosas, con lo que términos con significante muy parecido, presentan significados muy diferentes, para terminar con “a diestro y siniestro”, que se utiliza cuando se actúa sin tino, discreción, ni miramiento.
Rizando el rizo, llegamos a donde pretendíamos, después de tan largo preámbulo, que no intenta, sino versar sobre los vocablos derecha e izquierda, dejando de lado el indeterminado, furtivo e indefinible centro, todos ellos, que se supone continúan en plena vigencia política, pese al desprestigio que vienen sufriendo los grupos que así de autodenominan, y que no suele corresponderse con una unidad o patrón, por otro lado inexistente, a partir del cual podríamos sustanciar tales definiciones, que bastante confundidas están hoy en día y que tanta confusión, permítaseme la redundancia, crean en una opinión pública, que ya no sabe a qué atenerse.
La izquierda, se suele identificar con el progresismo, la solidaridad entre los pueblos y ciudadanos, la sensibilidad acerca de los problemas sociales, las libertades individuales y colectivas, así como la igualdad entre los seres humanos, que le otorgaban la denominada supremacía moral de la izquierda, signifique lo que signifique una expresión tan machacada y manida durante tanto tiempo, que parece haber decaído en desuso en los últimos tiempos, de tal forma que la derecha, se ha asociado siempre con el orden y la autoridad, la disciplina, la tradición, el capital, los principios morales, la religiosidad y los valores morales del individuo y la familia, teniendo su origen, ambos conceptos en la revolución francesa, cuando a la  autoridad real , se opuso la asamblea popular.
Hoy en día, ambos términos se siguen utilizando, como manera de señalar a unos y a otros, dejando de lado a los que están en los extremo de cada uno de ellos, a su diestra y a su siniestra, denominándolos con el prefijo “extrema”, que de una u otra forma, han conseguido crear equívocos aún mayores acerca de una definición política, que no consigue otra cosa que lograr una confusión tal, que a ojos del ciudadano, no parecen sino una simple y vulgar etiqueta que ha conseguido desafiar las leyes de la gravedad política, consiguiendo con ello que el votante se desencante en unos casos, y en otros se pregunte cuál es la distancia real entre todo el conjunto de este enrevesado arsenal político.
Y aunque las diferencias existen, ya que no podía ser de otra manera, dados los intereses creados por ambas partes, la percepción que los ciudadanos tienen de ambos extremos, aparece cada vez más difuminado a ojos de unos votantes que contemplan con estupor cómo sus comportamientos ético morales, son cada día más parecidos, menos diferenciados, más ajustados a sus poltronas de dónde no piensan moverse, para evitar no salir en la foto, para eternizarse en su despacho oficial, de dónde no se moverán, salvo que los cese quién los nombró, ya que en este País, no dimite nadie, ni siquiera, como asegura ahora el vicepresidente segundo, que dícese de extrema izquierda, aunque le imputen en el caso en el que está siendo investigado, cuando él, en su momento, exigió a la inmediata dimisión a otros, que se encontraban en similares circunstancias a las suyas.
En el orden económico y social existen diferencias, que tampoco son fundamentales, que no son esenciales ni radicales, sobre todo en economía, dónde es Europa quién dicta las normas, de las que difícil evadirse, mientras que en el orden social, las diferencias suelen ser más amplias, dónde la izquierda suele conectar más y mejor con las clases medias bajas, que es dónde encuentra su filón más importante de votantes, mientras que las derechas, lo consiguen a base de defender el orden, la unidad nacional, la política de inmigración, y otros valores patrios.
En cualquier caso, el desencanto, la desconfianza y el cansancio más desesperante, se está instalando en una ciudanía harta de tanta soberbia, tanta mentira, tanta farsa y tanto estúpido y falaz populismo, que se está alejando cada vez más de la gente y de sus necesidades reales y vitales, que cada vez conectan menos con quienes recibieron en su día el encargo de gestionarles un estado del bienestar, que ni la diestra ni la siniestra, han demostrado ser capaces de llevar a cabo, salvo para sí mismos, algo en lo que tanto unos como otros, pese a sus aparentes diferencias, están siempre de absoluto y total acuerdo.

sábado, 20 de junio de 2020

YO ACUSO

Cuando el mal llamado estado de alarma termina, cuando el confinamiento a todos los niveles toca a su fin, cuando los sufridos ciudadanos respiran con un cierto alivio, y la memoria atormentada despierta de su letargo de tres durísimos e interminables meses de confinamiento, cuando sobre todos aún pesa y pesará un brumoso trauma, cuando comenzamos a respirar de nuevo, yo,  en nombre de muchos dolidos e indignados ciudadanos de este País:
Acuso al prepotente gobierno de este País de no reconocer sus errores, de no pedir, no ya perdón, sino unas mínimas y necesarias disculpas, de airear sus más que dudosos aciertos a la hora de gestionar la pandemia, permitiéndose su presidente el ominoso y falaz “viva el 8 M”en sede parlamentaria, que es todo un insulto a la vida, y a la sensibilidad de los familiares de las víctimas.
Acuso a unos negligentes gobernantes que cometieron graves e imperdonables errores a la hora de tomar medidas drásticas, cuando ya conocíamos los casos de China y de Italia, que debieron ser más que suficientes para actuar, y no lo hicieron.
Acuso al gobierno de permitir que prevalecieran condicionamientos de orden político y de oportunidad, para no avisar a la población del peligro que corrían al asistir a manifestaciones y actos multitudinarios de todo tipo, cuando las señales de peligro eran más que evidentes.
Acuso a las autoridades correspondientes, de permitir la manifestación del 8 de marzo, y otras anteriores y posteriores, que causaron sin duda infinidad de contagios, cuando el día 7, es decir un día antes del 8 M, se confinaron a 40 personas contagiadas en la ciudad riojana de Haro.
Acuso a los responsables de no escuchar a la OMS, que con tiempo, y como está documentado, avisó a las autoridades sanitarias acerca del aprovisionamiento de material sanitario para responder a la epidemia que se avecinaba.
Acuso a las autoridades de este País, de autorizar unas concentraciones y de prohibir otras, antes del confinamiento, en una ceremonia de la confusión, que responde a oscuros intereses de variada, siniestra e inconfesable índole, que en absoluto se pueden justificar.
Acuso a los responsables en las altas esferas gubernamentales, de privilegiar sus intereses electorales y populistas sobre los de la población, hasta el punto de no tomar medidas por aquello de esperar a ver qué pasa ahí afuera, a ver quién le pone el cascabel al gato, y por miedo a la impopularidad que ello representaba.
Acuso al gobierno de ser el culpable de la situación trágicamente anárquica de los hospitales, sin material suficiente, pese al aviso de la OMS, y, sobre todo de las dramáticas consecuencias en un heroico personal sanitario en general, que se vio absolutamente inerme ante la avalancha de enfermos, sin material, desprovistos de lo más elemental, como la ropa protectora que tuvieron que confeccionarse ellos mismos.
Acuso a quienes corresponda, del espantoso porcentaje de fallecimientos entre el personal sanitario, que es, para vergüenza y oprobio del gobierno, el más alto del mundo, tal como está registrado.
Acuso, junto con sus consternados familiares, y a quienes corresponda, de irresponsabilidad y dejadez manifiesta en la gestión de las residencias de ancianos, por dejarlos morir, por acción u omisión, en un vergonzoso y detestable acto de malvada dejación, en lo que ha supuesto uno de los peores maltratos en la historia de este País hacia sus ciudadanos.
Acuso en mi nombre, y en el de los familiares de las víctimas en general, de los falsos datos que proporcionan las autoridades sanitarias sobre el número de los fallecidos, así como del tratamiento vejatorio hacia ellas, al citarlas como meros números a contabilizar.
Acuso a las autoridades aquí  citadas, de carecer del más elemental rastro de una elemental y piadosa humanidad,  en una penosa demostración que supone un acto de vileza absoluta, al tardar más de dos meses en declarar una semana de luto, lo que denota una patética e inexcusable ausencia de sensibilidad, sin disculpa posible alguna.
Acuso, en fin, a un gobierno, que proclamándose progresista y de izquierdas, ha demostrado un talante soberbio y engreído, farsante y embustero, incapaz de reconocer error alguno y de asumir sus culpas, que ha dejado un País en ruinas, tanto a nivel personal, como laboral, como económico, y que ahora pedirán que lo levantemos, quienes con su esfuerzo y sacrificio, hemos sufrido las consecuencias de su ineptitud manifiesta.