Nunca se ha distinguido este País por llevar la iniciativa en
nada que suponga un avance científico, una mejora tecnológica, un progreso que
redunde en beneficio de la sociedad, siempre por detrás del resto, a la espera
de acontecimientos, esperando a ver qué pasa, cómo funciona en otros lares, en
definitiva, que inventen ellos, que nosotros luego ya veremos, ya decidiremos,
no nos arriesguemos, que patenten fuera, que ya compraremos después, a precio
de oro, eso sí, y mientras tanto, nosotros a lo nuestro, a verlas venir, a ocupar
los últimos lugares en casi todo, faltaría más, sin prisas, ya despertaremos de
la siesta, y luego, ya veremos.
Pero que nos quiten lo bailado, cómo no, la juerga, la
fiesta, las procesiones, las cañitas en
la terraza, los toros, el fútbol, el flamenco, la iglesia, la monarquía
hereditaria con el emérito ahora en fuga, las vacaciones del verano, de semana
santa, de navidad, los puentes, y tantos otros inventos patrios, que nos deja
un País donde la dolce vita parecía ser el único objetivo a conseguir, aunque
para ello tengamos que empeñarnos de mil maneras, para así poder dejar bien
claro, cómo de bien vivimos, aunque no lleguemos a fin de mes, o lo hagamos a
duras penas, algo que ahora, con un País devastado, ha visto cómo todo
esto empeora notablemente, cómo el
porvenir se complica, cómo se vienen abajo tantas alegrías, tantas esperanzas y
tantas ilusiones frustradas.
Todo do ello sazonado con los encargados de dirigir y
gestionar nuestros destinos, léase los políticos, auténticos ineptos que no
piensan más que en sus intereses personales y de partido, bien atrincherados
tras sus privilegios que les protegen de toda iniquidad a las que tan
acostumbrados, muchos corruptos, todos soberbios, y la inmensa mayoría,
carentes de una mínima ética y de una moral que desconocen por completo, falsos,
perdularios, y mentirosos a rabiar, que hoy te afirman categóricamente algo, y
mañana se desdicen sin el mínimo rubor, ya procedan de la derecha, de la
izquierda o de los extremos, todos iguales, todos aforados para asegurar su
poltrona, todos en definitiva, igual de detestables, salvo honrosas
excepciones, que con los dedos de la mano se pueden contar.
Y así llegamos al día de hoy, en plena nueva normalidad,
según ellos se inventaron, con un País sumido en la más absoluta ruina social,
económica y sanitaria, con multitud de sectores de la población devastados por
la pandemia, que continúa azotando a una sociedad que después de tanto
sufrimiento por el durísimo confinamiento, ve cómo se prolonga la inseguridad y
el miedo ante la continuidad de una enfermedad que no ha desaparecido, y de la
que nos advierten, puede durar mucho tiempo aún, mientras el paro y la
desesperación se adueñan de la gente, que contempla con miedo cómo un incierto
futuro se cierne sobre la ciudadanía.
Mientras tanto, causa estupor, contemplar a los políticos,
empezando por el presidente, cómo se lucen en traje de baño en la playa, cómo
disfrutan de unas vacaciones que de ninguna manera se han merecido, con un País
devastado en todos los sentidos, cuando una gran parte de la población se ha
quedado en casa, por culpa, en gran medida de la pésima gestión de un gobierno
que actuó tarde y mal cuando ya se venía venir el peligro, y que después, vista
la situación que ocupa España, la primera de Europa en nuevos casos de la
pandemia, continúan sin resolver una situación crítica en la que se ve inmerso
este sufrido País, que a dos semanas del comienzo del curso escolar, padres,
alumnos y profesores, no saben aún cuando y cómo comenzará el nuevo curso.
Mientras tanto, instituciones estatales de todo tipo, o
permanecen cerrados, caso de ambulatorios de urgencias, algo inexplicable en
estos momentos, o están saturados, de
tal forma que es imposible tratar de llevar a cabo determinadas gestiones, lo
que parece increíble, ya que pese a estar en verano, cuando este País suele
cerrar, estos momentos que vivimos no deberían permitirse semejantes comportamientos
– como la cacicada populista del alcalde de
Vigo que se jacta de que ya está preparando las luces de navidad, con un
coste de casi un millón de euros – lo que viene a recordarnos a Larra y su
famoso y aún vigente en estos tiempos, “vuelva usted mañana”, que hoy este
País, no está para nada, que parece que los años no pasan para él, sufrido y
doliente como siempre, con unos dirigentes que no nos meremos, pero que
queramos admitirlo o no, los ciudadanos hemos elegido.