Se define crecimiento económico
como la toma en consideración de una serie de indicadores económicos como la
producción de bienes y servicios, la generación de energía, el consumo de
bienes y servicios, el ahorro, la inversión, el consumo de calorías y otros,
que en conjunto deberían conllevar el bienestar económico de un País y por
ende, el aumento del nivel de vida de sus ciudadanos, que como consecuencia del
resultado positivo del supuesto auge económico y de la consecuente riqueza
creada, repercutiría en la abundancia y tranquilidad de los habitantes de la
feliz y venturosa nación que verían así colmados sus anhelos de superar una
delicada situación al lograr salir de una larga y dura recesión.
De todos es conocida la alarmante
situación por la que este País está pasando desde hace ya varios años que está
dejando un rastro de pesar y sufrimiento, llegando a límites ya insoportables,
con un paro situado en unos valores jamás conocidos por estos lares, que baten
todos los records en Europa, con una media que supera el veintiséis por ciento de media, llegando
al cuarenta por ciento en algunas regiones y alcanzando casi el cincuenta por
ciento entre los jóvenes, datos éstos que suponen una auténtica tragedia de
alcance nacional con consecuencias que aún no conocemos pero que todos tememos
puedan desembocar en conflictos sociales que ya se muestran latentes, que
podemos prever, que presagiamos y que casi podemos divisar, pues ya ha habido
incipientes muestras de los mismos.
Los tremendos recortes en todos
los órdenes y áreas, incluida la sanidad, con privatizaciones de centros
públicos, supresión de servicios de urgencias y aumentos en los gastos
farmacéuticos, unidos al aumento de los comedores sociales, que nos retrotraen
a la época de la posguerra, todo ello debido al empobrecimiento de un numeroso
sector de la población, están dibujando un panorama social en nuestro País, que
lo está dejando dolorosamente irreconocible hasta extremos difícilmente
creíbles en una nación como la nuestra, europea y moderna inserta en el rico y
próspero occidente del siglo XXI.
Con este desolador panorama, el
ciudadano, atónito, contempla como se siguen destapando nuevos y sangrantes
casos de corrupción por parte de los políticos que lejos de consagrarse al
servicio del País y de los votantes por los que han sido elegidos, se dedican
al pillaje y a las corruptelas más viles y miserables con el único objeto de
llenar sus bolsillos a costa del erario público, de las comisiones ilegales, de
tratos de favor, de información privilegiada y de de blanqueos y robos varios cual
si de ladrones de guante blanco se trataran, que, en definitiva, es lo que son.
Y hete aquí, que con este
oscuro y devastador panorama, los políticos y voceros económicos más
significados, anuncian a viva y esperpéntica voz, que en el curso de poco
tiempo, casi al final de este año o a lo más tardar en el próximo, este
asolado, desolado y deshecho País, dejará atrás la recesión, la abandonará
definitivamente para entrar, brillante y triunfalmente en el crecimiento
económico - con lo cual aplicaríamos, afortunadamente, cuanto quedó manifestado
en el párrafo primero de este texto - pese a un paro galopante que seguirá
creciendo durante todo este tiempo y a una denigrante situación social que
seguirá en continuo ascenso, junto a los recortes de siempre y a un
empobrecimiento de la clase media que cada vez es más clara y ostensible a
medida que pasa el tiempo.
Me imagino la cara y el gesto
descompuesto, incrédulo e indignado del desempleado que ya lleva varios años en
el paro y que ni tiene esperanzas de
conseguirlo, de las familias cuyos miembros, en su totalidad, no tienen
trabajo, que son casi millón y medio, del joven que ni encuentra trabajo aquí,
ni allende nuestras fronteras, de los desheredados, en fin, que pueblan un País
irreconocible y desdichado, que no obstante tiene que soportar semejantes
improperios.
Los datos macroeconómicos ni
entienden de paro, ni de miseria ni del sufrimiento que un ser humano puede
soportar. Son simplemente datos matemáticos y estadísticos, son fríos, son hieráticos
son inhumanos, calculados por mentes que los escupen a las caras de las gentes
cual si de máquinas se trataran, olvidando que sus destinatarios tienen las
manos vacías y que por lo tanto semejantes augurios, representan una burla
hacia ellos, una falta total de respeto y una crueldad insoportable, pese a sus
cálculos, sus estadísticas y su urgente necesidad de adelantar buenas nuevas,
cuando la realidad dice lo contrario.