viernes, 29 de agosto de 2014

ZAPATERO REMENDÓN

El derroche sistemático e inconsciente, ha llegado en nuestros vulgares y alocados tiempos, a unos niveles de absurdo e injustificable consumismo, que nos ha conducido a una desigual carrera hacia ninguna parte, en la que el mérito más valorado, ya no es el de participar e incluso ganar, sino en exhibir durante la misma, el mayor y más exuberante, a la par que caro, lujoso y valioso, conjunto de bienes externos de riqueza, con el mal disimulado propósito de sobresalir y destacar por encima del resto de contendientes, tratando de dejarlos obnubilados y boquiabiertos ante el poder seductor de cuantas posesiones se puedan exhibir, mostrando lo último de lo más actual, lo que acaba de salir hace un instante, en un ejercicio de estupidez, que no tiene más explicación, que las del ansia de sobresalir y destacar a base de recurrir a recursos y circunstancias materiales, siempre externas, que no a unos valores éticos, estéticos y culturales, de los que sin duda se carece, tratando de sobresalir de esta peculiar manera que persigue deslumbrar, fascinar e impresionar, llamando la atención del contrincante, al tiempo que se trata de obtener una auto satisfacción personal carente de todo valor que no sea el puramente material.
Ya casi nada se repara ni se conserva, si medianamente se ha utilizado, si adolece de nuevo, si no mantiene un estado de conservación perfecto, ejemplar, modélico, si no está como casi el primer día, así que sencillamente se tira, se cambia, se compra uno nuevo y santas pascuas, aquí paz y después gloria, para que repararlo, para que intentar recomponerlo si nos va a salir más caro, si de todas formas va a seguir teniendo aspecto de viejo, de usado, de segunda mano, no merece la pena, cambiémoslo, compremos otro nuevo.
Y así, va a la basura un aparato más que bien podría haber sido arreglado, reparado, puesto de nuevo en servicio por mucho menos de lo que imaginamos, pues siguen habiendo, afortunadamente, zapateros remendones, tiendas de reparación de electrodomésticos de toda la vida, que ahí siguen hoy en día, con una vigencia y una razón de ser como antaño, tiendas de arreglos de ropa, de prendas de vestir, de arreglo y composición de muebles y de otros servicios que están proliferando ante las situaciones de necesidad extrema a la que se está llegando hoy en día, en estos tiempos difíciles que han conseguido que mucha gente vuelva los ojos de nuevo hacia ellos, hacia la necesidad de conservar los objetos que pueden y deben ser conservados, porque su vida aún no ha acabado, porque pueden seguir utilizándose con una pequeña y poco costosa reparación que esta sociedad parecía haber olvidado dada la vorágine consumista en la que se halla inmersa, que nos induce a comprar compulsivamente y a rechazar los bienes que ya no son absolutamente nuevos, que han sufrido un pequeño desgaste o un deterioro perfectamente reparable.
Conozco varios de estos impagables reparadores de trastos viejos y no tan viejos, a los que recurro de vez en cuando, como es el caso de un zapatero que lleva años en el mismo lugar, con la misma pequeña tienda de reparación, a la que apenas ha añadido alguna moderna herramienta que facilita su trabajo, pero que básicamente continúa igual que hace casi cuarenta años. Le suelo llevar los zapatos que repara de una eficiente manera y todo con unas tarifas absolutamente moderadas. Le he llevado hace poco unas zapatillas de deporte con unos cuantos años, que han soportado mal el paso del tiempo y que han estado en el borde del cubo de la basura multitud de ocasiones. Les ha echado un vistazo y sin dudarlo, me dice: para cuando las quieres, no tengo prisa, le digo. Mañana por la tarde están. Qué satisfacción verlas otra vez como nuevas.

miércoles, 27 de agosto de 2014

UN BARCO SIN TIMONEL

Qué hastío me produce este PSOE, sin rumbo, sin ilusión, casi a la desbandada, que no encuentra su camino, que según afirman sus dirigente tiene alma republicana, y que sin embargo no tiene reparo alguno en obligar a todos sus diputados a votar sí a la monarquía, sin plantearse al menos la libertad de voto, sin unirse a quienes piden un referéndum para elegir, si así lo desean, una forma alternativa de gobierno, la República, término que pronuncian con cuidada y suma discreción y que sin embargo tienden a utilizar de vez en cuando, o al menos parecen intentarlo, sutilmente, tímidamente, con la boca pequeña, en voz muy baja, cuando hablan de federalismo, y lo hacen, porque no lo tienen nada claro, cuando citan a los territorios históricos, Cataluña, el País Vasco y Galicia y los conflictos que con estas regiones se plantean, y que sugieren de alguna manera, que podrían solucionarse cuando hablan de cambiar la Constitución.
Están desorientados y absolutamente fuera de lugar, sin saber hacia dónde dirigirse, sin aclarar hasta dónde llegarían en esos cambios, cuál sería el alcance de los mismos, cómo quedaría una Constitución que, efectivamente está necesitada de ellos, pero que son incapaces de determinarlos y comunicarlo a unos votantes que han iniciado una huída hacia adelante en medio de una deserción anunciada, pasándolos por la izquierda - cuando antes ya lo hicieron por la derecha, y ahí está el partido popular, con su ayuda – y por la otra izquierda, léase Podemos y Equo, entre otros, en una elección obligada por el hartazgo que produce un partido que se desmorona, con una filial catalana que va a su aire.
La primera reacción ante este desastre ha sido la dimisión del secretario general, limitándose a reconocer la derrota y a promover un congreso y primarias con listas abiertas para elegir a los delegados, en una misión harto difícil y complicada, dado el hecho de que los candidatos más significados, no parecen satisfacer ni despiertan entusiasmos, unos por no considerarlos preparados dada su poca experiencia, otros, que teniéndola, no han alcanzado en su vida política la relevancia deseada, otros por estar demasiado a la izquierda – esto sí que suena chocante, utilizando un término harto esclarecedor -  y otros, porque dicen que les falta experiencia, pese a que han demostrado poseer el tirón suficiente para obtener un excelente resultado en las urnas, con lo que el panorama no es excesivamente optimista a la hora de designar al sucesor de Rubalcaba.
El último aspirante al que me refiero, preside la Comunidad Andaluza, Susana Díaz, que considero posee todas las virtudes, aptitudes y capacidades necesarias para liderar el PSOE, que ha demostrado que tiene tirón en las urnas, capacidad para arrastrar a la gente, personalidad, carácter y temperamento suficientes para llegar a una presidencia del gobierno que pienso que desempeñaría con sobrada solvencia y que lograría dar una imagen de España muy diferente de la que estamos acostumbrados en los últimos años, realmente frustrante, con unos presidentes de gobierno que no han estado ni están a la altura de un País como el nuestro que debería ostentar una posición muy diferente en la esfera internacional. Aunque tiene importantes apoyos, creo que se equivoca quienes consideran, incluso ella misma, que debería esperar una legislatura más. Sería un error.
Abogo por ella porque es capaz, inteligente, joven y porque es mujer, pero ha decidido renunciar y ha sido Pedro Sánchez el elegido. Espero, por el bien del PSOE, que la elección haya sido acertada.

viernes, 22 de agosto de 2014

ESCUDARSE TRAS LAS REDES

En tiempos pasados, aunque no tan remotos como para que no llegue incluso a suceder en los tiempos actuales, era moneda corriente el sabotaje, entorpecimiento o simple y llanamente el acoso y derribo del estreno de una obra de teatro, a cargo del oponente, enemigo o contrincante, del autor en cuestión, y a tal efecto contrataba a una banda de revoltosos cuya misión consistía en romper el debut o inauguración, con gritos y proclamas en su contra, profiriendo todo tipo de expresiones malsonantes con la intención de ridiculizar y desacreditar tanto al autor como a su obra, en  un acto miserable y ruin, que generalmente conseguía sus propósitos al lograr que la representación no pudiera llevarse a cabo, aunque en ocasiones pudiera evitarse el escándalo al desalojar a los vándalos, que de esta manera conseguían justamente lo contrario, pues el autor subía a escena y tenía ocasión, de esta manera, de contraatacar a quien conocía como su seguro oponente, desenmascarándolo y poniendo a su favor a unos espectadores que no salían de su asombro ante semejante espectáculo.
Fueron muchos y muy sonados los sucesos que con este motivo tuvieron lugar en el panorama teatral español de todos los tiempos, como por ejemplo lo que le sucedió a la obra de Calderón de la Barca, la Vida es Sueño, en el año 1931 en la iglesia románica de San Juan de Duero, en Soria, o los muchos altercados que tuvo que sufrir Federico García Lorca cuando con la Barraca llevaba por toda España la cultura teatral representando todo tipo de obras, así como los altercados que se sucedieron en el siglo XIX con numerosos estrenos que con frecuencia eran interrumpidos, de esta hosca, absurda y vergonzosa manera, con el fin de desacreditar a los autores, que sufrían las consecuencias de la envidia e inquina por parte de sus oponentes.
Famoso y legendario es el caso de un autor teatral que preparó su propio sabotaje en el día del estreno de una obra pretendidamente suya, con el objeto de desenmascarar a sus enemigos, adelantándose a los auténticos saboteadores que ya estaban en la sala, de tal forma que cuando llegaron los falsos alborotadores, los verdaderos saltaron de sus asientos y se unieron a ellos. En ese momento, el autor subió al escenario y proclamó a viva voz, que la obra que se iba a representar no era suya, sino de otro autor, que se había prestado a la farsa con el objeto de dejar al descubierto a los enemigos del autor, que de esta forma quedaron al descubierto.
Hoy en día, estos métodos pertenecen sólo al pasado, salvo puntuales hechos en los que determinadas gentes, hartas ya de intentar todo por las vías burocráticamente establecidas, deciden protestar por las injusticias y atropellos contra ellos cometidas, se lanzan a la calle pacíficamente y  llevan sus quejas ante el domicilio de los responsables de las supuestas injusticias, en los denominados scratch – literalmente rayar o arañar – con el objeto de hacerse oír, siempre de una forma totalmente pacífica, pese a los intentos de tergiversar estos hechos que se han llevado a cabo por quienes estaban interesados en desprestigiar a quienes los llevaban a cabo.
Hoy las Redes Sociales ofrecen un espléndido y tentador marco de actuación para quienes deseen manifestar, denunciar o debatir cuantos temas deseen, sin obstáculo alguno, con una libertad total para llevarlo a cabo, insertando incluso material gráfico en forma de fotografías, vídeos y en general, en formato multimedia, con lo que se consigue un mayor y eficaz apoyo a unos argumentos que en buena lógica han de respetar las formas y la corrección que se espera de quienes utilizan estos medios y que no siempre sucede así, ya que amparándose en un cierto anonimato y escudándose tras él, utilizan estos medios para difamar, insultar y apoyar expresiones, acciones y hechos absolutamente injustificables, que no pueden ni deben tener cabida en las Redes Sociales.

lunes, 18 de agosto de 2014

CIEN AÑOS PRODIGIOSOS

Suele ocurrir con frecuencia, que cuando desaparece un escritor famoso y reconocido a nivel mundial, parece que todo el mundo se interesa por su obra, por sus libros más conocidos, los que más suenan a la gente, los más vendidos, y así, según me comentan en la biblioteca, de inmediato desaparecen los ejemplares que tienen disponibles de ese autor por muchos que tuvieran en existencias y resulta imposible conseguirlos durante un tiempo, que es lo que me pasó, cuando presto, acudí en busca de las obras de Gabriel García Márquez, que son muchas, muy variadas y de una poderosa atracción para quién ya las conocía, como es mi caso, que tuve la oportunidad de leer algunas de ellas hace ya mucho tiempo, demasiado quizás, me doy cuenta ahora, cuando me enteré de que el genial escritor había partido hacia su imaginario y fantástico Macondo, lugar donde se desarrolla una de las obras más increíbles, más portentosas y más geniales de la literatura actual.
No puede caber la menor duda de que estoy hablando de Cien Años de Soledad, obra maestra del denominado realismo mágico que él cultivó con una maestría y una destreza absolutas en esta insólita novela, que deja una indeleble huella en el sorprendido lector, no sólo mientras está leyendo sus inverosímiles páginas que con frecuencia nos mantienen absortos e incrédulos ante sus insólitas e inenarrables situaciones, sino mucho tiempo después, cuando rememoramos lo leído, cuando lo desgranamos y sopesamos en nuestra frágil memoria, incapaz de descifrar una historia fantásticamente irreal, con una portentosa dosis de imaginación que lleva al lector a unas situaciones límite en cuanto a su comprensión y seguimiento se refieren.
Es tal el esfuerzo narrativo que ha de soportar el lector, que no es extraño que de vez en cuando sienta la tentación de desistir temporalmente de su lectura, en aras de proporcionar un leve y merecido descanso a su capacidad, no de comprensión, porque es irrealmente incomprensible, sino de una necesaria asimilación de tanta y tan soberbia demostración de un derroche narrativo soportado en un genial don que posee del dominio del lenguaje y de su capacidad para expresar no sólo hechos y situaciones increíbles, siempre al borde de la realidad más ficticia e imaginaria que pueda sustanciarse en un escrito, sino de utilizar y describir conceptos difíciles de expresar en el lenguaje ordinario, y que él lo lleva a cabo de una manera sutil, hermosa y sobre todo sencilla, sin herir susceptibilidades que puedan estar a flor de piel en la mente del lector, que asombrado, descubre cómo Gabo facilita la descripción y el entendimiento completo de situaciones harto complicadas y sumamente delicadas, con un lenguaje que jamás pensó pudiera estar a disposición de ser humano alguno por muy docto que fuera.
“El mundo era tan reciente, que las cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, figura ya en las primeras líneas de un texto que ya deberían prevenir al ingenuo e inocente lector, de la que se avecina en el denso y abrumador texto que le queda por delante, donde apenas sobrevivirá a situaciones extremas, y donde apenas encontrará respiro para asimilar tanto derroche de una imaginación sin límites, como cuando afirma que “el coronel Aureliano Buendía promovió 32 levantamientos armados y los perdió todos, escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento”, o cuando dice que “tuvo 17 hijos varones de 17 mujeres distintas”, o relata como “un hilo de sangre salió por debajo de la puerta recorrió calles, dobló las esquinas de las casas, descendió por escalinatas, cruzó plazas, y retornó a la casa apareciendo en la cocina, donde Úrsula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan”, o cuando finalmente, por citar uno más de los infinitos ejemplos de los geniales excesos narrativos, afirma que en Macondo “llovió durante cuatro años, once meses y diez días”.
Se desata así un prodigioso vértigo narrativo en el que los numerosos personajes, tan similares incluso en cuanto a su nombre, y tan diferentes en lo que a su intervención en la acción se refiere, desde que el padre del protagonista principal lleva a su hijo a conocer el hielo, hasta que se describe el final de Macondo, pasando por las inauditas e increíbles situaciones llenas de magia, imaginación y fabulación indescriptibles que en el texto se contemplan, el incrédulo y fascinado lector, no encuentra tregua alguna hasta el final de uno de los relatos más ingeniosos y mágicos de la literatura del siglo XX, donde la capacidad narrativa de un genio como Gabriel García Márquez, nos traslada a un mundo de mágica fantasía, inundado de una prodigiosa imaginación sin cuento.

sábado, 16 de agosto de 2014

VEN CAPITÁN TRUENO

Vivimos una época en la que a la falta de incentivos, motivado por unos tiempos difíciles que no nos permiten muchas alegrías, se suma una ausencia total de referentes que supongan un ejemplo moral, cívico y de valores tradicionales capaces de estimular y de servir de ejemplo y acicate para quienes más tienen que decir en el futuro de toda sociedad digna que se precie de serlo, que son los jóvenes, los cuales necesariamente serán quienes de una u otra forma, en uno u otro puesto, en uno u otro trabajo más o menos importante, dirigirán y tomarán las riendas del País, dirigiendo, produciendo, creando, diseñando, enseñando y en definitiva logrando que la sociedad en la que viven sea cada día mejor, más eficiente, más productiva, más cómoda y sobre todo más justa para todos, para lo cual, a la capacidad que se les supone, ha de sumarse el esfuerzo, la voluntad de progresar, de formarse y de tratar de conseguir llegar allá donde los sueños pueden llegar a  convertirse  en una realidad, a la que nunca deben renunciar, por difícil que se presente el camino que han de seguir para materializar esos venturosos deseos.
Para conseguir estos objetivos, hemos de reconocer que no siempre basta con llevar a cabo todas esos imperativos y verlos convertidos en una realidad, que no obstante se hacen absolutamente necesarios, por lo que insistimos en que necesitarán ese estímulo, ese aliciente o motivación que no siempre encuentran y que no siempre se los podemos proporcionar por mucho que lo procuremos, ya que en cualquier caso, y dado el hecho de que están en contacto con una sociedad sumamente tecnificada, permanentemente comunicada y tecnológicamente muy avanzada, el influjo que en ellos crea es tan poderoso, tan dependiente, que se erige a veces en una auténtica barrera que puede llegar a convertirse en un obstáculo para el logro de las metas propuestas, si en ella no encuentran los alicientes y los estímulos que necesitan.
La sociedad actual carece por completo de los elementos necesarios que estamos tratando de hallar  para paliar allanar y suavizar ese camino que han de recorres, ya que si nos circunscribimos a nuestro País, la situación no da para muchas alegrías en este aspecto, donde vivimos unos tiempos en los que los posibles ejemplos válidos, capaces de iluminar con sus impecables y dignos actos a los jóvenes, brillan por su ausencia, pues no son precisamente un dechado de perfección, sino más bien al contrario, donde nada ni nadie se erige en un referente válido, intachable, con una fuerza moral y ejemplarizante.
Lo que vemos diariamente es una sociedad encerrada en sí misma, donde el único bien a alcanzar, la única meta, el único becerro de oro a adorar es el dinero, la posesión de bienes materiales y un afán desmedido de una apariencia externa absurda, mediante la exhibición de los clásicos signos externos de riqueza, que no reparan en las capacidades humanas, culturales, creativas y en general, de los valores clásicos que adornan al ser humano, que busca una perfección personal mediante la superación individual, pero con unos ideales de justicia y equidad que reviertan en la sociedad en la que se desenvuelve.
Si a todo esto sumamos el enrarecido clima político que padecemos, con unos personajes que deberían dar ejemplo y que se hallan inmersos en continuas peleas con el incalificable y peregrino argumento del tú más, incapaces de llegar a acuerdos que deberían beneficiar a los ciudadanos, sumidos en intereses personales y de partido, cuando no en corruptelas y despilfarros, el panorama que se presenta, no es precisamente alentador, si pretendemos encontrar modelos válidos de integridad y superación personal. 
          Vienen a mi mente en estos momentos de resignación y desencanto, los tiempos de mi infancia en los que leíamos con auténtica fruición las historietas gráficas y los tebeos, hoy denominados cómics, y que en su momento nos sirvieron de gran ayuda a la hora de practicar la lectura que necesariamente llevábamos a cabo, a la par que nos iniciábamos en una cierta capacidad, incipiente claro está, de discriminar el bien del mal y de iniciarnos en un atisbo de leve crítica hacia ciertos comportamientos de los héroes los villanos, así como de desarrollar un sentido del humor del que no estaban exentos.
Entre estos cómics, que muchos recordarán y que hoy en día son objeto de colección, figuran El Jabato, El Guerrero del Antifaz, Flecha Roja, Hazañas Bélicas, Roberto Alcázar y Pedrín y el Capitán Trueno, entre otros muchos, que junto con sus amigos Goliath y Crispín, se erigían en luchadores justicieros que nos maravillaban con sus heroicas aventuras, en los que siempre triunfaba el bien sobre el mal, los buenos sobre los malos, el héroe sobre el malvado. Eran nuestros referentes, los ídolos que representaban la dignidad, la valentía y la justicia, que lograban encandilar a aquellas mentes infantiles, y que hoy son valores que brillan por su ausencia, ante lo cual sólo nos queda recordar aquella letra del grupo musical Asfalto para que ilustre cuantos deseos mostramos aquí: ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno.

sábado, 9 de agosto de 2014

JAULA

Así se llama la preciosa niña Saharaui, de diez años de edad, de tez ligeramente morena, donde se alojan unos hermosos ojos oscuros, con unas largas pestañas, negras como el azabache, enmarcadas en una carita redonda y amable que determinan una expresión que no parece denotar una alegría inmediata, perenne, sino más bien reflexiva y atenta siempre a todo cuanto le rodea, que se transforma de inmediato cuando alguien la llama reclamándola, cuando se dirigen a ella: Jaula, ¿quieres un helado? Porque ella no lo pedirá, no abusará nunca de su condición de niña integrante del admirable Pueblo Saharaui, que continúa con su condición de Nación sin Estado, pero que Jaula agradecerá con una deliciosa y agradecida sonrisa, con un sí que colmará de satisfacción a quién le ha hecho tan dulce ofrecimiento.
Está aquí, en España, en acogida, gracias a Lucía, la persona que se encarga de ella a todos los efectos durante el tiempo que permanezca en nuestro País, en un gesto que le honra profundamente y que supone una gran responsabilidad para ella, autora en definitiva de la inmensa felicidad que experimenta Jaula, y que derrocha continuamente, preguntando por todo cuanto le rodea, como cuando se sorprende al contemplar unos columpios que no conocía, que nunca había visto en su Tierra, y que han supuesto para ella una gratísima sorpresa que le hace disfrutar enormemente, como lo hace en la piscina del camping adonde han ido, próximo a la playa.
Juega en la arena con el cubo y la pala, como si fuera una niña pequeña. Tal es su alegre e infantil felicidad en la que se encuentra sumida, y que comparte con el grupo que les acompaña, unas encantadoras amigas de Lucía, que se queja de que la están malcriando, de que le permiten todo, aunque ella nada pide si no se lo ofreces, como hace Laura, que parece la más joven del grupo, encantadora, casi parece otra niña, y es por ello quizás, que es con ella con quién más se identifica: Laura, le dice ¿tú columpios?.
Todos los días llama a su familia y pregunta a sus padres por sus tres hermanos, que van de los cuatro meses el más pequeño a los doce años el mayor, que viven allá, en el olvidado Sáhara, que gracias a personas como Lucía y otros cooperantes como ella, consiguen que este desventurado Pueblo no caiga en el más indignante de los olvidos.
Jaula es obediente, cariñosa y servicial. Te acaricia pasándote la mano por los brazos y la cara, en un gesto de alegre gratitud que conmueve. Todo lo comparte, no se queja por nada, ni siquiera en los largos viajes en coche como el que hicieron para ir al camping. Le encanta probar de todo, salvo el cerdo que no lo puede tomar, y tantas otras cosas que le están prohibidas, no por su religión musulmana, sino porque su delicada dentadura no le permite tomar algunas golosinas de una cierta dureza, no así las chuches que tanto le gustan y con las que tanto disfruta.
Ayuda en todas las labores, colabora en todo, y es la primera en participar en todas las actividades lúdicas que se organizan en el camping, con las que disfruta, haciendo feliz al mismo tiempo a todos los integrantes del grupo que conviven con ella. Es inteligente, a la vez que seria y reflexiva. No se sorprende por nada, ni por el ambiente tan multicultural que la rodea tan distinto en sus costumbres y manifestaciones, ni por la actitud de sus amigas que se desenvuelven en una atmósfera de completa libertad, tan diferente del lugar de donde procede. Todo lo asimila con absoluta naturalidad.
Jaula representa a todos los niños que viven su infancia en ese Tercer Mundo tan olvidado por el rico y opulento en el que se desenvuelven los niños de Occidente, donde nada les falta, donde tienen a su alcance todo tipo de unas comodidades materiales que ellos no poseen, aunque como Jaula, no carecen del amor y el cariño de una familia donde las carencias de todo orden contribuyen a unirlos aún más.
Lucía y Jaula, como representantes de la solidaridad en un caso y de la infancia menos favorecida en el otro, merecen todo nuestro cariño, nuestro respeto, y nuestra más ferviente admiración. Gracias a las dos por la inmensa felicidad que prodigan.

viernes, 8 de agosto de 2014

TODOS A RESTAURAR

Resulta inevitable el hecho de que exista una cierta tendencia a confundir el término restauración, tan de moda en la actualidad, tan empleado hoy en día en su acepción más próxima al ciudadano, que tiene que ver con todo aquello que tiene relación con la gastronomía y la hostelería, pero que posee varios significados más como el que hace mención a la conservación y mantenimiento de obras de arte, y otras más que se refieren al restablecimiento de un régimen político que existía y que ha sido sustituido por otro, o a la reposición en el trono de un rey que fue destronado, separado del mismo por imperativos diversos, o incluso también puede emplearse para señalar el comienzo del período histórico de dicho reposición, con el cual, agotamos cuantas acepciones posee este término, tan empleado hoy en día, más bien diría machacado por el uso e incluso el abuso que del mismo se hace, y que ocupa cada día más páginas en los medios de comunicación escritos, y no digamos en televisión, donde un alud de programas que giran alrededor de la gastronomía y del chef de turno, pretenden formar en este terreno tan agradecido para el paladar y la buena vida, tanto a cocineros más o menos reputados, como a iniciados, principiantes, padres, niños, e imagino que muy pronto tendremos a los abuelos, al mando de los fogones.
En un País donde los recortes están dejando las infraestructuras de todo orden, sobre todo aquellas que nos son más visibles, como son las viarias, carreteras y autopistas – vean si no la autopista N-1, en su recorrido desde las cuestas de Venturada hasta las estribaciones del puerto de Somosierra, que conozco muy bien y que parece una carretera vecinal abandonada – poco se puede esperar en cuanto a la recuperación y no digamos restauración de edificios monumentales de distinto orden, bien sean palacios, iglesias, ermitas, catedrales, museos, y otros que podríamos citar, todos ellos relacionados con el arte y la cultura en general, que sufren del abandono, el desestimiento y la desafección más absolutas, por parte de quienes debieran velar por aquellos bienes que a todos nos pertenecen y que provienen del legado de unos antepasados que renegarían de esta sociedad si pudieran contemplar el estado en el que se encuentran las obra de arte que con pasión, paciencia y maestría, crearon para la posteridad.
Ojeando las cifran del paro y de la ocupación, fundamentalmente estacional, la conclusión es que los puestos de trabajo que últimamente se han puesto en el mercado laboral, proceden en su mayoría de la hostelería y de todos sus derivados, bares, restaurantes y hoteles, y todo ello durante las fiestas, bien de semana santa, de puentes, algunos de ellos prácticamente encadenados, con lo cual se extienden a casi una semana completa, y de tantas fiestas como disfrutamos y que los ciudadanos, pese a la crisis permanente aprovecha para huir de las ciudades y lanzarse a las playas fundamentalmente, consiguiendo que la ocupación hotelera, la restauración en definitiva, alcance cotas inimaginables teniendo en cuenta los tiempos que corren y que hacen dudar acerca de la situación por la que está pasando este País, que no llega a creerse que pese a todo, las carreteras se bloqueen y que los hoteles estén a tope en toda España, y todo con la que está cayendo, que pese a las razonables dudas que pudiéramos tener, constituye una auténtica realidad que todos percibimos en nuestro entorno.
El futuro laboral no está en la investigación, ni en la industria ni en la restauración artística, sino en la gastronómica, aunque sea temporal. Así que todos a los fogones, todos a restaurar, que ahí está el futuro.

domingo, 3 de agosto de 2014

UN SOPLO DE AIRE FRESCO

Estremece contemplar las carreteras de salida de las grandes ciudades de este País, sobre todo cuando los puentes y los festivos se encadenan, cómo parecen unidos por una voluntad común que consigue que un importante parte de los atribulados habitantes de las mega urbes huyan de las mismas, como si desertasen evadiéndose a través de sus garras, de las que siempre están dispuestos a renegar, como si una fuerza poderosa e irresistible les condujese hacia una huída conveniente y necesaria para unas vidas demasiada maniatadas por las redes tejidas por una sociedad que les obliga a convivir en espacios cerrados, inhumanamente comprimidos y sometidos a la insoportable tensión diaria de un tráfico brutal y despiadado, con gigantescas autovías y autopistas concéntricas, que en un abrazo mortal todo lo contaminan, con unas emanaciones incontroladas que escupen al aire que respiramos y con unos insoportables y crueles ruidos que en ningún caso son asumibles por los seres vivos que luchan por sobrevivir cada día.
Gigantescas caravanas de vehículos a modo de ruidosos leviatanes, atraviesan los campos después de abandonar la urbe, continuando su imparable galopar, dejando a izquierda y derecha los pequeños pueblos y aldeas, donde aún las gentes no han despertado de su tranquilo y reparador sueño, mecidos por el plácido silencio y la serena calma que se respira en sus tranquilas y solitarias calles, mientras el sol comienza a despuntar en el horizonte, anunciando la llegada de un nuevo día, allí donde la naturaleza todo lo envuelve, donde la paz más absoluta se enseñorea de unos hermosos paisajes que rodean omnipresentes el espacio que se nos muestra allá adonde dirijamos nuestros descansados y relajados ojos, que no se cansan de contemplar tanta belleza, tanto reposo y tanta tranquilidad de espíritu como su contemplación depara a quien tiene la suerte la vivir y disfrutar con frecuencia de estos paradisíacos lugares lejos de las inhabitables grandes ciudades.
Pasear un hermoso día de primavera por uno de estos encantadores pueblecitos, cubiertos de verde por doquier, en un absoluto silencio apenas roto por un insistente y agradable piar de los pájaros que con sus sonoros cantos nos alegran y elevan un ánimo ya calmo y plácidamente relajado, supone una experiencia sumamente grata, que nos anima a andar y a contemplar el paisaje que nos rodea y que para nuestro deleite se extiende hasta la sierra, a través de los verdes campos cubiertos ahora por los incipientes cereales, salpicados por huertecillos con árboles frutales, alamedas, hermosas praderas y allá, limitando con el río Duratón, el bosque por un lado y el monte por el otro, y dominándolo todo, la sierra de Somosierra y Guadarrama, que dibujan un arco de ciento ochenta grados que podemos contemplar en toda su grandiosa extensión, ahora de un color azulado y en invierno de un blanco almidonado, que es toda una explosión de luz para la vista y un derroche de espléndida y fascinante demostración de la poderosa y arrebatadora fuerza de una naturaleza que se digna ofrecer a nuestros admirados ojos, de una maravillosa y gratuita manera que el espíritu, agradecido, responde con una incontenible emoción.
Es un placer inimaginable el que se experimenta cuando una ligera y sutil lluvia, casi imperceptible, acaricia nuestra cara mientras contemplamos el paisaje. Parece como si quisiera fluir más despacio, como si se detuviese en su camino, como si ralentizase su caída, recreándose en la hermosa naturaleza que tan delicadamente baña, esmerándose en no dañarla, depositándose suavemente, dejándose caer sobre un verde aterciopelado que mima dulce y cariñosamente.
Mientras tanto la serpiente multicolor discurre a lo lejos, ajena a la sosegada  y cercana quietud que se empeña en ignorar en su imparable carrera, en busca de su dispar destino, bajando por las rampas de Somosierra, que sin duda siente nostalgia de la paz que apenas unos kilómetros más abajo disfrutan los pueblecitos que desde su privilegiada posición puede divisar, y que afortunadamente nunca verán alterada su parsimoniosa calma y su tranquilo y plácido reposo, que son un ansiado y placentero soplo de aire fresco para quien busca el apacible sosiego que la ciudad les niega y que los campos y los pueblos castellanos generosamente poseen, dispuestos siempre a regalar su paz y su delicado encanto a los viajeros que buscan una tregua, un respiro, un soplo de aire fresco, lejos del bullicio de la gran ciudad.

LA FÁBRICA DE SUEÑOS

Las salas de cine actuales han sufrido tales cambios en los últimos tiempos, que las han dejado irreconocibles. No tienen el encanto, ni la espectacularidad, ni la elegancia propias de un espacio abierto que ahora nos parecería inmenso, con unas dimensiones tales que bastaba su contemplación al traspasar la entrada, bajo las omnipresentes cortinas y el uniformado acomodador, para que la vista se elevase hacia la cenital bóveda y descubrir así que nos encontrábamos en un lugar único, esplendoroso y fascinante, donde la fábrica de sueños se encontraba presta a mostrarnos sus últimas y mágicas elaboraciones, a través de las imágenes plasmadas en un blanco y seductor escenario, que nos mantenía unidos a él, mediante un sutil vínculo que nos obligaba a ceder todos nuestros sentidos, en aras de un disfrute que nos trasladaba a mundos por completo desconocidos, a lugares a veces soñados y a veces reconocibles, dando rienda suelta al embrujo y al torrente de emoción e imaginación que sólo el cine es capaz de ofrecer, de sugerir y de aportar, cuando de auténtico y buen cine se trata.
Entrar en las salas de hoy en día, mini salas, mini cines, que así se les denomina, como si hubiesen descendido de nivel, de categoría, como si hubiesen bajado un escalón, esos que hay que recorrer en medio de la más absoluta penumbra, en una oscuridad que origina que la subida en busca de la butaca asignada  y la bajada de la misma, constituyan una auténtica aventura, un riesgo que hay que asumir, calculando cada paso y procurando apoyo allá donde pudieres, a la par que intentas descifrar el número de la fila que apenas se vislumbra en el lateral de cada escalón, como si pretendiesen que su hallazgo se convierta en un auténtico juego que puede quedar en un susto o dar con tus huesos en unos infames escalones que has de solventar, para por fin lograr aposentarte en una butaca, cómoda y amplia, pero que a falta de acomodador, encontrarla habrá supuesto una auténtica aventura, que habrás de repetir al final de una sesión, cuya historia no siempre habrá superado en intensidad a la que nos espera en esta última acción para abandonar la sala.
No tiene sentido en los tiempos que corren, claro está, reivindicar aquellas entrañables salas de cine que existían en todas las capitales de provincia, así como en los pueblos más importantes. Tuve la suerte de conocer en Segovia, donde estudié y viví, algunas de estas maravillosas salas, y si la memoria no me falla, recuerdo la sala Cervantes, Las Sirenas, y los cines Victoria, donde los fines de semana solíamos disfrutar del cine en toda la extensión de esta mágica palabra, que hoy en día, pese a que su naturaleza es la misma, ha perdido en parte el poder de sugestión que entonces poseía, o quizás, hayamos de darle la vuelta esta proposición, y somos nosotros los que le hemos dado la espalda y los que hemos perdido esa fascinación por un cine, que en cualquier caso, considero que ha cedido en parte ese mágico poder de convocatoria que antes repartía a raudales y que hoy, por un exceso de artificialidad debido al empleo sistemático de la tecnología, unido a una falta de imaginación y creatividad en esta y otras artes, ha perdido parte de un poderoso, hermoso y seductor atractivo, que le resta una emoción, una imaginación y una credibilidad, sin las cuales el cine pierde gran parte del poderoso poder de atracción que pese a todo aún mantiene.
Tuve la suerte que desde muy pequeño, cuando pasaba una temporada en Madrid, una querida y siempre recordada prima, me llevase día sí y día también al cine. Me encantaba, me maravillaba el cine y ella siempre supo dar satisfacción a esta ilusión que derrochaba, por acceder a aquellos inmensas e imponentes salas que poblaban Madrid por todas partes y cuyas carteleras y anuncios ocupaban varias páginas en los periódicos, hasta el punto de que los fines de semana se hacía absolutamente necesario consultar e incluso llamar para saber si aún quedaban entradas, tal era la demanda que entonces existía, mucho mayor que ahora, con sesiones continuas e incluso dobles en algunos cines de barrio, con calles, las más importantes, como la Gran Vía o Fuencarral, pobladas de imponentes y grandiosas salas que exhibían las mejores películas de entonces, cuando se exhibían grandes superproducciones y excepcionales películas, siempre y cuando no entrasen en conflicto con la censura, y más adelante el magnífico cine español que vivió una espléndida época con excelentes películas de notable éxito.
A mi pesar, visito con muy poca frecuencia el cine, y cuando lo hago, procuro analizar con lupa lo que pretendo ver, y aún así, suelo salir desencantado, hastiado de tanta vulgaridad, tantos efectos tecnológicamente insoportables  y tanta falta de imaginación y creatividad como se derrocha últimamente, que logran que me remueva en la butaca, aburrido y hastiado, como en la última, acerca del consabido diluvio universal, insoportable, absurda y ridícula, innecesariamente violenta y espantosamente insoportable.
Todo parece indicar que la fábrica de sueños está también en crisis. Confiemos en una necesaria y pronta recuperación que nos devuelva la afición por el disfrute de tan singular espectáculo que en tantas ocasiones nos ha hecho soñar despiertos, nos ha dibujado una agradecida y permanente sonrisa en la cara o nos ha abierto los ojos ante los problemas reales que vive nuestro mundo. Todo ello en el cine.

viernes, 1 de agosto de 2014

MI BANCO BAJO EL COLCHÓN

     Casi un millón de españoles, y seguramente las estadísticas cortas se quedan, guardan dinero en sus casas en lugar de ingresarlo en un banco en el que cada vez menos confían, pensando en los rufianes que los han desvalijado, en la inseguridad de unas cajas de ahorro a las que hemos tenido que rescatar, y en los numerosos escándalos en los que se han visto inmersos, tanto los bancos como los banqueros, y que han condicionado la actitud de unos clientes que han dejado de confiar en dichas entidades, que por otra parte continúan como siempre con una política de comisiones y gastos cargados a los usuarios, que los acercan a la usura más incalificable, al tiempo que recortan los créditos, de los que sólo se benefician los que son solventes o presentan avales más que suficientes, que la inmensa mayoría no tiene a su alcance, por lo que por todo lo expuesto, les han denegado una confianza que antes al menos, moderadamente existía y que ahora conduce a la gente a guardar sus pequeños ahorros, bajo el colchón, en la cocina, en cajones o en el trastero bajo alguna loseta o en algún agujero, pero siempre a buen recaudo de la voracidad de los bancos.
     Contaba mi padre, que nació como yo, en Duruelo, Segovia, y que fue secretario de este ayuntamiento y de otros como Santa Marta y Sotillo, y que en sus primeros años lo fue de la Velilla y de Valleruela de Sepúlveda, que a éstos últimos llegaba a lomos de una yegua, cuando no andando con la nieve a la cintura, que en uno de esto últimos ayuntamientos, se le dio una curiosa situación de las muchas que tuvo que abordar con aquellas buenas gentes, en la que los concejales, al verle tan jovencito, desconfiaban de su capacidad para llevar las cuentas, por lo que le reprendían cuando hablaba de partidas y conceptos, de arqueos, de activos y pasivos, de los que no querían ni oír. Qué sabrá usted, señor secretario, le decían, nosotros tenemos todo el dinero del ayuntamiento en una bolsa, y eso es la que hay y nada más.
     Y de ahí no había forma de sacarles, no existía otra contabilidad que la de las pesetas que había en aquella saca, ni debe, ni haber, ni débitos, ni créditos, ni activos, ni pasivos ni bancos, ni otros conceptos de una contabilidad que no existía para ellos, por lo que resultaba inútil explicarles que podía haber, pagos por realizar, créditos y otras zarandajas, conceptos vanos y vacuos que ellos no querían tomar en consideración. El dinero del que disponía el ayuntamiento del pueblo estaba en la susodicha saca y todo lo demás sobraba para ellos, por lo que se contaba lo que había en cada momento y de eso era de lo que disponía la corporación municipal para sacar adelante sus proyectos y sus pagos y si se trataba de ingresos, pues adentro, a la bolsa, se volvía a contar y santas pascuas.
     Contabilidad creativa donde las haya, pero a la que la sufrida población parece volver a recurrir cuando la situación ha llegado a unos extremos en los que la gente desconfía de las entidades encargadas de gestionar los numerosos y frecuentes pagos que el ciudadano ha de hacer frente, pese a los problemas que ello conlleva, pues las domiciliaciones están a la orden del día, y el pago directo para sufragar las numerosas facturas, resulta imposible de llevar a cabo, dada la automatización y gestión de los mismos que dejamos en manos de las entidades bancarias.
     Estamos pues, indefectiblemente atados a ellas, pese a la considerable distancia que existe entre ambos bandos, bancos y ciudadanos, implícitamente irreconciliables, pero irremisiblemente unidos por unos lazos creados por unos poderes económicos que nos atan sin posibilidad de elección alguna y que a poco que nos descuidemos, buscarán bajo el colchón, la baldosa o ese extraño azucarero que situado en el fondo de un armario de la cocina, nunca se ha utilizado para extraer de él su dulce contenido y que esperemos no hallen, porque en caso contrario, toda la fuerza de los recaudadores caerá sobre nuestros sufridos ahorros, que se verán así, aún más disminuidos, reducidos a la nada, y todo por tratar de salvarlos de la voracidad de unas insaciables instituciones que manejan nuestros dineros, nuestras haciendas y a nada que nos descuidemos nuestros más dulces sueños, aquellos en los que vivíamos una regalada vida de riquezas sin cuento.