Después de milenios de difícil y traumática convivencia, la
especie humana sigue comportándose y, por lo tanto, pensando, como si fuese acreedora
de ser considerada como la civilización única y singular, que ocupa el centro
del universo, sin posibilidad alguna de que otras, aunque no neguemos su
existencia, puedan hacernos la menor competencia, por lo que vivimos, como si de
hecho fuésemos una auténtica y completa singularidad en un universo de
proporciones gigantescamente desproporcionadas para nuestra limitada mente,
dónde encontramos acomodo, como si nada existiera a nuestro alrededor, salvo
nosotros mismos.
Nuestro ritmo
de vida no nos permite entrar en estas disquisiciones, que nos harían perder la
perspectiva de nuestra existencia en un mundo que identificamos con el Cosmos, cuando
apenas somos un levísimo intento de un sueño de sutil y etérea existencia, que se
sustenta en un mínimo espacio que ocupamos en un planeta, que forma parte de un
sistema mínimo y elemental, dónde nos consideramos propietarios de una civilización
única y prodigiosamente poderosa, sin intento alguno de relativizar tan
soberbias apreciaciones, tratando de ampliar nuestras cortas miradas hacia el
ciclópeo y vasto universo dónde nos encontramos, centrándonos en exclusiva en
este minúsculo espacio vital que nos acoge, y que tendemos a considerar único y
exclusivo.
Sin embargo,
los científicos, como humanos que parecen de otros mundos, sí están empeñados en
encontrar nuestro lugar en el universo, y no cesan, afortunadamente, y como es
su obligado deber, de pensar por nosotros, y tratar de encontrar respuestas a
cuál es nuestro sitio en este gigantesco escenario, y así, elaboran teorías,
por ahora indemostrables, acerca de los llamados universos paralelos, que nos
situarían en un multiverso, dónde tendríamos realidades múltiples, dónde
cabrían todas las posibilidades, vivencias y circunstancias que rodearían
nuestra existencia, con infinitas situaciones que nos afectarían, y que
condicionarían nuestras múltiples vidas, haciéndolas diferentes y singulares, sin
que posiblemente, estos mundos pudieran encontrarse
jamás.
Réplicas de
nosotros mismos, de nuestro mundo conocido, que nos acompañarían en paralelo,
sin posibilidad de coincidir, ni en el tiempo ni en el espacio, mundos
adyacentes al nuestro, que podrían dejar rastro en la radiación de fondo de microondas,
lo que daría oportunidad para comprobar su existencia, algo que no ha sucedido
hasta el presente, pero que no se puede descartar, junto con la teoría de
cuerdas, que el desarrollo de la física cuántica y la búsqueda de la teoría unificada
– teoría cuántica de la gravedad –podrían dar lugar a facilitar la comprensión
de los universos paralelos, que darían un gigantesco impulso a la búsqueda de
otros mundos diferentes y simultáneos al nuestro, lo que daría una respuesta
tan ansiada como hasta ahora negada a los seres que habitamos este mundo en el
que vivimos, y que pensamos no es el único que puebla el universo.
Bajándonos al
nivel de los humanos no científicos, de los seres que nos movemos al nivel del
día a día, sin inquietudes ni pretensiones que nos lleven más allá del mundo que habitamos, sin
entrar siquiera en consideraciones filosóficas, aunque pudiera parecerlo al
elaborar pretendidas teorías más o menos fantasiosas e ilusorias, cabe llegar a
pensar, que una vez percibido y apenas imaginado el concepto tan inalcanzable para
nuestra mente como el de la ciclópea magnitud del universo, resulta fácil
pensar que semejante espectáculo, tan prodigioso y soberbio como fascinante, no
puede existir para ser contemplado solamente por nosotros, apenas un puñado de
seres humanos, en un minúsculo planeta.
Debe de estar ahí, para ser admirado por
billones de civilizaciones que han de poblar un inmenso universo, que de
ninguna forma podría existir sin ellos, sin los oportunos espectadores, sin la
existencia de la vida, al margen de consideraciones creacionistas, que no son necesarias,
ni por supuesto creíbles, para la existencia de tan maravilloso, soberbio y
gigantesco espectáculo, surgido de la materia, la energía y la magia de tan
prodigioso universo.