Pegados a los
cristales de las ventanas de nuestras casas, miramos al silenciado mundo
exterior con la secreta esperanza de encontrar algún rastro de vida, algún
movimiento que nos haga concebir, que aún existe una mínima esperanza de
abandonar este sufrido, indignante y humillante confinamiento, que está al
menos próximo, inmediato, o al menos cercano. Algo que deseamos y necesitamos,
ante un encierro forzoso que está causando estragos a una población agotada,
que está pagando los errores cometidos por sus gobernantes, y que ahora,
temiendo errar de nuevo, está causando dolor y sufrimiento, porque sus dudas, mentiras
y vacilaciones, indican que no saben cómo actuar.
Daños infligidos a la población, que son tanto
físicos como psíquicos y económicos, que será complicado de remediar, si el final
deestá reclusión no llega lo antes posible, si no termina de forma inmediata,
aunque sea parcial, relajando las durísimas medidas implantadas,para que no se
nos olvide respirar, para que los daños no sean permanentes, para que podamos
sentir el calor del sol en nuestras caras, para que podamos sentir que seguimos
estando vivos, y aún hay un futuro que nos espera ahí afuera.
Y lo que
encuentran nuestros fatigados ojos, a través de los sufridos vidrios,
desalienta profundamente, al contemplar cómo apenas unas presencias humanas, se
mueven con presteza,cruzando la calle o avanzando por la acera cubiertos con
guantes, gafas y mascarilla, como si fueran de incógnito,como protegidos para
defenderse de un enemigo invisible que está causando una tragedia de tal
envergadura, que el miedo nos obliga a refugiarnos, a ocultarnos, a
alejarnos del resto de los ciudadanos,
que incluso en los contados automóviles que circulan, conducen con protección,
como en una película de ciencia ficción.
Mientras
tanto, los gobernantes nos dirigen y manipulan día tras día, en una maniobra de
la confusión que deja perplejas a las mentes pensantes, que discriminan, que no
permiten que cuanto les transmiten,penetre en su intelecto sin filtro alguno,
que tratan de analizar los elaborados mensajes que reciben a través de los
medios de comunicación, para llegar a la conclusión de que la manipulación de
dicha información es clara y evidente, alterando las cifras y vanagloriándose
de logros conseguidos, que no responden a una realidad palpable, sin que sean
capaces de entonar un mínimo y formal mea culpa, ante los errores cometidos.
Pero con todo
esto, y pese a la enorme carga anímica que conlleva para quienes son
conscientes de todo cuanto sucede en este atribulado País, que soporta una
tragedia espantosamente dramática, es el hecho de que quienes gobiernan, están
adoptando unas formas que chocan frontalmente contra las más elementales reglas
democráticas, dirigiéndose a los ciudadanos como si de un rebaño de ovejas se
tratara, como caudillitos que hablan a sus vasallos de una manera paternal, no
exenta de un rancio autoritarismo.
Nos marcan
unas pautas tras otras, como sino tuviéramos capacidad de entendimiento, de
discernimiento, indicándonos cómo, dónde y cuándo hemos de actuar, si los niños
al salir a la calle – pobres, que han
soportado mes y medio encerrados - pueden o no levantar las manos o como
saltar, así como otros consejos, que nos recuerda a la Cuba de Fidel, cuando se
dirigía a la población para enseñarles cómo se manejaba una olla exprés, en un
acto de padrecito de la patria, a la que ahora parecen emular nuestros
gobernantes.
Y así nos
mantienen todos los días, en un insoportable estado de información permanente,
con una presión inaguantable, con sus cifras, siempre a su favor, con apenas un
mínimo recuerdohacia los miles de víctimas que esta catástrofe está causando, y
que gracias al personal sanitariode todo tipo y otros héroes que podríamos
citar, llevando a cabo su difícil labor en condiciones inhumanas, han luchado y
han dejado su vida en el empeño, y a los que nunca podremos olvidar, porque
ellos sí que han dejado hasta su último aliento en su misión, sin pedir nada a
cambio, en un acto de valentía, honradez y suprema humanidad.
Mientras
tanto, este estado de excepción, disfrazado de estado de alarma, empieza a
diseñar unas complicadas y confusas fases de salida o desescalada, para el momento en que podamos abandonar esta
reclusión que tanto daño está causando a la población y en una economía que va
a dejar un País devastado, con millones de ciudadanos que van a sufrir lo
indecible, mientras soportamos a unos dirigentes ineptos e irresponsables, a la
par que arrogantes, incapaces de resolver, y sobre todo de aliviar, el
sufrimiento de la población.