miércoles, 29 de abril de 2020

NEFASTO PATERNALISMO

Pegados a los cristales de las ventanas de nuestras casas, miramos al silenciado mundo exterior con la secreta esperanza de encontrar algún rastro de vida, algún movimiento que nos haga concebir, que aún existe una mínima esperanza de abandonar este sufrido, indignante y humillante confinamiento, que está al menos próximo, inmediato, o al menos cercano. Algo que deseamos y necesitamos, ante un encierro forzoso que está causando estragos a una población agotada, que está pagando los errores cometidos por sus gobernantes, y que ahora, temiendo errar de nuevo, está causando dolor y sufrimiento, porque sus dudas, mentiras y vacilaciones, indican que no saben cómo actuar.
 Daños infligidos a la población, que son tanto físicos como psíquicos y económicos, que será complicado de remediar, si el final deestá reclusión no llega lo antes posible, si no termina de forma inmediata, aunque sea parcial, relajando las durísimas medidas implantadas,para que no se nos olvide respirar, para que los daños no sean permanentes, para que podamos sentir el calor del sol en nuestras caras, para que podamos sentir que seguimos estando vivos, y aún hay un futuro que nos espera ahí afuera.
Y lo que encuentran nuestros fatigados ojos, a través de los sufridos vidrios, desalienta profundamente, al contemplar cómo apenas unas presencias humanas, se mueven con presteza,cruzando la calle o avanzando por la acera cubiertos con guantes, gafas y mascarilla, como si fueran de incógnito,como protegidos para defenderse de un enemigo invisible que está causando una tragedia de tal envergadura, que el miedo nos obliga a refugiarnos, a ocultarnos, a alejarnos  del resto de los ciudadanos, que incluso en los contados automóviles que circulan, conducen con protección, como en una película de ciencia ficción.
Mientras tanto, los gobernantes nos dirigen y manipulan día tras día, en una maniobra de la confusión que deja perplejas a las mentes pensantes, que discriminan, que no permiten que cuanto les transmiten,penetre en su intelecto sin filtro alguno, que tratan de analizar los elaborados mensajes que reciben a través de los medios de comunicación, para llegar a la conclusión de que la manipulación de dicha información es clara y evidente, alterando las cifras y vanagloriándose de logros conseguidos, que no responden a una realidad palpable, sin que sean capaces de entonar un mínimo y formal mea culpa, ante los errores cometidos.
Pero con todo esto, y pese a la enorme carga anímica que conlleva para quienes son conscientes de todo cuanto sucede en este atribulado País, que soporta una tragedia espantosamente dramática, es el hecho de que quienes gobiernan, están adoptando unas formas que chocan frontalmente contra las más elementales reglas democráticas, dirigiéndose a los ciudadanos como si de un rebaño de ovejas se tratara, como caudillitos que hablan a sus vasallos de una manera paternal, no exenta de un rancio autoritarismo.
Nos marcan unas pautas tras otras, como sino tuviéramos capacidad de entendimiento, de discernimiento, indicándonos cómo, dónde y cuándo hemos de actuar, si los niños al salir a la   calle – pobres, que han soportado mes y medio encerrados - pueden o no levantar las manos o como saltar, así como otros consejos, que nos recuerda a la Cuba de Fidel, cuando se dirigía a la población para enseñarles cómo se manejaba una olla exprés, en un acto de padrecito de la patria, a la que ahora parecen emular nuestros gobernantes.
Y así nos mantienen todos los días, en un insoportable estado de información permanente, con una presión inaguantable, con sus cifras, siempre a su favor, con apenas un mínimo recuerdohacia los miles de víctimas que esta catástrofe está causando, y que gracias al personal sanitariode todo tipo y otros héroes que podríamos citar, llevando a cabo su difícil labor en condiciones inhumanas, han luchado y han dejado su vida en el empeño, y a los que nunca podremos olvidar, porque ellos sí que han dejado hasta su último aliento en su misión, sin pedir nada a cambio, en un acto de valentía, honradez y suprema humanidad.
Mientras tanto, este estado de excepción, disfrazado de estado de alarma, empieza a diseñar unas complicadas y confusas fases de salida o desescalada, para el  momento en que podamos abandonar esta reclusión que tanto daño está causando a la población y en una economía que va a dejar un País devastado, con millones de ciudadanos que van a sufrir lo indecible, mientras soportamos a unos dirigentes ineptos e irresponsables, a la par que arrogantes, incapaces de resolver, y sobre todo de aliviar, el sufrimiento de la población.

sábado, 25 de abril de 2020

EMPATÍA DEL SUFRIMIENTO

Después de mes y medio de  insoportable confinamiento, seguimos cada día con las acostumbradas y terribles noticias que nos presentan un espantoso panorama de una pandemia que no cesa de causar un profundo dolor y un sufrimiento atroz a quienes padecen en su carnes una situación que sólo ellos, quienes lo padecen de una u otra forma, pueden experimentar y que a los demás nos llegan como algo externo a nosotros, a los afortunados que no hemos sido tocados por el espanto que está causando está catástrofe.
Cada día, centenares de víctimas y de nuevos contagios, vienen a sembrar la preocupación entre una ciudadanía enclaustrada en sus casas, escuchando el monótono e ininterrumpido comunicado de los medios de comunicación, así como de los miembros del gobierno que se turnan para dar cifras, que a fuerza de repetirlas, acostumbran a los ciudadanos a unos números que solo cuando se detiene a intentar asimilarlos, le repelen hasta el punto de tratar de desalojarlos de sus mentes a fuerza de parecerles imposibles, brutales e irreales, que no parecen propio de este apacible mundo en el que creíamos vivir, y al que ahora habremos de acostumbrarnos, sin saber hasta cuándo, o si quizás es para siempre.
Resulta verdaderamente increíble, que esté sucediendo esta siniestra devastación, que nos ha abierto los ojos y la mente, para hacernos por fin pensar, que no estábamos viviendo en un mundo real, mundo que hemos maltratado hasta tal punto,  que este planeta ha dicho ya basta, ha explotado por fin, y lo ha hecho de tal manera, que parece avisarnos para que tomemos nota definitivamente y rectifiquemos, porque ya no hay más tiempo de prórroga para nosotros, los seres humanos.
Las proporciones de la tragedia que vivimos es realmente dantesca, hasta el punto que si establecemos parangones válidos que nos estremezcan, la media de las víctimas diarias durante casi mes y medio, representan aproximadamente el total de los ciudadanos de un pueblo de tamaño medio alto de algunas de las provincias de nuestro País, cuyo padrón de habitantes oscila entre los cuatrocientos y los ochocientos vecinos.
Es como si cada día, uno de esos pueblos desapareciese del mapa, como si una mañana amaneciesen vacíos sin nadie en sus calles y campos, en silencio total, desierto, despoblado, sin vida, sin señal alguna de quienes lo poblaron, y cuyos orígenes quizás se remontan siglos atrás, desaparecido para siempre. Lo mismo podemos trasladar la ominosa cifra de desaparecidos, a la población de una ciudad con varias decenas de miles de habitantes, cifra que aún no somos capaces de determinar, porque los números siguen sumando y no sabemos cómo ni cuando se detendrán, para saber el verdadero alcance del desastre.
La desgracia se ha cebado de una devastadora forma con los más mayores, con los ancianos, con toda una venerable generación de abuelos cuyos nietos se preguntarán por qué han desaparecido de esta forma, como lo hacemos el resto del País, que no salimos de nuestro asombro y perplejidad ante tanto infortunio como soportamos, con la pérdida también de miles de médicos y sanitarios que se han jugado la vida y la han perdido, desprotegidos, luchando contra la enfermedad.
Auténticos héroes, como también lo son todos aquellos que están expuestos en diversos trabajos atendiendo al público y están mereciendo el reconocimiento, la estima y el respeto, ante una pandemia que está sacando a relucir los más profundos sentimientos de la gente, confinada en sus casas, contemplando la magnitud de la catástrofe desde la distancia, que ha despertado la solidaridad de una ciudadanía que lejos de mantenerse insensible, o acostumbrarse a las durísimas cifras, siente empatía hacia los que más sufren, mostrándolo cada día, con los aplausos de las ocho de la tarde desde las ventanas, balcones y terrazas de sus casas.

miércoles, 22 de abril de 2020

ALARMA BAJO SOSPECHA

Nos encontramos inmersos en un estado de ausencia de alguna de las libertades que proclama nuestra constitución, encargada de garantizarlas, y que en estos momentos no disfrutamos plenamente, ya que el denominado estado de alarma, las ha suspendido de hecho, pese a que el gobierno insiste en que aplica dicha situación con arreglo a la ley suprema que nos ampara a todos los ciudadanos, pero con lo que no todos están de acuerdo, levantándose voces en contra, por no estar conformes con su aplicación, sumamente restrictiva, que supera con mucho el susodicho estado de alarma.
El estado de alarma prevé la limitación de ciertas libertades, pero nunca su supresión. La diferencia es evidente, ya que las garantías de reunión, movilidad y manifestación, han quedado manifiestamente eliminadas, y en estos momentos, no pueden ser llevadas a efecto, no pueden ser disfrutadas por los ciudadanos de este País, lo que constituye un serio y contundente agravio que han denunciado reputados personajes de diversos sectores, sobre todo del área jurídica, como jueces, profesores y magistrados, que consideran el estado de alarma inconstitucional, y así lo han denunciado ante el correspondiente tribunal.
La inmensa mayoría de este País, se limita a cumplir este durísimo confinamiento sin cuestionarse su legalidad, con una actitud más o menos amable de aceptación o rechazo de sus consecuencias, que a medida que se avanza en el tiempo, van dejando huellas más o menos palpables en el ánimo de una ciudadanía enormemente castigada por una pandemia, que pese a la forzosa y obligada reclusión, arroja espantosas cifras de muertes y contagios, así como unas terribles consecuencias negativas en la economía y en el mundo laboral de las gentes de un País que se plantea un futuro incierto y con unas expectativas en absoluta halagüeñas.
Hemos asistido estos días, a una auténtica ceremonia de la confusión, cuando un alto portavoz del gobierno, que pertenece a la fuerzas del orden público, ha manifestado que se están controlando las opiniones en las redes sociales para evitar críticas al gobierno, algo que han tratado de desmentir con aquello de que se ha tratado de un malentendido, que ha quedado en ridículo, cuando se han descubierto correos internos que ratifican este lamentable suceso que deja en muy mal lugar a una administración que entra así en un juego peligroso.
Veleidades autoritarias, en suma, que dudo lleguen más allá de un ligero ramalazo de poder, en unos momentos terribles, cuando más necesita la población de unos gobernantes que no han sabido estar a la altura cuando primero China, y después Italia, avisaron que el desastre se avecinaba, y como de costumbre en este País, actuaron mal y tarde, permitiendo eventos masivos de toda índole hasta el último momento, son que nadie se atreviera a poner el cascabel al gato, sin tomar unas decisiones rápidas y decisivas, que hubieran minimizado una catástrofe que nos llevado adonde estamos, con unas cifras espantosas de pérdidas humanas, que en parte se podían haber evitado.
Numerosas denuncias se han presentado ante el Tribunal Supremo y el Constitucional, ante un confinamiento extremo y riguroso, con importantes multas y detenciones caso de no ser respetado, que después de mes y medio de absoluto encierro, va a permitir salir a los más pequeños, para dar un simple paseo con sus padres, habiendo llegado incluso a regular cómo han de moverse, comportarse o dar saltos, que reflejan hasta qué punto han llegado los gobernantes a la hora de controlar a una población que no sale de su asombro ante lo que está pasando en un País, dónde la democracia se pregunta si ha llegado el momento de velar por su respeto y continuidad.

lunes, 20 de abril de 2020

UN INCIERTO FUTURO

Llegará un día, en que esta situación presente que nos maltrata cada uno de nuestros sufridos días, con un confinamiento obligado a causa de la pandemia que asola al mundo, será sin duda un mal recuerdo, una pesadilla vivida durante, aún no sabemos cuánto tiempo, pero que terminará, que tendrá un final en un momento determinado, que ahora ignoramos, y que esperamos, con una profunda incertidumbre que nos angustia cada momento de nuestra sufrida y pesarosa existencia, tan sólo un mal recuerdo, una mala jugada del destino.
Es lo lógico, lo que cabe pensar para una mente lógica y razonable, quizás por aquello de que no hay mal que cien años dure, que aunque no es una reflexión que entre dentro de la racionalidad más sensata, sí es consecuente con la experiencia humana de la sucesión de acontecimientos históricos vividos a lo largo de los tiempos, que concluyen que todo tiene un principio y un final, que nada es eterno, nada es para siempre, salvo la desaparición física de los seres vivos, todos ellos con fecha de caducidad, no obstante, desconocida.
Pero mientras tanto, al margen de razonamientos más o menos acertados, o impregnados de un humano y elemental deseo, las esperanzas de millones de seres obligados contra su voluntad, a guardar un encierro que nos aseguran es por nuestra seguridad, algo que muy pocos se atreven a dudar, aunque ahí están, y que nos causa una angustia y una tensión vital, de tal envergadura, que a medida que pasa el tiempo y se alarga está reclusión, se va haciendo más insoportable.
La sensación de confinamiento sin límite, llega a ser insoportable para muchos ciudadanos que anímica y físicamente tienen una menor capacidad para sobrellevar una situación que los supera, y que les genera un sufrimiento vital tan elevado, que puede llegar a causarles traumas, lesiones y conmociones que pueden condicionar su futuro, tal como ya predicen, más bien diagnostican, los especialistas en psicología y psiquiatría, algo que en cualquier caso, resulta fácil de concluir.
Algo que puede marcarles para siempre si este encarcelamiento se prolonga demasiado tiempo, que no necesariamente, según nos dicen, será continuado, seguido, consecutivo, sino que puede alargarse indefinidamente, con tramos en los que nos dejarán salir a la calle por tiempo limitado, para regresar de nuevo a nuestro enclaustramiento, a la espera de la próxima liberación temporal que nos corresponda. Pero aún peor es la siniestra perspectiva de que nos plantean quienes auguran que a partir de ahora, y para el resto de nuestros días, nos veremos sometidos a la aparición de estas pandemias, con lo que el futuro más negro e incierto, teñiría nuestro porvenir inmediato.
Sería algo que aún pesaría más sobre los apesadumbrados y frágiles ciudadanos que más están sufriendo estos siniestros tiempos, al visualizar un panorama venidero que en nada les alegrará ni suavizará sus ya pesarosas vidas, pegados a una máscara y unos guantes, a los que jamás nos acostumbraremos y que esperamos algún día desparezcan de nuestras vidas.
Pero son los niños, los más pequeños y los que no lo son tanto, como los incipientes adolescentes, los que más duramente están sufriendo esta insoportable condena, encerrados entre cuatro paredes, en ocasiones de dimensiones muy reducidas, sin un pequeño patio o una mínima terraza desde dónde contemplar un cielo que se les niega cada día durante ya demasiado tiempo.
Preguntan cada día por qué de este castigo, obteniendo por toda respuesta una tan irreal y abstracta como que ahí afuera, está el coronavirus. Esta situación puede causarles daños de diferente tipo que quizás acusen más adelante, si no se  pone remedio a este confinamiento lo antes posible, permitiéndoles, aunque sea de forma temporal e intermitente, poder salir a una calle que no pidan desde hace mucho tiempo.
Y quedan los jóvenes, los que tienen todo un oscuro e incierto futuro por delante, con una economía diezmada que les va a ofrecer aún menos oportunidades laborales de las que ahora carecen, con un curso académico paralizado, que les va a causar trastornos sin cuento.
Todo ello a la hora de una formación cada vez más exigente para poder acceder a un trabajo, algo que les está sucediendo también a los trabajadores en activo y que la parada de la actividad y el paro consiguiente, les está conduciendo al pesimismo y a la incertidumbre, ante un futuro imprevisible, que nadie se atreve a augurar, dadas las circunstancias actuales.

jueves, 16 de abril de 2020

LA CIUDAD FANTASMA

Tiempos nos han tocado vivir, que jamás olvidaremos. No es una frase hecha, ni una expresión vacía de contenido. Es una insólita y singular etapa de nuestras vidas, que ni aún viviendo cien años, tiene parangón posible, algo que no es necesario que contemos a nuestros actuales nietos, porque también ellos, desdichadamente, están lo están viviendo a la par que nosotros.
Por muy pequeños que sean, en su ingrato y duro confinamiento, si se les pregunta el motivo por el que no van al cole - y de ello sí están contentos – responden que lo que hay ahí afuera es un coronavirus, por lo que, sea lo que fuere y signifique esa palabra tan de actualidad, tan desafortunadamente de moda en estos días, es lo que les impide salir a la calle e ir al colegio, algo que muchos de ellos sí contarán a sus nietos dentro de algunos años cuando todo no sea, sino un mal recuerdo que esperamos no repetir.
Todo esto, no es un sueño, que ya quisiéramos que lo fuera, porque resulta duro e insoportable hasta extremos que nos hace pensar en ocasiones que esta pesadilla no es más que una mala experiencia, una espantosa ensoñación que acabará al despertarnos una mañana cualquiera, algo que se verá frustrado cuando abramos las ventanas y contemplemos con tremendo desconsuelo el silencio casi absoluto con el que se despierta nuestra ciudad, callada, desierta, irreconocible.
Ciudades y pueblos en apariencia carentes de vida, pese a que los edificios están ocupados día y noche por millones de seres confinados, encerrados, asustados porla amenaza de un enemigo invisible que espera ahí afuera en cualquier lugar, sospechando del resto de seres humanos que puedan ser portadores del letal virus, que poseyendo una capacidad portentosa de propagarse, está asolando al mundo entero.
La ciudad fantasma apenas respira a través de los contados seres pertrechados de mascarillas y guantes, que se mueven desconfiando unos de otros, guardando una prudencial distancia, impregnados de una oscura y siniestra sospecha, como si de apestados se trataran, mientras las sirenas de las ambulancias aúllan desaforadamente, portadoras de la pandemia que mantiene a la población vigilada por la policía que patrulla para evitar presencias no justificadas en las solitarias y tristes calles antes tan bulliciosas.
Pasado un tiempo, en una gran cantidad de urbes, algo está sucediendo y que nos recuerda tantas películas de ficción, cuando empiezan a sufrir  cambios inimaginables, que nadie podía haber predicho en el pasado. Los animales, sorprendidos, se han ido acercando hasta ellas, invadiendo sus calles y plazas ante la ausencia del silencio atronador y la apabullante y frenética actividad habituales, que ahora brillan por su ausencia.
Y así, penetran en ellas y campan por sus respetos, en un espacio que hasta ahora  les estaba vedado, ampliando de esta manera su mundo, antes limitado a los campos y bosques, su hábitat natural, lo que hacen sorprendidos y expectantes ante semejante situación, que da una idea de lo que nos espera, de lo que ha cambiado este desolado, desconocido e imprevisible mundo, dónde ficción y realidad se confunden.
Impresiona salir a la calle, fugazmente, durante un escaso período de tiempo, apenas el necesario para comprar, tirar la basura o pasear a la mascota, sin transgredir lo más mínimo el tiempo establecido para ello, salvo ser sancionados o detenidos si se reincide, y sentir el absoluto vacío que provoca la contemplación de un mundo sin vida, salvo alguna fugaz presencia que con pasos ligeros se apresura a retornar a su confinamiento obligado.
Los sobrecogidos ciudadanos,  no acaban de creerse lo que está pasando, con el agravante de no saber lo que esta situación puede prolongarse en el tiempo, así como las consecuencias físicas y anímicas que puede conllevar, sobre todo para los niños encerrados en sus casas, lejos del colegio y de los parques hoy vacíos. Al mismo tiempo, el paro de casi toda la actividad laboral, está provocando un desastre económico brutal, que como siempre pagarán las clases más humildes.

domingo, 12 de abril de 2020

AUTE

En medio de la desolada situación en la que nos encontramos, ensombrecidos, deprimidos y humillados por un confinamiento extremadamente insoportable, con una extraña sensación de soledad, pese al obligado y duro compromiso de compartir las veinticuatro horas de cada uno de los días que llevamos, y sin saber cuántos aún nos quedan, nos despertamos con la triste y melancólica pesadumbre de la desaparición de uno de los últimos grandes creadores, protagonistas del mundo de nuestra cultura: Luis Eduardo Aute.
Como si lo hubiera sabido, como si lo presintiera, pese a ausente estado de salud desde hace bastante tiempo, como si hubiera decidido abandonar este mundo que juzgaba tan caótico, devastador y profundamente decepcionante, se ausentó lenta, tranquila, sosegadamente, sin hacerse notar, sin molestar a nadie, como si no deseara dejar una huella que nos ha quedado profundamente impresa a quienes le seguimos, admiramos y respetamos como ser humano, músico y poeta.
Qué feo, feo, mundo / qué feo, feo inmundo / qué feo, feo, contramundo / sin revés. Así rezaban algunos de los versos de una de sus últimas composiciones que ya presagiaban el desastre en el que ahora nos encontramos inmersos, y que afortunadamente para él, no tendrá ocasión de sufrir ni lamentar, que le habría angustiado, sin duda, como lo está haciendo con la inmensa mayoría de una población que no comprende, ni quiere entender, porque no es culpable, de lo que nos está pasando, soportando una forzosa reclusión que nos está desgastando física y anímicamente.
Aute nos acompañó, en momentos duros, de hierro, durante una dictadura que suprimió las libertades más elementales, durante demasiado tiempo, sorteando las limitaciones que nos imponían a la fuerza, con su poesía y su música liberadora y sedante, sin estridencias, pero con la fuerzaque la belleza siempre imprime a los versos de quien ama y siente la profunda y honda sensibilidad de su poesía, como en el tema “al alba”, que disfrazada bajo una letra que parece una carta de amor, una denuncia de las atrocidades de la dictadura.
No solamente fue un excelente y reconocido letrista y cantautor, sino que su actividad artística y creativa, se extendió a otras artes como la pintura, la escultura, la arquitectura y el cine. Hablaba varios idiomas y fue un admirador de los cantautores franceses Georges Brassens y Jacques Brel, que conoció, admiró en y siguió en su estancia en París, dónde residió temporalmente.
Sin cultura no somos más que zombies. Ya no somos sapiens, nos hemos quedado en s.a., en sociedad anónima. Estamos en la edad media, con cruzadas, epidemias y una nueva inquisición. La tecnología es el gran Dios y tiene abducido a todo el mundo. Tenemos sobredosis de información y absoluta ausencia de conocimiento.
Todas las anteriores expresiones, llenas de sensatez y sabiduría, son suyas. Dan una idea bastante clara acerca de su capacidad para analizar el mundo y su sociedad, hoy hundida en unos terribles momentos que nos hacen lamentar aún más todavía la desaparición de personajes como Luis Eduardo Aute, que se ha ahorrado este tiempo de pandemia, de soledad y de la necesaria y triste reflexión que debiera acompañarnos, y que ya forma parte de la historia, no sólo de la música, sino de la cultura en general de este País.

jueves, 9 de abril de 2020

HÉROES

Acostumbrados estamos a que los medios de comunicación y las redes sociales, nos machaquen con insistencia con personajes y personajillos, tanto de baja estirpe como de guante blanco, a los que les atribuyen actos dignos de resaltar y de exaltar, elevándolos a falsos altares de una indigna, injusta y excelsa divinidad, que de ninguna forma merecen.
Y es que los seres humanos, tan elementales y simples como con frecuencia nos mostramos, parecemos necesitar de entes tanto formales como materiales, a los que admirar, adorar y seguir, con el objeto quizás, sin que de ello seamos conscientes, de llenar nuestras vacías y vulgares vidas, posiblemente aburridas y desprovistas de los necesarios y gratificantes ingredientes que nos puedan faltar, para evitar el hastío y la desidia siempre negativos y absolutamente rechazables.
Son falso ídolos encumbrados por un absurdo impulso frenético de las masas poco pensantes, que en cadena, y más aún hoy en día con las nuevas tecnologías, elevan a alturas inconcebibles de una ridícula popularidad, a quienes no acaparan más méritos que una trivial y vulgar capacidad por aparecer en los medios atribuyéndose “heroicidades” como alguna “hazaña” deportiva, socialmente vitoreada, algún récord absurdo, o alguna proclama populista falsamente benefactora.
Pero aún más detestables son los que ostentando una posición elevada, generalmente de carácter político o de otro cariz semejante, más o menos popular, se erigen en adalides de la paz y la justicia en el mundo, cuando con sus decisiones desde su poltrona y con un poder demoledor, más bien han sido los causantes de desastres sin cuento, que no se colocan en la balanza, que mide las contradicciones existentes entre el bien y el mal, prevaleciendo aquellos sobre estos, y generando así falsos héroes que de ninguna manera merecen dicho calificativo.
Y están los verdaderos, los auténticos héroes sin paliativos, reconocidos por todos, aunque no por la oficialidad formal, aristocrática y cortesana, que es quién en último término otorga los galardones, y que lucha cada día por el bienestar de los demás, por la aplicación de la justicia y la igualdad entre los seres humanos, por la denuncia de los atropellos a los que se somete a los desheredados de la tierra, y por la defensa de los más débiles, allá dónde se encuentren.
Hoy, en este País y en el mundo entero, asolado por una espantosa pandemia, miles de héroes anónimos están dejando incluso su vida luchando cada día por la salud de los demás, en los hospitales, ambulatorios y otros centros, ya sean médicos, enfermeros, voluntarios en las ambulancias, personal de las fuerzas del orden, y otros que, aunque no están directamente con los enfermos, atienden en oficinas, supermercados y otros puestos de trabajo, siempre expuestos, constituyendo un grandioso y heroico ejemplo de sacrificio y dedicación hacia los demás.
Luchando denodadamente con una falta angustiosa de medios, con una admirable capacidad para ingeniárselas de múltiples formas para protegerse un mínimo absolutamente necesario, con recursos propios, duplicando turnos y cayendo enfermos con frecuencia y arriesgando y sacrificando sus vidas en numerosos y admirables casos que nunca podremos agradecer lo suficiente, estos generosos benefactores de la humanidad, son los auténticos héroes, que esperamos que una vez termine esta pesadilla, sean homenajeados, reconocidos y premiados como se merecen.

sábado, 4 de abril de 2020

LA LIBERTAD PERDIDA

Nadie, ni en el peor de los escenarios, ni en la más insoportable de las pesadillas, podía presagiar lo que nos está pasando a nivel mundial en pleno siglo XXI, cuando los libros de historia recogen las épocas vividas hace seiscientos años, en el siglo XIV, con la peste negra, o con la mal llamada gripe española, hace más de cien años, que diezmaron la población mundial.
En estos momentos, en el año del señor de dos mil veinte, cuando la humanidad, con todas sus deficiencias y miserias que sufre el tercer mundo, goza de unos avances en todos lo órdenes como jamás había disfrutado antes, con una tecnología desbordante, y, en general, con enormes progresos, incluida la sanidad y la higiene a todos los niveles, nos encontramos inmersos en una inaudita e inesperada pandemia, que está afectando a toda la humanidad, con unas consecuencias devastadoras.
Con un incierto origen, se ha extendido con una velocidad y una mortalidad inauditas, expandiéndose cada día ante la imposibilidad de controlar sus espantosos efectos por parte de una sanidad, que a nivel mundial se ve sobrepasada ante la incidencia de un virus contra el que no tenemos ninguna vacuna, ni habíamos previsto, pese a quienes venían avisando desde hace tiempo, y de modo generalista, que algo así podría suceder en el futuro, como efectivamente ha sucedido.
Hemos reaccionado tarde, mejor dicho, “lo han hecho tarde”, ellos y ellas, los responsables, los que nos dirigen y confinan, conculcando nuestra libertad, no sólo aquí, aunque nosotros ya teníamos las referencias de China e Italia, y que no tomaron las decisiones oportunas, acertadas, por motivos de todo tipo, entre los que figuran aquello de “que inventen ellos”, o sea, a ver qué pasa allí afuera, y luego, ya veremos.
Y así, nos pilló el toro, con errores garrafales como permitir eventos masivos varios, desde los deportivos a los sociales, como manifestaciones enormes, que han dejado un rastro terrible, cuando ya la Organización Mundial de la Salud, había advertido en su contra, incluido el acaparamiento de material sanitario, ybien por motivos puramente políticos o por aquello de “a ver quienpone el cascabel al gato”, se permitieron auténticas barbaridades, que nos han llevado adonde estamos, sin que nadie asuma responsabilidades, faltaría más.
Henos aquí, enclaustrados, confinados y prisioneros en nuestras propias casas,  lamentando una situación que necesariamente hemos de aceptar y respetar, según nos dicen por el bien de todos, pero que resulta, más que insoportable, que también lo es, absolutamente increíble a estas alturas de una Historia, que no nos permitía visualizar, ni por asomo, lo que nos está pasando.
Y es que si esto nos lo sugieren hace diez años, seguramente nos lo habríamos tomado a guasa, pese a que ya por entonces, algunas voces, entonces apenas audibles, ya avisaron del peligro de de este enemigo invisible, inmensamente pequeño, que nos ha dejado estupefactos, incrédulos, y sobre todo inmensa y ridículamente diminutos e insignificantes.
Todo ello supone una portentosa lección para nosotros, los altivos y soberbios seres humanos, que deberíamos aprender de esta catástrofe que seguimos sin asumir por inesperada e inaudita, y que pese a todo, me permito dudar, aunque siempre con la necesaria, fugaz y desesperada esperanza, de que esta vez sí rectifiquemos definitivamente, para no volver a caer jamás en tantos y tan repetidos errores.

jueves, 2 de abril de 2020

BAJO SOSPECHA

Las suspicacias más diversas, teñidas de la casi necesaria y correspondiente incredulidad, llena nuestras mentes atormentadas por lo que nos está pasando, tratando de encontrar respuestas a una angustiosa situación que estamos viviendo, a la que nos resistimos preguntándonos por qué nos ha tocado vivir estos desolados tiempos, y sobre todo qué y quienes, si los hubiere, han provocado está espantosa pandemia.
Es una reacción instintiva y espontánea que nos asalta a un amplio sector de la población más o menos pensante que se aleja de quienes por diversas razones de índole variada, no se lo plantean, sino que, o bien se resignan, o lo admiten como un designio supra terrenal, que bien pudiera ser un castigo, o simplemente algo irremediable que pronto o tarde había de llegar, que ya tocaba, que es cíclico e inevitable.
Muchos piensan que el Planeta ha dicho “basta”, que está harto de unos seres que no han parado de maltratarla de múltiples y malvadas maneras, que la han hecho reaccionar, con el objeto de avisarnos, quizás por última vez, que no está dispuesta a soportarnos más, si seguimos por este camino de destrucción a la que la sometemos diariamente, y que lleva advirtiéndonos con la subida de los niveles de los océanos, como una de las muchas amenazas con las que quiero hacernos ver lo lejos que hemos llegado en nuestra loca carrera hacia un desastre que quiere evitar por el bien la Humanidad.
Otros, mantienen la teoría cada vez más extendida, de que somos objeto de diabólicos experimentos de la guerra química, que o bien se les ha ido de las manos, o bien forma parte de una mezquina y ruin infamia de una maldad extrema, que persigue un fin perverso, infame y voluntario, de probar la eficacia, ahora limitada, de provocar una pandemia para observar los resultados en la sociedad y la economía mundial, con la intención de llevar a cabo sus  pavorosos resultados en una futura guerra mundial.
Pero cada vez menos creen, que toda esta atroz y escalofriante pandemia, tenga su origen en un pequeño mercado chino de pescados y mariscos, dónde vendían también animales salvajes, atribuyendo el origen del virus a un pequeño animal llamado pangolín, que al consumirlo hubiera transmitido el virus, y de ahí, a todo el Planeta, lo que resulta francamente difícil de asumir como una teoría creíble.
Por último estarían, los que, dada la magnitud de la tragedia, quieren pensar que nada es real, que todo es un sueño del que despertaremos un venturoso día. Resistiremos entonces, que remedio nos queda, a la espera de que todo acabe, y volvamos a una vida que ignoramos ahora si volverá a una completa normalidad, y podamos olvidarnos, aunque quizás no debamos, las sospechas que nos acechan
Mientras tanto, nuestro más cálido, sincero y agradecido homenaje, a los que luchan cada día en los hospitales, supermercados, transportes, oficinas y demás héroes, que arriesgan su vidas, y nuestro pésame a todos los que han perdido a algún ser querido. Y a los que aquí seguimos, ánimo, valor y constancia para sobrevivir, para no olvidar jamás, y para pedir las responsabilidades que corresponda para que nunca más vuelva a repetirse esta tragedia.