Los resultados de las
estadísticas relativas a la educación en España, arrojan unos datos
escalofriantes por negativos y desalentadores. No solamente ocupamos uno de los
últimos lugares en Europa en cuanto a rendimiento escolar, sino que además,
progresamos negativamente, ya que en los últimos diez años, el nivel educativo
entre los jóvenes ha ido descendiendo paulatinamente, de tal forma que ocupamos
el cuarto puesto, por la cola de toda la Unión Europea, lo cual nos da una idea
de dónde nos encontramos, y sólo el País Vasco y Navarra, han logrado acercarse
a los objetivos europeos de Lisboa de 2010 – se trataba de superar el 85% que
marcaban estos objetivos - sin llegar a
alcanzar los valores propuestos, situándose a menos de quince puntos, mientras
que el resto de España se ha quedado a veinticuatro puntos del valor fijado, lo
cual supone una importante desviación, que aunque la mayoría de los países no
consiguieron alcanzar, España, como de costumbre, se quedó a la cola de los
mismos.
No sólo el abandono escolar es
el causante de parte de los estragos causados, sino que los sistemas educativos
eminentemente inestables, debido a la siempre cambiante política educativa en
función del partido gobernante, causa el desánimo y el desconcierto entre el
profesorado, sometido a un continuo vaivén que consigue de esta forma
desestabilizar el sistema a base de continuos cambios en las orientaciones
pedagógicas y metodológicas, que conducen a una inestabilidad constante de un
sistema que pide a gritos una perdurabilidad, solidez y permanencia en el
tiempo, algo que se les viene negando desde el principio de los tiempos.
Podríamos encontrar otras
causas que motivan el bajo rendimiento escolar, localizadas en el ambiente
familiar y social, hoy más alterados que nunca, que pueden influir, sin duda,
en dichos resultados, pero no son absolutamente representativos, ya que el
problema viene de mucho más atrás, cuando la situación económica era más
estable y los recortes que hoy sufrimos no se daban en estos ambientes y sin
embargo, los resultados académicos, no obstante, diferían muy poco de los
actuales, mientras que la falta de firmeza, equilibrio y consistencia del
sistema educativo, siempre se ha hecho notar con los efectos devastadores que
ya conocemos.
Deberíamos profundizar pues, en
la falta de continuidad y solidez del sistema, que es uno de los causantes del
problema que nos ocupa, pero no sólo de su equilibrio y permanencia en el
tiempo, sino también de los contenidos impartidos en las aulas, muchas veces
inadecuados, obsoletos y desfasados, sin adaptación a los tiempos actuales, con
un exceso de conocimientos, muchos de ellos anacrónicos, y con un defecto de
presencia de otros, que se han demostrado útiles y sumamente beneficiosos para
el desarrollo de la lógica y el razonamiento, como el ajedrez, que potencia
además la capacidad lectora, la concentración, la creatividad y el rendimiento
escolar en general, como ha quedado patente y demostrado en muchos países que lo
utilizan en los contenidos escolares con excelentes resultados y que apenas
tiene presencia en nuestras escuelas, salvo que a título particular, bien el
centro, bien los enseñantes, se decidan a implantar dicha disciplina que se ha
revelado sumamente eficaz.
Una mejor y más adecuada preparación
del profesorado, adaptándola a los tiempos actuales, al uso de los nuevos
medios pedagógicos que la moderna tecnología nos ofrece, pueden inducir a una
mejora de los resultados de los alumnos, por lo que hemos de contemplar también
estos aspectos, sin lugar a duda muy a tener en cuenta, a la par que una mayor
implicación y concienciación de los padres en la educación de sus hijos, que de
diversas formas pueden llevar a cabo, tanto en el ambiente familiar como en el
escolar, siempre sin intromisión alguna en la labor del profesorado, que tantos
problemas causa, debido quizás a un mal entendimiento de dicha colaboración y a
una especial y susceptible sensibilidad por parte de los enseñantes, muchas
veces plenamente justificada.
Y una vez aquí, nos encontramos
con los conflictos que surgen cada vez con más intensidad en lo relativo a la
enseñanza de una de las asignaturas de mayor relevancia para el alumno, que es
la lengua. Según la Unesco – organización de las Naciones Unidas para la
educación, la ciencia y la cultura – en el mundo se hablan alrededor de seis
mil idiomas entre lenguas y dialectos, hasta el punto de que en un mismo país llegan
a utilizarse un buen número de ellas, lo cual no facilita en absoluto la
comunicación, sino más bien al contrario.
Todo ser humano tiene el deber
y el derecho de conocer su lengua, aquella que se habla en su entorno, la que
va a utilizar en su vida familiar y profesional, sin restricción alguna,
siempre y cuando su conocimiento no interfiera en su educación. El conocimiento
de varias lenguas en la escuela es deseable, pero no siempre se puede abarcar
un número tal que obstaculice y entorpezca el rendimiento general académico,
por lo que debiera centrarse en el conocimiento del idioma principal, aquel que
se habla en la inmensa mayoría del país donde se encuentra, a la par que la
lengua extranjera más extendida en el mundo y de mayor difusión y por ende la
más práctica a la hora de desenvolverse en el futuro tanto personal como
profesional del futuro adulto, que sin duda, es el inglés.
Ello no supone de ninguna
manera renunciar al conocimiento de un bien de interés cultural como es el de
la lengua de la Comunidad Autónoma o ámbito geográfico local donde reside, que
utilizará fundamentalmente en el ambiente familiar y coloquial, pero que no le
servirá de gran utilidad a la hora de desenvolverse tanto privada como
profesionalmente en el resto del País, en el que necesariamente ha de llevar a
cabo su actividad en el futuro y menos aún en otros países, donde una lengua
minoritaria apenas será conocida y mucho menos hablada, precisamente allí,
donde el inglés siempre le será de suma utilidad.
Necesariamente no hay que
relegar la lengua de la Comunidad donde se reside al ambiente familiar, sino
que puede tener su eco en la escuela, donde contemplándolo siempre desde el
punto de vista práctico, el idioma principal de la nación donde vive y el
inglés, como idioma predominante en el resto del mundo, han de tener una
consideración de privilegio. No es una cuestión de patriotismo mal entendido,
es una cuestión de necesidad práctica y fundamental para el futuro de nuestros
alumnos a la hora de desenvolverse en un mundo cada vez más globalizado, donde
la eliminación de barreras, también las idiomáticas, se presenta como una
necesidad para el ser humano que en él vive y en el que se desarrollará su
presente y su futuro.