martes, 29 de septiembre de 2020

LAS MALAS COMPAÑÍAS

Malos tiempos para los ciudadanos de este País, que no paran de sobresaltarse con nuevas y cada vez más desconcertantes noticias que tienen por frecuente y pertinaz origen al gobierno de una nación, que cual camarote de los hermanos Marx, como lo calificara el expresidente González, no ceja en sorprendernos día sí y día también, con sus continuos vaivenes, escarceos y resbalones, que casi siempre caen del mismo lado, léase compañeros de coalición, de alianzas varias, y de otros acuerdos puntuales, a los que tan acostumbrados están, y que a nadie dejan indiferente, dado el juego político que dan, así como en los medios de comunicación, tertulias y debates varios, que no obstante, nada suelen aclararnos entre tanta verborrea como derrochan.

En medio de una severa y nueva oleada de la pandemia, que nos ha erigido en los líderes europeos de nuevos casos, el gobierno está empeñado en hacer gestos continuos persistentes y variados hacia los compañeros de viaje que le han asistido hasta ahora en su viaje, y sin los cuales ni podría aprobar los presupuestos, salvo que recurra a Ciudadanos – algo que le niegan sus compañeros de coalición – ni podría seguir adelante en sus tareas de gobierno, cediendo en asuntos como el indulto a los secesionistas catalanes, la reprobación del rey - sin duda por la presión de los mismos –o la política de presos para satisfacer las demandas de los independentistas vascos.

Todo ello configura un panorama, que a nadie se le escapa, supone una dura y constante presión sobre un gobierno atrapado en las propias redes que ha ido tejiendo para poder mantenerse en una delicada, inestable y frágil mayoría, que le obliga continuamente a ceder en todo tipo de terrenos, que le convierten en rehén de unos grupos que le exigen cada día nuevas cesiones, que unidas a las que se ve obligado a conceder a sus inefables compañeros de coalición, cabe la duda de si dicho gobierno, representado por su ínclito presidente, es más víctima que verdugo, que en cualquier caso está dispuesto a continuar adelante, dada la seguridad y la firmeza con que lleva adelante sus firmes declaraciones y su labor de gobierno, a la que no está dispuesto a renunciar.

Mientras tanto, con la ola  pandemia galopante, en un país dónde la administración central y regional andan a la constante e irresponsable greña, la ciudadanía asiste indignada y sorprendida, cómo gobierno y oposición se tiran los trastos a la cabeza sin llegar a acuerdo alguno –léase la tan traída y mal llevada gobernanza - cada uno enrocado en su posición, sin que nadie tome una iniciativa rápida, tajante y efectiva, haciendo dejación de funciones los unos, y lavándose las manos los otros, mientras el país se desangra, social, anímica, económica y laboralmente hablando.

Pero al gobierno parecen preocuparle más sus problemas para mantenerse en el poder, sustentado por unos apoyos débiles y tambaleantes, que continuamente le exigen más concesiones, sabedores de la extrema flaqueza de un ejecutivo que se ve obligado a ceder en todas y cada una de sus pretensiones, mientras trata de contener a su socio de gobierno, que muy poco tiene de leal, tratando por todos los medios de dar la nota, y de presentar una buena imagen ante sus votantes, que ya llevan años abandonándolo, como ha ocurrido con la debacle en Galicia, dónde perdieron todos sus escaños y el país Vasco dónde cedieron la mitad, lo que lleva a pensar, que si saliesen del gobierno, quedarían reducidos casi a la nada, escenario que les conduce a extremar sus acciones dentro del gobierno, con una labor de autobombo, que cada vez queda más de manifiesto, y que sus socios no tienen más remedio que soportar.

Causa estupor, por lo tanto, que el gobierno siga empeñado en satisfacer las demandas de los nacionalistas catalanes con la famosa y denostada mesa de negociación, con los gestos acerca de los indultos, del rey y de otros varios que no hacen sino desviar la atención del principal problema que no es otro que el control de una pandemia y el desastre económico,  que siguen golpeando a una población que asiste incrédula a este espectáculo de abandono por parte de un gobierno, que no parece tener otro objetivo que mantenerse en el poder, así como su obstinada determinación de defender a unos impresentables socios de gobierno y a unos insaciables compañeros de viaje que lo mantienen en una posición tan inestable como desafortunada, que no parece tener otro objetivo que el de mantenerse a toda costa, algo que deja a los sufridos ciudadanos, expectantes, incrédulos e indignados, ante tanta dejadez y tanto abandono.


jueves, 10 de septiembre de 2020

CRÓNICA DEL DESASTRE

Ha pasado ya más de medio año de este desdichado año de grafía tan adictiva para los más adeptos a las combinaciones de letras y/o números, que presumían de haber dado con la cifra ideal – veinte veinte– de un año mágico y prometedor, que nos traería alegrías y bienestar sin cuento, que dejaría su huella para el comienzo de un futuro esperanzador, que dejaría su impronta marcada de una forma indeleble, como punto de partida para el inicio de una recuperación a todos los niveles, de una humanidad necesitada de un impulso vital que parecía haber comenzado con los mejores augurios al intentar sumar esfuerzos el conjunto de la comunidad internacional para reducir los efectos de la peligrosa contaminación ambiental, al paso que se intentaban reducir las abismales diferencias sociales y económicas entre los dos mundos, tan distintos y distantes en tantos aspectos, que conviven en este planeta.
Comenzó el año, con las preocupantes noticias procedentes de China, con los hospitales colapsados, los ciudadanos confinados en sus casas, las espantosas imágenes de personas abandonadas en la calle, la construcción de hospitales levantados en unos días, las puertas de las viviendas tapiadas para evitar la salida de sus ocupantes, y, sobre todo, la espeluznante visión de las inmensas avenidas de Wuhan,  desiertas, sin gentes, sin automóviles, sin vida, en un espectáculo de auténtica ciencia ficción, que en aquellos momentos, ni por asomo, llegamos a pensar que poco más adelante, llegaríamos a vivir en nuestro País una situación similar, en una increíble e inaceptable falta de previsión, por parte de unas ineptas e irresponsables autoridades, que tendrían que haber puesto los medios oportunos, en defensa de la población, para tratar de evitar el desastre que se avecinaba.
Sobre todo después de contemplar como el drama de China, se trasladaba aquí al lado, a Italia, con los mismos efectos devastadores que en el país asiático, sin que nadie moviera un dedo, esperando a ver qué pasaba, sin ninguna medida de ningún tipo, sin preparar una sanidad, con la que siempre se nos ha llenado la boca de ser la mejor del mundo, cuando en realidad, nos habíamos dormido en los laureles, sin siquiera acaparar material sanitario de todo tipo para los hospitales, para su personal, que luego se vería desprotegido y sobrepasado – los sanitarios tuvieron que procurarse protección con el plástico de las bolsas de la basura - cuando ya la OMS nos advirtió de ello en vistas de la que se estaba preparando, sin que los responsables moviesen un dedo para prevenir la tragedia que se acercaba.
Y así, esperando a ver qué pasa, como siempre, que inventen ellos, a ver quien le pone el cascabel al gato,  nadie movió una sola ficha, una veces por una simple y acostumbrada desidia o por una indolencia culpable e injustificable, otras, las más, por oportunidad política, porque tomar medidas de inmediato, como debería haberse hecho, era impopular, lo que se traduciría en pérdida de apoyo, de votos, mientras los primeros casos se daban en nuestro País, con todas las actividades de todo tipo abiertas, las manifestaciones de masas se celebrándose por todo el país hasta llegar al punto culminante del 8 de marzo, con ciento veinte mil manifestantes gritando en la calle, pegados unos a otros, sin ninguna precaución de ningún tipo, cuando el día anterior,se había confinado a cuarenta persona en Haro, lo que resulta inconcebible, y que a día de hoy, continúan sin reconocer su incalificable inmovilidad, y a entonar mea culpa alguno, cuando se calcula que de allí salieron alrededor de doce mil contagiados.
Para hacerse una idea de los continuos errores cometidos entonces, basta saber, que aunque parezca increíble, estaban considerando si las fallas de llevarían a cabo, si la feria de abril se llevaría a efecto, se discutía acerca de la semana santa, así como otras celebraciones y festejos, en una ceremonia de la confusión y el desastre, que afortunadamente no se materializó,  porque la tragedia ya la teníamos encima, y cuando en otros países ya estaban prohibidas las masificaciones y se habían tomado medidas sanitarias como el acopio de material sanitario en los hospitales, nada se hizo en este sufrido país, nada se llevó a cabo para prevenir el desastre, lo que motivó una auténtica catástrofe sanitaria de dimensiones bíblicas, que nos ha convertido en el país del mundo con más sanitarios fallecidos y con un número de víctimas que nos coloca en los primeros lugares del planeta, pese a que las cifras oficiales hablan de veintinueve mil, se sabe, según estudios reputados e informes varios de instituciones reconocidas, que la cifra real se acerca a los cuarenta y cinco mil.
Cuando la hecatombe se echó definitivamente encima, después de esperar hasta el límite de una forma absolutamente negligente y de una imprudencia manifiesta, el gobierno decretó el estado de excepción, que denominaron de alarma, de una manera radical y total, que dejó al país confinado en sus hogares, al tiempo que paralizó toda actividad no esencial, de una forma tajante, de tal manera que dejó exhaustos a los ciudadanos y a una economía que quedó devastada, con una cifras sobrecogedoras en cuanto al PIB, el paro y el déficit, que hoy, arrojan las peores cifras de toda Europa.
Tres meses de férreo encierro, dejó a los ciudadanos españoles, con un sentimiento de frustración que a día de hoy, varios meses después, ha dejado una huella indeleble en toda la población, que resulta difícil de medir, pues las consecuencias anímicas y psicológicas son innegables, y nadie se ha preocupado por considerar, tal ha sido la brutalidad de las medidas tomadas durante el confinamiento, que no tienen parangón en toda Europa.
Medidas que no han servido para minimizar los temidos repuntes, que cómo no, son los mayores de toda Europa, tal vez porque la desescalada se hizo mal y precipitadamente, debido quizás al miedo por no dañar más aún una economía destrozada, que al final se ha visto inoperante e incapaz de corregir el tremendo error cometido al no reaccionar antes al principio de la pandemia, algo que ha traído tan lamentables consecuencias, y que no obstante el gobierno es incapaz de reconocer, hasta el punto de que el presidente del gobierno, en voz alta y clara, para que se oyera bien, según dijo en sede parlamentaria, “viva el 8 m”, con una actitud soberbia e irresponsable, que no necesita comentario alguno, pues todos sobran, ante tamaña barbaridad dialéctica.
Instalados en la mal denominada nueva normalidad, nos encontramos con continuas torpezas y ambigüedades de unos gobernantes, más preocupados por obviar sus fallos, que nunca han reconocido, han dado preferencia a la apertura de bares, terrazas y lugares de ocio, antes que a una cultura marginada hasta extremos difíciles de creer en un gobierno de coalición que pomposa y arteramente se auto denomina de progreso, imponiendo el uso de mascarillas en cualquier circunstancia, después de dar multitud de bandazos a tal efecto, lo que ha dado lugar a un gigantesco mercado de estos enseres y de otros relacionados con la higiene, que ha copado el mercado mundial, y que puede prolongarse en el tiempo mucho más de lo que desearíamos, sin que sepamos cómo ni cuando se encontrará una vacuna que ponga remedio a esta pandemia.
Mientras tanto, la delicada vuelta a las aulas de millones de alumnos, se dejó a la improvisación, de tal manera que apenas unos días antes del comienzo de curso, nadie sabía cómo se iba a llevar a cabo, dado que el gobierno en pleno se fue de vacaciones, dejando bien claro, que un gobierno progresista, para ser consecuente, necesita primero un buen bronceado antes de tomar de nuevo las riendas del despacho oficial y de la correspondiente poltrona, que para arreglar el desastre causado, ya habrá tiempo más adelante, que las prisas no son buenas consejeras, cuando de reparar y responder por el mal causado al País y a sus sufridos e inermes ciudadanos se trata.
Debido a los pésimos datos de España, que nos sitúa en el pelotón de cabeza en Europa y en el mundo, varias instituciones y personalidades del ambiente sanitario, entre otros, han solicitado una auditoría independiente, para que investigue y explique cómo es posible que nos encontremos en ese penoso lugar, que ahora mismo arroja el mayor número de brotes en Europa, y cómo se ha llegado a tan penosa y triste situación, a lo largo de toda la gestión de la pandemia, algo que no gusta en el gobierno, que lo ha recibido sin interés alguno, algo que se explica, porque fueron ellos quienes cometieron los errores que nos han traído hasta el frustrante momento que vivimos, con un país devastado en todos los órdenes, que teme por un inseguro e incierto futuro.

viernes, 4 de septiembre de 2020

UN GRAN PAÍS

Hay lemas que parecen estar dedicados a contradecir, despistar o incluso a desviar la atención sobre el motivo principal al que hace referencia, en un auténtico alarde de desinformación involuntariamente diseñada, ya que su propósito es otro,  que causa, como mínimo, y antes de la perplejidad más acuciante, la hilaridad entre quienes tienen la capacidad, la voluntad, y la inteligencia necesaria y suficiente, para discernir, discriminar y poner en cuarentena y en cuestión, las verdades oficiales que de esos ámbitos proceden, ya que esa suele ser su procedencia, aunque en boca de otros se ponga, en una ceremonia de la confusión tal, que no obstante no consigue tan desalmados propósitos.
De esta manera se da lugar a una interpretación, que en nada se parece a la de quienes se encargan de propagar las que se originan en las alturas mediáticas, que no son otras que las de la clase gobernante, que son quienes mueven los hilos de los guiñoles que responden con sus sometidos y respetuosos gestos, movimientos y mensajes, a los dictados de sus interesados amos, que los dirigen y gobiernan, a menudo con oscuros e inconfesables propósitos, que no suelen quedar al descubierto para quienes no quieren mirar hacia otros lares, y cargan con la oficialidad reinante, haciendo oídos sordos a los pocos que se atreven a denunciar los atropellos habidos.
Con nuestro País convertido en una auténtico y penoso espacio humano devastado ante tanta inquietud por un futuro incierto, sorprende a muchos, que no a todos, que nos vengan con lemas como el que da título a estas líneas, que parece pretender insuflar ánimos a una población que contempla con estupor cómo una España destrozada económica social, sanitaria y laboralmente, ocupa el último lugar de Europa en cuanto a la  pandemia se refiere, y a todas las consecuencias que de ella se derivan, con un aumento galopante de los brotes, una economía destrozada, un paro disparado, y un futuro penosamente inquietante para los más jóvenes, que representan el porvenir de ese denominado “Gran País', que no es sino un auto bombo, una autopromoción poco creíble, para quienes nos atrevemos a cuestionar dichos lemas tan grandilocuentes como falsos de rigor.
¿Pero qué es un “gran País?¿quizás uno de grandes dimensiones? ¿uno muy poblado? ¿de grandes riquezas naturales? ¿con un alto nivel vida? ¿con un alto nivel cultural? ¿con un considerable bienestar social? Pienso que ninguno responde a la pregunta planteada, ya que aunque reuniese alguna de las circunstancias citadas, seguiría siendo, simplemente, un País grande en superficie, y/o, rico, culto, cómodo, acogedor, y cuántos calificativos pudieran acuñarse, pero nada más, y aunque pudiera hacerse acreedor de todas las contingencias detalladas, continuaría siendo un País digno de vivir en él, pero no por ello sería destinatario del título de la grandeza citada, pues un ente tan abstracto y complejo, no puede apropiarse de semejante distinción reservada a las seres animados, a los que dicho honor, con demasiada frecuencia, suele quedarles demasiado grande.
Cuando se habla de grandes países, de civilizaciones grandiosas, de personajes de una distinguida grandeza, suele cometerse el error de no investigar acerca de los orígenes, de su fundación y progresión en el tiempo, en el caso de los dos primeros, y en el caso del tercero, de no dar un completo y exhaustivo repaso a toda su vida y sus circunstancias, que a veces, los empequeñecen de una manera fulgurante, quedando tan notable título de grandeza, para los más pequeños en apariencia, para los más humildes, para los más menesterosos, que nunca se distinguieron más que por sus obras.
Sin alharacas ni demasiado ruido, pues no lo deseaban ni maldita falta que les hace en su sencillo y silencioso paso por este mundo de tantos y tan falsos grandilocuentes venidos a menos, a fuerza de pretender, ambicionar y mentir como bellacos, porque cabe hablar de un país grande, pero no de un gran país, así como de un país pobre, que nada tiene que ver con un pobre país, ya que no nos encontramos en aquella acepción, pero sí en esta última, en la que parece encontrarse el nuestro desde hace ya demasiado tiempo, casi desde el principio de los tiempos, y todo ello, debido en gran parte a unos pésimos gobernantes y a una omnipresente, retrógrada y cavernícola iglesia católica, que soportamos los pacientes y sufridos ciudadanos de este País, a lo largo de nuestra dilatada historia.