martes, 29 de diciembre de 2015

GOLPE A GOLPE

Mucho parecía haber cambiado este País, hasta que caímos en la cuenta, a fuerza de observar el día a día, que no es para tanto, que apenas las formas han mutado, y poco, para por fin decidirse en simples y mínimos toques, más bien retoques, en una fachada harto descolorida y desconchada por tanto y tan inútil desgaste.
El que sufrimos de una manera constante y machaconamente insoportable, en forma de peleas y tiras y aflojas institucionales, que suponen una permanente fuente de noticias procedentes sobre todo de esa Cataluña que dice sentirse robada, humillada y vilipendiada, como ha tiempo sucedió, quizás con menos intensidad y crispación, quién nos lo iba a decir, con el País Vasco
Y todo ello por una España, de la que quieren desconectar – término ahora de moda, acuñado para tan señalado evento – y que no pierden ocasión de sacarlo a la luz, de incordiar y tensar continuamente, como si el gobierno catalán no tuviera otras obligaciones que las de gestionar y avanzar hacia una independencia, que se ha convertido en una obsesión para ellos, y en una pesadilla para el resto del País.
Tiempos aquellos del inefable Ibarretxe, que nos sacaron de quicio durante casi dos años, hasta el punto de que muchas voces, desesperadas por tanta tensión y dada la parsimonia con la que actuaba el gobierno vasco, les pedían que se decidieran de una vez, que se dejaran de medias tintas y tomasen una decisión, se decidieran de una vez por todas, y se dejasen de tanto juego que no parecía decantarse en nada.
Y sin embargo, después de tanta verborrea independentista, de tanta amenaza y tan insistentes e irritantes mensajes en el sentido de que suya era la  libertad para decidir, de fijar fechas para llegar a la separación, a la independencia en suma, todo quedó en agua de borrajas.
Una vez que llegó al Congreso de los Diputados, se les negó toda facultad, que según la Constitución no tienen para llevar a cabo un proceso de autodeterminación, de llevar a cabo un referéndum que la máxima ley no contempla, y ahí quedó todo. Ibarretxe se retiró a su cuartel de invierno, y la paz y el sosiego institucional en aquella región quedó en suspenso, que no olvidado.
Y ahora nos parece mentira. Establecemos las oportunas comparaciones y no nos lo creemos. Cabía pensar, vista la trayectoria seguida por ambas regiones, Cataluña y el País Vasco, que los problemas provendrían de éste último, por motivos obvios que todos conocemos.
Los catalanes son demasiado listos para llegar a pensar en la independencia, nos decíamos, son muy prácticos, la pela es la pela. No consideramos que llegaran jamás a meternos en semejante berenjenal. Y ahí están, no ha habido retirada, ni siquiera táctica, estratégica quizás, como llevaron a cabo los Vascos.
Pensábamos que por su carácter e historia, éstos tenderían a actuar con más dureza, al considerarlos más irreflexivos, más impulsivos, menos prácticos. El corazón prevalecería sobre la cabeza y nadie podría detenerlos en su afán por separarse de España.
Nos encontramos con una realidad que nada tienen que ver con dichas previsiones. Cataluña ha llegado demasiado lejos en sus intensiones separatistas y no va a ser fácil, ni seguramente posible detener la que se nos viene encima. Un par de conocidos políticos de distinto signo, han llegado a calificar estos hechos como de un auténtico golpe de estado institucional.
En los últimos años, el número de nacionalistas catalanes se ha incrementado exponencialmente, hasta el punto de que casi la mitad de sus ciudadanos, al menos según las últimas elecciones celebradas en esa comunidad, se declaran independentistas, algo que hace apenas una década era algo impensable.
¿Qué ha sucedido? ¿Cómo es posible que en menos de diez años, el número de ciudadanos catalanes se haya duplicado? ¿Ha sido una evolución natural, o algo o alguien ha influido en este cambio? ¿A quién cabría pedirle explicaciones al respecto?
A lo largo de la historia se ha podido comprobar cómo una personalidad ha llegado a arrastrar e influir en toda una sociedad y sus acontecimientos negativamente, hasta el punto de derivar en un discurrir histórico diferente, llegando a sufrir cambios traumáticos que tuvieron una gran trascendencia en el futuro de un País o incluso de la humanidad. Casos podríamos citar, que todos conocemos.
Este es el caso de un político catalán, que debió haberse retirado hace ya tiempo, cuando adelantó unas elecciones de aquella comunidad, pensando que obtendría una mayoría absoluta, que se resolvió en la pérdida de doce diputados.
Desde entonces, su frustración se ha resuelto en una huída hacia adelante, hasta el punto de liderar un independentismo con el que su partido político apenas comulgaba, aliándose incluso con otros que lo son en grado extremo, y con aquellos que se declaran abiertamente anti sistemas radicales.
Y por último, el gobierno actual tiene su importante grado de responsabilidad, al haber contribuido con su absurda política de enfrentamiento y recurso constante a la legalidad, y a la negación total al diálogo. Con ello, han logrado ganar para la causa a numerosos adeptos independentistas que antes no lo eran.
Golpe a golpe, que no verso a verso, el enfrentamiento difícilmente tiene marcha atrás. Habrá que tomar decisiones, que necesariamente no pasen por el recurso constante a las leyes, y a los recursos jurídicos. Para ello, habrá que tomar importantes decisiones políticas, que eso sí, satisfagan a todos. Difícil papeleta.

lunes, 21 de diciembre de 2015

DEBATIR COMO EL AVESTRUZ

Está siendo ésta última hornada de debates, tan insoportable como soporífera. Ya sea a cuatro, o a dos, da la impresión que nos están tomando el pelo – algo nada nuevo – que ya ni siquiera nos tienen en cuenta, hasta el momento de depositar el voto, sino que han convertido estas manifestaciones en una auténtica ceremonia, no ya de la confusión, sino de una inconfundible, cristalina y patente demostración, de cómo estos personaje públicos, dejan de lado descarada y ladinamente, a sus posibles votantes, en aras de una desmedida ambición que no conoce límites.
Lo hacen además, con unos aires de un cierto endiosamiento tan alejado de los ciudadanos a los que dicen representar, que ya ni siquiera se molestan en dirigir su mensaje con humilde y serena sinceridad, con ofertas claras, razonables y dirigidas siempre a mejorar la vida de los habitantes de una nación que espera de ellos algo más que promesas que se adivinan imposibles de cumplir, sino que utilizan estos encuentros para dirimir sus personales cuitas, llegando a dar la impresión de que más que por sus votantes, lo que tratan es de lograr llegar al poder a costa de ellos, tal es su capacidad para defender sus personales intereses.
Todo ello precedido de un show absurdo, rancio y mal copiado de las campañas americanas, que poco o nada tiene que ver con nuestra idiosincrasia, a cargo de unos medios de comunicación que luchan por sus intereses comerciales, con la anuencia de los candidatos de los debates, dedicando el mismo tiempo, casi dos horas, al previo del acontecimiento como al desarrollo del propio debate, con imágenes de la llegada de los participantes, tribuna para los medios gráficos, para el público que curioso asiste al espectáculo, todo ello en la calle, con la presencia incluso de una lluvia que no quería perderse tan inefable espectáculo, en una muestra más del despropósito más absoluto al que se está llegando en estas elecciones generales.
Dos horas previas, más otras dos de debate, que nos regalaron a quienes tuvimos la curiosidad de contemplar un penoso espectáculo que por momentos llegó a ser insoportable. El primero, en el que debatían cuatro contendientes, cada uno de ellos enrocado en su mundo, tan alejado de sus votantes, pero que ellos consideraban tan cercano, se convirtió en un espectáculo tan patético como alejado de una realidad ciudadana que es la que afecta y determina cada día a los habitantes de este País.
En las mismas condiciones previas se desarrolló posteriormente, aunque con distinto formato después, el segundo gran debate, esta vez a dos, entre el actual presidente del gobierno y el jefe de la oposición. Aún más insoportable y anodino – pese a la tensión que reinó en algunos momentos – resultó este encuentro a dos, en el que el cara a cara se limitó a ofrecer ingentes cantidades de cifras, fechas y estadísticas, que aburrían hasta la extenuación a unos pacientes espectadores, posibles votantes, que poco o nada sacaron en claro sobre el destino de su voto, si es que aún albergaban dudas al respecto.
El y tú más, la defensa a ultranza de sus posturas, el continuo desmentido de las afirmaciones contrarias, las descalificaciones, tanto personales como de partido, las sensibilidades heridas por unos supuestos insultos, la repetida petición de explicaciones por una falta de argumentos tanto de uno como del otro, y la ausencia de una mínima y necesaria ética personal y política, de un saber estar, de una capacidad exigible a ambos para asimilar con elegancia el discurso contrario, desacreditó a ambos contendientes.
Nadie dedicó ni un segundo a la recuperación de la memoria histórica. No vende. ¡Qué vergüenza!

lunes, 14 de diciembre de 2015

LA SANTA REBELDE

Pasear por Ávila, en este año del Señor de dos mil y quince, y hacerlo recorriendo sin prisa, una y otra vez, su hermoso recinto bellamente amurallado, es respirar, oír y ver, a través de los ojos, los oídos y el corazón de Teresa, Santa Teresa de Jesús, que parece habitar en todos los rincones de tan noble y santa ciudad, que tanto debe a la que fue, primera doctora de la iglesia católica.
Quinientos años no parecen representar nada en el tiempo, para laimagen y la huella indeleble que en esta bellísima ciudad dejó para siempre Teresa de Cepeda y Ahumada. Más bien da la impresión que los siglos parecen haber devenido en acrecentar su leyenda, la de una mujer única e irrepetible en su tiempo, capaz de sobresalir por encima de cuantos la rodeaban, en una sociedad dominada absolutamente por los hombres.
Y es que ya fueran confesores, que solían encontrarse muy por debajo de su  nivel y capacidades intelectuales, ya fueran príncipes, princesas, hidalgos, gentilhombres, obispos, cardenales, hasta el mismísimo papa y el rey, a los que se dirigió, escucharon a Teresa con suma atención, pues tal era su relevancia, pese a su humilde y serena actitud, no exenta de firmeza, que antes odo y todos mantenía.
Con una inmensa capacidad para el trabajo, siempre llevó una actitud frenética, dedicando gran parte de sus energías a la fundación de nuevos conventos, que según decía, su Amado le inspiraba y ordenaba, como también lo hizo la Virgen, de la que era gratísima y devota sierva. En el plano terrenal, mantuvo una profunda y próxima amistad con San Juan de la Cruz, que durante cinco años actuó como confesor de las monjas en el convento de la Encarnación.
Teresa fue una lectora compulsiva, que leía cuanto encontraba y pasaba por sus manos, que no era mucho, en aquellos duros tiempos en que la Santa Inquisición arrojaba a la hoguera lo poco o mucho que se escribiera, ya procediera de dentro, ya viniera de fuera.
Poseía una gran facilidad para escribir. La censura oficial le corrigió muchos de sus escritos, que se los devolvían acortados y mutilados, en tiempos en que la hoguera campaba por sus respetos al mínimo desvío o desliz que se cometiera, lo que demuestra su increíble valentía, disposición y temperamento como mujer y sierva de su Señor al que tanto amaba.
Poseía un inquebrantable carácter, y una acusada personalidad, no exenta de un sentido del humor que le llevaba tanto a reprender a sus pupilas por su falta de rigor en el desempeño de sus labores domésticas, de oración y de absoluta y extrema pobreza, como a gastarles bromas al tiempo que era capaz de enfrentarse a personajes como la princesa de Éboli, que se presentó en el convento con todo su séquito, y a la que ante ciertas exigencias de la misma, la Santa le replicó: brava fue ella y brava fui yo.
Incansable, desarrolló una ingente tarea de renovación y  expansión de su orden religiosa, desde el convento de la Encarnación, donde ingresó con veinticinco años, donde llegó a ser Priora, comenzando por el convento de San José en Ávila, que fue el primero que fundó, para ya no parar y desarrollar una frenética actividad durante toda su vida, hasta su muerte en Alba de Tormes.
Su fe rayaba en un fanatismo religioso que le llevó a experimentar visiones,  éxtasis y contemplaciones que ella relata y que ha dado lugar a numerosas interpretaciones a cargo de médicos, psicólogos y psiquiatras, que parecen coincidir en interpretar estos hechos como resultado de las secuelas que en ella dejó una salud quebrada por la enfermedad que desde muy joven le afectó, incluidos los períodos de epilepsia, que unido a su inmensa y profunda fe le llevaron a la convicción de haber vivido tan místicas experiencias.
Su legado tanto espiritual como cultural es inmenso, teniendo en cuenta su no muy largo paso por este mundo, su delicada salud, y los numerosos obstáculos que encontró a su paso en una sociedad dominada por completo por los varones. Lectora incansable, escribió numerosas obras en prosa y en verso, así como un gran número de cartas.
La Inquisición llegó a registrar la pequeña biblioteca que tenía en el convento de la Encarnación. Le tachaban párrafos, le arrancaban hojas, le requisaban libros de romances y caballerías, y hasta le obligaron a rehacer por completo Camino de Perfección.
“Ándese con tiento”, le dijeron. Ella siempre obediente ante estos hechos reescribió tan señalada obra, pero conservó el cuaderno primero en el convento de San José, que hoy se conserva en el Escorial. La Santa, sabía ser, además de sumisa, rebelde.
Animó a sus monjas a leer: “la lectura de buenos libros, es alimento tanto para el alma como para el cuerpo”, les decía. Ella misma enseñaba a sus monjas a leer y a escribir, cuando como novicias, ingresaban analfabetas en la orden.
Teresa de Jesús, mujer adelantada a su tiempo, continúa paseando por las calles de Ávila. Es fácil detectar su presencia quinientos años después. Basta con visitar los lugares que ella frecuentó, y reposar la mirada en cada rincón que ella habitó. Su huella indeleble, permanece allí inalterada por el paso del tiempo.

lunes, 7 de diciembre de 2015

GOLPE A GOLPE

Mucho parecía haber cambiado este País, hasta que caímos en la cuenta, a fuerza de observar el día a día, que no es para tanto, que apenas las formas han mutado, y poco, para por fin decidirse en simples y mínimos toques, más bien retoques, en una fachada harto descolorida y desconchada por tanto y tan inútil desgaste.
El que sufrimos de una manera constante y machaconamente insoportable, en forma de peleas y tiras y aflojas institucionales, que suponen una permanente fuente de noticias procedentes sobre todo de esa Cataluña que dice sentirse robada, humillada y vilipendiada, como ha tiempo sucedió, quizás con menos intensidad y crispación, quién nos lo iba a decir, con el País Vasco
Y todo ello por una España, de la que quieren desconectar – término ahora de moda, acuñado para tan señalado evento – y que no pierden ocasión de sacarlo a la luz, de incordiar y tensar continuamente, como si el gobierno catalán no tuviera otras obligaciones que las de gestionar y avanzar hacia una independencia, que se ha convertido en una obsesión para ellos, y en una pesadilla para el resto del País.
Tiempos aquellos del inefable Ibarretxe, que nos sacaron de quicio durante casi dos años, hasta el punto de que muchas voces, desesperadas por tanta tensión y dada la parsimonia con la que actuaba el gobierno vasco, les pedían que se decidieran de una vez, que se dejaran de medias tintas y tomasen una decisión, se decidieran de una vez por todas, y se dejasen de tanto juego que no parecía decantarse en nada.
Y sin embargo, después de tanta verborrea independentista, de tanta amenaza y tan insistentes e irritantes mensajes en el sentido de que suya era la  libertad para decidir, de fijar fechas para llegar a la separación, a la independencia en suma, todo quedó en agua de borrajas.
Una vez que llegó al Congreso de los Diputados, se les negó toda facultad, que según la Constitución no tienen para llevar a cabo un proceso de autodeterminación, de llevar a cabo un referéndum que la máxima ley no contempla, y ahí quedó todo. Ibarretxe se retiró a su cuartel de invierno, y la paz y el sosiego institucional en aquella región quedó en suspenso, que no olvidado.
Y ahora nos parece mentira. Establecemos las oportunas comparaciones y no nos lo creemos. Cabía pensar, vista la trayectoria seguida por ambas regiones, Cataluña y el País Vasco, que los problemas provendrían de éste último, por motivos obvios que todos conocemos.
Los catalanes son demasiado listos para llegar a pensar en la independencia, nos decíamos, son muy prácticos, la pela es la pela. No consideramos que llegaran jamás a meternos en semejante berenjenal. Y ahí están, no ha habido retirada, ni siquiera táctica, estratégica quizás, como llevaron a cabo los Vascos.
Pensábamos que por su carácter e historia, éstos tenderían a actuar con más dureza, al considerarlos más irreflexivos, más impulsivos, menos prácticos. El corazón prevalecería sobre la cabeza y nadie podría detenerlos en su afán por separarse de España.
Nos encontramos con una realidad que nada tienen que ver con dichas previsiones. Cataluña ha llegado demasiado lejos en sus intensiones separatistas y no va a ser fácil, ni seguramente posible detener la que se nos viene encima. Un par de conocidos políticos de distinto signo, han llegado a calificar estos hechos como de un auténtico golpe de estado institucional.
En los últimos años, el número de nacionalistas catalanes se ha incrementado exponencialmente, hasta el punto de que casi la mitad de sus ciudadanos, al menos según las últimas elecciones celebradas en esa comunidad, se declaran independentistas, algo que hace apenas una década era algo impensable.
¿Qué ha sucedido? ¿Cómo es posible que en menos de diez años, el número de ciudadanos catalanes se haya duplicado? ¿Ha sido una evolución natural, o algo o alguien ha influido en este cambio? ¿A quién cabría pedirle explicaciones al respecto?
A lo largo de la historia se ha podido comprobar cómo una personalidad ha llegado a arrastrar e influir en toda una sociedad y sus acontecimientos negativamente, hasta el punto de derivar en un discurrir histórico diferente, llegando a sufrir cambios traumáticos que tuvieron una gran trascendencia en el futuro de un País o incluso de la humanidad. Casos podríamos citar, que todos conocemos.
Este es el caso de un político catalán, que debió haberse retirado hace ya tiempo, cuando adelantó unas elecciones de aquella comunidad, pensando que obtendría una mayoría absoluta, que se resolvió en la pérdida de doce diputados.
Desde entonces, su frustración se ha resuelto en una huída hacia adelante, hasta el punto de liderar un independentismo con el que su partido político apenas comulgaba, aliándose incluso con otros que lo son en grado extremo, y con aquellos que se declaran abiertamente anti sistemas radicales.
Y por último, el gobierno actual tiene su importante grado de responsabilidad, al haber contribuido con su absurda política de enfrentamiento y recurso constante a la legalidad, y a la negación total al diálogo. Con ello, han logrado ganar para la causa a numerosos adeptos independentistas que antes no lo eran.
Golpe a golpe, que no verso a verso, el enfrentamiento difícilmente tiene marcha atrás. Habrá que tomar decisiones, que necesariamente no pasen por el recurso constante a las leyes, y a los recursos jurídicos. Para ello, habrá que tomar importantes decisiones políticas, que eso sí, satisfagan a todos. Difícil papeleta.

martes, 1 de diciembre de 2015

UN GOZOSO PAÍS

No es País para aburrirse. Más bien lo es para vivir en un continuo y pertinaz sobresalto, que día sí, día también, nos sorprende con nuevas, que aunque no necesariamente son capaces de provocarnos una amplia y decidida carcajada, sí nos mueven a unos inevitables, a la par que saludables, alborozo, gozo y regocijo, que siempre son de agradecer.
Porque a veces, se trata simplemente de una sutil sonrisa, un esbozo de una incipiente risa, de esas, que no dejan indiferente a nadie, que obliga a dibujar una ligera y sincera mueca en la cara, a fuerza de plegar los labios, abriendo su comisura, a la par que un  fugaz y chispeante  brillo en los ojos, la denota de una clara e innegable manera.
La última e hilarante idea: se prepara un módulo de Formación Profesional en Tauromaquia.
Sí, han leído bien, por lo que pueden exhibir una abierta y bien justificada sonrisa, ante lo que supone un motivo más, para pensar que el folclore más suburbial, ha entrado de lleno en el lamentable estado en el que la cultura se halla sumida en este irrepetible y singular País.
Ya  hace poco tiempo, el ayuntamiento de Madrid, redujo una increíble subvención, de la que gozaba una escuela de tauromaquia de la Capital, muy superior a otras que amparan a tantas actividades auténticamente culturales, muchas de las cuales se han cancelado por falta de fondos.
Doble motivo para desplegar una inevitable y amplia carcajada, ante semejante desperdicio cultural como destila tanta desbocada y cochambrosa mente, dedicada a provocarnos una sonora sonrisa, que preferiríamos obviar en todo a cuanto a estos menesteres se refiere.
Y es que no nos dan respiro alguno, pues son tantos y tan frecuentes los desmanes habidos y por haber en este terreno,  que es de justicia reconocer que tienen una hedionda y desviada capacidad para echar por tierra todo aquello que huela a ese bien patrimonio de la humanidad por excelencia, que es la cultura.
Y puestos a ello, cómo olvidar aquellos espantosos ridículos, que tanto movieron a la algazara más estridente, vividos con algunos representantes elegidos para el inefable festival de Eurovisión, que difundieron por el Continente la imagen de la España de charanga y pandereta.
Algo que hubiera avergonzado hasta la saciedad a nuestro insigne poeta, Antonio Machado, autor de tan recurrida expresión, que anduvo por estos pagos patrios, recogiendo en sus celebrados y en ocasiones dolidos versos, la aversión y el desprecio por la cultura que siempre parece haber sido seña de identidad de nuestro País.
No es País éste que se desviva por la cultura. No lo es, en tanto que, en cuanto tiene ocasión, como tantas veces ha quedado demostrado, se ha decantado por una subcultura vulgar, populachera y suburbial, que tanto daño nos hace, envolviéndonos en un halo de País que parece no haber entrado aún en la modernidad.
Queda patente este hecho por multitud de signos y manifestaciones tan variadas como tumultuosas, algunas de las cuales han sido aquí citadas, pero que sólo representan una nimiedad entre las muchas a citar, y que inequívocamente nos convierten en un País con demasiadas peculiaridades, que ni son signos de identidad patria, ni mucho menos son de recibo en una sociedad avanzada. 

jueves, 26 de noviembre de 2015

PAN DE DIOS

Cuando éramos niños, en el pueblo, mi madre nos decía que si se nos caía el pan, habíamos de recogerlo con premura, con delicadeza, al tiempo que lo besábamos y pronunciábamos con respeto y agradecimiento "pan de Dios".
Era pan que amasaba y cocía mi abuelo Pablo, el padre de mi madre, el panadero del pueblo, en un maravilloso y encantador horno de leña, que tantas veces visité, y donde disfruté tantos y tan largos ratos de mi infancia con mis queridos abuelos mientras hacían ese excelente y sabroso pan, cuyo sabor, textura y olor, afortunadamente aún retengo en mi memoria.
Eran tiempos de escasez, de poseer lo justo, lo necesario, y aunque nunca faltó, fue en gran medida porque se consumía con sensatez, con una obligada frugalidad, donde nada se tiraba, donde todo se guardaba, para la tarde, y de ahí para la cena, y el resto, para mañana.
Y cuando pese a todos los cuidados y reticencias, aún quedaba algo en el puchero, nuestra madre lo aprovechaba y lo reconducía para cocinar otro plato, bien para ropa vieja, bien para el cocido, o para vaya usted a saber, lo que las maravillosas y mágicas manos de nuestras madres eran capaces de urdir, y que siempre se decidían en una nueva receta que se materializaba en la mesa.
 Pero nada se tiraba.                                          
Hoy contemplamos con estupor y una mal disimulada vergüenza, cómo en restaurantes, banquetes, salones, bodas, palacios, conventos, hospitales, y hasta en nuestra propia casa, se tiran ingentes cantidades de alimentos a la basura, no sólo ese pan de Dios de nuestra infancia.
Un desaforado, absurdo, inútil y ridículo consumismo, está destruyendo cada día miles de toneladas de comida en perfecto estado, que se desecha en este primer mundo opulento y hastiado de todo, harto hasta la saciedad y la obesidad más recalcitrante, mientras en el resto del Planeta, millones de seres humanos se mueren de hambre.
Contemplamos su imagen en los medios de comunicación, y vemos a los niños esqueléticos inmersos en la miseria y la hambruna más espantosa,y ya casi ni nos inquietamos.
Apenas un comentario, mientras quizás estemos depositando en la basura la mitad del contenido de nuestro plato, tan hartos, llenos y satisfechos estábamos ya. Nada que ver con mis infantiles tiempos, en los que las hogazas de pan se guardaban en el arcón de la cocina. Allí se conservaban, con las rebanadas sobrantes del día.
Me sentaba entre mis abuelos al amor de la lumbre, en la cálida cocina donde siempre la acogedora lumbre baja parecía estar encendida, con la agradecida leña de encina crepitando, y sobre todo, con su amable y tierna compañía, mientras me asaban unas deliciosas patatas en el rescoldo que se iba depositando en el fondo, entre la ceniza aún caliente.
En otras ocasiones, me preparaban unas maravillosas rebanadas de hogaza de pan, bañadas en aceite de oliva y rematadas por una ligera capa de azúcar, que hacía las delicias de un paladar, que como ahora, sigue deleitándose con semejantes maravillas gastronómicas, basadas en la sencillez de unos productos naturales y de una extrema calidad, a base de ser genuinamente auténticos y originales.
Qué demoledor contraste, casi  inmoral, y siempre injusto, entre los súper abastecidos supermercados de Occidente, y la miseria en la que se ve sumida una inmensa cantidad de ciudadanos en todo el mundo, que no poseen nada, que mueren de inanición cada día, ante los ojos del resto de un Planeta, cada vez más cubierto de desperdicios, entre los que se encuentran toneladas de alimentos, que tiramos a la basura, para nuestra vergüenza y oprobio.

jueves, 19 de noviembre de 2015

LA MARSELLESA

El himno nacional francés, se ha convertido en un canto internacional a la libertad y al rechazo de la violencia desatada por el fanatismo, que ha dejado un espantoso rastro de muerte en la capital de Francia, al igual que sucediera en Nueva York el once de septiembre de dos mil uno, en Madrid el once de marzo de dos mil cuatro, en Londres, el siete de julio de dos mil cinco, y ahora en Paris, el trece de noviembre de este año de dos mil quince.
Estos son sólo algunos de los atentados que el mundo ha sufrido, referidos a Europa, por quienes se han empeñado en golpear cruelmente a una población civil, siempre inocente, que ninguna responsabilidad tiene en decisiones y resoluciones que según ellos ofenden su dignidad y sus creencias, y a los que únicamente puede acusárseles de ejercer la libertad en todas sus manifestaciones, a las que por otra parte todo ser humano tiene un irrenunciable derecho.
En las principales ciudades del mundo, los ciudadanos han salido a la calle para poner de manifiesto su repulsa ante unos atentados que se han dirigido de forma indiscriminada contra una población civil indefensa, que en uso de su libertad, se encontraban en centros de recreo y diversión o paseando por la calle, como ha sucedido en Paris, en sus puestos de trabajo o dirigiéndose a ellos como ocurrió en Nueva York, Madrid o Londres, y en otras ciudades del mundo, no necesariamente de América y Europa, donde la intolerancia y el fanatismo han dejado un desolador rastro de muerte y destrucción.
Entonando el himno nacional francés, el mundo libre ha querido mostrar su repulsa mediante la declamación de la letra de esta proclama nacional, que tiene su origen en el siglo XVIII, y que a lo largo de la historia ha sido prohibido y vuelto a autorizar, hasta que ya en pleno siglo XX fue proclamado definitivamente como himno nacional de Francia.
A las armas, ciudadanos, formad vuestros batallones, marchemos, marchemos, que una sangre impura, empape nuestros surcos, que tus enemigos moribundos, vean tu triunfo y nuestra gloria.
Son estos algunos pasajes de un himno largo y trufado de llamadas a la defensa de la patria y de la libertad, no exento de citas que suenan excesivamente duras, a veces incluso agresivas, que llaman a la utilización de las armas como medio de defensa ante un enconado y feroz enemigo.
Como sin duda lo es el invisible ejército que infiltrado entre la población, golpea cruelmente no sólo en Europa, sino en países árabes, donde son tantos y tan frecuentes los golpes que allí asestan, y a los que ya apenas les damos y les dan la relevancia que merecen los medios de comunicación, como si la vida de aquellas gentes estuvieran por debajo del nivel de las del primer mundo, como si tuvieran menos valor a nuestros ojos.
Hasta este extremo hemos llegado en occidente, dónde ahora se pretende incrementar los ataques a las bases de los que nos odian a muerte. Un odio, que se incrementó, o quizás más bien surgió, cuando se llevó a cabo aquella estúpida guerra de agresión sin justificación alguna en Irak, dónde tantos civiles perdieron y siguen perdiendo sus vidas en los tristemente denominados daños colaterales.
Y hoy occidente continúa interviniendo en aquella zona, hasta el punto que Francia, que últimamente ha llevado la iniciativa en los bombardeos, ha pedido la unidad de todo el mundo libre contra los agresores, y que le ha llevado a solicitar de la Unión Europea, la desvinculación de la consecución de los objetivos de déficit, por considerar que le va a ser imposible cumplirlos, debido a los enormes gastos que esta lucha les va a suponer.
En muchos ambientes políticos y medios de comunicación, se comienza a cuestionar esta guerra, esta intervención militar, porque ello no conduce sino a generar más odio y más jóvenes, incluso europeos, que se unen a las filas de los que desatan su ira contra los que no piensan como ellos, simplemente por ejercer su derecho a la libertad, y a llevar un estilo de vida con el que no parecen congeniar.
De aquellos polvos, estos lodos, afirman quienes no aprobaron la guerra de Irak, y otras que han ido sucediéndose en una zona sumamente frágil y sensible a todos los efectos. El mundo libre, no obstante, tiene todo el derecho a defenderse. Pero quizás deba hacerlo ciñéndose escrupulosamente a luchar contra quienes llevan a cabo los sangrientos atentados que están llevando el miedo y el terror a occidente.
Mientras tanto, La Marsellesa parece haberse erigido en el himno más representativo de la defensa de unos derechos humanos y de unas libertades, a los que de ninguna manera el mundo libre puede renunciar. Para ello, posiblemente tendremos que sacrificar una mínima parte de ellos, en aras de una seguridad amenazada.

lunes, 16 de noviembre de 2015

QUEREMOS PUERTO DE MAR

Hace ya muchos años, en la noble e histórica ciudad de Cuéllar, y en sus celebradas y gozosas fiestas, una de las peñas, alardeando de un excelente y envidiable sentido del humor, y a la par, de una agradecida y siempre valorada capacidad para entender la alegría y la dicha de vivir, decidió llevar como lema en sus pancartas, la siguiente proclama: "viva Cuéllar libre, queremos puerto de mar".
Toda una formidable declaración de sabia e hilarante forma de entender el humor, la ironía y una gran capacidad para algo que hoy en día parece estar en precario, cada vez más y con más asiduidad por desgracia, que es la alarmante falta de capacidad que esta sociedad posee para reírse y burlarse de sí misma.
Todo ello, en un lamentable ejercicio que denota una ausencia total de una cierta filosofía de la vida, que nos arrastra inevitablemente a tomárnosla muy serio, en exceso, en demasía, hasta convertirnos en seres aburridamente nostálgicos y  engreídamente insoportables, que a veces degenera hasta llegar a la soberbia.
Nada que se le parezca a aquellos admirablemente divertidos jóvenes, que tuvimos la ocasión de ver y disfrutar, recorriendo las calles de Cuéllar, en unos tiempos aún de hierro, dónde la libertad, que tan alegremente preconizaban en sus pancartas, brillaba por su ausencia, y apenas en todo caso, comenzábamos a vislumbrar.
Hoy la falta de un necesario sentido del humor, golpea continuamente las instancias oficiales, en unos tiempos duros y tenazmente exigentes con una población que pese a todo y a pesar de todos los politicastros que nos han tocado en mala hora, se esfuerza en exhibir una sonrisa, a modo de aquellas pancartas deliciosamente ácratas y sutilmente anarquistas, que desbordaban alegría por las calles de la señorial villa Segoviana de Cuéllar.
Y es que entre los consabidos y pedantes lamentos de los independentistas catalanes, con la insoportable cantinela, llena de reproches, lamentos y un victimismo permanentemente instalado en su invariable discurso, y la seria y poca agraciada mueca inexpresiva de un triste y rígido  presidente del gobierno, el espacio de margen que queda para la sonrisa, es decididamente tan escaso, como la capacidad que tiene este gobierno para ilusionar a una población harta de tan perversa política y políticos como nos vemos obligados a soportar.
Una alegría siempre precisa y necesaria para una población que aunque sin excesivos motivos para ello, da ejemplo cada día esforzándose en parecerlo, que ya no en serlo, intentando conseguir con esa media sonrisa dar un ligero toque de esperanza a su estado de ánimo, siempre dispuesto a esbozar un rictus de una felicidad anhelada, a punto de exteriorizarse al menor síntoma de mejora en sus atribuladas vidas.
Es por todo esto, por lo que los segovianos, gente de buena planta, buen comer, buen guardar, buen humor y buen vivir, solemos exhibir una animosa y perenne sonrisa ante los esperpénticos y malhadados perversos que se empeñan en estropearnos cada mañana de cada uno de nuestros animosos días, en un inútil e insidioso acto de una supina ignorancia manifiesta, ante unas gentes que les tienen bien tomada la medida, y de los que poco pueden obtener mediante sus consabidas artimañas.
Tiempo hubo en el pasado que luchamos por nuestros fueros, por desterrar un poder opresivo y foráneo, que fustigaba y limitaba la libertad bien ganada, y tiempo hubo, no hace demasiado, que volvimos sobre ello, medio en broma, medio en serio - así somos, así disfrutamos y así nos gusta ser - hasta la llegada de las pancartas de Cuéllar, con las que quedó bien sentado, el excelente y permanente buen estado de ánimo de los segovianos, que no obstante, no renunciamos jamás a nuestro sueños.
Por eso disfrutamos de nuestra hermosa y orgullosa ciudad, cuna y residencia de reinas y reyes, de nobles y tiranos, de frailes y villanos, de artistas y artesanos, de poetas, pintores, músicos, y sabios, que han conformado una admirable historia de siglos de convivencia entre diferentes razas, creencias y religiones
Todo ello nos ha enriquecido cultural y socialmente, y ha culminado en el ejercicio de un envidiable arte del buen saber y mejor vivir, que incluye, cómo no, el buen yantar, al que pocos nos ganan, y de una inmensa capacidad para saber disfrutar de la vida, del buen humor y de las maravillas que nos depara cada día nuestra preciosa y orgullosa ciudad de Segovia.

martes, 10 de noviembre de 2015

EL SILENCIO, LA SOLEDAD Y EL OLVIDO

Nada más triste en este mundo, que sentir y experimentar la espantosa soledad de quién nada ni nadie tiene a su alrededor, de quien conscientemente, se sabe al margen de todo y de todos, del que sólo el silencio y el olvido son su seña de identidad, sus inseparables compañeros de viaje.
Pero la soledad más terrible, les pertenece a quienes ni siquiera son conscientes de ello, encerrados como están en un mundo oscuro y abismal, sin recuerdos, ni raíces, ni lazos que los unan a nadie, a solas  con la bruma permanentemente instalada en su mente, con la ausencia de una memoria que se empeña en no recordar, en olvidar, en borrar todo un pasado al que no podrán acceder jamás.
El silencio y el olvido son su único paisaje. Están retirados de un mundo al que pertenecieron, y que ahora los acoge con una mezcla de incredulidad, desconcierto y pena, que les lleva a intentar entrar en unas tinieblas que les resultan imposibles de penetrar.
Tratan de llegar a ellos, a sus inescrutables espacios, a través del sutil contacto, del cuidado pertinaz, y de un cariño y atención al que ellos parecen totalmente ajenos, como si no nos viesen, como si no existiésemos, como si viviesen en un mundo, que no es el nuestro, que ni siquiera es el suyo.
Lo ignoramos casi todo. Desconocemos cómo se sienten, si nos oyen, si nos atienden, si son capaces de reaccionar internamente a estímulos diversos ante los que no manifiestan actitud externa alguna. Ni siquiera sabemos si son conscientes de sí mismos.
Apenas sabemos si sufren, si sienten temor o miedo ante un mundo del que parecen tan alejados. Poco o nada sabemos de ellos cuando en este estado se encuentran. Nos miran sin apenas un ápice de curiosidad, como si no nos vieran, ajenos a todo, a nosotros, a ellos
Parecemos nosotros los que estamos a solas con nuestro silencio, con nuestro olvido, con una soledad que ahora es también nuestra, que la sufrimos con ellos, con los ausentes. Todo en un imposible diálogo, que nos hiere profunda y dolorosamente cuando pensamos si sufren, en la inmensidad de su obligado y tenaz silencio.
Nada parece unirles ya a nosotros. Nos miran, quizás sin vernos, como si transparentes fuéramos, inexistentes, ausentes, para siempre relegados a un segundo e infinito plano, donde quizás habite el olvido en el que ellos quedaron encerrados para siempre.
Quizás nos ven como si fuéramos seres extraños a todo cuanto en su mundo habita, incapaces de reconocernos a fuerza de vernos como individuos a los que nada les une, con los que no existe conexión alguna, ni parecido posible, ni recuerdos, sensaciones, lugares, olores, colores. Nada.
Su cerebro parece haber borrado todo rastro de la vida que en él habitó. Nada parece haber permanecido en una memoria incapaz de guardar y mantener tantas vivencias hoy ausentes, desaparecidas para siempre, en un acto involuntario y cruel, que les ha hecho desaparecer de la existencia anterior, con un férreo y descomunal manotazo, destrozando una vida, y haciéndola invisible de un plumazo para todos cuantos le rodean.
¿Y tú quién eres?                                                                       
Esta dolorosa y cruel pregunta, este corto, perverso y desolador interrogatorio al que inconscientemente nos someten, suele marcar el principio del fin, el temido momento a partir del cual un insondable y profundo abismo comienza a abrirse entre dos mundos, que a partir de entonces se distanciarán, seguramente para siempre. Y sólo quedará una insoportable sensación de soledad, de férreo silencio, y de doloroso olvido.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

EL CAPRICHO CATALÁN

Escucho en la radio a un oyente que interviene en un programa de los pocos que dejan intervenir a los pasivos escuchantes, cómo muestra su indignación contenida, al manifestar su sorpresa ante la machacona, insistente y pedante actitud de los medios de información sobre el caso catalán, que parece tenerlos totalmente absorbidos.
¿Es que no existen Orense, Guadalajara, Segovia, Jaén, Burgos, Badajoz, Teruel y Murcia? ¿El territorio nacional, se limita exclusivamente a una zona del noreste de España, que usa y abusa de su protagonismo como si nada más existiera?
Insoportable, inexcusable e inaguantable, el  apabullante y pertinaz bombardeo mediático, al que nos someten por doquier, allá donde pongamos y fijemos, tanto el sentido de la vista como el del oído, siempre con el mismo contenido, el mismo mensaje, con la sensación de que nada más sucede en este atribulado País.
Problemas acuciantes de toda índole siguen pesando en la vida de las gentes, como una pesada losa, y nadie parece prestar atención, salvo a la pesadilla catalana, que parece seguirnos allá dónde estemos, siempre con un tono monocorde e insoportable, que no debería robarnos ni un minuto más, porque no lo merece, ya que no es más que la historia de una ambición desmedida, egoísta e intolerante.
¿Cómo es posible que el capricho catalán, acerca de una absurda independencia, mantenga en vilo a todo un País entero? ¿No es verdad que, empezando por Cataluña, los problemas son cada día son más acuciantes para un importante sector de la población?
Entonces, ¿Cómo puede mantenerse este banal pulso entre una región, y el Estado en el que se encuentra ubicado desde siempre? ¿Hasta cuando hemos de soportar este pulso absurdo? ¿Cómo puede permitirse estos lujos una población sometida, como el resto de España, a unos problemas reales que le afectan en la misma medida?
Por supuesto que tienen el derecho a reclamar la independencia, la secesión, la ruptura. ¿Pero no sería esta decisión objeto de consulta a todo el País? ¿No deberían votar también los ciudadanos del resto de la Nación, que han contribuido con sus impuestos, su trabajo y su esfuerzo a la construcción de Cataluña?
¿Se olvidan acaso, que todas las infraestructuras de todo orden y tipo, que a lo largo de la historia se han ido consolidando en esa Comunidad, han sido sufragadas con la contribución de todos los españoles, a través de las cargas económicas a las que todos estamos obligados, por lo que todos, ellos y el resto de los conciudadanos, somos propietarios de una parte proporcional de un País que entre todos hemos construido?
Que se decida de una vez, o se abandone un tema que está irritando a una ciudadanía, harta ya de tanta complacencia. Vótese en referéndum, sin miedo, sin reparo alguno. Las últimas elecciones han sido significativas. Jamás ganará el independentismo.
Votemos todos o no, la gente es mucho más práctica e inteligente de lo que los políticos creen. La inmensa mayoría, catalanes incluidos, son conscientes de que nos interesa permanecer todos juntos, porque así somos más fuertes y más solidarios. Y dejémonos de caprichos, que sólo satisfacen a unos pocos.

domingo, 1 de noviembre de 2015

ANTISISTEMAS DE HOY EN DÍA

Que la vida se empeña a veces en dar muchas vueltas, es algo más que una frase hecha, que una socorrida sentencia a la que en ciertas ocasiones recurrimos, o más bien nos acogemos, para explicar hechos, situaciones y circunstancias varias, que nos suceden u observamos en otros, en la cotidiana y cambiante existencia a la que nos vemos abocados, la mayoría de las ocasiones para nuestra sorpresa y asombro.
Después de treinta y siete largos años, he vuelto a establecer contacto con dos amigos, a los que no veía desde entonces, desde hace casi cuatro décadas, y con los que ningún tipo de comunicación he mantenido en todo este tiempo. Algo realmente sorprendente, y que ha traído un punto de frescura a nuestra existencia.
Ello ha sido posible, como no, merced a las redes sociales, hoy tan extendidas, y que en nuestra época ni siquiera podían soñarse con su existencia, pese a que nuestra imaginación volva de vez en cuando de una portentosa manera, y no precisamente por voluntaria iniciativa en busca de lo que el futuro pudiera depararnos, sino más bien por otras causas más “espontáneas”,  deleitablemente inconfesables
Después de las obligadas y extensas citas a aquellas experiencias vividas en común, les pregunté, qué es lo que recordaban de mí, cómo me veían, cuál era el rasgo más característico de mi carácter, de mi personalidad de entonces, algo por lo que sentía una gran curiosidad.
Eras un “antisistema”, me dijo uno de ellos, mientras que el otro, me recordaba con una sola palabra, una única expresión, muy amplia, pero a la vez clara y concisa: me definía como “contrario”. Es decir, en aquella época, por lo visto, los principales rasgos de mi carácter, de mi comportamiento, se limitaban a las siguientes características: era un antisistema y un contrario.
Dos rasgos con los que me calificaban mis buenos amigos, cuya amistad había recuperado después de media vida, sin saber nada los unos de los otros, con los que conviví durante no muchos años, allá por la segunda mitad de la década de los setenta, tan importante, impactante, y decisiva para este País, que marcó toda una época, absolutamente clave, de la historia política y social de España.
No era nada fácil en aquellos tiempos ser un antisistema, aunque mostrarse como tal, era bastante corriente, común y hasta lógico, casi obligado, dadas las difíciles circunstancias políticas por las que pasaba España, en una época en la que todas las libertades nos eran negadas.
En cuanto al calificativo de contrario, entiendo que debe explicarse como complementario del antisistema, pues esta última actitud requiera de la anterior para poder llevarla a cabo, dado el hecho de que para oponerse y negar al régimen entonces imperante - una dictadura pura y dura – sólo llevándole la contraria, podría entenderse. No veo, por lo tanto, discrepancia entre ambas opiniones.
Y hoy, muchos lustros de democracia después, nos encontramos con una corriente cada vez más creciente de grupos que se autodenominan así, antisistema, y que se oponen de una manera diferente, fácil, ramplona, pedante y descafeinada sin duda, a la que llevábamos a cabo en los férreos tiempos aquellos, tan diferentes en todo a los presentes.
Los antisistema de hoy en día, se oponen a todo. Por sistema. Una redundancia que equivale a nada.

martes, 27 de octubre de 2015

HISTORIAS DE LA VULGARIDAD

Una de las consecuencias de la supuestamente pasada crisis, que este País ha sufrido, y pese a las dudas que muchos plantean, aún sufre, vistos los destrozos por ella causados, que son plenamente visibles y lo que es peor, desdichada y duramente sentida en propia piel, por quienes más la han soportado, es el hecho manifiesto de que ha dejado tras de sí, no sólo el sufrimiento en la gente, en sus muchas vertientes, sino en la ética y en la estética de todo cuanto nos rodea.
Como subproducto de la misma, ha quedado una innumerable y trivial estela de espacios comerciales de diversa índole, que se han acogido a la más vulgar y chabacana cultura del mal gusto y de la trivialidad más tosca que podíamos imaginar, fruto de una cesión de locales, venta o alquiler, por parte de quienes no pudiendo mantener su pequeño negocio, por la bajada en picado de las ventas y otros problemas derivados de estos malos tiempos, han tenido que desentenderse de él y dejarlo en manos de quienes mantienen una política comercial muy diferente a la de sus antiguos propietarios.
Y así, nos encontramos con calles enteras de grandes y pequeños ciudades, donde los locales comerciales de toda la vida, con un sello de autenticidad y permanencia demostrada a lo largo de muchos años, han sido reemplazados por otros – generalmente adquiridos por propietarios foráneos - manteniendo la misma o diferente actividad, pero con una impronta de calidad y garantía que han dejado el listón excesivamente bajo, hasta el punto de resultar irreconocibles.
El mal gusto, la ausencia de condiciones mínimas, incluso higiénicas en algunos casos, de una estética ordinaria y vulgar, con unos productos, que casi siempre, y a simple vista, salvo raras excepciones, desmerecen una calidad mínima, tanto ética como estética, a la que nos tenían acostumbrados los anteriores dueños, que ven ahora,  cómo su local y sus productos, no están a la altura que solían.
No se trata de exigir una altura de miras tal que sólo acepte establecimientos y locales de primer orden, de un gusto exquisito, con unos precios alejados de la realidad que vivimos. En absoluto. Se trata simple y llanamente de lamentar una pérdida de tantos y tantas pequeñas actividades con auténtica solera alguna de ellas, que ofrecieron durante muchos años una imagen y un saber estar y vender que agradaba y atraía a los clientes, y que ahora presentan, muchos de ellos, una pobre y desangelada imagen, que a nadie favorece.
Hacía años que no paseaba por algunas calles de Madrid, como la Gran Vía, así como la Plaza de España, y me resultó casi irreconocible. Durante algunos años viví no lejos de allí, y me resultó descorazonador, contemplar cómo muchos locales con muchos lustros de bien ganada tradición habían desaparecido.
En su lugar, se hallaban otros, cuyo simple aspecto exterior, repelía el sentido por la más elemental estética, con actividades que jamás antes habían tenido cabida en una avenida como la citada, donde el paseante disfrutaba simplemente con el típico paseo para ver las  tiendas y sus escaparates, antes de entrar a unos cines que ya no existen.
Es el reino de la mediocridad, del igualar a todos por abajo, de la falta de una exigencia mínima de un exigible sentido de la estética, y por supuesto de la ética, en una afán de bajar costos, del todo vale a costa de bajar una calidad y un buen gusto, que repercute en el consumidor de una negativa y desagradable forma.
                                                                                                              
Son los desastres de la crisis. Uno más a sumar a una historia decadente. En este caso comercial, que no humana, que siempre es mucho más cruel, triste y lamentable, y que ha dejado unos irreparables destrozos en las vidas y haciendas de las gentes.
Un retroceso en todos los órdenes, que no se remediará quizás nunca, y que dejan un rastro de vulgaridad y miseria que nos acompañarán durante demasiado tiempo, fruto de la insensatez, siempre atribuible a la condición humana.

martes, 20 de octubre de 2015

ALGO MÁS QUE UN CLUB

A muchos ciudadanos nos gustaría saber qué significa, qué supone, cómo interpretar, en definitiva, la machacona y consabida expresión de que un determinado equipo de fútbol, de este país, es más que un club.
¿Qué puede esconderse detrás de semejante aserto? Es una pregunta que muchos nos hacemos con frecuencia, y más ahora, dado que el club es catalán, y las connotaciones que de la situación que allí se vive ahora, son muchas y muy sustanciosas.
¿Si el Barsa es más que una sociedad deportiva, debemos o podemos concluir que supera y excede por lo tanto los ámbitos meramente incluidos en esa actividad?
Nuestra imaginación quizás vaya más de prisa que la lógica y la razón aplicadas a este caso, lo que cabe deducir que nos encontramos ante una organización, si no sospechosa de manejos y asuntos varios – la lista de posibles, sería muy larga - si al menos susceptible de representarla como una entidad con unos tentáculos quizás demasiado largos.
Difícil para el profano en estos menesteres deportivos, conseguir saber con seguridad cuales son los objetivos que persigue una entidad que dice superar los fines simplemente relacionado directamente con el deporte, y por ende, con una actividad plenamente lúdica, de relajo y distracción, dirigido a las masas de aficionados que les siguen y disfrutan con sus triunfos.
Se supone que representa en el mundo a Cataluña, y a sus intereses de todo orden, políticos, económicos y sociales, consiguiendo con ello una visibilidad a nivel mundial, que contribuya a un mayor y mejor conocimiento de una región, a la que según parece no le bastan las numerosas representaciones diplomáticas que por el mundo tiene repartidas.
Porque son muchas las delegaciones, a modo de embajadas, que no consulados, que éstos sí son plenamente legales y reconocidos por el Estado, que Cataluña mantiene, y que son representaciones políticas, aunque traten a veces de demostrar que son de carácter comercial, en un  supremo esfuerzo por presentar ante el mundo a la nación Catalana.
Y sin duda, la susodicha sociedad deportiva o pseudo deportiva que se autoproclama como algo más que un club, actúa como una legación política más, tratando de dar a conocer el país catalán, a través los éxitos de un club de fútbol, de sus triunfos y de sus figuras reconocidas a nivel mundial, e un escenario sumamente favorable para ellos, dado el hecho de que este deporte está extendido en toda la faz de la tierra, hasta sus últimos confines.
¿Cómo es posible entender y justificar como hacen los interesados en el tema, que una actividad deportiva, un equipo de fútbol, adquiera tintes indudable y claramente políticos y partidistas, aprovechando que su capacidad de congregar a sus masas de aficionados, les puede reportar un beneficio político?
Ni es ético ni oportuno, ni mucho menos deportivo. Pero lo utilizan con suma frecuencia, con grandes demostraciones en los que exhiben los signos típicos de los nacionalismos. Esta sociedad deportiva, más que un club, deberíamos decir, que además, es un club.
¿Por qué sigue sin darse una respuesta clara y contundente, en cuanto a la situación en la que quedarían el susodicho club de fútbol y el resto de los equipos catalanes, en el caso de la independencia de Cataluña?
¿Cómo es que nadie se pronuncia terminantemente al respecto? Ni los organismos oficiales ni deportivos, tanto catalanes como del resto de España se pronuncian al respecto, lo que cabe interpretar como que cabe una duda más que razonable sobre esa posibilidad, que yo interpreto en el sentido de que sí continuarían participando en las ligas nacionales.
Los intereses económicos, no sólo para los clubs de aquí y de allí, son sin duda enormes, incluidos los medios de comunicación. Y es que por encima de todo,  la pela, es la pela.

martes, 13 de octubre de 2015

UN LECTOR DEL QUIJOTE

A lo largo de las mil y doce páginas que contiene el Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, un torrente inacabable de encantamientos, castillos, ventas, magos, desafíos, doncellas, fantasías, dulcineas, burlas, historias, cuentos, apaleamientos, y refranes sin cuento, se suceden vertiginosamente, en un alarde de una portentosa imaginación y de un humor cabal e inteligente, que derrocha hábil y mágicamente nuestro insigne y genial escritor Miguel de Cervantes Saavedra.
Una mayoría de la población de este país, declara, si se le pregunta, que ha leído el Quijote. Si se continúa indagando y se hace de manera hábil y disquisitiva, se comprobará, que un porcentaje próximo al noventa y cinco por ciento, dice haberlo leído en la escuela – generalmente unas pocas páginas -  y del cinco por ciento restante, el dos por ciento no pasó de la página treinta o cuarenta, por lo que la cifra final de quienes lo han leído,a buen seguro, no pasan del dos por ciento, incluyéndome a mí, que acabo, por fin, de leerlo completo, después de varios e infructuosos intentos.
Y ha tenido que ser de la forma más sencilla, práctica y, en definitiva, más provechosa, que no ha sido otra que la de utilizar una magnífica edición que le ha llevado a Andrés Trapiello, ni más ni menos que catorce años, que son los que ha empleado en escribir una versión fiel al original, pero en un lenguaje plena y cristalinamente actual, que ha respetado absolutamente el utilizado por Cervantes en el siglo XVII.
Ha adaptado dicho lenguaje a nuestro tiempo, convirtiendolos numerosos y complicados términos y giros gramaticales a nuestra época, sin que por ello haya dejado de respetar muchas expresiones que ha mantenido fieles al original, consiguiendo con ello un texto plena y claramente legible, y por lo tanto inteligible para cualquier lector que quiera disfrutar de esta sin par obra universal.
Un Quijote para leerlo con detenimiento, sin prisaalguna, deleitándose en cada sentencia de tanta enjundia y profundidad como las que Cervantes pone en boca de don Quijote, que encierran una sabiduría muy alejada de sus locuras, que abundan, como no podía ser de otra manera, en un delicioso texto que admira por su ingenio y portentosa elocuencia, que derrochan a mares el Caballero de la Triste Figura y Sancho Paza, así como los numerosos personajes que cobran vida en este obra.
Un auténtico tratado de filosofía de vida, de los personajes, de las costumbres, de los intereses humanos que no parecen haber cambiado tanto a través de los cuatro siglos que han pasado, y que hacen de este Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha una obra maestra de la literatura mundial.
Un inefable Sancho, con una inteligencia popular que resume en sabrosos monólogos, que en el caso de don Quijote ocupan páginas enteras, y que Sancho sustancia en cientos de refranes que en principio maravillan a su amo, y que con el tiempo llega a recriminarle, porque dice, abusa de ellos, y de que sólo con ellos se expresa, y que llegan aadmirar a un lector entregado a estos dos personajes.
Son tantas las aventuras, tantos los encuentros con todo tipo de gentes y condición, bien sea en el andante camino, bien en pueblos y ciudades o en ventas de la Mancha, tantos los encantamientos, las bromas, apaleamientos y molimientos que soportan, que el lector hace causa común con Quijote y Sancho, hasta introducirse con ambos en una historia sin par.
Sorprende el tratamiento que de la mujer hace Cervantes. Pese a que utiliza las manidas frases de la mujer en la cocina con la pata quebrada, pese a que habla de ella tal como establecía el pensamiento de su época, afirmando que su mejor arma y principal obligación es su honra, y la califica como de una persona con poco entendimiento, de hecho, a las mujeres que intervienen en la novela, que son muchas y de muy diversos orígenes, les concede un tiempo y una relevancia que parece indicar justamente lo contrario.
Les atribuye en casi todos los casos una gran capacidad de iniciativa, y no pocas veces son protagonistas absolutas. Dice la mujer de Sancho, Teresa Panza – en La Mancha del siglo XVI, las mujeres llevaban el primer apellido de los maridos - en uno de los abundantes y entretenidos diálogos entre ambos: “mira Sancho que tenemos hija casadera, y que más luce mujer mal casada que bien amancebada”.
Le reconoce una inteligente y firme resolución a la hora de tomar decisiones y de entrar a formar parte de la acción en la obra, lo que se contradice con los tópicosde Cervantes, que aún hoy se mantienen acerca de la mujer en pleno siglo XXI, y que se diría, el autor lleva a cabo, como si de una estrategia se tratase, a modo y manera de reconocerle a la mujer, de hecho, los valores en los que él sin duda creía.
Mucha gente afirma haber leído el Quijote en la escuela. Poco recomendable, como ahora se reconoce. No es una obra fácil, y mucho menos en aquellos tiempos, en los que no existía, ni ha existido hasta hace poco tiempo, versiones adaptadas, completamente fieles al original, y mucho menos si quienes lo leían, como parece, eran adolescentes, pues no se considera recomendable su lectura hasta que tengan un cierto hábito como lectores, algo no muy frecuente en nuestro país.
Son muchas las expresiones que hay que leer con detenimiento, interpretándolas en ocasiones. Muchas son las alteraciones – hipérbaton - del orden sintáctico de las frases, muchos los términos, que aunque convertidos al uso actual, no son de utilización corriente, o hay que descifrar, y finalmente, son también abundantes las parrafadas largas, muy largas de los personajes, que pueden resultar pesadas, pero que en todos los casos son sustanciosas, sabrosas y de mucha enjundia para los lectores consagrados.
Mi satisfacción ha sido enorme. Por fin he leído completo el Quijote. No descarto leerlo de nuevo, y desde luego, se la recomiendo, a quien como yo, lo habían intentado en diversas ocasiones habiendo desistido finalmente. Imposible no disfrutar con su lectura, sobre todo en esta edición que la hace mucho más asequible para todos.
Genial Miguel de Cervantes Saavedra. Posee una inmensa capacidad para relatar, describir y crear fabulosas, deliciosas y entretenidas situaciones de todo tipo y condición, con una pasmosa facilidad, y con una redacción, que se diría propia de un autor actual.
La magia, la  ironía y la crítica, se unen en su novela, a la discreción, la sensatez y la elegancia, encerradas en una prodigiosa y fértil inteligencia, que regaló al mundo una de las obras más admirables de la literatura universal.

martes, 6 de octubre de 2015

LA TIERRA DE LOS MISTERIOS

Este es un País de excesos, en tantos sentidos, con tal intensidad y con tantos despropósitos a sus espaldas, que los misterios han de florecer y surgir necesariamente, sin que tengamos que llevar a cabo grandes esfuerzos, ni que sea necesario proponérselo para que se vean materializados.
Tendemos por inercia a sublimar nuestros instintos más primarios para transformarlos en actos socialmente aceptados, pero que con demasiada frecuencia son moral, ética y estéticamente inaceptables.
Hace ya mucho tiempo, parece ser que fue el canciller alemán Otto Bismarck – conocido por el sobrenombre del canciller de hierro – quien afirmaba, que España era el país más fuerte del mundo, pues llevaba siglos intentando destruirse y no lo había conseguido.
 Era ésta una clara y terminante alusión a nuestra innata capacidad para intentar enfrentarnos a nuestros particulares demonios, sin que para ello mediase un exceso de diálogo y de reconocimiento de cuantos defectos nos suelen adornar.
Y no ha de ser porque no los reconozcamos, que lo hacemos, y además con suma y persistente vocación de entonar un mea culpa, que en cualquier caso suele quedar en eso, en una mera exposición de intenciones, que en ningún caso llega a sustancianciarse en una corrección, en un cambio de rumbo que logre llevarnos a buen puerto.
Y así nos vemos inmersos con suma frecuencia en contradicciones continuas, que nos hacen retroceder dos pasos por cada tres que avanzamos, en el mejor de los casos, y que supone una lucha continua por sostenella y no enmendalla.
En unas recientes declaraciones, un torero que está llevando a cabo una campaña a favor de la mal denominada fiesta nacional, y en contra de la llevada a cabo por los que se oponen a ella, los anitaurinos, afirma que él es un torero, no un asesino.
Es algo que ya sabíamos – un ejemplo más de los excesos de los que hablamos -  pero que dicho torero parece poner en cuestión, ya que nadie le acusa en ese sentido, en el de matar personas, sino de sacrificar cruelmente a unos animales, con el consentimiento y regocijo de una afición que aplaude desde la grada en un acto incomprensible y profundamente lamentable que hiere la sensibilidad más elemental.
El susodicho matador, continúa llevando a cabo su campaña contra quienes se oponen a la fiesta de los toros en una maniobra en solitario, carente de estrategia, fruto del corazón más que de la cabeza, pero que tiene una sonada repercusión social, por ser uno de los toreros con más cartel de la actualidad.
Pero lo más destacable de las declaraciones del torero, y que han provocado y dado lugar a la exposición de estas líneas, es el hecho de afirmar que se siente profundamente ofendido, porque considera que la posición de los anti taurinos, que son mayoría absoluta ya en este País, le hiere a él y a la ciudad que según él representa todas las esencias de la tauromaquia.
Y para sustentar esta afirmación, que tanto dolor y oprobio le produce, añade tajantemente y sin el menor comedimiento: “me parece una provocación que vengan a una tierra tan llena de misterio, de belleza y tan marcada por la tauromaquia como Ronda”.
¿Belleza y misterio en los toros? Nada más lejos de la realidad y más cerca del esperpento.

jueves, 1 de octubre de 2015

LA SUSCEPTIBILIDAD CATALANA

Demasiados mimos, consideraciones, halagos y otras lindezas dirigidas a endulzar el pastel, entendido éste como una persona, un grupo, un determinado hecho, una actitud o toda una sociedad, suelen tener consecuencias que casi siempre son desagradables y que generalmente suelen conllevar un efecto de indeseado retorno, de acerado boomerang, que se vuelve contra quienes cometen dichos despropósitos.
Sucede con frecuencia que si no encontramos la manera de sortear la mar encrespada, si tenemos dudas de si podremos o no navegar en aguas turbulentas, en lugar de enfrentarlas y tratar de superar la adversidad que las olas representan para una tranquila y apacible navegación, dejamos el barco en puerto seguro y nos dedicamos a contemplar el espectáculo desde tierra.
Entramos entonces en el terreno del halago y la alabanza hasta la extenuación, dedicándole hermosos y bellos epítetos a esa madre naturaleza que en estado líquido, ha sido capaz de despertar nuestros miedos, obligándonos a replegarnos sobre nosotros mismos, en un acto que tiene difícil justificación desde el punto de vista de la gallarda y valiente actitud que a un buen marino se le supone cuando de enfrentarse a los elementos se trata.
Y ahí nos enrocamos, tratando de entender dicha posición, así como de auto convencernos de que hemos hecho lo apropiado, de que más vale guardar la ropa en paz y buena armonía, que ponerse a nadar en aguas inseguras, inestables y alteradas por la tormenta desatada, despertando así los demonios que puedan alterar una tranquila y serena vida que no desearíamos ver modificada.
 Pero situaciones de este tipo, no se pueden mantener indefinidamente. Llegará un día en que debamos hacerle frente y tomar una posición abierta y valiente, con el objeto de que no nos supere y nos veamos obligados a tomar decisiones precipitadas y por ende, posiblemente equivocadas, que nos conduzcan a una resolución que no nos va a favorecer, y que nos llevará a extremos y límites no deseados, que podríamos haber evitado.
Con Cataluña fuimos tan cortesanos, tan zalameros, tan dadivosos, que no parecía existir límite alguno a la hora de concederles, no ya cuanto pedían, que tampoco era para tanto, sino para preguntarles qué es lo que deseaban en ese momento, qué es lo que anhelaban, lo que deseaban, sin dar nada a cambio, por supuesto.
Porque nada les pedíamos, nada les exigíamos, al menos abiertamente. Daba la impresión de que deseábamos tenerlos contentos – de hecho, en su momento, se les dijo que se les concedería cuanto pidieran – o simplemente que estuvieran calladitos. O ambas cosas a la vez, que es lo más probable.
 Existían otros intereses inconfesables, que en cualquier caso, y dadas las circunstancias actuales, se las han pasado por el arco del triunfo, con perdón, en un acto no ya de ingratitud, sino más bien de una inteligencia perversa que saben muy bien administrar como buenos gestores que son.
La alcaldesa Ada Colau, en unas recientes declaraciones, y a propósito de una carta abierta de Felipe González a los catalanes, afirma rotundamente que los ciudadanos de Cataluña se han sentido insultados, en un acto de una injustificable e incalificable susceptibilidad, que más bien suena a una forma de quedar bien con los suyos, con los otros y con los demás, si fuera menester. Mano izquierda, sin duda.
Todo esto explica y viene a cuento, por la zalamera actitud mostrada hacia ellos durante tanto tiempo, y que explica esta  queja, este lamento, este sentirse zaheridos y maltratados por esa España que los oprime y maltrata, gratuitamente, según ellos, por el simple hecho de ser catalanes.
Si tenemos en cuenta las declaraciones del que fue presidente del gobierno, que fueron absolutamente dialogantes y carentes de radicalidad alguna, resulta difícil de explicar aún más esta plañidera actitud de la alcaldesa.
Deberíamos dejarnos de tantas zarandajas, tanto unos como otros. Pienso que los catalanes son mucho más listos de lo que Artur Mas se cree. No ignoran, que hace ya tiempo debió hacer mutis por el foro, cuando perdió aquellos doce consejeros en unas elecciones que pensaba ganar sin despeinarse. Su ambición le perdió, y ahora ha convertido su fracaso en una apuesta personal por tratar de salir airoso.
Sentémonos y dialoguemos. Sin lugar a dudas, la razón inteligente, aplicada sensata y lógicamente, prevalecerá sobre la obcecación que no conduce sino a la desolación y a la falta de una visión de futuro, cuya perspectiva no podemos perder.