miércoles, 26 de diciembre de 2007

EDUCACIÓN ESPARTANA

Al cumplir los siete años, los niños Espartanos abandonaban su casa y quedaban bajo la autoridad de del Estado. Aprendían entonces a leer y a escribir - según Plutarco, este aspecto se reducía al mínimo indispensable -. Pero lo esencial de su formación consistía en endurecerlos físicamente por medio de la lucha y en aprender el manejo de las armas, a marchar en formación y, por encima de todo, a obedecer ciegamente a sus superiores y buscar siempre el bien de la ciudad.
A partir de este momento los ciudadanos se preparan para la vida militar ya desde la misma infancia, sometidos a un entrenamiento que busca convertirlos en guerreros perfectos, preocupados sólo por el bien del Estado.
La expresión educación espartana, se acuñó para hacer referencia a la formación que se caracteriza por una total rudeza en los métodos y en las formas a la hora de educar y formar a niños y jóvenes. Tiene como origen la educación que se impartía en la antigua Esparta en el siglo VII adc.
Leo en Internet, que en una guardería de Japón se imparte una educación a base de soportar los mayores rigores imaginables para niños de esta edad como la ausencia de calefacción y la desnudez en la que se encuentran con el objeto, dicen sus educadores con el consentimiento de los padres, de endurecerlos física y mentalmente.
La diferencia con los espartanos de entonces, es que ellos se preparaban para la guerra, mientras que los nipones del siglo XXI lo hacen para enfrentarse al estrés, al vertiginoso ritmo de vida actual y a la competitividad salvaje propios de los tiempos que nos ha tocado vivir.
Entre ambos ejemplos han pasado miles de años y habido todo tipo de cambios y revoluciones sociales que han repercutido en la educación de los más jóvenes que han tenido que pasar por múltiples modelos, métodos y concepciones de la enseñanza siempre con el objeto de mejorar el rendimiento y la pedagogía con el fin de lograr unos jóvenes mejor preparados que puedan afrontar con solvencia el desafío de los tiempos actuales, lo cual supone un reto de considerables dimensiones.
Conseguir estos objetivos, siempre ha supuesto un esfuerzo por parte de todos y siempre contando con la colaboración del sujeto de la educación que es el alumno, sin la cual todo esfuerzo por parte de los educadores cae en saco roto siendo su esfuerzo baldío.
Para lograr estos fines, los docentes necesitan disponer de unos medios, de unas herramientas, de unas armas, valga el término, sin los cuales los objetivos que nos proponemos resultan imposibles de conseguir.
¿Qué puede hacer un profesor al que se le ha privado de su facultad de hacerse respetar y de imponer una disciplina con la que en principio todos están de acuerdo, pero que a la hora de la verdad nadie respalda ni respeta?. La presión a la que están sometidos es tremenda y su frustración cada día más elevada. En estas circunstancias, ¿qué podemos esperar de su labor?. ¿Cómo podemos tener la desfachatez de cargar las culpas sobre quienes no tienen ni los medios ni la autoridad para llevar a cabo su labor?.
La situación es realmente grave y nadie mueve ni un dedo para resolverla. El profesorado está absolutamente indefenso y expuesto cada vez más a la presión y la violencia que de muy diversas maneras se abate sobre ellos, mientras los alumnos, la inmensa mayoría, ven impotentes como la calidad de la enseñanza va degenerando debido a la falta de disciplina, que, en general, campea por sus respetos en las aulas.
Resulta descorazonador leer las últimas encuestas sobre la educación en España. Los alumnos, no solamente apenas leen – claro está, que tampoco lo hacen los mayores -, sino que no entienden lo poco que leen. En cuanto al nivel de conocimientos por materias ocupamos los últimos puestos de los países europeos. Es para sonrojarse.
No es preciso llegar a los extremos de la educación espartana ni imitar el ejemplo de los niños de la guardería japonesa con sus niños-robot del futuro. Se trata de inculcarles una mínima disciplina hoy prácticamente desaparecida y unos valores que hoy brillan por su ausencia y que se resumen en uno que los acapara a todos y del que dimanan todos lo demás: RESPETO. Y éste ha de hacerse efectivo hacia los padres, hacia los mayores, hacia los educadores. Sin respeto no hay educación y sin educación no hay esperanza ni futuro para una sociedad.
Aunque haya que dar una bofetada o algún azote en el momento oportuno, siempre en el ámbito familiar, nunca en el escolar. No creo que el legislador deba inmiscuirse en la gradación del castigo físico, porque el simple hecho de denominarlo así resulta absurdo.
A nuestra generación nos dieron quizás demasiadas bofetadas, la mayoría seguramente con razón, pero desde luego, y no es una manera de hablar, no nos traumatizaron en absoluto.
De lo que no cabe duda, es que aprendimos a respetar y lo hacíamos no como una obligación o un deber impuesto, sino como un sentimiento inherente al ser humano y que ni nuestros padres ni nuestros educadores se veían en la necesidad de recordarnoslo. Eramos así, educados y respetuosos. Algo que ni hoy ni nunca puede ni debe pasar de moda. Algo que hoy echamos de menos y que debemos recuperar.

lunes, 17 de diciembre de 2007

EL JUGUETE DE CARTÓN

Parece un cuento adaptado a estas fecha Navideñas pero la anécdota que refiero a continuación protagonizada por una tierna niña, es real y supone un fiel reflejo, subjetivo donde los haya, del sentimiento de los niños ante una actividad tan importante para ellos como es el juego. Lo relata su abuelo, una persona conocida para mí y lo hace con una mezcla de incredulidad, emoción y ternura ante la reacción de su nietecita.
Lo relato aquí, porque creo que es una preciosa y hermosa lección la que esta niña nos da con su espontánea y tierna actitud ante el juego con un sorprendente juguete que la llena de felicidad y gozo y que a nosotros debería hacernos pensar y extraer la correspondiente lección sobre la infancia, el juego y los juguetes sencillos y no por eso menos mágicos y divertidos para el mundo infantil.
Era el día del cumpleaños de la niña. La familia se encontraba alrededor de ella, expectante, esperando su reacción ante el ingente montón de juguetes de todas clases, tamaños y colores esparcidos a su alrededor.
Muñecas, casitas, peluches y otros muchos juguetes multicolores, unos estáticos y otros en movimiento danzando y bailando formaban un coro a su alrededor que mantenían a la niña con una expresíon que era una mezcla de susto, sorpresa y contenida alegría.
Sus ojitos desorbitados miraban nerviosamente de un lado a otro, girando su cabecita a izquierda y derecha, siguiendo la trayectoria de los muñecos andantes y bailarines que giraban y giraban a su alrededor.
No se decidía. Trataba de atrapar a uno de los ositos danzantes y al momento se volvía hacia una preciosa muñeca que le hablaba con insistente y repetitiva dulzura con un mensaje inaudible entre el barullo general que dominaba el circo multicolor.
Volvía su carita hacia sus padres sonriendo nerviosa, interrogándoles con la mirada qué decisión tomar. A continuación volvía la vista sobre el montón de juguetes donde descubrió algunos sin abrir, envueltos primorosamente y rematados con un encantador lacito. Se dirigió hacia uno de ellos y lo desprendió con un ligero toque de sus deditos para descubrir una linda muñequita que la miraba fijamente.
Pronto descubrió otro paquete, este mucho más grande, el mayor de todos y de vivos colores. Desató el lacito y, oh sorpresa, un encantador osito, blanco como la nieve surgió como por encanto de su encierro de cartón. Lo tomó en sus brazos, lo besó y acarició para depositarlo después en el suelo. Se quedó observando de nuevo el jolgorio general orquestado a su alrededor. Nada quedaba por abrir, nada por mirar.
No sabía por cual decidirse. Seguía a uno, tocaba a otro, acercaba sus manitas a los juguetes bailarines que se le escapaban danzando en otra dirección. Ninguno parecía convencerla. Le era imposible decidirse por uno de ellos. Miraba y miraba girando nerviosa y rápidamente su carita hacia sus familiares que con una contenida emoción la seguían con la vista, hasta que de pronto, su cara se iluminó.
Entre la multicolor montaña de papel de envolver que se había formado, apenas aparecía un caja grande con múltiples dibujos de miles de colores, abierta y colocada en una posición inestable. Exhibiendo unos nerviosos grititos, con pasos decididos y tan rápidos como inseguros, hacia ella se dirigió.
Colocó sus leves manitas sobre el paquete de cartón y lo empujó. Al comprobar que se movía, continuó impulsándolo hasta extraerlo del montón de papeles de colores que salieron despedidos hacia los lados. Qué exclamaciones de satisfacción, qué alegría desbordada, qué placer comprobar que controlaba y dirigía el movimiento del cartón alrededor del montón de juguetes ahora olvidados. Cómo lucían sus ojitos convertidos en dos puntitos luminosos abiertos al compás de su boquita que gritaba de gozo y satisfacción.
Lo movía, lo paraba lo giraba y lo volvía a empujar. Diríase que había descubierto su juguete ideal. El más preciado para ella. El juguete que le hacía feliz. El juguete de cartón.

viernes, 14 de diciembre de 2007

QUERIDO PADRE

Apenas unos meses después, has decidido reunirte con Madre, allá donde seguro que reina la paz y habita el sosiego, donde descansáis después de toda una larga y fatigosa vida. Y lo has hecho como siempre, querido padre, como has vivido, sin molestar a nadie, sin un ruido, sin una queja, mientras dormías.
Sumido en las inescrutables tinieblas de tu mente has vivido desde que madre nos dejó, sin saber siquiera que ella ya no estaba. Me daba mucha pena que no supieras que se había ido hacía tiempo. Sufría viéndote tan triste mientras veía cómo te apagabas, tan sereno, tan digno y apacible. Cuanto daría por seguir viéndote y hablarte aunque no me entendieras, aunque no me conocieras, cogiéndote de las manos como siempre hacía y que casi hasta el final, me apretabas sin querer soltarlas, sin querer separarte de mí. Me partía el alma y al mismo tiempo me llenaba de alegría poder tenerte aún, poder sentirte vivo, poder hablarte aunque no me entendieras. Os echo mucho de menos a los dos, queridos padres.
Me consuela saber que ahora reposáis juntos en el mismo lugar, en el pueblecito donde nacisteis y adonde iré a visitaros con frecuencia. Os hablaré y os diré que me siento muy sólo, que no imaginaba cuanto os iba a echar de menos, que siento una profunda pena, una honda tristeza en la que me sumo cuando os recuerdo. Pero también os diré que saber que descanséis en paz los dos juntos, alivia mi pena.
Recuerdo, padre, y nunca lo olvidaré, como de pequeño me llevabas a todas las bodas a las que te invitaban en los pueblecitos de alrededor. Y qué bodas, padre, siempre a base de un suculento cordero asado. Siempre me reservabas la pata del asado que sabías que me encantaba. Aún hoy mantengo esa costumbre. Te invitaban a todas, al secretario, que lo eras, de tres o cuatro pueblos, a Marcelo, hijo de secretario, tu padre, mi abuelo, que como nos decías hasta casi el final cuando te citaba su nombre, y parecías recuperar tu lucidez perdida, había sido un hombre de categoría respetado por todos. Y lo decías con toda la solemnidad. Son las últimas palabras que recuerdo haberte oído.
Llevabas la secretaría del ayuntamiento de varios pueblecitos de la zona y nos contabas las tremendas penalidades que tuviste que pasar para desplazarte de uno a otro durante los terribles y crudos inviernos que por entonces se daban por aquellos lares, a pie en algunas ocasiones con la nieve hasta las rodillas o a lo sumo a lomos de algún animal que se las veía y deseaba para poder avanzar.
Después te recuerdo con aquella moto roja y más adelante con el seiscientos, todo un lujo y que fue de los primeros que poblaron las polvorientas carreteras que por entonces había. Cómo disfrutaba cada vez que me dejabas aparcarte el seiscientos en los soportales del ayuntamiento. Nunca olvidaré cuando me llevaste al primer pueblo donde ejercí de maestro. Fuiste un buen padre, siempre generoso con tus hijos.
Cómo recuerdo las primeras castañas que nos traías de Turégano, cuando ibais los hombres del pueblo a la feria de ganado a principio de diciembre. Estabais dos ó tres días y esperábamos vuestro regreso con ansiedad. Con qué ilusión te recibíamos. Qué manjar para aquellos tiempos. Las asábamos y después reunidos en la cocina nos contabas cuanto habías visto y como lo habías pasado después de tan largo viaje. Viaje que hacías a lomos de la yegua, aquel precioso animal que teníamos y que de vez en cuando paría un encantador potrillo que hacía las delicias de toda la familia.
Te recuerdo en la Secretaría del ayuntamiento con tus papeles, enfrascado con tus números que sumabas con una increíble destreza y con esa letra tuya tan peculiar, tan elegante. Solía ayudarte de vez en cuando echándote una mano con algún trabajillo que me encargabas.
Y como no recordar aquella auténtica fiesta que se organizaba con motivo de la matanza y que duraba dos días. Los mayores despiezaban el cerdo el primer día para al día siguiente hacer los chorizos, la butagueña, el calducho, las morcillas y los jamones. Por la noche, nos sentábamos todos, pequeños y mayores al amor de la lumbre en la cocina o alrededor de la mesa al calor del brasero y tú, padre y el tío Virgilio, nos contábais historias de vuestros tiempos mozos que nos hacían reir durante horas. Qué felices éramos con tan poco. Los niños disfrutábamos todo el día de acá para allá, jugando al escondite, con la zambomba y tomando dulces. Son gratos recuerdos que nunca olvidaré.
Nunca imaginé que fuera a sentir tan honda pena. Es ley de vida te dicen. Pero yo digo que es una ley injusta. Me consuela saber que estáis otra vez juntos, que descansáis después de tanto trajín como decía madre. Sabed, queridos padres, que os estamos inmensamente agradecidos por el cariño y el amor que nos habéis procurado durante toda vuestra vida. Sabed que nunca os olvidaremos.
Os tendré presente cada día del resto de mi vida.

martes, 27 de noviembre de 2007

El ESPEJISMO DEL LAICISMO ESTATAL

En fechas recientes hemos podido asistir a la ceremonia de la confusión, nunca mejor dicho, protagonizada por un lado por el Estado Español representado por su Vicepresidenta y por el otro el Estado del Vaticano con su Jefe de Estado y cabeza visible de la Cristiandad, en medio de la majestuosa pompa y fastuoso boato a los que nos tiene acostumbrados este minúsculo pero poderoso Estado, todo ello con el objeto de nombrar a veintitrés cardenales, alguno de ellos de nacionalidad española.
Contemplo con estupor como una representación del gobierno español, a nivel ni más ni menos que de la Vicepresidenta del Estado, asiste a una ceremonia de este tipo confiriéndole una rango institucional que no debería tener ya que la Constitución Española de 1978 diseñó un modelo de Estado aconfesional que choca frontalmente con estas actitudes que indican justamente lo contrario contradiciendo dicha separación iglesia – estado que determina la Constitución Española en su artículo dieciséis.
Es por ello que resulta incomprensible, no sólo el hecho que resalto en este escrito, sino otros muchos que podríamos citar – hace poco tiempo ocurrió lo mismo con la proclamación de una ingente cantidad de beatos, por cierto exclusivamente del bando nacional – que dejan bien claro que la separación Iglesia Estado es un espejismo y como tal ajeno a la realidad, imposible de entender y de asumir en un país moderno de la Europa del siglo XXI .
Según el Concordato vigente, toda la educación que se imparta en todos los centros docentes públicos deben ser respetuosos con los valores de la ética cristiana. Todos los planes educativos de la enseñanza primaria y secundaria deben incluir la enseñanza de la religión católica en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales y aunque esta asignatura a dura penas han conseguido que sea optativa – con el PP sería no sólo obligatoria sino evaluable – hoy la iglesia se permite el lujo de entrometerse una vez más oponiéndose a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, lo cual supone una intromisión más que no se debería tolerar.
Si se siguen manteniendo estas actitudes de tolerancia, las intromisiones van a ser constantes ya que nadie se encarga de ponerles freno. Y es que es curioso observar como los miembros del gobierno cuando son interpelados sobre este tema, suelen dar la callada por respuesta tratando de evadirse de tan espinoso asunto.
Pero por qué el Estado se empeña en mantener esta actitud aguantando carros y carretas a una institución que se le ha subido a las barbas hasta el extremo de permitirse el lujo de interferir en asuntos de estado y de propiciarle auténticos desprecios que causan sonrojo a los ciudadanos que con la constitución en la mano contemplan atónitos como se prolonga este increíble espectáculo.
La respuesta inmediata suele ser la del interés electoral por parte del partido gobernante en el sentido de que enfrentarse – no tiene por qué ser así, la ley está de su parte – supondría la pérdida de votantes, es decir, no sería rentable electoralmente hablando.
Craso error, ya que si plantan cara a la Iglesia Católica– no nos olvidemos de que hay otras muchas iglesias en este país y van a su aire, como dios manda – no creo que pierdan unos votos que casi con toda seguridad no le pertenecían – esos votos suelen decantarse más bien hacia la derecha - y sin embargo va a sentir la ausencia de los votos de muchos de sus asiduos votantes que, desencantados, le volverían la espalda.
Entonces, que está pasando. Estoy seguro de que estos cálculos los llevan a cabo y posiblemente extraerán las mismas conclusiones que aquí expongo, por lo que tampoco el ciudadano de a pie encuentra justificación a semejante situación que tantos años lleva prolongándose.
Tratando de profundizando en el tema, tiro de bibliografía e Internet intentando arrojar luz sobre un auténtico enigma, que como tal, resulta difícil de descifrar y encuentro un escrito de un profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales que puede despejar algunas sombras arrojando cierta luz sobre esta tema.
Afirma el profesor Santiago Castellá, que la Constitución de 1978 diseñó un modelo de Estado aconfesional, pero sin establecer un modelo de clara fundamentación laica, en el que el Estado se mostrara indiferente a lo religioso, por entender que sus acciones y objetivos no deben entrar en un ámbito propio de la conciencia individual de las personas, limitándose a garantizar, sin discriminación alguna la libertad de creencias. Tampoco estas consideraciones despejan por completo nuestras dudas, pero quizás sí cuando afirma:
Ante estos datos, es lógico recelar de un Concordato con la Santa Sede, negociado desde 1976 por políticos vinculados a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), hecho al margen de la Constitución, y que cae sobre ella como una pesada losa que se impone sobre toda su legislación y que compromete internacionalmente la voluntad del Estado, generando responsabilidad por su incumplimiento.
España ha quedado así hipotecada por un Concordato, que tan solo puede modificarse con un nuevo acuerdo entre España y la Santa Sede y que no prevé la posibilidad de renuncia o retiro unilateral, siendo nula cualquier ley o disposición normativa de rango inferior contraria a sus disposiciones.
Acabáramos. Estas consideraciones parecen en principio aplastantes aunque no insalvables. No debemos olvidar, no obstante que se trata de un análisis personal de un jurista, aunque no tengo motivo alguno para dudar de sus conclusiones. He de aclarar que la ACNP, existe y fue fundada en 1909 y que ya en 1936 se adhirió al bando nacional y a la consiguiente dictadura que sufrió este país durante cuarenta años. Intervino en el primer Concordato de 1953, e incomprensiblemente en el actual que está en vigor.
Lo que no entiendo es por qué el Estado no aclara estos términos, que en cualquier caso, no le justifican en su actitud servil hacia una Iglesia Católica que abusa de su condición y que debería ser la primera en renunciar a cuantos privilegios posee y que son un agravio comparativo para el resto de las iglesias instaladas en nuestro país.
Concluyamos. Si con una ley de igual rango o superior puede anularse, hágase. Denúnciese dicho tratado o tómense las medidas necesarias para lograr de hecho dicha separación. La laicidad del Estado Español ha de ser una realidad, no un espejismo.

jueves, 22 de noviembre de 2007

EL DISCRETO ENCANTO DE LA NAVIDAD

Un año más contemplamos como las fiestas navideñas adelantan su llamada a nuestra puerta, arañando unos cuantos días más al calendario. Nos machacan con el supuesto mensaje navideño contenido hoy en día en la pesada y pedante publicidad mediante la cual pretenden vendernos la supuesta magia navideña, y lo digo así porque ya ni se molestan en darle ese calificativo que entrañaba una mezcla de nostalgia y hechizo que contrasta frontalmente con las intenciones puramente interesadas y fundamentalmente mercantilistas que dominan el panorama navideño actual.
Y es que esa magia ha perdido todo su valor y hoy esa expresión está vacía de contenido, habiéndose transformado en una desenfrenada fiebre consumista que todo lo devora en aras de una autosatisfacción y culto personal que nada tiene que ver con el supuesto espíritu que debería presidir estas fechas y no me refiero precisamente al religioso tan omnipresente y alienante que siempre se ha apropiado de las mismas sino al que se refiere a la solidaridad entre los seres humanos y que brilla y ha brillado siempre por su ausencia, aunque hoy más acentuado que nunca.
Ese discreto encanto y esa dudosa magia, residen hoy en los grandes almacenes y centros comerciales que nos impulsan a consumir de una forma desaforada y por los que nos dejamos llevar acabando hastiados un año sí y otro también de dos semanas de hartazgo consumista y familiar, respirando aliviados cuando los interminables festines de todo tipo terminan por fin. Y es que dos años de pantagruélicos fiestas acaban con cualquiera – no hay que olvidar que estos festejos comienzan en un año y terminan en el siguiente – . Todo ello nos provoca el firme propósito de desertar el próximo año con un viaje a recónditos lugares donde el encanto y la magia navideña brillen por su ausencia.
Deberíamos sonrojarnos al contemplar el espectáculo de los centros comerciales superabastecidos más que nunca con todo tipo de productos y alimentos propios ó no de estas fechas – juro que experimento una mezcla de desprecio y vergüenza al contemplar semejante espectáculo - mientras medio mundo que agoniza en medio de la más espantosa de las miserias nos contempla como vivimos y disfrutamos de la magia de una navidad impregnada de consumismo y de felicidad egoístas a plazo fijo.
No considero acertado aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí que las sociedades cuanto más opulentas y acomodadas, más insolidarias y egoístas se tornan, siendo éste un hecho incontrovertible y que nuestros padres atestiguan cuando les preguntamos sobre los tiempos pasados en los que las gentes se ayudaban los unos a los otros desinteresadamente.
Confieso que en mi infancia viví unas navidades entrañables plenas de magia y encanto y de las que guardo un grato recuerdo. Quizás estábamos condicionados y alienados por la religión que lo empapaba todo. Quizás éramos delicadamente ingenuos. Pero fuimos dichosos con lo poco que teníamos. Cada juguete era un tesoro que conservábamos durante años y cada navidad un acontecimiento que se hacía esperar. Eran otros tiempos. Eran otros lugares. Éramos inmensamente felices.
Con mis mejores deseos para toda la gente de buena voluntad. Un recuerdo muy especial para mi querida madre que nos ha dejado para siempre, con la que tantas navidades dichosas pasé. Ya no podré felicitarla más. Ella también adoraba aquella navidad. Ella sabe bien cuanto la quiero.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

QUERIDA MADRE

Querida madre, queridísima tía María, cómo te echo de menos todos los días desde que te fuiste a no sé donde pero tan lejos que sé que nunca más te volveré a ver. Me duele cada día tu ausencia como si fuera el primero con un profundo dolor que no logro desterrar de mi corazón que llora tu ausencia como jamás podía imaginar.
Te recuerdo cada día, todos los días desde que una fría mañana de invierno decidiste dejarnos y descansar. Tú que no parabas nunca con tu eterno trajín como tú decías, y lo hiciste justo cuando comenzaba a nevar copiosamente. Te besé con lágrimas en los ojos y te dije en voz alta: mira madre está nevando.
Nos encantaba la nieve. Cada vez que el paisaje se cubría de blanco, me llamabas: - hola hijo, no veas que nevada está cayendo, la sierra, las eras, las calles todo está cubierto, por lo menos medio metro, apenas podemos abrir la puerta de la calle, ya podías venir por aquí. Ya me gustaría madre, ya me gustaría, que tal todos. Tu padre, como siempre, no para de acá para allá y pablo, arriba, con sus cosas.
Hoy me encuentro sumido en una tristeza infinita. Hoy es tu cumpleaños, el primero que no podré felicitarte después de tantos, y eso me llena de una grandísima pena que lo llena todo. Hoy cumplirías ochenta y ocho años. Cómo habrías disfrutado repitiéndonos una y otra vez tu edad.
Y es que parece mentira, decimos de vez en cuando los que tanto te queríamos, que la tía María se haya ido. Hasta que caemos en la cuenta de tu avanzada edad. Pero es que la tía María era mucha tía María. No aparentaba su edad. Su presencia y su temperamento lo llenaban todo – me cagüen la mar, trae acá, que yo lo hago – y allí estaba ella para partir la leña, cavar la huerta, las faenas de la casa, todo.
A veces pienso que no es verdad, que estás de viaje y pido un gesto, una señal, algo que me haga pensar que vas a volver. La tía María – así la llamaba yo cariñosamente – no puede haberse ido para siempre. Ella, tan activa, tan bondadosa con todos, con su genio y su enorme corazón – es de bien nacidos ser agradecidos, hijo - me decía de vez en cuando.
Me contaba que antes las gentes se ayudaban mutuamente, que no eran egoístas como ahora que cada cual va a su aire. Esto, como decía ella, me pone mala, me llevan los demonios pensar que la gente sea así.
Y es que ella siempre se dio a la gente. Le dolía profundamente los gestos de desagradecimiento por parte de las personas que conocía, ella que siempre estaba dispuesta a ayudar, que se daba a todo el mundo. Nadie podrá hablar mal de ti madre que siempre estabas dispuesta para echar una mano a los demás.
Querida madre, descansa allá donde estés. Te lo mereces. Que sepas que aquí nunca te olvidaremos, que te echamos de menos. Nada me confortaría más que volver a oírte decir ese –Ay que hijo – que tanto me repetías y que añoro con una mezcla de pena por tu pérdida y de alegría por esos preciosos recuerdos que siempre serán míos.
Hay una canción que me llena de una profunda tristeza cada vez que la oigo o la recuerdo y que Tú cantabas con frecuencia cuando yo era pequeño. Su estribillo decía – por el camino verde camino verde que va a la ermita / las flores se han secado las azucenas están marchitas -. A veces la canto en susurros y te escucho a ti, madre. Una profunda tristeza inunda mi corazón y los ojos se me nublan añorándote. Cada día de mi vida te tendré presente.
Un beso, madre.

domingo, 11 de noviembre de 2007

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE

Me permito dirigirme a usted, Sr. Presidente, en representación de los sentimientos a menudo contradictorios de muchas personas que piensan como yo y que desearían transmitirle lo que nos dicta nuestra conciencia sobre usted y su labor como presidente de este País, confiando en que su difusión contribuya a crear un estado de opinión más que se pueda contrastar con las múltiples que ya existen y que son las que me han animado a redactar estas líneas cargadas de sinceridad y buena fe, ausentes de malicia o de una cínica doble intención que en cualquier caso el respeto que siento hacia su persona me lo impediría.
Conozco a mucha gente que no simpatiza ni con su persona ni con su obra, - y esto no es una frase hecha - que no ponen en duda su buena intención, que piensan que usted obra con arreglo a lo que su conciencia y su ideología le dictan y que lo hace con total rectitud en la seguridad de que está haciendo lo que debe. En definitiva, no dudan de su buena fe, pero naturalmente, consideran que está completamente equivocado y en el mejor de los casos le tachan de ingenuo.
En el otro extremo están los otros, los mal intencionados, aquellos que quieren hacerle daño con sus opiniones ausentes de sinceridad, por rivalidad política o personal y que no me merecen la menor consideración. Tergiversan los hechos y tratan por todos los medio de desacreditarle valiéndose de cuantos ruines medios tienen a su alcance. Se salen del ámbito y la intención de esta carta que surge de las contradicciones que su personalidad me sugiere, pero siempre dentro de la leal y sincera compostura basada en el respeto hacia su persona y el cargo que ostenta.
Donde entonces quedo yo y cuantos así pensamos. En el centro. No en el centro político, porque no pertenecemos a él. No estamos ni en el extremo que le considera un ingenuo – aunque la mente nos traicione a veces – ni por supuesto en el otro extremo. Somos de izquierdas y pensamos como tales y coincidimos con usted en muchas más cosas de las que nos separan.
Pero no compartimos con usted algunos comportamientos, algunas actitudes, algunos hechos. No entendemos como el presidente de la décima potencia industrial del mundo, sea casi ninguneado por el presidente de la primera potencia. No me digan que no les importa. A mí si me importa y a mucha gente también. Claro que tampoco comprendo como un presidente puede llegar a cometer un acto tan pueril como el de no levantarse ante los signos representativos de una nación, sea cual fuere, porque esos signos representan a todos los ciudadanos de ese país, no solamente a una persona por muy detestable que sea o le parezca, y tienen derecho a sentirse ofendidos. Un presidente está muy por encima de esos comportamientos.
No aprobamos su actitud que calificamos de débil en todo lo que atañe a su relación con los nacionalismos, ante los que pensamos debería haberse mostrado más enérgico. Desaprobamos también su comportamiento ante el llamado proceso de paz, llenos de puntos oscuros que no han hecho sino sembrar de dudas a todos aquellos que creemos en el diálogo pero no llevado en la forma que lo ha hecho, a veces con ausencia total de una necesaria transparencia que no ha hecho sino sembrar la duda en la opinión pública, hasta el punto de quedar desairado ante diversos acontecimientos de variada índole que tuvieron lugar en fechas pasadas relacionados con dicho proceso de paz.
Asimismo, no creemos que sea de recibo la poco o nula presencia de nuestro país en el mundo. No nos hacemos respetar y eso repercute en nuestras relaciones internacionales que son las culpables de la poca representatividad de España en la escena internacional. La décima – incluso la octava – potencia mundial no puede estar a esa altura y usted, señor presidente, es el responsable de esta situación y de todas las demás, no sólo de hecho, sino de derecho y aunque usted nunca las rehuye, sino todo lo contrario, siempre las asume, no nos basta con esto y nos gustaría que se mostrase más enérgico de vez en cuando, más rotundo, más seguro, más firme ante determinados acontecimientos.
Estoy seguro, señor presidente, que está al tanto de la general opinión cada vez más extendida de su fama de blando, de bueno, incluso en ocasiones, como ya he resaltado, de ingenuo. Ninguna de ellas creo que sea la adecuada para el presidente de un país. No es necesario dar un giro de ciento ochenta grados que le llevarían al extremo contrario y que igualmente denostaríamos.
Señor presidente. No necesito felicitarle por todo aquello que considero ha hecho bien. También mucho ha sido lo positivo y en esas estamos con usted. No obstante esa es su obligación y no considero necesario halagar su vanidad con ello. En cualquier caso y dado que nunca he dudado de sus buenas intenciones, le deseo la mejor de las suertes.
Atentamente.

jueves, 4 de octubre de 2007

LA TECNOLOGÍA QUE NOS FASCINA

Cuenta los pasos que doy cada día, el número de pulsaciones, la distancia recorrida, la velocidad alcanzada, las calorías quemadas, me calcula la masa corporal, me confecciona la agenda, me recoge el correo, me da las noticias del día, me muestra los vídeos más interesantes, me distrae con sus juegos, me sugiere las fotos con el encuadre más interesante, navego por Internet, me mide el grado de alcohol en sangre, me indica el recorrido más corto a seguir y lo más increíble de todo, hasta puedo utilizarlo para hacer llamadas como si de un vulgar teléfono se tratara.
Todo ello resumido, compactado y milagrosamente montado en un inquietante paquetito de poco más de cien gramos de peso que cabe y se oculta en la palma de la mano y que está destinado a revolucionar – ya lo ha hecho – nuestra vida diaria, para bien o para mal, porque enemigos y detractores también los tiene.
Pero hemos de reconocer que es, junto con Internet, uno de los más grandes hallazgos tecnológicos, con una poderosa capacidad de transformar la sociedad, la cultura y por ende, la historia de esta civilización de avances increíbles y poderosos contrastes que nos arrastra con una soberbia fuerza hacia una nueva forma de entender la vida y las relaciones sociales entre los seres humanos.
A nadie se le escapa que Internet es una portentosa herramienta multimedia, una ventana abierta al mundo que ha desbordado todo lo imaginable hace unos pocos años en materia de comunicación y, por supuesto, - ya nos lo han adelantado quienes bien saben de ello - no ha desarrollado todavía, ni por asomo, toda su enorme potencialidad que está aún por desplegar.
Pocos descubrimientos han revolucionado tanto la sociedad como la tecnología de los ordenadores aplicados a todas las facetas del saber y hacer humanos. Internet y los móviles y por extensión todos los demás hallazgos electrónicos surgidos a su alrededor, sin apenas darnos cuenta, nos han introducido en un mundo nuevo, del que apenas somos conscientes porque la velocidad con que se mueve dicha tecnología es tan rápida, tan fugaz, que no nos da respiro para poder digerirla y reflexionar sobre lo que está pasando o mejor dicho, sobre lo que está cambiando.
Nos limitamos a recepcionar cada cambio, a admirarlo, a disfrutarlo a devorarlo sin detenernos ni por un momento a pensar en sus consecuencias ni a volver la vista atrás para tratar de encontrar una referencia o una justificación a esta desenfrenada carrera tecnológica que no deja de sorprendernos con nuevos hallazgos que tienen lugar casi a diario.
Navegando por Internet, voy repasando las noticias del mundo en tiempo real, mientras envío un E-Mail, inicio una sesión en Messenger, y descargo las últimas novedades multimedia que después reproduciré en mi ipod para visionarlo después en el ultrafino televisor último modelo donde podré disfrutar de las últimas fotos tomadas con mi supercámara digital de última generación.
Maravillas del mundo actual – del primer mundo – que ensimismado en su deslumbrante y fastuosa tecnología, tiene la desfachatez de mostrarnos con toda nitidez y a través de ella las terribles miserias que azotan a ese otro mundo, al tercer mundo, a cuyo alcance no están los logros tecnológicos que no hacen sino alejarnos cada vez más de ellos y de su sufrimiento. La tecnología entendida así, como un lujo a disfrutar por unos pocos, no es sino una demostración más de la estúpida soberbia que caracteriza a la raza humana.

martes, 2 de octubre de 2007

REALES OPINIONES

No es fácil, ni cómodo, es incluso hasta inoportuno, expresarse en este país sobre un tema, ahora de nuevo de actualidad, como es el de la Monarquía, sobre todo si el tono no es aquel al que nos tenían acostumbrados hasta no hace mucho los medios de comunicación más cortesanos, ausente de todo tipo de críticas o planteamientos que puedan suponer o albergar cualquier duda sobre la legitimidad de esta institución.
No se trata de echar leña al fuego o de hacer leña del árbol caído, porque ninguno de los dos casos se da, sino de tratar con seriedad un tema que cada día está más presente en la calle desde hace ya bastante tiempo y que los últimos acontecimientos han sacado a la luz de nuevo, que no se pueden obviar porque están en la mente del ciudadano de a pie que poco a poco va formándose una opinión sobre un asunto que nos compete a todos.
No es preciso, por una parte, recurrir al recurso de quemar efigies para mostrar repulsa. Estamos en el siglo XXI y las controversias deberían resolverse de otros modos más civilizados acordes con los tiempos en los que vivimos, sin que ello suponga dejación de su intención crítica, que por otra parte, está absolutamente legitimada en una democracia.
Tampoco es preciso, aunque imagino que política y diplomáticamente obligado sí lo es, que por la otra parte, léase el gobierno, se mantenga una defensa a ultranza contra viento y marea de una institución que quieran o no está siendo puesta en tela de juicio cada vez más en el ámbito de la calle.
Menos preciso es aún que la parte interesada, trate de maquillar sus actos en un afán de agradar, llegando hasta extremos que no logran sino perjudicar más aún una imagen ya de por sí bastante degradada.
Tan monárquico es este país como dicen que católico. Se nos atribuyen estos afectos como al soldado el valor, es decir, se le suponen. No necesitamos demostrarlo. Lo somos y basta.
No son tiempos para continuar con esos razonamientos que no conducen sino a situaciones como las que estamos viviendo y que casi con total seguridad irán in crescendo con el paso del tiempo y que no favorecen ni a esta Institución ni al Estado ni a la sociedad en general.
La gente quiere saber más sobre una Institución que como cualquier otra deber rendir cuentas en todos los aspectos y, tener la oportunidad de decidir democráticamente si debe perpetuarse indefinidamente en un siglo XXI que cada vez más contempla los anacronismos como lo que son: incongruencias que resultan de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde.

viernes, 17 de agosto de 2007

Maestros de Escuela por tierras de Segovia

Allá por los años setenta y tres y setenta y cuatro, ejercí de maestro de escuela en tres pueblecitos de la provincia de Segovia. Fueron mis primeros destinos apenas acabado magisterio en la normal de Segovia, con apenas veinte años, con toda la ilusión puesta en el empeño y, por supuesto, sin la menor experiencia. No tenía ni la menor idea de lo que me esperaba. He decidido recopilar estas experiencias vividas y pasarlas al papel. Me ha proporcionado una gratificante alegría recordar aquellos maravillosos y épicos tiempos que nunca olvidaré.
Donhierro, Moral de Hornuez y Duruelo, fueron por este orden los tres pueblos donde llevé a cabo el sufrido ejercicio de maestro en condiciones a veces realmente penosas, en otras llevaderas, en ocasiones en medio de una soledad aplastante y en conjunto y pese a todo de hermosos y nostálgicos recuerdos.
Cuando al final de este periplo rural entré a formar parte del profesorado de un colegio privado en Alcobendas (Madrid), me di cuenta de lo que había perdido y que había dejado atrás. El contraste fue brutal y pese a que todas las condiciones en general mejoraron ostensiblemente, añoré profundamente mis pueblos, mi escuela con sus niños de otro mundo y sus afables y respetuosas gentes.
No es ni mucho menos mi caso el más digno de destacar. Cuantos maestros y maestras de mi generación y, sobre todo, de anteriores generaciones sufrieron lo indecible en aldeas y pueblos sin la menor de las comodidades exigibles. Recuerdo a una antigua compañera que estuvo destinada en una minúscula aldea cerca de Riaza. Se alojaba en una casucha entre las ruinas de un antiguo castillo. Pasó tanto miedo y en unas condiciones tan espantosas que al cabo de poco tiempo tuvo que renunciar al destino. Después la enviaron a un pueblecito no muy lejos de allí, que cuando llovía, las calles embarradas y en pésimas condiciones suponían un serio obstáculo para lograr llegar hasta la escuela situada en un lugar inaccesible del pueblo. Sobrevivió.
Por aquel entonces las escuelas eran unitarias. Los niños en una escuela con el maestro y las niñas en otra con la maestra y, por supuesto, de todos los cursos. Un trabajo ímprobo a realizar, facilitado, eso sí, por unos alumnos ejemplares, casi sumisos, sin malicia y por unos padres absolutamente respetuosos con el maestro. Cualquier parecido con la situación actual es puro casualidad.
Es mi propósito ponerme en contacto con tantos y tantas maestros y maestras, jubilados o no, con el objeto de recopilar sus experiencias, vivencias y anécdotas vividas en el ejercicio de esta maravillosa profesión por las aldeas y pequeños pueblos de Segovia. Jugosas historias llenas de encanto y bucólicos sentimientos mezclados con la soledad y la satisfacción de un trabajo bien hecho llevado a cabo a veces en penosas condiciones
El objeto de esta idea es el de editar un libro con todos los relatos reunidos novelándolos el mínimo necesario para extraerles todo el encanto y respetar la profunda humanidad que rezuman por todos sus poros. Todos seremos autores y protagonistas de tan singular obra que merece salir a la luz como homenaje a esta hermosa profesión y a estos profesionales, aún hoy injustamente denostados.
Mi más profundo agradecimiento para quienes decidan colaborar en esta ilusionada empresa y mis más sincero reconocimiento para todos los maestros y enseñantes en general. Ellos son los responsables de toda fuente de belleza que el ser humano es capaza de captar y expresar. Ellos nos enseñaron a leer y a escribir. Ellos plantaron en nosotros la semilla de la libertad.

(I) Donhierro

Una fría mañana de invierno del año setenta y tres llegué a Donhierro, un pueblecito segoviano cuya escuela que iba a ocupar como maestro. Se encontraba justo en el límite de las provincias de Ávila, Valladolid y Segovia. Una piedra o mojón señalaba el lugar exacto de la conjunción de las tres provincias.
Sin saber qué hacer ni por donde empezar, me despedí de mi padre que me había llevado desde Muñoveros adonde vivíamos entonces. Contemplé con una mezcla de nostalgia y abandono como se alejaba en el seiscientos por la estrecha carretera abrumado por la responsabilidad que me esperaba.
Mi primer pueblo, con veinte años, sin experiencia alguna y en un lugar recóndito y apartado en plena meseta castellana. Recordé entonces aquellos versos de Patxi Andión: Con el alma en una nube/y el cuerpo como un lamento/llega el problema del pueblo/llega el maestro.
Por aquel entonces las escuelas eran unitarias, es decir, los niños en una escuela y las niñas en otra. Desolador panorama; treinta niños para mí, el maestro y treinta para ella, la maestra. Como Dios manda. De todos los cursos y de ocho a catorce años. No lo recuerdo, pero imagino que sentiría un irrefrenable impulso de abandonar y salir corriendo.
Lo que sí se me quedó grabado fue lo primero que hice; arreglar un cristal roto y encender la gloria, calefacción muy extendida por entonces en las escuelas y que consistía en unos túneles que recorrían el subsuelo. La leña se introducía por una boca de entrada practicada en la parte posterior de la escuela, se empujaba hacia el interior y se cerraba con una puerta metálica. Al cabo de media hora, yo y mis expectantes e inquisitivos alumnos disfrutábamos de una agradable temperatura.
Qué recuerdos más agradables de aquellos tiempos. Conseguí salir adelante organizando lo mejor que pude el maremagnum de los cinco ó seis cursos que tenía. Era el responsable único de mi escuela y de mis niños con los que hacía excursiones frecuentes a deliciosos lugares de los alrededores como uno próximo, muy conocido, donde se encontraban con facilidad restos arqueológicos como puntas de flecha y otros utensilios con los que logramos formar una estimable colección y que me permitieron impartir varias clases de ciencias naturales al aire libre.
Fueron duras las primeras semanas, apesadumbrado por una soledad que me sobrepasaba por momentos. No obstante, no tardé mucho en trabar amistad con los pocos jóvenes y menos jóvenes con los cuales y de vez en cuando, me acercaba a Arévalo, un importante y animado pueblo situado a pocos kilómetros de Donhierro. Recuerdo también las partidas de mus en la única tasca del pueblo. Buenas gentes, afables siempre y a las que desde aquí, rindo testimonio de gratitud.
Nunca he sido animal religioso, pero como maestro estaba obligado a asistir a misa los domingos acompañado de los niños de la escuela. Nos situábamos a ambos lados del altar mayor presidiendo la ceremonia. Inimaginable para mí, pero creo que lo afronté dignamente.
El maestro por aquel entonces era toda una institución, valorado y respetado por los niños y por los padres. Parece mentira, pero hoy, treinta y cinco años después, se le ningunea tanto por unos como por otros. Triste e indignante.
Deseo dedicar un especial recuerdo a la patrona que me acogió en su casa. Una señora que me trató con todo el respeto y la mayor de las deferencias. Me hizo sentir como un marqués, abrumándome con sus cuidados. No recuerdo su nombre, pero agradecí y agradezco profundamente el maravilloso trato de todo tipo que me dispensó.
Poseía una magnífica casa en la placita del pueblo, un lujo para lo que me esperaba en el pueblo siguiente adonde fui destinado. No se me olvidará jamás una anécdota relacionada con la virgen que colgaba de la cabecera de la cama que decidió descolgarse y propinarme un severo golpe en la frente cuando me encontraba en pleno sueño. Quizás decidió reconvenirme por mi falta de religiosidad. Impagable el curso que pasé en Donhierro. Dedico un emocionado recuerdo a sus gentes y a los niños de entonces, mujeres y hombres de hoy.

(II) Moral de Hornuez

Con nostálgica tristeza tuve que dejar Donhierro para dirigirme a otro pequeño pueblo segoviano llamado Moral de Hornuez en las proximidades de Riaza, camino de Montejo y Aranda de Duero, situado en una hondonada, que lograba el efecto de ocultarlo a la vista de aquel que no se encontraba en sus proximidades. Cuando lograbas divisarlo ya estabas en la entrada de su calle principal.
Con la experiencia acumulada y con el seiscientos ya en propiedad, me dirigí desde Hontalbilla, adonde vivía entonces, atravesando Cantalejo y Sepúlveda a través de las serpeantes curvas desde donde se divisa esta preciosa villa para llegar a Boceguillas desde donde enfilé una carretera que terminaba donde empezaba un camino de tierra cubierto de agua y barro que consiguió el milagro de cambiar el color claro del sufrido seiscientos por otro de tono indescifrable que lo dejó irreconocible.
Por fin, y de improviso, apareció Moral de Hornuez, hundido en un valle-hondonada. Se accedía por una inclinadísima cuesta por la que con el tiempo y sobre todo en invierno habrían de empujarme mis alumnos para poder superarla y regresar a casa los fines de semana.
Las escuelas estaban situadas en la cima de un cerro, en la parte más alta del pueblo. El viento silbaba allí de una manera feroz. Los días de tormenta eran auténticamente épicos con el aire y la lluvia azotándolo todo.
Como no, la maestra tenía en una escuela a las niñas y el maestro a los niños de todas las edades y de todos los cursos. Como así nada positivo se podía conseguir, decidí llamar a la Inspección de Segovia y logré el permiso para quedarme con los chicos y chicas mayores y la maestra con las chicas y chicos menores. Un auténtico logro del que aún hoy me sorprendo que pudiera conseguir. De esta manera, logré la integración de niños y niñas y, por supuesto, una mayor consecución de objetivos al reducir a la mitad el número de cursos.
El panorama que me encontré, una vez tomé posesión de mi escuela, fue descorazonador. Los niños llevaban un tiempo sin maestro y cuando lo tenían duraba poco tiempo. Con el tiempo lo entendí, debido a las durísimas condiciones con las que tenían que enfrentarse y que tuve ocasión de comprobar. Cuantos maestros y maestras rurales han vivido situaciones terribles en pueblos y aldeas olvidados por la mano de Dios y de los hombres. Bueno sería que tuviesen conocimiento de ello los alumnos y los padres de hoy. Quizás así lográsemos un respeto hacia ellos del que hoy carecen y al que la sociedad históricamente les debe desde siempre.
El primero de los problemas se me presentó a la hora de conseguir alojamiento. Nadie quería alojar al maestro. No por desidia hacia él, ya que jamás he sentido un respeto hacia el maestro como en este pueblo, era casi veneración por no hablar de sumisión aparte de la necesidad que tenían de que por fin una maestro se quedase en el pueblo. El problema era la falta de un espacio con las condiciones mínimas para alojar a alguien. Lo conseguí al final en una casita situada al final del pueblo. La habitación era espantosa incluso para aquellos tiempos. Un espacio tremendamente pequeño, húmedo y oscuro. No había servicio de ningún tipo. El corral donde estaban los animales ocupaba su lugar, así que pueden imaginarse la situación a la hora de llevar a cabo las necesidades básicas, postrado entre los animales con los que a la fuerza trabé una singular amistad forzados ambos por la particular y comprometida situación.
No disponía del menor espacio para mí y tampoco había una triste tasca donde ir a pasar el rato, así que pasaba el tiempo en la escuela. Me sentaba en el suelo ya que afortunadamente la gloria aún irradiaba calor, cubriéndome con un abrigo en invierno para soportar el frío mientras el viento más que silbar, vociferaba a mi alrededor.
Un capítulo aparte merece los pocos ratos que pasaba en la reducida cocina, bien para comer o bien para charlar con los dueños de la casa. La señora era muy atenta y siempre me atendió lo mejor que pudo dentro de las limitaciones que ofrecía la casa. El marido merece un capítulo aparte. Mantenía con él y con cierta frecuencia unas discusiones que me dejaban agotado. No poseía cultura alguna, pero hablaba de todo sin el menor pudor. Se creía además en posesión de la verdad, por lo que pueden imaginarse la situación. Pongo un ejemplo. Mantenía que el infierno estaba en el centro de la tierra por el hecho de que había oído hablar de que la temperatura aumenta con la profundidad. Como el centro de la tierra estaba a gran distancia de la superficie, la conclusión irrefutable era que allí tenía instalado Lucifer sus aposentos.
Le expliqué una y mil veces que tuvo lugar esta perversa conversación, el razonamiento científico explicativo de semejante fenómeno. Lo hice de la forma más clara y diáfana que pude. Ni le convencí, ni dio su brazo a torcer. Por lo que definitivamente las instalaciones infernales quedaron alojadas en el centro de la tierra, eso sí, a no sabemos cuantos kilómetros ni en qué dirección ni por donde se accede a semejante y caluroso lugar.
De acuerdo con los padres, me encargué de conseguir los libros para los niños, para lo cual fui a Valladolid un fin de semana y creo que fue en la editorial Álvarez donde los adquirí.
El día a día en la escuela, como en Donhierro pese al arduo esfuerzo desarrollado para poder armonizar y estructurar los diferentes conocimientos de los variados cursos, fue gratificante y sumamente agradecido. Más adelante, cuando me establecí definitivamente en Alcobendas, en las proximidades de Madrid, me di cuenta de lo que había perdido al dejar el contacto con los niños del ámbito rural. Creo que jamás en los tres pueblos en los que ejercí tuvo que levantar la voz a un alumno o imponer la disciplina ni individual ni colectivamente. Un oasis de paz y sosiego, donde podías trabajar y convivir en paz con tus alumnos. Todo lo contrario de lo que me encontré en Alcobendas. Pero esa es otra historia que no entra en los propósitos de este relato.
Mi vida al margen de la escuela fue al contrario que en Donhierro; dura, aburrida y extremadamente solitaria. Ni siquiera una tasca donde poder pasar los ratos perdidos al salir de la escuela. Imposible en la casa donde me alojaba, ya que no había espacio ni en la habitación ni en la cocina que también hacía las veces de comedor. Desolador. ¡Cuánto añoraba Donhierro!.
Con el paso del tiempo hice amistad con el Secretario del Ayuntamiento que casualmente conocía a mi padre por ser compañeros de profesión y con quien al menos, los días que tenía secretaría pasaba a charlas con él. Más adelante abrieron un pequeño bar y allí nos reuníamos el secretario, el médico y yo los días que coincidíamos. Fue un alivio.
Poco a poco fui entablando amistad con los jóvenes del pueblo, muy numerosos por cierto. Aún siendo de mi edad no conseguí que me tuteasen pese a invitarles a ello repetidas veces. Me invitaban con frecuencia a unas opíparas meriendas que tenían lugar en las bodegas que todos los vecinos tenían excavadas en el suelo en unos túneles que desembocaban en una galería final donde se encontraban las cubas de vino. Nos sentábamos y preparaban el escabeche y el chorizo que llevaban y lo regábamos con el vino extraído directamente de los toneles.
En otra ocasión y en Montejo, pueblo más grande que Moral y próximo a él, la Corporación Municipal a través del secretario del ayuntamiento que ya conocía, pues era también el de Moral de Hornuez, me invitaron a un auténtico festín que consistía en una excelente chuletada que preparaban en el exterior de la bodega para a continuación pasar a la misma para degustarlas allí con el vino de los toneles. Más que halagado, me sentía abrumado. El maestro era alguien a quien consideraban de verdad. Sin lugar a dudas eran otros tiempos. Buenos ratos que recuerdo con profundo agradecimiento.
Desde la casa donde vivía, situada en un extremo del pueblo hasta la escuela situada en el otro extremo y en la zona más alta, había un buen trecho jalonado por las puertas de las casas de los vecinos que se iban abriendo a medida que yo pasaba con unos “buenos días Sr. Maestro”, al que nunca pude acostumbrarme, al igual que el tratamiento de "usted" que me daban los jóvenes. Todo ello hacía que me sintiese abrumado con mis veintiún años recién cumplidos.
En numerosas ocasiones me acerqué a Aranda de Duero por una infame carretera que terminaba en un pinar donde se convertía en una camino que conectaba con la carretera nacional. Siempre que iba, pasaba antes por la casa del Sr. Alcalde, una excelente persona que casi siempre se venía conmigo. Me hacía compañía y de paso se ocupaba de sus gestiones y de los encargos que le hacían.
Cuanto me gustaría recordar el nombre de tanta buena gente que conocí en mis andanzas de maestro rural. Ha pasado demasiado tiempo desde entonces y el tiempo no perdona, aunque afortunadamente no he olvidado la mayoría de las anécdotas y vivencias que en general fueron gratificantes y placenteras. Moral de Hornuez era entonces un pueblo de dimensiones muy reducidas. Poseía no obstante un santuario en las afueras del pueblo que era muy conocido y adonde una vez al año tenía lugar una romería. En muchas ocasiones iba allí con los niños de excursión.
Casi al final del curso que estuve en este pueblo, conocí a la maestra de un pequeño pueblo cercano al mío y cuyo nombre no recuerdo, que se encontraba en peores condiciones aún que yo. Nos consolamos mutuamente con algunos escarceos allende los pinares. Lástima que fuera al final de mi estancia por aquellos lares.
Al finalizar el curso, me comunicaron de Segovia que el próximo ya no continuaría allí, ya que enviaban a un maestro que tenía la plaza en propiedad. Al saberlo, la corporación municipal montó en cólera y me dijo que de ninguna manera me iba de allí. Les expliqué que eso era imposible pero no quisieron admitirlo. Como yo tenía que ir a Inspección a Segovia, se vino conmigo el Alcalde y una delegación del Ayuntamiento. Hablaron exponiéndoles el problema que habían tenido hasta entonces con los maestros y adujeron que ya que uno les había durado un curso, de ninguna manera iban a permitir que me fuera. Naturalmente les dijeron que eso era imposible y ahí terminó mi estancia en Moral de Hornuez.

(III) Duruelo

Mi próximo y último destino rural sería una sustitución por unos meses ni nada más ni nada menos que en el Pueblo donde nací: Duruelo, un pequeño pueblo situado al pié de la sierra de Somosierra y en las proximidades de Sepúlveda. Me hospedé en casa de unos tíos míos, Fabiana y Virgilio con los que me sentí como en mi propia casa.
Difícil de expresar los sentimientos que te embargan cuando vuelves al lugar donde naciste doce años después y para ocupar el cargo de maestro de la escuela. Fue una breve pero hermosa experiencia que recuerdo con una particular nostalgia. Al contrario que en los pueblos anteriores, el número de niños era muy pequeño. Creo recordar que eran ocho ó nueve, máximo diez. Recuerdo que la maestra también joven como yo. Por cierto, apenas he hablado de las maestras de Donhierro y Moral de Hornuez. Comentar que eran muy mayores y afincadas en sendos pueblos. Siempre mantuve un cordial trato con ellas.
En la escuela, como ya adelanté, apenas tenía una decena de niños. Nos sentábamos en círculo alrededor de la estufa situada en el centro de la escuela y así pasábamos los ratos aprendiendo mutuamente. Dictados, cálculo, caligrafía, ortografía y lectura. Instrumentos básicos para el aprendizaje y que hoy han quedado totalmente relegados y que yo practiqué con asiduidad con mis alumnos.
Duruelo, pese a ser muy pequeño, poseía un bar que regía el tío Santos. No es que fuera familiar mío, sino que tenemos la costumbre de designar con ese título familiar a todos los vecinos. La tía María, mi querida madre, tristemente fallecida en el invierno de este año dos mil siete y el tío Marcelo, mi padre que aún vive y que cuenta con noventa y cuatro años, son los progenitores de quien suscribe este relato.
En el bar de Santos, nos reuníamos la maestra, el cura, que pese a mi anticlericalismo, reconozco que era una persona cordial y sobre todo muy abierta, y los jóvenes y menos jóvenes del pueblo, para charlar, tomar unas cañas y echar una partida de cartas. Nos íbamos a Sepúlveda de vez en cuando y los fines de semana a mi casa en Hontalbilla que es donde vivían mis padres.
Fueron cuatro ó cinco meses en los que no hubo lugar para el aburrimiento. Los mejores momentos, sin lugar a dudas los pasé con mi tío Virgilio. Era una de esas personas dotadas de una inteligencia natural que como tantas otras en aquellos tiempos no tuvieron ocasión de desarrollar, cultivar y demostrar sus numerosas aptitudes. Poseía un sentido del humor y una prodigiosa memoria tales que cuando los desplegaba en momentos en que nos reuníamos mayores y pequeños con motivo del esquileo de las ovejas, la matanza que duraba tres o cuatro días y las fiestas, lograba cautivar al auditorio con sus historias y chascarrillos de sus tiempos de mozo. Cuando se juntaban mi tío y mi padre la diversión y las risas estaban aseguradas. Empezaban y no paraban. Podían estar horas alternándose en los relatos con una gracia y un estilo muy peculiares. Algunas historias eran realmente gamberras.
Contaré algunas, quizás las más fuertes de todas: Estando en la fiesta de Perorrubio, un pueblecito próximo, amenizada como de costumbre por la dulzaina y el tambor, los mozos de Duruelo decidieron que el baile en la plaza había terminado, por lo que le quitaron la dulzaina y la escondieron en un muro de piedra de una cerca aledaña. Naturalmente tuvieron que salir del pueblo por piernas.
Relataban también las bromas más que pesadas que regalaban a las parejas que iban a casarse, que iban desde uncirles a un yugo hasta darles la tabarra toda la noche de bodas y tantas otras increíbles costumbres que existían por aquellos lares. Había lugar también para historias terribles pertenecientes en su mayoría a hechos acaecidos durante la guerra civil, donde precisamente los maestros fueron víctimas propiciatorias de los odios y rencores desatados. Sabido es que muchos fueron denunciados por el cura y por otros jerifaltes que no les perdonaron su adscripción a la modernidad y a las reformas culturales que supuso la venida de la República. En Duruelo creo recordar que fusilaron al médico y al maestro. Otros vecinos del pueblo murieron en el frente en uno y otro bando.
Mi madre me contaba que su padre, mi abuelo Pablo que a la sazón era el panadero del pueblo, llevaba el pan en un borrico con las alforjas llenas a los pueblos de la sierra. En el puerto de Somosierra se libraban entonces violentos combates entre los dos bandos. Mi abuelo nunca tuvo problemas para cruzar el puerto. Ambos contendientes siempre le dejaron pasar sin problemas.
Cuantos buenos ratos pasé con mi tío Virgilio en la llamada “casa de los pobres”, que no era sino el cocedero, es decir, una pequeña casita situada delante de la casa que albergaba el horno de cocer el pan y de asar el famoso y suculento cordero asado segoviano. Nos sentábamos al amor de la lumbre baja que encendían en la base de la entrada del horno, donde asábamos unas deliciosas patatas. Encendíamos nuestros respectivos cigarros, él su picado ó caldo que liaba con extrema habilidad y yo mis ducados y comenzábamos una animada charla que podía llevarnos horas.
Mi tío siempre tuvo un talante liberal y republicano. Me hablaba de las tempestuosas sesiones de las Cortes Republicanas, relatándome hechos concretos e intervenciones de los diputados que en algunas ocasiones casi llegan a las manos. Citaba hechos, fechas, lugares y nombres, cuyo conocimiento me causaba asombro. Yo, habiendo estudiado la historia de ese tiempo, no sabía ni la mitad que él. Él era el maestro y yo el alumno. Partíme de risa cuando me cantó una popular letra republicana muy popular que decía: si los curas y monjes supieran/la paliza que les vamos a dar/saldrían a la calle pidiendo/libertad, libertad, libertad.
Mi más profunda gratitud a mi tía Fabiana que tan bien me cuidó y a mi tío Virgilio con quien tantos buenos ratos pasé y que tanto me enseñó.
Dejé con tristeza Duruelo al que pocos años después regresaría con mis padres para establecernos allí definitivamente donde nacimos y pasamos nuestros primeros años
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martes, 14 de agosto de 2007

Federico García Lorca, 71 años después



Qué vergüenza para España/que luto para el planeta/haber matado a un poeta/nacido de sus entrañas. Con estos emocionados versos impregnados de una sentida y profunda indignación, Pablo Neruda expresa su dolor y rabia al conocer la ignominiosa y cruel muerte de Federico García Lorca a manos de sus asesinos que no le perdonaron ni su exquisita y creativa sensibilidad ni sus simpatías por la República, la democracia, la cultura y por supuesto por su condición sexual.
La barbarie y el odio instalado en el corazón de sus enemigos, acabaron con la vida y la obra de Federico cuando apenas contaba con treinta y ocho años un diecinueve de agosto de 1936. Se encontraba Federico en la plenitud de su capacidad creadora. Él, que siempre estuvo obsesionado con la idea de la muerte que tan importante papel jugó en su obra tanto en prosa como en verso, vióla llegar de una forma atroz y brutal mirándola de frente hasta el último suspiro.
Nadie como Lorca ha sabido expresar el sentimiento del pueblo andaluz desde sus más íntimos y profundos orígenes. Fue un escritor que representa y expresa los sentimientos, las contradicciones y las angustias más profundas alojadas en los seres humanos sin distinción de raza, lengua ni creencia alguna. Es el poeta universal que surge de la Granada de la Alhambra que rezuma la cultura del pueblo Árabe que allí se instaló durante ochocientos años y por la que tanto respeto sintió el poeta.
Poseía una arrolladora personalidad impregnada de un magnetismo tal que lograba atraer con una poderosa fuerza a quienes le rodeaban seduciéndolos con su ingenio y portentosa creatividad. Quizás una faceta menos conocida de él es la de su enorme talento para la música, reconocida por el propio Manuel de Falla con quién trabó una intensa amistad y que destacó su virtuosismo como concertista de piano. Escribió, compuso, pintó e interpretó numerosas obras que representó con el teatro ambulante universitario que él creó y dirigió denominado la Barraca recorriendo toda España con el propósito de difundir la cultura a través de las obras más populares de los escritores clásicos que representaban con entusiasmo y que consiguieron un enorme éxito popular.
Conoció y trabó amistad con Unamuno, Machado, Neruda, Dalí, Buñuel, Aleixandre, Cernuda, León Felipe, Miguel Hernández y tantos otros creadores de su generación que le reconocieron como un genio de la poesía y el teatro. Viajó a Estados Unidos, Cuba y Argentina donde fue reconocido y homenajeado hasta el delirio. Romancero gitano y Poeta en Nueva York en poesía y Yerma, La casa de Bernarda Alba y Bodas de sangre en teatro, son algunos ejemplos de su obra que representan lo más alto de la literatura española del siglo XX.
Lorca representa, ante todo, la sensibilidad, la imaginación y la creatividad, así como la entrega y el entusiasmo por difundir la cultura y el arte, valores, tan ausentes en el mundo de hoy en día en el que el pragmatismo egoísta y la falta de escrúpulos lo contaminan todo. También fue el exponente de las más crudas contradicciones que puede experimentar el ser humano a través de la angustia vital que le dominaba. Por eso, porque vivió intensamente por y para la cultura como un medio de comunicación universal dirigido al entendimiento de los seres humanos, Federico merece estar permanentemente presente en la mente de nuestra más jóvenes generaciones tan necesitadas hoy de ejemplos de vida como la de nuestro inmortal poeta.
Si algún día, si Dios me sigue ayudando y tengo gloria/la mitad de esta gloria será de Granada/que formó y modeló esta criatura que soy yo/poeta de nacimiento y sin poderlo remediar.

martes, 24 de julio de 2007

Los jueves, secuestro

Más que indignación me causa incredulidad contemplar como a estas alturas un medio de comunicación es silenciado por la autoridad que se dice competente en estos menesteres, secuestrando y condenando al silencio a la revista de humor el Jueves, trasladándonos de esta manera a otros tiempos de ingrato recuerdo que creíamos definitivamente superados.
Es la libertad de expresión la que ha sido anulada y reducida a la nada por mor de unos hechos – la portada de la revista – que dicen constituir un delito contra la honorabilidad de quienes en ella figuran por injurias a los mismos y por tratarse de una caricatura que denigra a sus protagonistas y a la institución que representan.
¿Cómo es posible que a estas alturas se utilicen medios de un talante más propio de una dictadura que de un Estado de Derecho, cuyas leyes protege la libertad de expresión?. ¿De verdad los autores del secuestro – suena terrible pronunciarlo – consideran que la caricatura de la revista ofende, denigra e injuria a quienes representa - en cuyo caso debieran haberlo denunciado los ofendidos – o es el resultado de una concepción subjetiva, retrógrada y absurda de quienes en lugar de aplicar las leyes con rigor y objetividad, lo hacen con un sentido de la moral y de la dignidad estrictamente personal?.
A veces la justicia y los jueces imponen hasta el punto de inculcar miedo. El poder que posee un juez para decidir sobre la vida y hacienda de las personas es tan absoluto, que pese a todas las garantías que en este aspecto contempla la Constitución, aterra la posibilidad de un error judicial propiciado por una sentencia viciada en sus orígenes por la subjetividad aplicada a la misma por parte de quien se encarga de administrarla.
En cualquier caso flaco favor se han hecho. La revista ha visto multiplicados el número de ejemplares que solían repartir los kioskos – Ahora ya es conocida en Europa - al responder los lectores como cabía esperar ante semejante desatino por parte de la fiscalía y del correspondiente juez. Hasta tal punto, que el número correspondiente de la revista en cuestión se ha convertido en pieza de coleccionista y objeto de subasta en Internet.
Y es que un servidor, como tantos otros, supo ver la que se venía encima en cuanto escuchó por la radio la noticia y voló a su kiosko habitual en busca de tan apetitosa presa que por supuesto, estaba agotada. La encontré en Madrid en uno de tantos sitios en los que ni se molestaron en retirar la pese a todo, afortunada revista.
Al fin y al cabo, ni los protagonistas de la caricatura ni la dramatización expuesta en ella son para tanto. Podemos afirmar ahora con total seguridad, que la realeza se rige por las mismas reglas naturales que los demás humanos en cuanto a la procreación se refiere. Y esto, no es delito.

sábado, 14 de julio de 2007

Segovia en el corazón

Guardo una especial relación de amor hacia esta bellísima ciudad que admiro y quiero profundamente desde mi infancia y donde residí durante varios años de mi época de estudiante. La visito de vez en cuando y siempre menos de lo que yo quisiera, recomendándola encarecidamente al viajero que desea disfrutar del arte, de la gastronomía y de sus afables gentes.
Es como volver a casa, como regresar al punto de partida. Cada vez que vuelvo me recibe con los brazos abiertos. Recorro sus calles y sus plazas deleitándome con la impresionante, apacible y relajante visión de sus innumerables tesoros artísticos presididos por el majestuoso acueducto, maravilla de las maravillas que no me canso de contemplar, de sus innumerables iglesias, auténticos tesoros, de sus torres y torreones que jalonan la ciudad, de la majestuosa catedral, la dama de las catedrales, ante la que me extasío disfrutando de su armoniosa figura vista desde la concurrida plaza mayor, del imponente Alcázar, elegante y majestuoso y de tantas otros regalos que Segovia ofrece para deleite de los ojos y del espíritu de quien sabe valorar la belleza.
Fueron años de estudiante que hoy, repasándolos, envidio, y que volvería a repetir si pudiera volver atrás. Me parecen increíbles aquellos tiempos en una deliciosa pensión de la plaza de Díaz Sanz, con el acueducto permanentemente visible a través de las ventanas, casi al alcance de la mano y el instituto viejo al lado. Todo un lujo, que hoy recuerdo con emoción y profunda nostalgia.
Recuerdo a la Sra. Fuencisla, la patrona de la pensión, una venerable y bondadosa mujer que nos trataba como a sus hijos y a la que tratábamos con todo el respeto del mundo. Poseía una impresionante biblioteca heredada del sacerdote con el que estuvo de ama durante toda su vida. En paz y en gracia de Dios, hijo mío, nos decía cada vez que le pagábamos a final de mes. La recuerdo con todo el cariño del mundo. Son personas, lugares y anécdotas inolvidables e impagables para quien, como yo, valora, recuerda y mantiene lazos de admiración y amistad hacia esta ciudad y hacia los personajes que formaron parte de mi pasado.
Y aquellos años en la antigua Normal de Magisterio. Que tiempos. No se me olvida que corría la voz de que para aprobar la asignatura de religión, bastaba con hablarle de la virgen al profesor. Por lo menos a mí me funcionó. Pasear por la calle Real desde el acueducto hasta la plaza mayor es recorrido obligado, como visitar la casa de D. Antonio Machado que fue profesor en el Instituto o disfrutar de la profusa actividad cultural que Segovia mantiene.
Esta ciudad se vende sola, no necesita publicidad. Quienes la conocemos, la recomendamos y nunca vemos defraudada esta sugerencia pues los viajeros vuelven encantados con la magia que desprende. Siempre volveré a Segovia y si un día pudiera, allí me quedaría, aunque una parte de mí, hace tiempo que reside en ella.

miércoles, 4 de julio de 2007

Educar por y para la libertad

El próximo curso escolar y en algunos niveles educativos, entrará en vigor la aplicación de la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía que tanto debate está originando y tantas ampollas está levantando en ciertos sectores, hasta el extremo que asociaciones de padres de centros religiosos, la oposición y como no, liderando todo este movimiento en contra, la inefable jerarquía católica, que una vez más se inmiscuye en asuntos que no le competen y que apoyándose en su habitual verborrea aducen que se trata de una asignatura que promueve el totalitarismo moral contrario a la fe cristiana.
Absurdo razonamiento. Es increíble la desfachatez de esta gente al hablar de totalitarismo moral, ellos que no dudaron en bendecir el catecismo como el arma principal del nacionalcatolicismo al servicio de la dictadura – sin debate ni consultas - y que nos obligaron a recitarlo de memoria sin el menor escrúpulo como asignatura fundamental de la educación de aquellos aberrantes años durante los cuales y con el brazo en alto saludaban y paseaban bajo palio al dictador.
Esta mañana, y en la vulgar, intolerante, machacona y vocinglera radio de los obispos – no puedo evitar oírla de vez en cuando, por lo que pido disculpas – el incalificable y burdo locutor de turno, calificaba esta asignatura como “instrumento de adoctrinamiento socialista”, es decir, el libro rojo del socialismo que pretende a estas alturas reconvertir a todos los ciudadanos adoctrinándolos en el ateísmo, la amoralidad y el libertinaje. Qué vejez más mala va a tener esta gente.
Si se molestan ustedes en repasar los objetivos de esta asignatura, verán que promueve el respeto hacia los derechos humanos y de las minorías sociales. Reconoce el diálogo como solución de los conflictos, la igualdad de géneros, la solidaridad, la paz, la justicia y el rechazo a la xenofobia y el racismo. Promueve la pluralidad política sin autoritarismos, así como la nacional, cultural y lingüística de los españoles y reconoce la laicidad del Estado y las reglas éticas entre partidos así como el análisis científico de las ideologías y profundiza en los deberes ecológicos de los ciudadanos. Todo ello en libertad, tanto de expresión como de opinión y pensamiento, sin sectarismos, sin dogmas doctrinales ni imposiciones arbitrarias de ningún tipo impuestas a los alumnos.
Sin embargo, se está creando una corriente de opinión, que en nada favorece el conocimiento de esta nueva asignatura. Aún se está debatiendo, su desconocimiento es muy grande y ya existe una oposición frontal hacia ella, que ha llevado a grupos de padres a manifestarse en contra hasta el punto de declararse en rebeldía manifestando su boicot hacia la misma.
Nadie en su sano juicio – fanatismos aparte – puede rechazar por doctrinarios o malintencionados los contenidos de esta asignatura. Para evitar erróneas interpretaciones lo mejor es darle la máxima publicidad. Que todo el mundo la conozca para que el desconocimiento no origine dudas y falsas interpretaciones. Enseñar e informar en libertad.

jueves, 28 de junio de 2007

Jaula de grillos

No es este un país que se distinga precisamente por su talante y su ética profesional en cuanto a política y políticos se refiere. Apenas contamos con treinta años de democracia formal y eso, unido a la particular idiosincrasia del carácter español, se deja notar en un comportamiento que tiende más al egoísmo particular y al interés personal que al servicio al ciudadano.
Siempre he admirado el comportamiento de los presidentes de la República Francesa, que estando en funciones, invitan al presidente electo a los últimos actos oficiales, presidiéndolos los dos y dando así un elegante e impecable ejemplo de dignidad democrática. ¿Se lo imaginan aquí?. Pues eso.
Estamos en pañales en lo que toca a experiencia democrática, pero aquí, y muy de vez en cuando, somos tan ingenuos que pretendemos compararnos con democracias que ostentan doscientos años de vida y que han pasado por todo tipo de avatares que los han convertido en lo que hoy son. Auténticas democracias consolidadas.
Y es que, aunque nos pese, este no es un País serio. Sigue siendo el país de la chapuza, del chollo –sobre todo en política – de la España de charanga y pandereta en su versión moderna con botellón, folclóricas y maestros del toreo incluidos – y, como no, todo ello salpicado de vez en cuando con los que visten alzacuellos, los cuales siguen campando por sus respetos en un país constitucionalmente aconfesional.
Se pueden imaginar la algarabía por un lado y el llanto y crujir de dientes por otro - la jaula de grillos - que se habrá montado en los consistorios, comunidades y otras entidades en los que ha habido cambios en las recientes elecciones que han tenido lugar. Los ganadores celebrando sus prebendas, quiero decir su puesto al servicio del ciudadano, y llevando a cabo una limpieza y reestructuración - venganzas incluidas – que dejan a los perdedores en paños menores a solas con sus lamentos por la pérdida de sus poltronas y privilegios perdidos. Apenados están porque ya no podrán servir al ciudadano. Esto, por supuesto, se da tanto en unos como en otros.
En España, conseguir un puesto político es una auténtica bicoca, una ganga, un chollo, y no digamos de los efectos colaterales que lleva consigo, es decir, los puestos de libre designación elegidos a dedo, como los puestos de confianza, asesores, directores, secretarias, secretarios y otros que la imaginación entusiasta y desbordante de los de turno, pueda crear. Excepciones, haberlas, haylas. Siempre hay gente íntegra que no se deja comprar, que no cambia de chaqueta, que se mantiene fiel a sus principios. Pero la carne es débil y suele sucumbir a la tentación.
En Alcobendas, después de veinte años de gobierno socialista han entrado los populares, más por errores de aquellos que por aciertos de éstos. Pero ahí están y nadie les discute su legitimidad. Quizás ventilar un poco la casa de vez en cuando no venga mal. Les daremos los clásicos cien días y si para entonces no han decretado el rezo del angelus a las doce en la plaza del ayuntamiento, para mí será una buena señal. Ustedes mismos.

martes, 12 de junio de 2007

Venerables ancianos

Vivimos en una cultura que rinde tributo a la juventud, empeñada en adorar a un becerro de oro pasajero y fugaz, dando la espalda a nuestros mayores, que se constituyen en un obstáculo para el desarrollo de nuestras vidas.
Queda lejos la imagen de los entrañables abuelos por los que los nietos sentíamos un inmenso respeto y adoración, a los que visitábamos con frecuencia y atendíamos con dedicación. Hoy, los jóvenes están demasiado atareados con el Messenger y el móvil como para ocuparse de ellos.
Por circunstancias de la vida, visito con frecuencia una residencia de ancianos. Los más viejecitos depositan en ti su mirada a veces luminosa, a veces apagada, siempre tierna, con ese aire triste y suplicante, que te llega a lo más profundo del corazón. Hace unos días, estando de visita, me encontraba en cuclillas y con las manos de mi anciano padre entre las mías, cuando observé como una delicada viejecita me miraba desde el otro extremo de la sala donde nos encontrábamos. Sentada, extendía su frágil mano hacía mí, sonriendo. Le devolví la sonrisa y en cuanto pude le cogí la mano que apretó con fuerza y que no quería soltar. Qué poco nos cuesta hacerlos felices, aunque sea de un modo fugaz.
Afortunadamente, hablo de un lugar dotado de todos los medios en todos los aspectos, donde los ancianos son atendidos con todas las garantías y comodidades posibles en cuanto a cuidados médicos, alimenticios e higiénicos se refiere. Pero cuantos pobres ancianos se encuentran todavía alojados en lugares que no reúnen las mínimas condiciones exigibles abandonados allí como si de muebles viejos se trataran, o lo que es peor, viviendo sólos y con unas pensiones de miseria.
Y qué me dicen de las unidades geriátricas de los hospitales. Habrá excepciones, pero en general, a los ancianos se les trata como enfermos sin remedio a los que les tratan a reglamento, la mayoría de las veces sin la menor consideración, sin cuidados especiales, sin cariño, sin perspectiva de futuro. Los alimentan, los cambian los atiborran a medicamentos, martirizando sus frágiles cuerpos con agujas y sondas que no hacen sino prolongar su sufrimiento. Así día tras día, y a esperar.
El Estado tiene la obligación de velar por los mayores volcándose en ellos y controlando estas situaciones, siempre procurando su bienestar. Es inadmisible que a estas alturas existan todavía instalaciones que no cumplan los mínimos exigidos. La ley de Dependencia es una encomiable iniciativa del gobierno que debe llegar a quién más lo necesite y debe llegar a todos.
No puedo despedirme sin dedicar un emocionado recuerdo a mi queridísima madre que me la ha arrebatado este invierno cuando más la quería. No podía imaginar cuanto la iba a echar de menos. Y a mi querido y casi centenario padre, que sumido en su mundo interior, mantiene una dignidad venerable. Le cuidaré con todo mi cariño mientras viva.

lunes, 11 de junio de 2007

Los extraterrestres no van a misa

Imagínense que un día nos despertamos con la noticia de que se ha encontrado vida extraterrestre, algo muy posible dada la grandiosa inmensidad del universo y la casi unanimidad de la ciencia y los científicos en este sentido. ¿Cuales serían las consecuencias para nuestra civilización?. ¿Serían pacíficos o amigables, con una tecnología avanzada o inmersos en la edad media, tendrán alguna religión?. Permítanme una ligera salida de tono y medio en serio medio en broma analicemos este último aspecto.
La iglesia católica, a través de su tenebrosa historia, nunca ha citado, ni de lejos, otra vida que no sea la de los humanos, por lo que si se demostrase lo contrario, quedaría en un grave aprieto, desairada y rozando el ridículo, ya que estando en posesión de la verdad absoluta, como dicen ellos, no fueron capaces de preverlo y, una de dos, o lo sabían y decidieron que una delegación extraterrestre no les compensaba, o por el contrario no tenían ni la menor idea lo cual chocaría frontalmente con el Dios omnipotente que todo lo sabe y que además fue el creador del universo. Luego de verdad absoluta, nada.
Ni siquiera su Dios, encarnado según ellos en la figura de Jesús, citó nunca otra vida diferente a la nuestra, aunque no creo que ninguna divinidad tenga nada que ver con los que dicen ser sus representantes aquí en la Tierra y que a lo largo de dos milenios han montado la mayor farsa divino-burócrata-pseudo-sectaria que han contemplado los tiempos, siempre jugando con el miedo la debilidad, la ignorancia y la soledad inherente a la condición humana, de lo cual se han aprovechado para construir el mayor tinglado jamás montado a lo largo de los siglos.
Doy por hecho que contamos con la tergiversación que de la figura histórica de Jesús han hecho en su propio beneficio elevándolo a la condición divina - lo de la santísima trinidad no tiene desperdicio - con el objeto de llegar al más allá, a la eternidad, a la idea de un Dios omnipotente, sabio y temible - como para no asustar - que infundiese el santo temor como dicen ellos a los seres humanos. Un excelente montaje que se ha consolidado a través de los tiempos y que, pese ir perdiendo adeptos, porque la ignorancia ha ido dejando lugar al conocimiento y porque los propios errores de ellos mismos incapaces de adaptarse al mundo actual se han vuelto en su contra, continúan teniendo un enorme peso y poder a todos los niveles - incluido el político y el económico - en el mundo actual.
Claro que aunque remota, existe la posibilidad de la inexistencia de vida en otros planetas, pero aún así, ¿cómo es posible que un Dios todopoderoso que creó todo en seis días - el séptimo descansó y por lo visto aún sigue haciéndolo, a la vista de cómo está el mundo - y que todo lo sabe, no nos pusiera al día en uno u otro sentido?. Demasiados errores para tanta sabiduría. La idea de Dios me parece absolutamente respetable, la de quienes hablan por él y se arrogan su representación, simplemente detestable.

domingo, 3 de junio de 2007

Eternamente jóvenes


Sesenta minutos llevo ante la caja tonta, cuarenta de los cuales soportando los insufribles anuncios que nos incitan a consumir, utilizando para ello los recursos más inimaginables con el fin de conseguir sus propósitos, que no son otros que vender el producto anunciado a través de bellezas despampanantes y de atléticos jovenzuelos en los que nos aseguran nos convertiremos a nada que sigamos sus consejos.
De los cuarenta minutos, treinta corresponden a promocionar los valores más preciados hoy en día y que parece van a repercutir cada vez más en la vida de todo ser humano: el aspecto juvenil, la belleza física y sobre todo, la extrema delgadez.
No estar delgado, lleva camino de convertirse en un serio problema para una gran parte de la población. En el aspecto laboral, esta situación se está convirtiendo en dramática para mucha gente que contempla con estupor como se le rechaza por el mero y absurdo hecho de no dar las medidas adecuadas pretextando una mala imagen que puede repercutir negativamente a la hora de llevar a cabo su trabajo pese a estar técnica y personalmente capacitado para el mismo.
Vivimos en un mundo absurdo que se desvive en parecer todo lo joven que ya no se es, utilizando para ello todo el arsenal de productos de todo tipo que el mercado nos ofrece - renovándonos por dentro y por fuera dice uno de ellos, menuda gilipollez - con el fin de mantenernos así eternamente. Nos bombardean con la falsa e ilusoria idea, de que tomando sus productos, aplicándonos sus potingues y vistiéndonos como ya no podemos, rejuveneceremos ante los ojos de los demás, convirtiéndonos en sílfides los rellenitos, en quinceañeros los/las que ya dejaron atrás los cuarenta y en tipazos los que de atletas tenemos lo que este servidor de monaguillo - que en tiempos lo fue - y, sobre todo, seremos mucho más felices.
Pena de mundo que es capaz de llegar hasta la enfermedad como desgraciadamente vemos en los terribles casos de anorexia que azotan a los jóvenes de hoy en día llevados por el afán de sentirse como los/las modelos de las pasarelas y los personajes famosos, que tan flaco favor, nunca mejor dicho están haciéndoles.
Es todo un despropósito, un insulto y una vejación hacia ese medio mundo que se muere de hambre sumido en la miseria más absoluta a causa del otro medio mundo que se empeña en ignorarlo y ante el que se siente incómodo con las terribles imágenes que nos ofrece ante las cuales giramos la cabeza para no ver lo que no nos agrada contemplar.
Lo hacemos con una mezcla de horror y de vergüenza tratando de alejar de nuestra mente esas imágenes que nos resultan molestas en un mundo que se debate en un atroz consumismo que le devora poco a poco y en el que se encuentra tan inmerso, tan esclavizado por él, que ni quiere ni puede oponerse a sus dictados.

martes, 29 de mayo de 2007

Carta abierta a Fidel

Hace tiempo que deseaba escribirle esta carta y si antes no lo he hecho, ha sido confiando en que se repusiera de su penosa y no menos misteriosa enfermedad que le mantiene postrado en cama alejado de sus deberes como comandante en jefe de esa nuestra querida Cuba y de los admirados y sufridos cubanos, a los que aquí, en España, y desde siempre se les ha tenido un afecto especial y una sincera consideración que yo personalmente comparto.
Mucho tiempo ha pasado desde el asalto al cuartel de la Moncada en 1953, acto heroico que le llevó a prisión y la entrada triunfal en la Habana en 1959, que supuso el derrocamiento del dictador Batista y el comienzo de la revolución cubana que con tanta ilusión comenzó el pueblo cubano. Ahora, cincuenta años después, los sufridos y admirados habitantes de esa bella isla contemplan como el viejo comandante, pese a su enfermedad, se resiste a abandonar el puesto aferrándose a él, como siempre, con manos de acero.
Confieso que tengo el corazón dividido entre la admiración y el reproche, entre el respeto y la indiferencia, entre la adhesión y el rechazo, hacia usted, comandante. Con esa aura que siempre le rodeará de héroe resistente ante el vil acoso del imperio americano y pese a los muchos errores e injusticias cometidas o a las veleidades habidas con la Unión Soviética que a punto estuvieron de provocar una guerra mundial, siempre ha despertado en mí y en gran parte de mi generación, una especial atracción que junto con su querido amigo y camarada Che Guevara marcaron una época plena de nostalgia y de recuerdos inolvidables en un país como el nuestro donde también ansiábamos la libertad.
El pueblo cubano que usted liberó, vive hoy con grandes penalidades en medio de la mayor de las penurias de todo tipo. Un pueblo agradecido que en gran parte le sigue fiel pese a la patente falta, no solo de medios materiales, sino de las libertades más elementales que hoy en día usted le sigue negando.
No puedo ni quiero compararle con tantos y tantos dictadores que se rebelaron contra una legitimidad establecida derrocando a los representantes libre y democráticamente elegidos y que como usted se mantuvieron hasta el final ejerciendo el poder con cruel despotismo. No, no sería justo, ya que nadie puede negar que usted, el viejo comandante, liberó al pueblo cubano de un odioso dictador que tenía sometido a los cubanos.
Pero sí le reprocho que se haya aferrado al poder en lugar de entregarlo a ese pueblo por el que luchó, y al que liberó de las cadenas que le atenazaban. Ese agradecido, sufrido y valiente pueblo cubano, es el que ahora, cincuenta años después, nos merece un inmenso respeto ante su actitud de resistencia y firmeza, que, visto desde aquí, nos parece heroicamente romántica, pero las privaciones y la falta de libertad, nada tienen de romántico para quienes las padecen.
Le pedimos un último gesto, Fidel, que pueda restituir en parte su leyenda ante la historia y ante el pueblo cubano. Abandone el puesto, sométase al juicio de sus compatriotas y en un último y breve discurso entregue el poder a quién desde hace tantos años le pertenece. A los admirados, sufridos y valientes habitantes de la lejana y querida Cuba.

sábado, 26 de mayo de 2007

La civilización del ocio

Comenzaban los años setenta, cuando a unos aprendices de Nostradamus se les ocurrió la genial idea de formular una teoría, muy extendida por aquellos tiempos, según la cual las generaciones que vivieran en el año dos mil disfrutarían de lo que ellos denominaban La Civilización del Ocio. los aprendices de profetas, se lucieron.
Los susodichos adivinos, presagiaron con indudable agudeza de mente y clara visión de futuro, que las generaciones que vivieran en el años dos mil, gozarían de tanto tiempo libre que no sabrían como disponer de él sin aburrirse. Vamos, que su gran preocupación, no sería como pagar la hipoteca, llegar a fin de mes o tener un buen trabajo, sino encontrar la manera de no aburrirse con tanto ocio del que iban a disponer. Angelitos ellos.
Y es que daban por hecho que para entonces, por ahora, las máquinas llevarían a cabo la mayor parte del trabajo sustituyendo con ello a los humanos y liberándolos por tanto de esa pesada carga, por lo que se dedicarían, fundamentalmente, además de mirarse el ombligo, a planear como ocupar su amplio y venturoso tiempo libre.
Continuando con los presagios, por entonces muy frecuentes acerca del mítico año, se adelantaban estos nefastos visionarios al futuro que nos regalaría la época en que vivimos y relataban y no paraban, entusiasmados ellos, sobre como serían las ciudades por entonces – repito, por ahora – y les aseguro que aún no he visto ninguna película actual por muy futurista y retorcida que sea, que derroche tanta imaginación.
Los coches volarían, efectivamente lo hacen, pero siguen a ras del suelo, las ciudades se describían como un mar de inmensos rascacielos entre los cuales los bólidos voladores se desenvolverían sin atascos ni ruidos ni contaminación alguna. No dieron ni una.
Qué ironía. La susodicha civilización del ocio, así como las demás previsiones que se hicieron entonces, brillan hoy por su ausencia y dadas las circunstancia, más bien se han invertido los términos, hasta el extremo que parece que nos dirigimos hacia la civilización “sin ocio”, siempre corriendo, permanentemente ocupados y estresados para, en definitiva, llegar a ninguna parte. Díganselo a los jóvenes que, trabajando los dos, deciden embarcarse en una hipoteca de cincuenta años que acabarán pagando sus nietos. En aquellos tiempos, la pagábamos en quince años y con menos apuros que ahora.
Qué tiempos aquellos, en que hasta nos permitíamos un mes de vacaciones en la playa, y nos matábamos a copas a todas las horas y hasta llegábamos a fin de mes sin grandes problemas. Hoy, quince días y con apuros, para volver más estresados de lo que fuimos y pensando en el próximo atraco que nos va a dar el banco cuando vayamos a solicitar el oportuno crédito.
No es que cualquier tiempo pasado fue mejor, o sí, pero de todas formas, no acabo de entender esta vida de locos. Lo que está claro es que envidio cada vez más a esas civilizaciones que viven con lo justo, apartados del mundanal ruido y sin desear más de lo que poseen. La próxima entrega, desde el convento.

domingo, 13 de mayo de 2007

Historia de un voto

Llegan las elecciones, en este caso las municipales y autonómicas y una vez más nos encontramos con el eterno dilema de abstenerse debido al hastío, al cansancio y a la incredulidad reinante en el electorado ó la del voto denominado útil, al que casi siempre acabamos recurriendo para acallar la mala conciencia.
Es el mío un voto que lleva años confiando en esta izquierda tan civilizada, sosa y anodina, casi ñoña y con un exceso de talante que aburre hasta a las ovejas, en que se ha convertido hoy. La derecha, sin embargo, ha seguido el camino inverso, es decir, cada día más extrema, radical, vocinglera y desafiante, pero que está consiguiendo llevarse el gato al agua, hasta el extremo de convertir Madrid en su feudo, inaugurando túneles y estaciones de metro día sí día no cual si de pantanos se tratara.
Desencanto es la palabra que mejor refleja el espíritu que me anima a la hora de decidir mi voto, al contemplar como la clase política de este País en general y de los actuales dirigentes en particular, son incapaces de actuar como representantes de los ciudadanos al servicio de los mismos, y de mostrar una imagen acorde con la representación que ostentan. Un ejemplo claro lo tenemos aquí, en Alcobendas, donde las peleas internas están dando una imagen penosa de la izquierda.
Desanima, cansa y hastía hasta el aburrimiento, contemplar como los partidos políticos se tiran los trastos a la cabeza sin el menor rubor, ante los atónitos ojos de los ciudadanos, a quienes cuando llegue el momento no tendrán ningún escrúpulo en pedir su voto en aras de un egoísmo personal mal disimulado por un cúmulo de promesas que saben, sabemos, no van a cumplir.
Resulta desalentador contemplar como ante problemas de índole nacional que requieren el acuerdo de los dos grandes partidos, se empeñan en distanciarse cada vez más, alejándose con ello las posibilidades de resolver conflictos que se eternizan a través de los tiempos y que por su gravedad exigen la unidad de criterios de los dos grandes partidos para poder llevar a cabo tan delicada labor.
Decididamente, a los políticos les interesamos hasta el momento de introducir el voto en la urna. Después, si te he visto no me acuerdo y esta situación se agrava con la corrupción y el despilfarro que campa por sus respetos a diestro y siniestro (nunca mejor dicho), sin que veamos llegado el final de semejante desatino.
Pese a todo, uno tiene su ideología y sus preferencias, pero no somos de piedra y observamos este panorama con una irritante, triste y frustrada resignación. Todo tiene su límite y hasta aquí hemos llegado. Estoy harto de que especulen con mi voto, lo vacíen de contenido y lo echen en saco roto. Es por ello, que, harto de tanta farsa y dado el hecho de que nos encontramos en un mundo globalizado y mercantilista, donde todo se compra y se vende, he decidido poner en venta mi voto y concedérselo al mejor postor. Interesados, diríjanse al que suscribe.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Fanatismo y religión

Acostumbro a leer y participar en esta sección, abierta a todo y a todos, lo cual es digno de agradecer en los tiempos que corren, en los que cada medio de difusión, ya sea escrito, radiofónico o televisivo, tiene una acusada y en ocasiones mal disimulada tendencia ideológica, que descoloca al lector aquel que es capaz de analizar, digerir e interpretar libre y razonadamente la ingente cantidad de información que nos inunda cada día, extrayendo las conclusiones oportunas con una fría objetividad y de la manera más lógica posible.
Esta semana, y por entregas, he seguido en esta sección un relato cuasi novelado, que aún hoy cada vez que lo recuerdo me provoca escalofríos por su tétrico contenido, siempre enigmático, ya que el lector no descubre el final de la pesadilla hasta el segundo capitulo. Este folletín por entregas su autor dióle por nombre, La locomotora del futuro.
Sólo su título, pretendidamente salvador e iluminado, me provoca el rechazo hacia aquellos que se creen en posesión de la verdad, erigiéndose en salvadores del resto de la humanidad, sin el menor atisbo de duda, sin la menor concesión hacia los demás, acusando a los jóvenes madrileños (los de Alcobendas y Sanse se salvan de la quema), de "indiferentes e increyentes", puesto que no viven en la "comunidad eclesial". Confieso que nunca he entendido (seguramente ellos tampoco), estas expresiones tan vacías de sentido y a las que tan aficionados son estos grupos tan característicos de esta época libertina, inmoral y decadente, de la cual nos quieren apartar y redimir.
No, gracias, no pretendan salvarme, a mí por lo menos, si me condeno, que me condene, eso es cosa mía y sólo mía y no permito que nadie pretenda interferir en los asuntos que atañen a mi salvación. De eso ya me ocupo yo, aquí, en esta vida terrenal donde se dirime todo, lo bueno y lo malo, la bondad y la malicia, la sinceridad y la hipocresía..... la miseria, el dolor y el sufrimiento de tanta gente de este mundo que necesita y espera menos oraciones, rezos, misas, verdades y creencias y más compromisos de ayuda y atención inmediata y material que es lo que de vedad y con urgencia necesitan.
Finaliza el susodicho relato, después de estremecedoras y patéticas escenas del grupo de fanáticos que reunidos alrededor de la cruz pretenden convertir a un grupo de jóvenes que les observan con una mezcla de incredulidad y espanto, con un emocionado recuerdo hacia el Papa anterior, el misionero por excelencia, (para misionero, un obispo de Palencia, que abandonó sus privilegios, su palacio y su boato y se fue a una misión donde de verdad le necesitaban), y al que la juventud ama y sigue por donde quiera que va, según el autor del relato.
Hastiados estamos ya de tanto salvador. Como decía el célebre científico Carl Sagan, la única verdad sagrada, es que no hay verdad sagrada. Ni siquiera ésta que acabo de formular.