Cuando el mal
llamado estado de alarma termina, cuando el confinamiento a todos los niveles toca
a su fin, cuando los sufridos ciudadanos respiran con un cierto alivio, y la
memoria atormentada despierta de su letargo de tres durísimos e interminables meses
de confinamiento, cuando sobre todos aún pesa y pesará un brumoso trauma,
cuando comenzamos a respirar de nuevo, yo,
en nombre de muchos dolidos e indignados ciudadanos de este País:
Acuso al prepotente
gobierno de este País de no reconocer sus errores, de no pedir, no ya perdón,
sino unas mínimas y necesarias disculpas, de airear sus más que dudosos
aciertos a la hora de gestionar la pandemia, permitiéndose su presidente el ominoso
y falaz “viva el 8 M”en sede parlamentaria, que es todo un insulto a la vida, y
a la sensibilidad de los familiares de las víctimas.
Acuso a unos
negligentes gobernantes que cometieron graves e imperdonables errores a la hora
de tomar medidas drásticas, cuando ya conocíamos los casos de China y de
Italia, que debieron ser más que suficientes para actuar, y no lo hicieron.
Acuso al
gobierno de permitir que prevalecieran condicionamientos de orden político y de
oportunidad, para no avisar a la población del peligro que corrían al asistir a
manifestaciones y actos multitudinarios de todo tipo, cuando las señales de
peligro eran más que evidentes.
Acuso a las
autoridades correspondientes, de permitir la manifestación del 8 de marzo, y
otras anteriores y posteriores, que causaron sin duda infinidad de contagios,
cuando el día 7, es decir un día antes del 8 M, se confinaron a 40 personas contagiadas
en la ciudad riojana de Haro.
Acuso a los
responsables de no escuchar a la OMS, que con tiempo, y como está documentado,
avisó a las autoridades sanitarias acerca del aprovisionamiento de material sanitario
para responder a la epidemia que se avecinaba.
Acuso a las
autoridades de este País, de autorizar unas concentraciones y de prohibir
otras, antes del confinamiento, en una ceremonia de la confusión, que responde
a oscuros intereses de variada, siniestra e inconfesable índole, que en
absoluto se pueden justificar.
Acuso a los
responsables en las altas esferas gubernamentales, de privilegiar sus intereses
electorales y populistas sobre los de la población, hasta el punto de no tomar
medidas por aquello de esperar a ver qué pasa ahí afuera, a ver quién le pone
el cascabel al gato, y por miedo a la impopularidad que ello representaba.
Acuso al
gobierno de ser el culpable de la situación trágicamente anárquica de los
hospitales, sin material suficiente, pese al aviso de la OMS, y, sobre todo de
las dramáticas consecuencias en un heroico personal sanitario en general, que
se vio absolutamente inerme ante la avalancha de enfermos, sin material,
desprovistos de lo más elemental, como la ropa protectora que tuvieron que confeccionarse
ellos mismos.
Acuso a
quienes corresponda, del espantoso porcentaje de fallecimientos entre el
personal sanitario, que es, para vergüenza y oprobio del gobierno, el más alto
del mundo, tal como está registrado.
Acuso, junto
con sus consternados familiares, y a quienes corresponda, de irresponsabilidad
y dejadez manifiesta en la gestión de las residencias de ancianos, por dejarlos
morir, por acción u omisión, en un vergonzoso y detestable acto de malvada
dejación, en lo que ha supuesto uno de los peores maltratos en la historia de
este País hacia sus ciudadanos.
Acuso en mi
nombre, y en el de los familiares de las víctimas en general, de los falsos
datos que proporcionan las autoridades sanitarias sobre el número de los fallecidos, así
como del tratamiento vejatorio hacia ellas, al citarlas como meros números a
contabilizar.
Acuso a las autoridades aquí citadas, de carecer del
más elemental rastro de una elemental y piadosa humanidad, en una penosa demostración que supone un acto
de vileza absoluta, al tardar más de dos meses en declarar una semana de luto, lo que denota una patética e inexcusable ausencia de sensibilidad, sin disculpa posible
alguna.
Acuso, en fin,
a un gobierno, que proclamándose progresista y de izquierdas, ha demostrado un
talante soberbio y engreído, farsante y embustero, incapaz de reconocer error
alguno y de asumir sus culpas, que ha dejado un País en ruinas, tanto a nivel
personal, como laboral, como económico, y que ahora pedirán que lo levantemos, quienes
con su esfuerzo y sacrificio, hemos sufrido las consecuencias de su ineptitud
manifiesta.