miércoles, 5 de abril de 2023

EL NOBLE ARTE DE LA POLÍTICA

Esta expresión tan manida en tiempos pretéritos, y hoy tan denostada por tantos, que quizás creyeron en un tiempo, seguramente debido a la extraña y positiva actitud de algún ejerciente merecedor de esa frase, que tanto respeto le ofreció en su momento, posiblemente ahora las dudas le asalten hasta el punto de renegar de ella, y sustituirla por otra similar, sustituyendo el calificativo correspondiente, excesivo casi siempre, por otro que niega la nobleza y lo cambia por otro que, supone lo contrario, alterando por completo el significado de tan rotunda y altisonante frase, en un acto de negación, que trastoca por completo la equívoca y susodicha expresión.

Quizás la política fue un arte en su momento, en algún caso puntual, concreto, y absolutamente preciso y singular, y con connotaciones muy personales en cuanto a su aplicación por políticos excepcionales y en tiempos  que poco tienen que ver con los actuales, cuando célebres y contados personajes, reunían virtudes y capacidades, tan ausentes hoy en sus homólogos, como la integridad, la responsabilidad, la aptitud, y la ausencia de una desmedida ambición que los descalifica como nobles artesanos de la política.

El descontento, la insatisfacción y la desidia, son argumentos hoy suficientes para denostar a la mayoría de los que se dedican a este milenario oficio que alimentan el descontento en una población harta de tanta ineptitud y tanto desaforado fervor por aferrarse a una poltrona que ansían por encima de todo, capaces de mentir, falsear y renegar de sus principios, si los tuvieren, y que los igualan al mismo nivel, al margen de sus idearios, ya sea a la diestra o a la siniestra, olvidándose de sus aireados principios, y aferrándose al innoble proceder de convertirse en aguerridos defensores de su privilegiada posición.

Y así, desde allí, afirmarán con harta frecuencia y sin el menor atisbo de una elemental honradez, y sin escrúpulo alguno, defender a capa y espada a los ciudadanos votantes, de los que se olvidaron una vez retiraron las urnas de los colegios de votación, dónde los representados depositaron su voto en la confianza de que sus representantes, actuaran como tales, y no como actores de su propio teatro, dónde cada uno representa el papel que más se ajusta a sus características e intereses personales, iniciando así una carrera política, en la que se enrocan y se disfrazan para llevar a cabo la innoble trama de una fingida y lucrativa farsa.

La lucha por la defensa de la posición conseguida, lleva a esta clase dirigente a defender las trincheras conquistadas como si de una guerra se tratara, enzarzándose en los medios, las redes, y lo que más bochorno causa, en sede parlamentaria, con peleas constantes, sin ocasionarles el más leve rubor el hecho de proferirse insultos y descalificaciones que causan estupor y vergüenza ajena entre los ciudadanos que asisten a las broncas, improperios y desvaríos varios, sin que den muestras de respeto alguno ante los atribulados ciudadanos, que no dan crédito a lo que ven y escuchan a  una señorías que no parecen tener escrúpulo alguno para llevar a cabo su pretensiones, que en absoluto coinciden con las necesidades de la población a la que representan, sino con sus propios e inconfesables intereses personales.

Llegados a este punto,  cabe resaltar con un creciente e imparable avance en todos los extremos, del llamado populismo, del que todos los que lo ejercen reniegan, lo que da una idea de la inconsciencia que han alcanzado los políticos de todo signo, ya que es imposible no detectar esta rechazable estrategia que todos utilizan, consistente en mantener un discurso calculado para ejercer y retener el poder, situándose lo más próximo posible a las masas, ofreciendo y prometiendo todo aquello que desean oír, que conocen a la perfección, con una actitud calculada al milímetro para llegar a quienes ansían regalarse los oídos con una aplastante tormenta de promesas que descargan sin pausa alguna sobre ellos.

Lo llevan a cabo con un lenguaje  medido y altisonante, que consideran cercano a la gente más necesitada, alardeando de una actitud popular y campechana con la que piensan, y a menudo consiguen, llegar a  una población harta de tanta promesa incumplida, con la que aseguran empatizar, cuando en realidad, no están siguiendo más que una estrategia muy medida, con la que confundir a una masa enfervorizada, que piensa que esta vez sí, van a conseguir que sus objetivos de bienestar social y material, sean alcanzados por fin, tal y como estos nuevos profetas les auguran, y que casi con toda seguridad, una vez más verán defraudados, convirtiendo la nobleza de los políticos en ambiciosa mezquindad y el arte en ordinaria superchería.