lunes, 24 de abril de 2017

LOS ENREDOS DE PODEMOS

¿Qué pasa por la mente de los componentes de Podemos, que se muestran absolutamente incapaces de desligarse de sus postulados más irracionales, hasta el extremo de relativizar cualquier controversia de las muchas en las que con frecuencia se ven inmersos?
¿Cómo es posible que una y otra vez, mantengan posiciones ambiguas unas veces y radicalmente absurdas y obcecadas otras, hasta el extremo de que ante determinadas y comprometidas preguntas, se adivinen ya sus invariables respuestas antes de ser emitidas?
Y es que es tal el grado de estancamiento al que han llegado, que ante la increíble muestra de una aparente imposibilidad de desmarcarse de sus rígidas posiciones, emiten invariablemente un discurso ya archiconocido que parece pretender diferenciarse y distanciarse del resto del arco político.
Prisioneros de su ideario, que suena en exceso a populismo trasnochado, se les aprecia un aire neo progre y esnob, a estas alturas ya pasado hasta la extenuación y el aburrimiento, que a este paso les va a hacer perder otro millón de votos, ante un electorado cada vez más hartos y cansado de sus posiciones extremistas y sus adhesiones más inoportunas por ridículas y fuera de lugar.
Los últimos acontecimientos que se han desarrollado en Venezuela, con el auto golpe de Maduro, han dejado a la vista, con toda la meridiana claridad más explícita y esclarecedora, cómo los diversos interlocutores de Podemos que se han pronunciado sobre el tema, lo han hecho con la tibieza y relatividad acostumbradas, en un alarde de no condenar unos hechos injustificables y a un tirano populista que está arrasando el País, y dejando en la miseria más absoluta a sus ciudadanos.
Con un lenguaje que recuerda antiguos comportamientos, afortunadamente pasados, cuando ante hechos bárbaros, en los que una parte era la que ejercía la violencia contra el Estado y sus ciudadanos y la otra sufría sus consecuencias,los simpatizantes de los agresores llevaban a cabo declaraciones en las que repartían equitativamente el peso de la culpa y del sufrimiento, equiparando a víctimas y verdugos, siendo incapaces de condenar clara y taxativamente unos hechos que bastaban por sí solos para dejar constancia de que sólo ellos eran los causantes de tanto dolor.
No es el caso aquí analizado en cuanto a violencia se refiere, no hay hechos dolorosos ni sufrimiento soportado por ninguna parte. Pero sí existe la constancia, de unos numerosos sucesos acontecidos, no sólo el aquí citado, en el que los componentes del grupo políticos Podemos, siempre toma partido por las posiciones más extremistas, radicales e irracionalmente planteadas, en oposición a casi todos, en un acto que más parece tratar de diferenciarse del resto, que de asumir unas convicciones que no obedecen ni a la razón, ni a la más mínima y elemental sensatez.
Esta obcecación en negarse a condenar determinados hechos en múltiples ocasiones, como en el acoso de unos energúmenos abertzales en Alsasua a dos guardias civiles,no tiene sentido alguno, con el agravante de que muchos votantes suyos o potenciales simpatizantes, son disuadidos por este incalificable comportamiento, que no tiene excusa alguna, y que se empeñan en mantener, aunque  es verdad que en alguna ocasión no ha sido unánime la postura,a la hora de llevarla a cabo, lo cual indica una cierta división, aunque mínima, en sus impenetrables y tupidas filas.
Dos de sus últimas y peculiares intervenciones, tienen que ver con las misas televisadas por una cadena pública, cuya emisión no entienden en un Estado aconfesional, algo en lo que llevan toda la razón, y la petición de perdón por el consumo de coca cola en el Senado. Una de cal, y otra de arena.

lunes, 17 de abril de 2017

PATENTE DE CORSO

Difícil y comprometido resulta en este País ejercer una somera crítica acerca de determinadas costumbres ancestrales, algunas de ellas sagradas, no en sentido figurado, sino en sentido absolutamente estricto, como es el caso de la Semana Santa, ya que el arriesgado e ingenuo, a la par que infeliz ciudadano que a ello se atreviere, puede resultar maltrecho y vapuleado por semejante y descarado desliz.
Y es que razones nos asisten a quienes no comulgamos con estas demostraciones que durante siete días al año, y en todo el País, parecen gozar de una patente de corso para ocupar las calles, en una aparente demostración de fervor religioso, muy lejos de una realidad social que se mantiene al margen de una religiosidad, promovida por la iglesia católica, que continúa injustificadamente sostenida por un Estado aconfesional como el nuestro.
Conozco el caso de un conocido escritor y articulista, que narraba en una de sus colaboraciones en un medio de alcance nacional, cómo airadamente le recriminaron el hecho de intentar cruzar a través de una procesión que ocupaba toda la calle dónde él tenía su vivienda, cuando su intención no era otra que la de acceder al portal de su casa. Él, que nunca se distinguió por su afición a estas demostraciones religioso-callejeras, dedicó el susodicho artículo a dejar en no muy buen lugar a estos actos que se adueñan de las calles de nuestras ciudades.
La España de charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de María, la España inferior que ora y embiste cuando se digna usar la cabeza, la que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz, tal como la describía Machado, y que pese al tiempo ya pasado, casi cien años desde que escribió estos atribulados versos, apenas nada parece haber cambiado, ostentando una desafiante actitud combativa para ocupar calles y plazas de todo un País, durante una semana de pasión, dolor y tétrica y oscura demostración de arte religioso.
Es como si el tiempo se hubiera detenido, como si no hubiera tenido tiempo de experimentar una transformación necesaria en un País donde el carácter de las gentes y las ancestrales costumbres se mantienen incólumes, como si hubiese sufrido un proceso de paralización social y humano, que impidiera cualquier cambio, cualquier manifestación dirigida hacia la modernidad en todos los órdenes.
Los turistas que nos visitan en tan señalada semana, asisten perplejos y sumamente asombrados ante semejante demostración de una aparente fervor religioso, con un continuo gesto de sorpresa y extrañeza, que los divierte y asombra al mismo tiempo, que no entienden ni comprenden, y que les da qué pensar, en cuanto a si este País pasa de la modernidad a la más siniestra y atávica demostración ancestral.
No deseamos herir sensibilidades que en estos casos parecen estar siempre a flor de piel a cargo de tanta gente que ante estos hechos se muestras intransigentes y a la defensiva, y que mantienen una actitud de una testaruda inflexibilidad, sin conceder un ápice de espacio hacia los demás, desde su rígida actitud, hacia las diferentes posturas de quienes no piensan como ellos, pero que ven como todos los años la semana santa se apodera de las calles y de los medios de comunicación, que retransmiten las procesiones.
No cabe duda de que el sector turístico en general, y el de la hostelería y restauración en particular, tienen grandes intereses en estas demostraciones religiosas. Con ellos y con la iglesia hemos topado.

martes, 11 de abril de 2017

LA REBELIÓN CATALANA

Tiempos aquellos en los que el inefable Ibarretxe nos martirizaba con una constante y permanente tozudez, amenazando con una consulta independentista del País Vasco, que nunca llegó a celebrarse, pero que nos tuvo en continua y exasperante tensión durante todo el tiempo que duró su irritante mandato, hasta que vino al Congreso de los Diputados y se le comunicó que dicho referéndum no podía llevarse a cabo, porque así la impedía la Constitución.
Para sorpresa de muchos, y descanso de todos, que no confiaban en que simplemente con este sencillo pero radical y convincente argumento se le pudiera convencer, de la noche a la mañana se retiró a sus cuarteles, dejó de reivindicar la consulta y poco le faltó para olvidarse de una Euskadi situada fuera de una España que le agradeció inmensamente su relajación independentista, hasta el punto de que si no fuera porque siempre demostró su testarudez en estas convicciones, podríamos afirmar que se había retractado de las mismas.
Algo impensable en los actuales dirigentes catalanes, que están dando muestras de una inquebrantable y decidida marcha hacia un separatismo radical y feroz, que están llevando desde hace ya varios años de una manera tal que les ha llevado a plantar cara al Estado, llevando a cabo una serie de medidas dirigidas llevar a cabo un referéndum unilateral que les conduzca a una independencia de la que no están dispuestos a hacer dejación alguna, pese a las continuas sentencias negativas y condenatorias del Tribunal Constitucional.
El problema planteado es mucho más serio y trascendente de lo que parecen querer dar a entendernos tanto los medios oficiales, como los medios de comunicación. Los primeros se dedican a negar la imposibilidad legal de llevar a cabo un referéndum que la Constitución no contempla, y los segundos nos trasladan las declaraciones que llevan a cabo los dirigentes catalanes, en un tono cada día más insumiso y desafiante, pero sin sugerir o plantear soluciones a un conflicto que cada vez está más estancado y que puede desencadenar consecuencias imprevisibles y en absoluto deseables.
Mientras tanto, los dirigentes independentistas, cada día más radicalizados se preparan para plantar cara al Estado con acciones que llevarían a cabo con la imprescindible colaboración de una ciudadanía que tendría que movilizarse en masa, siempre con vistas a una resistencia activa y no violenta, que impediría las supuestas acciones represoras del Estado, y que sucintamente citamos a continuación en nueve resumidos puntos:
1.- Si se precintan los colegios electorales, sencillamente se desprecintarán. 2.- Creación de grupos de defensa de la república catalana. 3.- Ocupación de infraestructuras de todo tipo y protección de la radio y la televisión. 4.- Invitación a los trabajadores para que paguen sus cotizaciones y tributos a la Generalitat y no al Estado español. 5.-Desobediencia civil masiva.
 6.- Cuando un juez dicte una inhabilitación contra un cargo público, la desobediencia por parte de éste, y con el apoyo de la ciudadanía, serán la norma a seguir. 7.- Se advertirá al pueblo catalán, que se llevarán a cabo acciones que se situarán al margen de la legalidad. 8.- Se llevarán a cabo acampadas de protesta indefinidas por parte de los ciudadanos. 9.- Se invitará a los catalanes a la insumisión fiscal.
Una declaración de rebeldía en toda regla. Un gigantesco problema, que este País debe afrontar.

lunes, 3 de abril de 2017

LA CIUDAD EN SILENCIO

Disponer del suficiente tiempo para recorrer las desoladas calles de una pequeña ciudad cualquiera de este País de nuestros desvelos, y hacerlo sin prisa ni precipitación alguna que pudiera distraernos en nuestro afán observador, supone descubrir un mundo aparte del que nos solemos formar en la aburguesada y tranquila mente, de quienes solemos tender a imaginar e idealizar, situaciones y vivencias que solemos hacer extensivas a los demás.
Tanta gente, que a veces sin saberlo ni mucho menos sospecharlo, está muy próxima y cercana a nosotros, tanto que no nos damos cuenta de que pueden vivir en mundos absolutamente dispares y distintos del que habitamos nosotros, acostumbrados como estamos a encerrarnos en nuestro pequeño mundo,al margen de los demás, inmersos en nuestro duro e impermeable caparazón defensivo que nos aisla del resto.
Una coraza de duro material, generalmente inmune a los desvaríos y desafíos externos que pudieran alterar nuestro tranquilo y relajante mundo interior, exclusivo y excluyente, que no atiende más que a sus expresas y siempre justificadas y perentorias necesidades, y que casi nunca está dispuesto a permitir que ningún intruso destruya la estabilidad material y anímica que lo mantiene en su lugar, a modo de muralla defensiva impenetrable.
Impermeable a cualquier intromisión que pudiera alterar su vida, este duro muro defiende un interior que no ignora una realidad externa que le acucia y le molesta, y que aunque no conoce en su totalidad, si sabe de su existencia, pues no impide que pueda conocerlo a través de los numerosos medios que posee para observarlo, algo que no le agrada, que le incomoda, pues le obliga a considerarlo, y eso es algo que trastorna su pacífica y cómoda existencia.
Una realidad que la tenemos delante día a día, posiblemente en nuestro entorno más próximo, que incluso se observa en esas frías calles de un duro invierno, recorriéndolas en esos horarios desacostumbrados e imtempestivos que la mayoría no solemos contemplar, en una visita que para muchos pasa sin que se altere su visión del mundo, pero que otros lo perciban de una manera traumática, a fuerza de aplicar los cinco sentidos a cuanto le rodea.
Una ciudad de tamaño medio, como casi todas, generalmente ruidosa, pero no por las gentes que la transitan como si de incógnito se movieran, sino por un inclemente y permanente tráfico que roba el espacio y la vida de las personas que se han visto relegadas a unas estrechas aceras, como si hubiesen sido expulsadas y relegadas a esos mínimos espacios.
Que cada vez son más pequeños y no siempre carentes de peligro, que nos recuerdan cada día, que las voraces y contaminantes máquinas, hace ya demasiado tiempo que se apropiaron de las urbes, desalojando a sus legítimos propietarios y relegándolos a un segundo plano, perdiendo desde entonces el protagonismo que por derecho corresponde a unos peatones que no se reconocen como tales en medio de la vorágine del tráfico.
En estas ciudades, descubriremos los días de diario un espectáculo a veces triste, a veces desolador, pero siempre sombrío, con gentes, generalmente pocas, que se mueven como si fuesen empujadas por algo o alguien que les infunde el ánimo necesario para avanzar, para dar un paso más, como si no fuesen capaces de hacerlo por sí mismas.
Gentes de toda condición, mujeres y jubilados en su mayoría, las unas con las bolsas de la compra en una mano y quizás un niño pequeño en la otra, quizás calculando si llegarán a final de mes, si se ha pasado en los mínimos gastos en la tienda del barrio, y los otros, con una mirada que parece siempre perdida, contemplando cualquier espectáculo por leve que sea que altere la monotonía de sus vidas.
Los parques apenas registran actividad, salvo algunas madres con sus hijos más pequeños en los columpios, si es que los hubiere, personas mayores sentados en los bancos de madera, charlando entre ellos, o mirando a un vacío infinito donde quízás habite la soledad más profunda.
La parte más amarga y cruel de la existencia, se aloja en esos grupos de indigentes y jóvenes enganchados al alcohol y la droga, que se reúnen en torno a unas mesas donde discuten y hablan, todos a la vez, acerca de sus mutiladas vidas, alejados del resto, en un rincón alejado del parque, como si de apestados se tratasen, en un acto de cruda y despiadada marginación, que ellos mismos se procuran, y donde ni siquiera se molestan en contemplar las miradas aviesas y precavidas de quienes por allí pasan.