Andamos dando rodeos una y otra
vez a ese invento más o menos virtual de la denominada Marca España, que
resurge una y otra vez como el Ave Fénix, pues igual aparece constante e
insistentemente y durante largos períodos de tiempo en cuantos medios de
comunicación quedan a su alcance, como desaparece sin dejar rastro, casi
sistemáticamente, como si este ir y venir estuviera cuidadosamente calculado,
como si formase parte de una estrategia clara y definida que tuviera por objeto
lograr unas metas que vaya usted a saber dónde se encuentran, cuyo destino
final, se supone, es el de conseguir que no se olvide que está ahí, que fue
creada para enarbolar muy alto el pabellón español con el objeto de que sea
visible desde el resto del mundo y transmitirle nuestros mejores, más altos y
conseguidos logros de un País que parece que no hace otra cosa que mirarse el
ombligo, muy crítico en ocasiones consigo mismo, con abundantes leyes para
todo, con normas y reglamentos que apenas se cumplen, y que en todo caso lo
hacen mal, tarde y con resultados que en muchas ocasiones extienden una larga
sombra de sospechas, dudas y desconcierto que descolocan y desconciertan al
común de los ciudadanos.
Nos esforzamos, o más bien nos
empeñamos en demostrarle al mundo los logros, progresos y hazañas conseguidas
en todos los terrenos, ya sean sociales, políticos, económicos, deportivos y
hasta culturales, pero da la impresión de que no nos hacen mucho caso, lo cual
no debería extrañarnos, con el ambiente de corrupción y despilfarro que se
respira por estos lares desde tiempos inmemoriales, acrecentado éstos últimos
años por una continua y degradante escala de escándalos continuos, a todos los
niveles, que incluso ha llegado a tocar a las más altas esferas institucionales,
logrando con ello un salto a la fama internacional que no se les escapa al
resto de los países que ven en ello una oportunidad más para desprestigiarnos,
y con razón, viendo en ello una oportunidad de obtener réditos y beneficios
políticos y económicos en una Europa que mantiene en este aspecto una dura
rivalidad entre sus miembros.
Volviendo a nuestros logros que
puedan prestigiarnos a nivel internacional, salvo los deportivos, en los que machacona
y cutremente solemos apoyarnos, lo cual es un síntoma de debilidad y falta de
recursos – conviene recordar que en el rey de los deporte, el atletismo, no
somos nadie - poco podemos ofrecer,
sobre todo en una Comunidad Europea, cuyos principales y más punteros países,
nos llevan años luz de distancia en todos los aspectos, que poseen una economía
mucho más potente, firme, sólida y estable, donde cualquiera de ellos posee
grandes firmas industriales y comerciales a nivel mundial, que nosotros no
podemos poner sobre la mesa.
Simplemente Italia, la menos fuerte entre los
cuatro grandes, dispone de una potentísima industria automovilística envidiada
en todo el planeta. En cualquier ciudad del mundo, al contemplar la estilizada
silueta, el espectacular diseño y el peculiar bramido de un Ferrari, de un
Maserati o de un Lamborghini, por poner algunos ejemplos – poseen otras importantes
marcas – el observador asocia inmediatamente esta imagen a Italia, algo que
jamás nos ocurrirá a nosotros, pues aunque fabricamos una ingente cantidad de
automóviles, no poseemos ninguna marca propia, como disponen y en gran cantidad
y con unas muy prestigiosas marcas que todos conocemos, países como Alemania,
Inglaterra y Francia, además de poseer todos ellos importantísimas industrias
petroquímicas, tecnológicas y comerciales, con las que España no puede ni de
lejos competir, por mucho que nos esforcemos con destacar las escasas
multinacionales que tenemos.
Resulta descorazonador pensar,
que aquí se ha llevado a rajatabla aquello de que inventen ellos. Así nos va,
con una capacidad casi nula de investigación, agravada por unos recortes que se
han cebado en todos los sectores incluidos el tecnológico, la cultura y la
formación, que conseguirán retrasar aún más a este País, haciendo inútiles
cuantos esfuerzos se lleven a cabo por tratar de hacerlo presente en el Mundo,
pues su imagen ya demasiado deteriorada, lo estará aún más con el paso del
tiempo, algo que ya se está poniendo de manifiesto con el pésimo estado de
abandono en el que están quedando multitud de infraestructuras.
Es triste pensar que aquí, en
España, se llevaron a cabo loables intentos por levantar una industria como la
automovilística, tan importante hoy en día, cuando gente emprendedora y audaz
crearon la marca Hispano Suiza, un automóvil brillante, de lujo y competición
que tuvo su vertiente en la fabricación de motores de aviación y transportes
diversos y que consiguió importantes éxitos en el terreno del deporte, y que al
final desapareció por falta de inversión, por dejadez y desidia, como ocurrió
con los camiones Pegaso, también con una vertiente deportiva exitosa en un
automóvil deportivo apenas conocido, con el tren Talgo que tuvo que ser
patentado en Estados Unidos porque aquí nadie le dio importancia, con el
autogiro de De la Cierva o con el submarino de Monturiol, por citar algunos
frustrados y destacados intentos que se vieron relegados al olvido en unos
casos, rechazados en otros y siempre subestimados por el imperdonable hecho de
destacar.
Todos quedaron en la nada, o
desarrollados allende nuestras fronteras, olvidados y marginados aquí, por una
total desidia y una falta de visión que nos ha conducido a lo que somos y
tenemos ahora. Demasiada Marca España, para tan pocas y limitadas marcas
españolas.